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Año VIIINúmero 379
22 NOVIEMBRE 2024

Los Chicos del Coro, El musical: La emoción y el amor por la música conquistan la capital

Imagen promocional de la obra
Imagen promocional de la obra

“Mira tu camino. A los niños olvidados, perdidos, dales la mano para llevarlos a otro mañana”. Así reza el estribillo de una de las canciones más icónicas de esta obra de arte hecha musical. El Teatro la Latina te invita a seguir el camino de la música y convertirte en un integrante más de este coro infantil.

Tras el boom de la película, nominada a los Oscar como Mejor película extranjera y más de 15 millones de espectadores en todo el mundo, las puertas de la escuela correccional “El fondo del estanque” vuelven a abrirse –bajo la dirección de escena de Juan Luis Iborra y musical de Rodrigo Álvarez– para reencontrarnos con Clément Mathieu, un profesor de música en paro que recibe una oferta de trabajo en un internado para chicos problemáticos en la Francia de 1949, tras la Segunda Guerra Mundial. Sus métodos didácticos, basados en la comprensión y el cariño, chocan frontalmente con los de su superior, el estricto y malvado director Rachin. Mathieu intentará ganarse a estos jóvenes a través de la música y gracias a ella, cambiarán sus vidas para siempre. 

 

Exquisita, fiel y emotiva adaptación para reflexionar sobre los modelos de enseñanza

Por tópico que parezca, resulta una responsabilidad mayúscula adaptar esta cinta de 2004 dirigida por Christophe Barratier porque todos los que la hemos visto quedamos maravillados por las voces y la dulzura del reparto infantil. Este punto de partida es superado y complementado con la exquisita, fiel y emotiva adaptación realizada por Pedro Víllora. Este escritor y dramaturgo, con más de una veintena de obras en su haber, es capaz de retrotraernos a una época dura y triste donde la pobreza y los conflictos sociales se convirtieron en protagonistas de unos años en los que muchos menores quedaron huérfanos; y a su vez abrirnos una ventana de optimismo, alegría y superación y mostrarnos “el camino que atraviesa el arcoíris y conduce a la luz de abril”.

Con su libreto y letras recupera uno de los temas candentes de la representación, que todavía hoy continúa a debate, el modelo de enseñanza. Un sistema basado en la rectitud, que puede derivar en los métodos dictatoriales del director del centro, Sr. Rachin, o uno donde se educa en valores como el compañerismo, la solidaridad y el amor. Víllora, Académico fundador de la Academia de las Artes Escénicas, abre y trata este debate sin moralinas, ni adoctrinamientos, únicamente con la actitud de los personajes y la consiguiente reflexión del espectador. En sus propias palabras, su trabajo “habla de la inocencia, del juego, del esfuerzo, del entusiasmo. Habla de la vida. Habla del arte”.

 

Una dirección cuidada, delicada y sobresaliente basada en potenciar emociones con un reparto infantil de angelicales voces

La dirección recae en Juan Luis Iborra, guionista y director de cine y televisión además de teatro. Su trabajo es exquisito y logra un equilibrio de la música, las canciones, el libreto y la coreografía que inciden en la propia esencia de la representación. Más allá de los apuntes técnicos, la principal virtud de su dirección está en conseguir proyectar emociones y sentimientos al espectador. Si por algo recordaremos este musical es por cómo nos hizo sentir o qué experimentamos mientras estábamos anonadados escuchando las voces de los niños y niñas. El proceso de creación de las emociones, no nace solo del texto, ni tan siquiera del talento vocal de los actores, sino del propio comportamiento y de la espontaneidad, dulzura y naturaleza que solo los niños pueden aportar. El propio Iborra desvela su secreto para conseguir una dirección tan cuidada, delicada y sobresaliente: “las emociones me gustan mucho, me gusta trabajar con el alma». Por todo ello, estamos ante uno de los musicales más emotivos de la amplia oferta teatral actual.

Otra dificultad, y a su vez una de las mayores virtudes, es la de contar con un reparto infantil conformado por 70 niños, de los cuales 15 aparecerán en escena en cada función, divididos en cinco repartos, que implica prácticamente quintuplicar los esfuerzos en la dirección. En sus propias palabras: «trabajar con niños es muy difícil pero también muy enriquecedor. La felicidad continua que tengo es gracias a ellos. Es un lujo trabajar con ellos porque se implican y me dan mucho”. Conviene apuntar que, salvo contadas excepciones, ninguno de los niños y niñas ha participado en montajes anteriores, porque se ha querido premiar y potenciar esa frescura y espontaneidad a la que antes hacía referencia. Siendo conscientes de este dato, solo cabe felicitar al equipo de audición, pues si ya es complicado seleccionar a actores y actrices para papeles protagonistas, lo es más aún hacerlo con pequeños sin experiencia previa. Para su formación se ha creado una academia propia, como suele hacerse en montajes con predominio de reparto infantil, y visto el resultado, el trabajo de los profesores de canto y movimiento ha sido sobresaliente. Todo el elenco sorprende por la exquisita afinación y las angelicales voces, con preferencia de agudos, que estoy convencido enamorarán al público.

