Tras el éxito que logró la pasada temporada, la obra Los despiertos, que ha escrito y dirige José Troncoso e interpretan Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo, vuelve al Teatro del Barrio del 22 de septiembre al 9 de octubre, tras recalar, el 9 de agosto, en Almuñécar (Granada). El montaje cuenta la historia de tres barrenderos nocturnos. Además, en la Sala de los Balcones del Teatro del Barrio se exhibirá, durante el tiempo que estén en cartel, una exposición de fotografías de Paco Ureña, miembro de la compañía también centrada en nuestra vida laboral
Con el tiempo, a ese núcleo de tres intérpretes le apeteció probarse con textos en castellano y romper con el patrón autoría-dirección-interpretación, para intervenir también en el proceso creativo de una obra. Así entró en la ecuación el dramaturgo José Troncoso. “Participé, en el Teatro del Barrio, en un taller que Troncoso impartió con su agrupación La Estampida, y me enamoró su forma de trabajar. Estaban en cartel sus obras Princesas del Pacífico y Lo nunca visto, que nos encantaron a Israel, a Luis y a mí. Contactamos con él para trabajar juntos. Nos interrumpió el parón de la pandemia, pero, ya de vuelta, y sabiendo que el Teatro del Barrio nos iba a abrir sus puertas para estrenar, se gestó la obra Los despiertos”. Y con ella, la compañía homónima.
Debutaron con el montaje el pasado mes de marzo, y permanecieron casi dos meses en cartel. Después, una nominación a los Premios Godoff y una parada en la Feria de Palma del Río en el mes de julio. El 9 de agosto recalarán en Almuñécar (Granada), y del 22 de septiembre al 9 de octubre, Los despiertos estarán de vuelta en el Teatro del Barrio.
El montaje se arma con muchas de las constantes del teatro de Troncoso: para empezar, gira en torno a gente corriente, de barrio. Losers. “Él las llama personas invisibles, refiriéndose a gente a la que no vemos aunque está a nuestro alrededor: una mujer mayor que vive sola, la cajera de un supermercado… Troncoso les da una voz, y con su estilo y sensibilidad, crea unos personajes fascinantes”, valora Berzal.
“Los despiertos son tres barrenderos nocturnos que trabajan en la calle mientras el resto duerme y sueña. Ellos sueñan despiertos”, explica. Ahí, aferrados a su escoba y con los residuos de otras personas entre manos, “descubren sus anhelos, sus relaciones, sus amores”. No tienen nombre, porque cualquiera somos ellos. Tampoco su ropa los ubica en una época concreta. “La noche tiene un tempo que parece darle una duración casi infinita. Y en el transcurso, cada personaje desvela su vida: uno busca reconciliarse con su pasado a través de un objeto. Otro espera a su madre. Otro busca siempre una novedad, y guarda un secreto. Buscan y esperan”, dice Berzal.
Un extraño sentido de irrealidad invade la escena, alimentado por el simbolismo de la escenografía, la iluminación contrastada (de Javier Ruiz de Alegría) y la música (de Mariano Marín). Es un ambiente onírico, silencioso, circular. Aunque sean tres, aquí hay mucha soledad. Los despiertos están encerrados en la madrugada, aislados de sus vidas y de las vidas ajenas, esperando a que salga el sol. Y a que se ponga. Y a que vuelva a salir. Y esto emparenta la obra con Esperando a Godot, el más shakespeariano de los títulos de Beckett, y con su carácter fragmentado, de tiempo suprimido e historia discontinua.
Más de Troncoso en este texto: el tono chirigotero, carnavalesco, valleinclanesco, esperpéntico. El humor absurdo y basado en la repetición. La poesía. La conexión con el público gracias a la cercanía de la narración, la risa y el llanto. La gestualidad, el toque clown; en este caso, con cara blanca incluida. Los actores no dejan de hablar, hacer, empujar. “Layton trabaja con tus recuerdos y emociones, y Troncoso viene de una escuela que trabaja el gesto, el cuerpo, la mirada, los sonidos. Nos interesaba abordar esa técnica. La cara blanca ayuda a distanciar a los personajes, a romper con el realismo, a darle un tono de cuento”, explica Berzal. Todo el rato se mantienen a caballo entre la entrada de clown y la especulación filosófica, entre lo concreto y la fantasmagoría.
Aunque, si Los despiertos fueran una canción, quizá tendrían algo del punk inglés de finales de los 70, el de Pulp o The Clash, en versión apayasada. Porque la obra subraya esa condición de clase obrera de los personajes, su relación con el trabajo y su alienación. “Las preguntas que se hacen se las formulan mientras trabajan, y una de las cuestiones que se plantean es por qué tenemos que trabajar tanto. Si no trabajásemos, ¿qué haríamos con todo ese caudal de tiempo? Y, por otro lado, si no trabajásemos, ¿la gente se acordaría de quiénes somos? El trabajo nos define, a la gente se la recuerda por su trabajo, a menudo. Y eso puede estar bien si la profesión es vocacional, pero, ¿y si no lo es?”.
Desde su estreno, el equipo de Los despiertos ha involucrado a profesionales del sector de la limpieza en el crecimiento de la obra, con encuentros, charlas… Ahora, y para contribuir a reforzar el vínculo del gremio con la sociedad y rendirle un tributo a estas trabajadoras que han sufrido especialmente los efectos de la crisis climática, y las altas temperaturas de este verano, se ofrecerá, en una fecha de otoño aún por definir y en el Teatro del Barrio, una función gratuita de la obra para profesionales de limpieza. Además, durante el tiempo que se mantenga el título en cartel, se expondrá, en la Sala de los Balcones del teatro, una muestra de fotos de Paco Ureña, fotógrafo del equipo.