El acto contó con la presencia de Isabel Rodríguez, ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, y Miquel Iceta, ministro de Cultura y Deporte, y sirvió como pistoletazo de salida a la 46ª edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro
La gala, conducida por la conocida periodista Machús Osinaga, dio comienzo con el Coro de Jóvenes de Madrid quienes abrieron la programación con un espectáculo concebido para la inauguración e inspirado en Almagro y el Siglo de Oro. Una aportación que emocionó a más de uno.
A continuación, fue Irene Pardo la encargada de dar la bienvenida al público asistente a la ceremonia, a los presentes, a los que fuera del Corral esperaban la inauguración de la cita cultural, y a todos aquellos que alguna vez pasaron por Almagro y que en la actualidad no se encuentran entre nosotros físicamente. En algo menos de cuatro minutos la directora del festival fue capaz de desgranar la amplia programación, así como las claves que guiarán al recién inaugurado equipo de gestión del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro con Pardo a la cabeza del mismo.
Y llegó el turno de las intervenciones institucionales. Largas. Sin sentido. Los que se quedan, los que se van. Pero como bien decía Paco Umbral «Yo he venido aquí a hablar de mi libro». Y ellos no fueron menos. Hablaron de sus cosas, de sus logros, de sus políticas culturales que están aún muy lejos de satisfacer al sector, y hasta del incipiente Estatuto del Artista. Por el atril pasaron el alcalde de Almagro, el vicepresidente de Cultura de la Diputación de Ciudad Real, y la ministra de Política Territorial y Portavoz del Gobierno de España.
Pero el turno más esperado llegó de la mano de la periodista y amiga del premio Corral de Comedias, Rosana Torres, y de la directora de escena, y también amiga de Blanca Portillo, Carme Portacelli. Ambas coincidieron en llevar su glosa al terreno más personal de la homenajeada. En el caso de Rosana definiendo a Portillo como un alienígena, una mujer comprometida con la profesión, estudiosa y muy trabajadora. Por su parte, Portacelli elogió su gran generosidad y su ayuda desinteresada a todos aquellos que empiezan o precisan de su ayuda. Portacelli y Blanca Portillo muy pronto comenzarán a trabajar juntas en una coproducción del Centro Dramático Nacional y el Teatro Nacional de Catalunya.
Por último, fue Miquel Iceta, quien, subiendo a las tablas del famoso Corral de Comedias, hizo entrega a Blanca Portillo del Premio Corral de Comedias 2023, envuelto en una cerrada ovación que parecía no tener fin.
Visiblemente emocionada, Blanca Portillo agradeció las muestras de cariño de la localidad de Almagro hacia su persona. Además, dudó de si era o no merecedora de tan importante reconocimiento. Antes de entrar en materia y agradecer el premio, Portillo advirtió que no era muy amiga a la hora de elaborar y leer discursos, a pesar de las mentes perversas que pudieran pensar que si. Y el agradecimiento vino de la mano de una carta que la propia Blanca Portillo dirige al Festival de Almagro agradeciendo un premio que se concede a la excelencia del Teatro del Siglo de Oro.
«Mi querido y admirado festival de Almagro: ¿Quién me iba a decir a mí aquel día que pisé por primera vez las tablas de este bendito escenario que hoy estaría aquí mismo recibiendo un premio con el que se ha distinguido a tanta gente brillante, comprometida y generosa de esta profesión? Recuerdo aquel día como si fuese hoy. ¿Te acuerdas tú? Corría el año ochenta y seis. Por entonces me había echado un novio que era técnico de teatro (risas). Técnico de luces, concretamente. Yo andaba de gira y a él le tocó trabajar aquí. Como en julio yo no tenía funciones, me propuso que le acompañara. Yo no conocía aún Almagro, ni había participado en ninguna de tus ediciones. Mi maestro, Pepe Estruch, nos había hablado tanto de ti, de lo hermoso que era estar en esta ciudad y disfrutar entre tus brazos del teatro clásico que él tanto amaba, que no lo dudé ni un segundo. ¡Sí, Javier! Me voy contigo a Almagro (risas). Como trabajaba aquí en el Corral me invitó a visitarlo. Era por la mañana, y no había ni un alma. Al subir al escenario me puse a temblar. Aquí se ha hecho teatro durante siglos, Javier. Siglos. Me embargaba la emoción como a una niña pequeña. Empecé a recitar versos de El perro del hortelano de Lope de Vega. Era un texto que habíamos trabajado en la escuela y lo tenía grabado a fuego en la memoria. Me puse a correr por las puertas, a subir y bajar escaleras, imaginando que estaba actuando para un público inexistente. Y me sentí actriz. En teoría ya lo era. Pero sobre estas tablas tuve la conciencia de ello. Como si este escenario fuera la prueba definitiva que me faltaba para confirmarme como intérprete. Pero no había nadie. Y en ese momento entendí que algún día tendría que actuar aquí si algún día quería ser una actriz de verdad. Y fíjate tú. Aún no lo he hecho. Pero sí he tenido la suerte y el privilegio de participar en alguna de tus ediciones. Eso sí. Y hoy aquí subida, sintiéndome agradecida hasta lo más hondo, recibo este premio y me siento más actriz que nunca. Pepe Estruch me contagió su amor por los clásicos. De su mano aprendí a caminar entre sus versos, a respirar el perfume de sus personajes, a emocionarme con sus argumentos, a gozar con sus risas y sus lágrimas. Comprendí que ellos, en nuestros textos clásicos, forma y fondo se daban la mano. Se abrazaban hasta conformar un sólo ser. La perfección, el colmo de la belleza. También a través de los clásicos he aprendido a amar nuestro idioma. A valorar su riqueza, sus sonidos, lo tremendamente específico que puede llegar a ser. Lástima que a veces se nos olvide. La palabra. Siempre la palabra. Y hoy siento que me falta. Ellas son el vehículo que tenemos los seres humanos para comunicar lo que sentimos y pensamos. Ellas nos distinguen del resto de los seres vivos. Más que nunca quisiera que hoy me ayudaran a explicarte y a explicar a quienes están aquí lo infinitamente feliz que me siento. La sensación de orgullo y también de enorme responsabilidad que me produce recibir este premio. Benditas y esquivas palabras. A veces, huyen. A veces, las malgastamos, las dejamos huecas, vacías. A veces, nos las roban. No, no, y no. Que nadie nos robe la palabra. Quiero seguir aprendiendo a usarla, como merecen. La palabra que germina en el otro. Que calma y da fuerzas. Que invita a vivir y a construir. La palabra que no hiere. Que no agrede. La palabra benéfica que pertenece a quien la pronuncia y a quien la escucha. La palabra disidente y luchadora. La palabra premiada de ideas y de emociones. La palabra fecunda. Pero nada. Ahora no acuden a mi llamada. Revolotean en el interior de mi cerebro y no sé cuáles escoger. Se me escapan entre los dedos. Sólo una se posa al borde de mi lengua. La única que ahora soy capaz de pronunciar. Y a ella me limito. Gracias. Gracias mi siempre querido festival. Gracias Almagro. Gracias amigas. Gracias amigos. Gracias».
Irene Pardo, directora de la cita cultural manchega, dio por inaugurada la cuadragésimo sexta edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.