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Año VIIINúmero 383
27 DICIEMBRE 2024

Petra Martínez: «Juan y yo nos ilusionamos con diez de pipas»

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Petra Martínez nació en Linares, donde su padre estaba desterrado por haber luchado en el bando republicano durante la Guerra Civil Española y posteriormente apresado en la "Tabacalera" bilbaína. Cuando tenía tres años, la familia se trasladó a la Colonia del Retiro, en Madrid. Con 16 años viajó a Londres y a su regreso, decidida a ser actriz, ingresó en el Teatro Estudio de Madrid (TEM), donde se inició con el maestro William Layton. Allí conoció a Juan Margallo, su compañero artístico y personal durante el resto de su vida.

A pesar de que la primera obra en la que trabajó fue Noche de reyes, dirigida por Layton, descubrió qué era representar una obra en más de tres ocasiones —limitaciones propias del formato de Cámara y Ensayo— con Castañuela 70, del grupo Tábano y Las madres del cordero. Tras ser prohibido por la censura, Tábano tuvo que salir a la emigración, por lo que recorrió buena parte de Europa y América en la década de 1970. Además de participar en algunos de los festivales de teatro internacionales más importantes, como Nancy (Francia) y Manizales en Colombia, actuaron en fábricas, centros culturales y espacios sociales gestionados por exiliados. Al volver a España montaron El retablo del flautista, de Jordi Teixidor, pero, al ser prohibida por la censura previa, volvieron a girar por países como Francia y Alemania.

Tras el montaje de Los últimos años de soledad de Robinsón Crusoe y disuelto el sector histórico de Tábano, participó en colectivos teatrales como El Palo, El Búho y El Gayo Vallecano; con este último hizo Ejercicio para equilibristas, de Luis Matilla y producción del Centro Dramático Nacional.

En 1985 fundó la compañía Uroc Teatro junto a Juan Margallo, quien recibió en 2011 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. La compañía, que recorrió la península y buena parte de Europa e Iberoamérica, ha estrenado piezas teatrales como: La mujer burbuja (1988), Para-lelos (1991), Reservado el derecho de admisión (1993), o Clasycos (1998). También dirigió Objetos perdidos (2003).

Entre algunos de los títulos más destacados de su filmografía están La mala educación (2004), La noche de los girasoles (2006) y La soledad (2008), de Jaime Rosales, premiado en la XXII edición de los Goya.

Sus trabajos en televisión incluyen: Teatro de siempre (1966), Cuentopos (1975), Estudio 1 (1976), Barrio Sésamo (1979-1980), Brigada Central (1989), Ana y los 7 (2002), Herederos (2007-2009), junto a Concha Velasco y Álvaro de Luna, La que se avecina (2014-Actualidad) y Sé quién eres (2017).

¿Cómo inicia Petra Martínez su carrera profesional?
Pues inicia de una forma extraña. Con dieciséis años me fui a Londres a estudiar inglés. Desde los once años he leído de todo. Todas las novelas de Cumbres Borrascosas. Me gustaba mucho leer. Cuando llegué a Londres, sabiendo muy poco de inglés, no me dejaban leer en español. Para aprender, me dijeron, lee teatro. Como vienen los nombres antes del parlamento no te perderás. Ahí me encontré con Ibsen, Chéjov… Y dije, yo quiero hacer esto. Ahí empecé a verme en el escenario.

Cuando volví a Madrid tenía el firme convencimiento que quería ser actriz de teatro. Ya no tenía otro fin en mi vida. Vine casi con dieciocho años. Un día, paseando por la calle, estaban rodando una película, y como no tenía ni idea de qué podía hacer, le pregunté a uno de los chicos que andaba por allí, y que nunca he conseguido saber quién era. Le dije yo quiero hacer teatro, qué hay que hacer. Dio la casualidad que este chico era muy forofo del Teatro Estudio de Madrid, del señor Layton, Miguel Narros, José Carlos Plaza. Y me dio la dirección. Allí me fui y allí me metí.

Al cabo de un año ahí conocí a Juan Margallo, mi marido. Mi carrera empezó ahí junto con Juan. Cuando lo dejamos montamos el grupo Tábano. Así empecé a hacer teatro.

¿Cómo ha sido la experiencia si ahora volvemos la vista atrás?
Encantadora. Maravillosa. Yo sólo tengo un placer de haber hecho todo este tiempo teatro, de haberme divertido mucho, de pasármelo muy bien, muy bien, muy bien. De conocer gente. Nosotros hicimos, cuando nos prohibieron la obra en Madrid Castañuela setenta, con el grupo Tábano, que ahí ya no estábamos en el TEM, una gira por toda Europa. Como en España nos prohibieron la obra por la emigración nos fuimos también a América. La gente que conocimos eso no tiene precio. Amigos para toda la vida. Gente normal. Migración económica. Mucho exiliado. Mi experiencia como persona dentro del teatro ha sido estupenda.

