Una de las ideas fuerza de Tránsitos es subvertir una realidad: a las personas trans o disidentes solo se les da voz como objeto de estudio de sus identidades, “como si su existencia solo se construyese desde la curiosidad CIS hacia su deconstrucción de género”, explica la compañía. En la obra, personas que viven la experiencia trans de forma diversa tienen un espacio de representación en lo simbólico, pero solo están ellas, no las precede el prefijo trans.
Así, “este espectáculo no saciará la curiosidad CIS hacia las personas trans, sino que las hace protagonistas de historias humanas que poco tienen que ver con su identidad de género”, porque si sólo hablamos de eso, nos convertimos sólo en eso, y somo mucho más”. Tránsitos habla de vida, de transitar de unas circunstancias a otras, de atreverse a cambiar si alguien lo desea.
Un espectáculo con dos partes
El espectáculo presenta dos capas de realidad: una al más puro estilo del Paralel barcelonés, que conduce una Maestra de Ceremonias y donde público y artistas se encuentran sin complejos ni normas. La otra capa son las cinco ficciones, donde el público asiste a cinco tránsitos distintos. Estas dos capas se contaminarán mutuamente y se convertirán en una, para terminar en un encuentro real entre público y elenco, y crear así una red que no nos dé respuestas sino apoyos.
El proceso de creación de esta obra se desarrolló durante casi dos años, a caballo entre Cataluña, Argentina y Uruguay, y fue otro de tantos que interrumpió la pandemia. Una amenaza, como sabemos, que no afectó a todas las personas por igual, y entre cuyas consecuencias ha estado invisibilizar aún más a las personas que viven en los márgenes de la normatividad.