INLOCA, segunda pieza de su Trilogía de la fragilidad, ahonda en conceptos como los límites, el caos, o la ambigüedad y fragilidad de los conceptos, a través de su personal mezcla de lenguajes escénicos
“INLOCA es un paisaje, una metáfora de esos lugares a los que fantaseamos con llegar y a los que ponemos, anticipadamente, unos límites”, tal como la define su creadora y directora Ana Vallés, fundadora también de la compañía Matarile, que lleva más de 30 años trabajando en el ámbito de lo escénico a través de un lenguaje híbrido donde la performance se mezcla con la danza, la plástica o la palabra poética.
En esa fusión de lenguajes se mueve la nueva propuesta, nacida al albor del confinamiento y alimentada del caos, según la compañía. Vallés explica que la idea que está en el germen de INLOCA es la necesidad que tienen los humanos de «entrar en lugares desconocidos», sobre los que no ejercen -o no del todo- el control. «’In loca’, libremente del latín: “lugares a donde”. Y todo junto, ‘inloca’: no loca. Un adjetivo inventado para negar la locura (¿nunca loca?) Lo que no supondría cuerda, y menos aún, razonable. (…) La decisión de entrar en lugares, de franquear una puerta, de rasgar el paraguas que nos protege del caos. La tentación insatisfecha, el deseo perpetuo. No existen los límites, no se llega a ningún lugar o estado. Entramos, pero no llegamos», manifiesta la directora en su presentación del espectáculo.
La importancia de la luz y el espacio
La propuesta también trabaja en torno a conceptos como la fragilidad, a nivel físico y emocional, pero también semántico. Todo se cuestiona en los espectáculos de Matarile, una compañía cuya forma de trabajar es la de congregar sensibilidades e intercambiar propuestas. Para poner en marcha INLOCA, Ana Vallés comenzó escribiendo cartas a sus actrices y actores y proponiendo todo un arsenal de materiales sobre los que inspirarse -fotos, mapas antiguos, fragmentos de ensayos o imágenes icónicas, como la de la catedral de Nôtre-Dame consumida por las llamas, acompañada de la frase “Un arquitecto dijo: el edificio estaba tan lleno de significado que su fuego parecía un acto de liberación”.
En su proclamada búsqueda de “experiencias perturbadoras” –“buscamos experimentar lo que desconocemos, atravesar la realidad, saltarnos la jodida lógica, evitar las precauciones e instrucciones del lenguaje”- intervienen con especial peso la iluminación, el juego con los espacios y el trabajo de los cuerpos.
Baltasar Patiño, cofundador de la compañía junto con Ana Vallés, es el responsable de toda la imagen y la plástica del espectáculo, incluido el espacio, el sonido y la iluminación -que firma junto a Miguel Muñoz-.
Vicente Colomar, Ana Cotoré, Antón Coucheiro, Claudia Faci, Celeste González, Alfredo Pérez, Alfredo Rodríguez, Ricardo Santana y Nuria Sotelo componen el elenco de INLOCA, un compendio de intérpretes procedentes de las más diversas disciplinas artísticas, y muchos de ellos habituales de los montajes de Matarile.
A modo de puntos vertebradores de la pieza, la compañía ofrece nueve «subtítulos», que definen como propuestas «que pueden ser capítulos, que son motivaciones»: El diablo en la playa; El paraguas de Deleuze; La habitación de Tarkovski; El vientre de la vieja; El traslado del cadáver; La forma del cerebro; Europa después de la lluvia; El café de Steiner, los estrategas; y La muerte de Mickey Mouse.
INLOCA se estrena el viernes 21 de enero en el Teatro María Guerrero, donde estará hasta el domingo 6 de febrero.4