El Teatro Real inaugura su temporada 2022-2023 en la institución cultural de la Comunidad de Madrid con la presentación de esta ópera de cámara en dos actos basada en la película homónima de Jean Cocteau (1950)
El director de escena y figurinista Rafael Villalobos traslada el mito de Orfeo al Nueva York de la década de 1990, haciendo una reflexión sobre la creación y el artista en la nueva cultura del mercado del arte
Jordi Francés dirigirá su tercer título frente a la Orquesta Titular del Teatro Real, tras su debut con Brundibar, en 2016, y el estreno de Tránsito, en 2021, ambas con gran éxito
Un doble reparto, mayoritariamente de voces españolas, se alternará en la interpretación de los papeles principales, con los barítonos Edward Nelson y Alejandro Sánchez, como Orfeo; las sopranos Sylvia Schwartz y Natalia Labourdette, Eurídice; las sopranos María Rey-Joly e Isabella Gaudí, en el rol de la princesa, y los tenores Mikeldi Atxalandabaso e Igor Peral, como Heurtebise
Estrenada en 1993 en el American Repertory Theater de Cambridge, Massachusetts, basada en la película homónima de Jean Cocteau (1950) e inspirada en el mito de Orfeo, contará con dirección musical de Jordi Francés al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real y de dos repartos de voces mayoritariamente españolas, con dirección de escena y figurines de Rafael R. Villalobos.
Se alternarán en la interpretación de los distintos papeles los barítonos Edward Nelson y Alejandro Sánchez, como Orfeo; las sopranos Sylvia Schwartz y Natalia Labourdette, Eurídice; las sopranos María Rey-Joly e Isabella Gaudí, en el rol de la princesa; los tenores Mikeldi Atxalandabaso e Igor Peral, Heurtebise; los tenores Pablo García-López y Emmanuel Faraldo, como Cégeste, el reportero y Glazier; la mezzosoprano Karina Demurova, Aglaonice; los bajos Cristian Díaz, el poeta, y David Sánchez, el juez.
Detrás de la trilogía fílmica de Jean Cocteau y de la triada operística que le dedica Philip Glass –Orphée, La Belle et la Bête y Les Enfants Terribles-, existe un pasado desgarrador que comparten ambos creadores. La muerte rondó la vida de Cocteau desde pequeño. El suicidio de su padre cuando tenía tan solo nueve años, la prematura partida de su amante -el joven poeta Raymond Radiguet a los veinte años-, o el aborto de su hijo con la actriz y modelo Natalie Paley, causado por el consumo de opiáceos, son sucesos que influenciaron la obra órfica de Cocteau, cuya representación indaga en “las sucesivas muertes que debe atravesar un poeta antes de transformarse en sí mismo”.
Cuatro décadas después del estreno de este filme legendario, la muerte de la artista multimedia Candy Jernigan, compañera de Philip Glass, impulsó al compositor norteamericano a emprender este doble homenaje, apropiando y transliterando las piezas cinematográficas en tres óperas profundas que reflexionan sobre la muerte y la transformación del individuo.
Orphée es una parábola de la vida de un poeta obsesionado consigo mismo y con la inmortalidad. En compañía de Heurtebise y una misteriosa princesa, los personajes transitan entre el mundo de los vivos y los muertos a través de espejos comunicantes, habitando un reino desconocido e intermedio entre ambas dimensiones. “Te entrego el secreto de los secretos: los espejos son las puertas por las que la muerte viene y va. Mírate toda tu vida en un espejo y verás la muerte afanándose como las abejas en una colmena transparente”.
Puesta en escena
El director de escena Rafael Villalobos se desmarca de la película de Cocteau y se centra plenamente en la partitura de Philip Glass para dar vida a esta representación. La producción traslada la historia al Nueva York frenético de los años 90, cuando se produce la expansión de la televisión en Estados Unidos y el capitalismo empieza a incidir abiertamente en el arte. La aparición de un centenar de canales creó una dimensión paralela “al otro lado de la pantalla”, una especie de espejo en el que la realidad no solo se refleja sino que se distorsiona.
La producción reflexiona en torno a las dos muertes del artista, la terrenal y la artística, marcada por una búsqueda de la fama efímera e ilusoria que le impide trascender. Así, Orfeo, a pesar de estar casado con Eurídice, se enamora de la enigmática princesa –una enviada de la muerte-, a quien persigue transitando entre dos mundos en los que el tiempo se vuelve líquido y confunde lo real con lo irreal, la vida con los sueños.
La puesta en escena de Villalobos, quien también firma el vestuario de los personajes, transcurre en un espacio escénico abstracto en el que los personajes ya no se observan a sí mismos a través de espejos sino mediante pantallas. El diseño de escena es de Emanuele Sinsi; la iluminación, de Irene Cantero y el diseño videográfico, de Cachito Valdés. El director sevillano ha contado también con la participación de Javier Pérez en la dirección de movimiento escénico.
Philip Glass evoca esas dos dimensiones creando una atmósfera entre sombría y agitada con melodías misteriosas, exigentes líneas vocales y patrones instrumentales cíclicos que remarcan ese trasegar entre la vida y la muerte.
Partitura minimalista
El director musical Jordi Francés describe Orphée como una partitura minimalista en su código, pero profundamente retórica y exigente para los solistas y la orquesta. Este será el tercer título del director alicantino frente a la Orquesta Titular del Teatro Real, tras su debut con Brundibar, en 2016, y el estreno absoluto de Tránsito, ópera de cámara con música y libreto de Jesús Torres, comisionada por el Teatro Real en 2021, ambas con una magnífica acogida y un gran reconocimiento a su labor.
Con las funciones de Orphée, el Teatro Real se une a la conmemoración del centenario de nacimiento de María Casares, la legendaria actriz gallega que protagonizó la trilogía fílmica de Jean Cocteau, y quien, exiliada en Francia, se convirtió en la predilecta de grandes nombres cinematográficos como Robert Bresson, Marcel Carné y el propio Cocteau, además de primera figura de la Comédie Française y del Teatro Nacional Popular.