En televisión hice hace muchos años Barrio Sésamo que también fue muy exitoso. Había muchos niños.

Finalmente abrimos El Gallo Vallecano. Hicimos una labor muy buena durante siete años y por último montamos UROC Teatro que es la última compañía.

madrepasota gallery r¿Cuándo conociste a Juan Margallo, tu marido?
Pues yo creo que lo conocí en el 68. Ya hace años. No quiero ni pensarlo. Hace 51 años.

¿Cómo ha sido trabajar con él?
Siempre hemos trabajado codo con codo. Yo muchas veces le digo, Juan yo creo que nosotros somos un poco retrasados mentales. Y si es verdad, porque tenemos una edad avanzada pero seguimos muy ilusionados con cosas. Retrasados mentales en ese sentido, nuestra mente está retrasada. La verdad es que nos lo pasamos muy bien juntos. Hay veces que estamos hasta la coronilla, pero normalmente nos divertimos mucho juntos.

Nos entendemos muy bien, queremos hacer lo mismo en el teatro. Somos muy permisivos. Si yo quiero hacer La que se avecina, pues lo hago. Si él se quiere ir un mes a Chile a hacer una película, pues se va hacer la película. Por eso será también que no queramos trabajar en teatro con otras compañías. Con esta nosotros tenemos mucha libertad.

Después de trabajar tanto con Juan, ¿es difícil trabajar con otros directores?
Es que casi no he trabajado en teatro con otros directores. En televisión y cine sí. Con Juan discuto mucho, hablamos mucho, pero yo soy una actriz que cuando me contratan para algo, leo el guión y digo pues está bien, el director sabe lo que quiere. Yo lo que hago es confiar en él plenamente. Siempre digo él sabrá lo que quiere. En principio no tengo ningún afán de quedar por encima, ni por debajo. El director sabrá mucho más que yo de su proyecto.

¿Habéis conseguido vivir toda vuestra vida del teatro?
Si. Es que mi generación hemos tenido mucha suerte. Ha habido una época que era el teatro independiente donde aunque ganábamos poco, ganábamos un poquito para vivir. No teníamos ese afán de conseguir de todo. Hemos vivido una época un poco glamurosa. Había muchos contratos de teatro, la gente vivíamos muy bien todo el mundo. Muchas series de televisión. Nosotros siempre hemos vivido muy parecido. Teniendo más dinero y menos dinero.
Hemos vivido bien. Nunca he tenido la sensación de tener necesidad de nada. Como dicen, yo creo que son los hindúes: “Si yo no quiero tener un chalet y un coche maravilloso, pues ya lo tengo aunque no lo tenga, porque si yo no lo quiero”. Entonces nosotros no hemos querido muchas cosas. No hemos sido personas que quisieran la fama. Al no desearlo mucho, aunque todos queremos nuestro reconocimiento profesional, no lo teníamos como fin. Si venía pues bien. 

Yo no cambiaría casi nada a nivel de trabajo. A lo mejor cambiaría cosas como cuando hicimos el retablo del flautista que podíamos haber hecho montones de funciones, pero metimos unas políticas en el escenario absurdas de niño pequeño que no eran de la obra. La obra era muy interesante, pero nosotros pusimos a todo el mundo… Al gobierno fatal, en plena época de Franco. Nos la prohibieron al día siguiente. Eso sí lo hubiera cambiado, lo hubiera hecho más sibilino.

Siempre se os ha reconocido como auténticos luchadores de la profesión, del teatro, de vuestros compañeros, ¿cómo lo habéis vivido?
Te decía que hemos tenido mucha suerte nuestra generación. Hacíamos política. No éramos políticos al uso con una lucha dura como han tenido que hacer muchos obreros y muchos estudiantes. Nosotros éramos más suavecito. Éramos actores, que también tiene un toque. Alguna vez hemos tenido que salir corriendo. A mí me detuvieron, me llevaron a la Dirección General de Seguridad, me ficharon. Pero todo era como muy suave, y sabiendo que teníamos una cobertura bastante importante con gente alrededor que nos iba a ayudar mucho. Nunca íbamos a hacer nada violento. 

Eso fue una etapa divertida porque ya no estábamos en la dictadura tan dura. Hay que reconocer que los que lucharon antes eso sí que era terrible. Pero ya los años finales de los sesenta estaba que la cosa se iba a caer. Aunque bueno, Franco firmó las cinco sentencias de muerte y podrían haber sido muchas más. Pero se murió, menos mal. Era una época más blanda. Hacíamos teatro, nos podíamos divertir, éramos hippies, se permitían ya ciertas cosas.

