Francisco J. Otero 26 de julio de 2020 Fotografía: FITCA
Jorge Muñoz y Gonzala Martín Scherman en un momento de la representación en el Palacio de los Oviedo de Almagro
Al final, el teatro son actores. Lo demás es idea o parafernalia y posibles, pero para cobrar vida, concretarse, el teatro necesita de actores. La Factoría lo entiende a la perfección y coloca a estos en el centro de sus producciones, pensadas para que se luzcan, para que muestren de qué son capaces. Y son capaces de mucho, según hemos podido ver en el Palacio de los Oviedo, en dos noches consecutivas, a dos Novelas ejemplares por velada. Iban a ser tres, pero el coronavirus adelgazó el programa.
El jueves fue el turno del ñaque formado por Gonzala Martín Scherman y Jorge Muñoz, que se subieron a las tablas para darnos a conocer su versión de El coloquio de los perros, abrazada con El casamiento engañoso, dirigidos por Emilio del Valle. Dos cómicos de segunda fila, que no se llevan demasiado bien, condenados a representar vestidos de perros, humillándose por entrar por el aro o ponerse buenas tetas, a uno de los cuales una que parecía funcionaria y resultó puta le deja sin blanca y con ladillas, nos acercan una de las Novelas ejemplares más conocidas y peor representadas de Cervantes. Cipión y Berganza nos vuelven a dar su visión canina, que es lo mismo que extraña, de la sociedad pícara de su época, con la que entendemos un poco mejor la nuestra. Eso lo hizo luego Eduardo Mendoza con Sin noticias de Gurb, pero los perros eran un extraterrestre. El repertorio mostrado por los dos actores es de primer nivel, su versatilidad y su naturalidad elevan la obra, de apenas una hora, hacen reír y eso que se llama metateatro.
Gonzala Martín Scherman se baja del escenario para ponerse a dirigir La española inglesa y Las dos doncellas, que se representaron el viernes. El ñaque es ahora gangarilla, formada por Teresa Espejo, Iván Ugalde y Paloma Vidal. Ni un pero que ponerle a La española inglesa. Vayan a verla si pueden. No hay mejor manera de contar un cuento como este cervantino. Nuestros tres actores se reproducen hasta parecer veinte y un escenario. Tan pronto hacen de balcón como de marineros cantarines, de reina Isabel y de Coltado, de Ricaredo y lady Margaret… pero nadie de Isabela, la española inglesa, la protagonista, a la que no vemos nunca, solo en el tramo final un vestido que la representa. Así que nos cuentan La española inglesa, historia improbable como casi todas las buenas historias, de la manera más improbable, la más arriesgada, una de las pocas, quizá, con opciones de ganarnos. Un disfrute ver la actuación, la narración enriquecida más bien.
Baja un poco el tono en Las dos doncellas, probablemente la Novela ejemplar menos conocida de Cervantes. Es normal. Después de alcanzar el nivel de la primera esta es bastante más convencional, menos atrevida, aunque más que digna, sustentada, una vez más, en el talento y el trabajo de grandes actores, los tipos encargados de convertir en realidad esa quimera que es el teatro.