Un espectáculo en el que se mezclan los sonidos del flamenco con las onomatopeyas del burlesque
¿Cómo asociar el flamenco al burlesco sin corromper la prestancia del primero, ni debilitar la potencia cómica del segundo? Franito demuestra que el acercamiento, e incluso la fusión, es posible.
Patrice Thibaud interpreta el papel de una madre española. Fran Espinosa es Franito, un muchacho sabio y dócil, cuyos pies son incapaces de permanecer inmóviles. Observa a su madre ocuparse de él y aprende la vida a través de ella. Su relación es intensa aunque caótica y a veces francamente extraña.
Franito es un espectáculo que se escucha tanto como se mira. El ruido de los pasos en el suelo, las palmas de flamenco, los palilleos de los dedos y las notas de guitarra se mezclan con las exclamaciones, los gritos y las onomatopeyas del burlesque.
El colador se convierte en casco, el cajón en una cabeza de caballo y la silla se transforma en toro. Ambos son sostenidos por una escenografía que hace oscilar el espacio de una pequeña cocina andaluza en los escenarios más grandes del mundo. El trabajo plástico es sensible con una atención particular a las líneas, los llenos y los vacíos.
En Franito se cruzan en un mismo plano Pablo Picasso, Fernando Botero, Louis De Funès, Benny Hill, El Güito o Concha Piquer.
Patrice Thibaud es autodidacta. Incluye en sus espectáculos y en sus películas lo que extrae de su trabajo diario: la observación de los gestos, de las actitudes, del “habla” de sus prójimos y de anónimos cruzados aleatoriamente por las calles. Almacena así imágenes y sonidos que transforma para que se conviertan en materia de teatro.