Luego vino esta especie de democracia, donde había dinero, nos daban dinero para hacer teatro, que no lo había, y que luego vino lo que vino.
En nuestro caso, y gracias a una cuñada que siempre ha sido muy moderna en este sentido, hemos estado siempre dados de alta. Siempre decía hay que dar de alta aunque cobréis menos. Es vuestro futuro. Y nosotros siempre hemos dado de alta a la gente, cosa que antes era muy difícil que la situación se diera. Además nos decía que cuando no pudiéramos hacerlo nos pagáramos una seguridad social autónoma. No podéis estar sin seguridad social. Entonces tenemos una jubilación Juan y yo. Por circunstancias nos ha ido bien.

¿Qué queda de aquella niña que salió de Linares?
Qué va a quedar de una niña de dieciséis años. La ilusión. Yo estoy ilusionada con todo. Juan y yo somos dos personas que nos ilusionamos con diez de pipas. A mí me gusta un comentario que hace mi hija sobre su marido. Lo admiro porque cuando se mete en algo lo hace hasta la médula. Incluso para buscar colegio para los niños. Busca todos los colegios que hay dentro de nuestras posibilidades, los barrios, todo. Y si falla, al día siguiente está con otros colegios igual de ilusionado, con otros valores. A Juan y a mí nos pasa un poco eso. 

Nosotros no hemos tenido un éxito arrollador con el teatro. Hemos tenido un público muy fiel, pero muy poco. Pero hemos vivido del teatro. Hemos hecho lo que nos ha dado la gana. A veces, ¿tú sabes lo que es llegar a un teatro y tener dos filas vendidas? Después de hacer un viaje, colocar unas escenografías, que encima eran con diez de pipas, todo clavado. Eso de golpe te podía bajar, pero Juan y yo decíamos es que esta obra a lo mejor no tiene… y ya estábamos pensando en otra. 

Hicimos una obra que se llamaba Clas y Clos, que era una compañía de “mataos” de teatro, que nos pasaba eso. Lo hemos visto como un trabajo que ni trabajo. Como algo que nos apetecía mucho hacer. Y hemos tenido la suerte de tener un respaldo familiar muy interesante, muy necesario, pero nunca hemos tenido la sensación de que nos faltaba nada.

A mis hijos les traía ropa de mis hermanas, de sus hijos a mis hijos, y se ponían locos. ¡Que traigo ropa de la tía Amalia! Y ellos encantados. Poníamos los trajes y los escogían. Muchas veces yo les he preguntado a mis hijos ¿vosotros no teníais la sensación de que éramos pobres? Y me contestan que creían que eran los más ricos del barrio. Hemos tenido suerte y un carácter muy bueno los dos.

¿Habéis inculcado el amor por el teatro a vuestros hijos?
Yo no se lo quería inculcar porque esto es también un poco de suerte. Pero por ejemplo mi hija sí que ha salido del gremio, y mi hijo ha salido músico. Dentro de lo que cabe, está inculcado, si.

Teatro, cine, televisión, ¿con qué te quedas?
Yo me divierto mucho con el teatro que hacemos. Luego me divierto con la televisión. Con lo que más me aburro es con el cine. Trabajar en él, claro. Verlo me gusta más que el teatro. El cine es una cosa de directores, de luces, que quede bien. Haces una escena que a lo mejor es el final de la película. Es un poco como deslavazado. Se tarda también mucho en hacer una secuencia. Y eso me aburre.

Yo he hecho dos películas como protagonista, y ahí me he aburrido menos, pero cuando haces dos o tres sesiones, la haces y ya está terminado el trabajo.

¿Cuántas producciones tiene UROC Teatro ahora mismo en cartel y gira?
Una mujer en la ventana, Chimpón, y una producción que tiene mi hija Olga que se titula El otro gran teatro del mundo, y que estará en navidad en el Teatro de la Comedia de Madrid. Es una obra preciosa. Con gente estupenda. Lo que no sé es si saldrán de gira o no. En este momento las giras son horrendas. Tienes que asegurar. Somos medio cooperativa, y hay que pagar lo mínimo. Pero si no entra dinero para pagar lo que hay que pagar pues hay que asumirlo igualmente. Si entra bastante dinero pues se reparte.

¿Qué proyectos tienes encima de la mesa?
Seguir con la gira de Una mujer en la ventana, la grabación de la serie La que se avecina, y estamos empezando ya una obra que estrenaremos el año que viene en algún teatro y después intentaremos hacer gira.

¿Es difícil poner en pie una nueva producción?
No. Ponerla en pie es muy fácil. Lo peor es distribuirla.

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