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Año VIIINúmero 379
23 NOVIEMBRE 2024

La cuenta: la cena teatral donde la amistad se cobra

Camarero, cobre por aquí. No, por favor, ni se le ocurra, abónelo en esta tarjeta. ¡Vamos, ni hablar, he dicho que os invitaba yo! Estas polémicas se repiten a diario en los restaurantes y pueden convertirse en el inicio de una discusión. Levantemos el foco y hablemos de otras cuentas, como el número de hombres o mujeres que han pasado por la vida de una persona o las amistades verdaderas. Y como lo que no son cuentas son cuentos, pueden tener ración de ambos en la terraza del teatro Quique San Francisco.

La adaptación de Ramón Paso de la obra dramaturgo francés, Clément Miche, junto a la dirección de Gabriel Olivares, nos permite conocer a tres viejos amigos: Alejandro (Raúl Peña), Julio (Antonio Hortelano) y Antonio (César Camino), reunidos después de un largo tiempo con la excusa de ayudar a arreglar la piscina de uno de ellos. Alejandro decide invitarles a cenar, pero, al día siguiente, se arrepiente y les pide a Julio y Antonio su parte de la cuenta. La negativa de uno de ellos será la chispa para sacar a relucir una sucesión de cuentas pendientes sobre sexualidad, infidelidades y mentiras ocultas que pueden poner en jaque la amistad que les une.

Con los termómetros disparados, acudir al teatro al aire libre es una excelente decisión y uno de los mejores planes de la noche madrileña. Dicho lo cual, con la excelente organización del recinto con servicio de cafetería, tampoco se me ocurre mejor maridaje que una comedia refrescante, ácida y picarona sobre los comportamientos humanos. El libreto primigenio es obra del actor y dramaturgo, Clément Michel, conocido por el grandioso éxito de su obra El cartón (“Le Carton”). Como buen autor de comedias (no debemos olvidar que el teatro francés tuvo origen en la comedia) nos presenta a unos personajes comunes, bajo el también característico melodrama contemporáneo, donde la comedia se funde con el drama, exagerando aspectos sentimentales y patéticos. Este sustrato es el utilizado por el dramaturgo, Ramón Paso, para firmar la adaptación.

Como he expuesto en numerosos textos, Paso es uno de los dramaturgos más brillantes del teatro contemporáneo con más de una treintena de montajes teatrales, ya sea e esta faceta, como director de escena o en ambas funciones. En esta ocasión, vuelve a demostrar su ingenio y desenvoltura cumpliendo las dos premisas básicas de cualquier adaptación: ser fiel a la obra original y añadir un sello personal a la misma. En el texto de Paso seguimos viendo características del género del vodevil, en forma de comedia frívola, ligera y picante; con enredos y malos entendidos como centro de la acción; además, y aquí viene lo más importante, con un humor castizo, actual y cargado de chascarrillos. En un plano más profundo, como también nos tiene acostumbrados, hay tiempo para la reflexión. Debajo de este envoltorio aborda con silogismos asuntos sobre cómo la unión de nuestro físico, sumado a la forma de ser y comportarse de cada uno, nos define para con los demás, sea o no cierto. La escala de valores de cada persona con su correspondiente conflicto cuando no coincide con la los demás. Los modelos de relaciones de pareja o aspectos más efímeros como las relaciones de amistad. 

Puede resultar tópico, pero los amantes teatrales y conocedores de este arte estarán conmigo en que no había mejor director que Gabriel Olivares para esta comedia. Su profundo conocimiento en este género, unido a su lucidez e inteligencia, llevan a firmar un dirección cercana al sobresaliente. De este trabajo destacaría el riesgo de poner a funcionar todas las reflexiones anteriores con varios momentos de catarsis, que si bien podrían haber dinamitado la representación, la convierten en algo característico. Hacía mucho tiempo que no visionaba una obra con escenas surrealistas, chorros de pantomima y humor absurdo a raudales. Si bien es verdad, en la mitad de la representación noté cierto letargo en la acción y una duración excesiva en algunos tramos, que fueron disipándose con los estallidos emocionales de los implicados, cambios de trama y un final circular apoteósico. Con su batuta direccional, Olivares maneja las aparatosas entradas y salidas del reparto con un aprovechamiento exquisito de los elementos escenográficos, escenas paralelas a ambos lados del proscenio y la correcta ejecución de los tiempos -con la ya mencionada agilidad propias del vodevil- y la deceleración, incluso parálisis en momentos estratégicos.