El reparto adulto acompaña y acoge a los más pequeños y es quien lleva el peso dramático de la representación. Por su importancia en la acción, destaca Jesús Castejón, en el papel del profesor de música, Clement Mathieu. Puede sonar oportunista, pero no se me ocurre mejor actor y cantante lírico que este, quien deslumbra por su paciencia, bonhomía y carisma. Nos regala escenas líricas bucólicas y consigue enamorarnos aún más de esta historia. El propio Castejón define muy bien qué nos vamos a encontrar: «La magia de la vida a través del teatro y de la música, nos regala este viaje, rodeados de ´ángeles´ que cantan”. Por su parte, Rafa Castejón interpreta al áspero y aparentemente incorruptible, director Rachin. Este actor, participante en más de una treintena de montajes y multitud de series televisivas, sabe mantener el semblante serio, impertérrito, provocativo y a veces insultante de su personaje con una complicada gestualidad de frustración y fracaso. 

En el lado femenino, Eva Diago aporta los momentos más cómicos de la representación y nos deja un genial y divertido número musical junto al reparto infantil femenino. Diago define esta obra como “un musical, bello, íntimo, tierno, que te hace feliz porque cada acción se transforma en sentimiento”. Tanto Natalia Millán como Raffaela Chacón, en sustitución, dan un aire fresco a la representación y con su personaje le añaden una subtrama al relato y un carácter romántico y maternal con mucho juego. Cierran el reparto Antonio M M, como el servicial conserje y hombre multiusos, Maxence, que nos regala un desternillante número musical e Iván Clemente, en el papel de Mondain, el joven más problemático encargado de agitar aún más a sus compañeros y ser decisivo en el final de la historia. Clemente asusta con su mirada fría, retadora y penetrante y demuestra una madurez escénica en los instantes más dramáticos.

 

Un hilo musical lírico y reconocible como ligazón entre las voces y coreografías y una sorprendente y atinada caracterización, escenografía y diseños sonoro y lumínico

No descubro nada si afirmo que la música es el eje central de cualquier musical, pero no en todos tiene la misma relevancia. En Los Chicos del Coro su importancia es crucial por diversos motivos. El primero, y desde mi óptica el más importante, por ser el mejor vehículo de transmisión de los sentimientos de los personajes con destino en los espectadores. El amor por la música y su fuerza creativa sirven como un método de enseñanza en sí mismo con las repercusiones que ello conlleva. En segundo lugar, la música acompaña las celestiales voces del elenco infantil y aumenta el lirismo de la representación recordando, como no podía ser de otro modo, las canciones más icónicas de la película de los compositores Christophe Barratier y Bruno Coulais. Este trabajo es llevado a cabo por Rodrigo Álvarez, quien además de todo lo mencionado, continúa con la línea de dirección intensificando todas las emociones y conseguir alguna que otra lágrima entre el espectador.

Los números, junto a la música, juegan un doble papel: los usados para dar continuidad a la representación y conocer más detalles de los personajes y aquellos de carácter metateatral, que configuran el repertorio del coro y dan sentido al musical interpretado. Como no puede ser de otro modo, la música es en directo y la ejecución de las piezas por parte de los músicos sublime.

Otro de los pilares de cualquier musical son las coreografías. En este, sin ser demasiado espectaculares, las diseñadas por Xenia Sevillano sirven de acompañamiento a la música y van en la senda de la elegancia y pulcritud. Además, potencia el soberbio trabajo de caracterización, llevado a cabo por Silvia Lebrón y el de vestuario, por Iria Carmela Domínguez, quienes nos recuerdan el contexto histórico donde nos encontramos.

Este viaje al pasado también viene dado por la correcta y cuidada construcción escenográfica diseñada por David Pizarro. Este joven y experimentado escenógrafo calca la fachada del internado y con las estructuras y plataformas móviles consigue llevarnos a todos los lugares donde transcurre la acción, desde el interior de las aulas hasta los exteriores. Por último, cabe destacar el correcto diseño sonoro de Javier G. Isequilla y el siempre sensacional trabajo de iluminación llevado a cabo por el maestro Juanjo Llorens que terminan de encumbrar un musical sensacional.

En Los Chicos del coro disfrutarán de un musical cargado de emotividad, sensibilidad y ternura, con un reparto infantil de voces angelicales, una banda sonora inconfundible y un canto a la música como método de enseñanza basado en el amor y el respeto.

 

Director: Juan Luis Iborra

Versión y letrista: Pedro Víllora

Director musical: Rodrigo Álvarez

Reparto: Jesús Castejón, Natalia Millán, Raffaela Chacón, Rafa Castejón, Iván Clemente, Eva Diago, Antonio M M, Enrique R. del Portal y Marga Mateu.

Director de producción: Víctor Aranda

Ayudante de dirección: Nacho Redondo

Coordinador de coral: Toni Arenas

Dirección de casting: Beatriz Giraldo

Traducción y versión: Pedro Víllora

Diseño de escenografía: David Pizarro

Diseño de iluminación: Juanjo Llorens

Diseño de sonido: Javier G. Isequilla

Diseño de vestuario: Iria Carmela Domínguez

Diseño de caracterización: Silvia Lebrón

Coreografía: Xenia Sevillano

Atrezzo: Roberto Del Campo

Arreglos Música: Roberto Álvarez, Nicolás Martín Vizcaíno y Javier Castellano

Producción ejecutiva: Farruco Castronan, Toni Codina y Rafa Coto.

 

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