Según las artistas, la obra “surge porque estamos rotas, y miramos alrededor y nuestras amigas también. Surge porque no queremos ni podemos adaptarnos a un sistema que nos enferma y luego nos responsabiliza de ello, surge porque necesitamos nombrarnos, reconocernos en colectivo, tejer una red más amplia, que nos sostenga, nos empuje, nos arrope, nos acepte, nos haga posible seguir vivas».
Sus voces se mezclan con las de otras personas que han atravesado diferentes tipos de sufrimiento psíquico, con las que han dialogado de forma profunda, y el resultado aparece en forma de teatro – documento hilando escenas que pasan por la poética, lo corpóreo, el grotesco y lo confesional.
“El arte transforma y sana. Es nuestro cuerpo el sufriente y el principal vehículo de comunicación. Utilizamos la danza, el movimiento, el texto y las artes plásticas como herramientas de canalización de procesos propios y ajenos”, expresan las creadoras. Y continúan: “En este proyecto hemos trabajado en tres fases: la primera es una fase de investigación centrada en el impacto social. Primero hemos puesto nuestras vivencias, sufrimientos y búsquedas de alternativas sobre el texto y el cuerpo, para después realizar un trabajo de documentación a través de entrevistas a otras personas con sufrimiento psíquico, bocetos de dramaturgia y lecturas de referentes clave”.
En una segunda fase, “junto con nuestra colaboradora Marta Plaza, activista en salud mental con largo recorrido en la materia, tejimos red con diferentes colectivos activistas. El objetivo es que el proyecto se expanda y repercuta en la sociedad yendo más allá de su propia naturaleza como pieza teatral”. A través de talleres de movimiento, escritura y artes plásticas con estos colectivos, “hemos trazado el camino hacia lo escénico, nutriéndonos del material volcado en estos encuentros para la creación de la obra”.
Una vez llegadas a la tercera fase -la representación de la obra-, “proponemos un espacio de conversación con los asistentes después de cada función donde compartir la experiencia vivida colectivamente, y poder dar a conocer los grupos activistas de apoyo mutuo en salud mental, a través de un dossier con información muy variada sobre la materia, con el fin de proponer alternativas reales”.
La vida es otra cosa es la primera producción de Ruka Teatro, un colectivo de artes escénicas, integrado por cuatro mujeres formadas en disciplinas de teatro, danza, literatura y artes plásticas. Trabajan compartiendo y conectando estos saberes sobre la escena y creando nuevas dramaturgias en relación a temáticas socio-políticas que les atraviesan, desde una perspectiva crítica.