Nace en Almuñécar (Granada) y es allí donde comienza a bailar. En una academia llamada Aromar inicia su andadura con apenas dos años. Su madre llevaba a su hermana de cinco años a bailar a la academia, y nuestra protagonista se quedaba todos los días llorando porque también quería entrar a bailar. Hasta que un día la profesora la invitó a quedarse, segura de que se aburriría de lo pesada que podía llegar a ser una clase. “Así se le va la idea”, decía aquella profesora sin saber que, a fecha de hoy, Irene no se ha aburrido.
En aquella academia comenzó bailando danza clásica y flamenco. De allí, pasaría al Conservatorio Profesional de Danza de Granada con ocho años. Allí estuvo hasta que su profesor, Alejandro Donaire, le dijo que si quería seguir en este mundo de la danza lo mejor era mudarse a la capital, al Real Conservatorio de Danza de Madrid, al Mariemma, donde llega con quince años.
A Madrid llegó con su hermana de dieciocho años. Ella comenzó la universidad e Irene el conservatorio de danza.
La Compañía Nacional de Danza es su primera compañía. Es el primer equipo con el que trabaja. Entró con diecinueve años y actualmente es su cuarta temporada. Cuando Irene se presentó a las audiciones de la CND eran poco más de doscientas las aspirantes que optaban a entrar. Las dividieron en grupos, pasaron una clase. Después de aquella clase decidían quién pasaba a la siguiente fase y quién no. Y para finalizar, enseñaban una pieza de clásico y otra de contemporáneo. Después de esto decían quién entraba. Aparte de los nervios que conlleva una audición lo disfrutó y se lo pasó muy bien. “Cuando me dijeron que había entrado en la mejor compañía de España fue una alegría tremenda para mí”.
Dentro de la Compañía Nacional ha trabajado en montajes como el ballet completo de Quijote, Una noche con Forsythe, donde tuvo la suerte de trabajar en las piezas Enemy in the figure y en Artifact. Ha participado, también, en el programa que se confeccionó el año pasado para el Teatro de la Zarzuela con coreógrafos como Nacho Duato, Jirí Kylián e Itzik Galili, donde interpretó Por vos muero y Gods and Dogs, lo que recuerda como una oportunidad única de poder representar papeles bastante importantes. En la actualidad forma parte del cuerpo de baile de la última producción de la compañía y que actualmente está de gira, Cascanueces.
Otro de los coreógrafos con los que ha trabajado es Johan Inger, con la producción Carmen. Uno de sus coreógrafos favoritos es Jirí Kylián, y le gustaría trabajar con él personalmente, porque cuando interpretó una de sus piezas fue un repetidor maravilloso el que estuvo dirigiendo sus pasos: “Tiene su esencia, pero trabajar con los coreógrafos directamente te aporta mucha riqueza de movimiento y aporta mucho a la calidad como bailarín”.
El futuro a corto plazo de la Compañía Nacional lo ve muy incierto aún. Y su futuro, es pronto para saber si lo ve dentro o fuera de la compañía. Necesita saber quién vendrá, qué tipo de repertorio se hará. Si se sigue una línea en la que se baile un poco de todo su intención será quedarse. Si no, optaría por la compañía que mejor le viniera a su carrera profesional. Aunque espera no tenerse que ir. Le gustaría quedarse. Pero si tuviera que dejar la compañía, su ideal sería poder entrar en el Netherlands Dance Theater, una compañía muy fuerte a nivel artístico y contemporáneo. Ese sería su sueño.
En positivo destaca de la dirección de José Carlos Martínez todo lo que ha aprendido. Salió del conservatorio y se vio dentro de una gran compañía. Ha aprendido a adquirir nuevos estilos de distintos coreógrafos, y lo que agradece enormemente es haber tenido la oportunidad de hacer roles más importantes y adquirir más responsabilidad a la hora de subir al escenario.
En negativo, quizá destaca los pocos recursos que tiene la compañía, el no tener un teatro propio, no poder programar toda la temporada en el mismo sitio, y tener que hacer giras de dos o tres días. Si tuvieran un teatro propio, saldrían más al escenario y adquirirían mucha más experiencia encima de las tablas. Como Compañía Nacional le falta eso.
En el terreno más personal, el primer recuerdo de su niñez que le asalta a la cabeza es cuando salió por primera vez al escenario con apenas tres años. Tiene pocos recuerdos de aquella época, pero se le quedó grabado aquel momento justo antes de que se abriera el telón, junto a su compañero de escena. Lo tiene grabado en la mente.
En el camerino reconoce tener muchas “puntas”. Puntas… Personal no tiene nada. Le gustaría invitar a cenar a Marianela Núñez, primera bailarina del Royal Ballet. Le encantaría poder charlar con ella y que le explicara todo lo que siente bailando, pues considera que es impresionante todo lo que transmite, lo trabajadora que es, y le parece buenísima persona. Le encantaría poder pasar un ratito con ella. Al teatro iría, siempre, con su hermana. A ver un espectáculo de danza también iría acompañada de su hermana. Ella también bailaba y lo valora muchísimo. Al cine iría con su chico. A él le gusta mucho.
Para Irene la profesión de bailarina es preciosa, muy exigente. Siempre tienes que estar al pie del cañón, intentando mejorar siempre. Además considera que en la danza si paras una semana o dos el cuerpo lo nota y es poco agradecido en ese sentido. Se considera privilegiada por trabajar en lo que le gusta, vivir de ello, y viajar, ver mundo.
El momento más feliz de su vida relacionado con la danza fue cuando le comunicaron que había sido seleccionada para formar parte de la Compañía Nacional. Y el más amargo, cuando se ha perdido alguna actuación por alguna lesión y no puedes estar allí.