Los encargados de aclarar, o intrincar aún más la acción, son tres actores con una actuación estelar. Cabe destacar, en consonancia con la labor de dirección, la categoría teatral del subtexto, entendido como todo aquello que está por debajo del personaje teatral, al significado profundo, que da sentido al papel interpretado y que, en definitiva, responde al “por qué”. Dicho de otro modo, esta representación solo tiene sentido gracias a la profunda conexión del reparto y la buena implementación de roles e idiosincrasias de cada de uno de los personajes. Una complicada tarea de interpretación camuflada en una comedia ligera y desenfadada.

En todo grupo de amigos siempre hay alguien modoso, gracioso e infantiloide, que si bien puede evolucionar en este sentido, también puede romper los esquemas y dar la campanada. Este es el papel interpretado por César Camino. El conocido actor de programas televisivos cómicos con experiencia sobre las tablas (Tres Sombreros de Copa, El vergonzoso en palacio o Sueños de un seductor) firma su mejor papel hasta la fecha, bordando su característico humor facial y corporal con movimientos convulsivos cercanos a distonías. Su bonhomía innata convive con una arista misteriosa y ladina de su personaje, bien llevada, protagonista de una de las tramas.

Raúl Peña, con trabajos anteriores con el propio Olivares (La Caja, Al Final de la Carretera, Burundanga), se viste de Alejandro, un vivalavirgen de vida disoluta con consumados e incontables flirteos e infidelidades. Esta actitud le lleva a ser el centro de la trama al requerir a sus amigos el dinero de la cena. La mayor dificultad de esta actuación, superada con acierto, está en no dejarse llevar por el personaje y perder credibilidad y calidad escénicas, algo que no ocurre. Peña aporta tranquilidad, sosiego y fluidez tanto a su personaje como a la obra  en su conjunto, hasta llegarle su cuenta personal…

El papel reservado, discreto, pero a su vez llamativo y cautivador, corresponde a Antonio Hortelano como Julio, a quien no se le ha conocido pareja previa y de cuya orientación sexual sus amigos especulan. Reconozco que es la actuación que más me ha sorprendido después de tener en mente su papel en la ópera prima de Víctor Conde, Venus, con un registro solemne, reflexivo y apesadumbrado. Dicha sorpresa ha sido grata porque desde el inicio clava la forma de ser (picarona e indeterminada) y comportarse (con aires de pitiminí) de su personaje, acrecentando la risa de los presentes.

En una comedia de corte ligero y desenfadado, los recursos técnicos y escenográficos podrían pasar a un segundo plano, pero dado el tándem adaptador-director están de primer orden y son la aguja hipodérmica usada para mantener la atención constante e inyectar acidez, tensión y ritmo a la acción. La construcción escenográfica de Mario Pinilla es funcional y a su vez inquietante, pues bajo la sencillez de recursos como una mesa y sillas alrededor, esconde profundidad -potenciada por el borde la piscina- y visión circular que dan pie a desconcertantes entradas y salidas de los protagonistas. Los recursos sonoros (José Miguel Mayoral) y luminosos (Carlos Alzueta) deben luchar contra la climatología con resultados satisfactorios; desde golpes de luz y cambios tonales, hasta un pegadizo hilo musical premonitorio de… la cuenta.

Una comedia al aire libre refrescante, ácida y picarona sobre los comportamientos humanos, bajo una inteligente adaptación, lúcida dirección y un entregado reparto dispuestos a dar La cuenta

 

Texto: Clément Michel

Adaptación: Ramón Paso

Dirección: Gabriel Olivares

Reparto: Antonio Hortelano, César Camino y Raúl Peña

Producción: El Reló Producciones y Bycicle Producciones

Ayudante de dirección: Jesús Redondo

Producción: Gaspar Soria

Escenografía y vestuario: Mario Pinilla

Iluminación: Carlos Alzueta

Espacio sonoro: José Miguel Mayoral

Fotografía: Javier Biosca

Diseño gráfico: Javier Biosca y Sergio Avargues

Vídeo y fotos de escena: Nacho Peña

Distribución: Iñaki Díez y Leo Buenaventura

 

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