¿Cómo es la versión que estáis representando en el Teatro Quique San Francisco de Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín?
Esta versión de Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín es una versión íntegra de Lorca, dirigida por Triana Lorite, que es una directora cordobesa, escritora, muy conocedora de Lorca, muy ligada a la tradición andaluza y al flamenco, aunque en este caso lo ha transformado en otra cosa. Ha transformado el espacio escénico en un paso de Semana Santa, pero el resto de la función no tiene nada que ver con el flamenco sino más con una performance de vanguardia. Es una puesta en escena con Ana Belén Beas, que es una actriz murciana, pero que está mucho tiempo en Buenos Aires y trabajando en Los Ángeles, y con Carmela Martins, que son mis dos estupendas compañeras. El espacio escénico y el vestuario es de Pier Paolo Álvaro y la música de Ignacio Ysasi. La iluminación es de Paloma Cavilla y todos, junto con el coreógrafo Zoe Sepúlveda, han conformado un equipo creativo que ha hecho de esta puesta en escena toda una experiencia creativa y de vanguardia, y al mismo tiempo, muy respetuosa por Lorca, pero con una composición y una puesta en escena pues totalmente cercana a un lenguaje escénico actual.
No es una de las obras más representadas de Lorca, no es de las más conocidas que hayan subido al escenario. ¿Qué es lo que más le llama la atención de esta función del escritor granadino?
Es, para mí, una de las mejores funciones de Lorca. De hecho, para muchos conocedores y amantes del teatro de Lorca es una de sus favoritas, porque es un aleluya erótica. Es como una especie de composición teatral cercana a los cantares de ciego medievales pero transformada en una historia erótica con un recorrido distinto. De hecho, en su momento, fue prohibida y considerada pornográfica por la dictadura de Primo de Ribera al poco de escribirse. Tiene una estructura muy original. Por una parte tiene una sensualidad muy grande, una cercanía a la naturaleza muy potente, y la historia me parece sumamente original. Incluso es perturbadora para mentes conservadoras ahora mismo. El lenguaje que utiliza tiene toda la poesía de Lorca pero al mismo tiempo hay algo de contemporáneo y algo que va más allá. De hecho, una de las indicaciones que él da para esta puesta en escena, él dice, te lo voy a leer…: “Esta historia es de una austeridad e inexpresión marcadísimas. La impresión que tiene que dar es que está geometrizada y contada por niños de hace siglos. No tiene que tener emoción humana sino una emoción lejanísima y petrificada. Como friso se mira con los ojos así se ha de mirar esta historia”. Esta especie de misticismo astral que plantea Lorca está en esta pieza y es algo insólito. Es un encuentro, básicamente, entre un alma y un cuerpo. Esa es la historia de Perlimplín y de Belisa. Es la historia de un hombre mayor que se ve obligado a casarse con una mujer joven pero en realidad es, de nuevo, como en muchas historias del teatro universal, un encuentro entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Don Perlimplín es lo apolíneo, lo místico, es un hombre encerrado en sus libros, en la cabeza el misticismo. Y Belisa representa la naturaleza, representa la fuerza de lo dionisiaco, y ambos, al unirse, necesitan de una inmolación, la inmolación de Don Perlimplín para que Belisa pueda seguir teniendo, ahora sí, ya un cuerpo y un alma después de la inmolación de Perlimplín. Este argumento tan absolutamente místico, extraño, naíf al mismo tiempo, espiritual, extraño, a la gente le deja fascinado. De hecho anoche tuvimos entre nuestros espectadores a toda la familia Alterio. De hecho Héctor Alterio había hecho hace unos años el Perlimplín, y fueron a ver nuestra puesta en escena. A la gente que no conoce la función les deja fascinados. Primero la historia porque es sumamente original. Habla también de cómo el amor de Don Perlimplín hacia Belisa es tan profundo que le da igual que ella tenga relaciones con otros hombres, planteando un dilema ético y moral que va más allá incluso de nuestra abierta moralidad actual.
¿Algún pasaje de la obra que le llame más la atención?
Toda la función tiene un toque de ceremonia oriental, pero hay un momento que me parece bastante mágico que es cuando aparece por primera vez Belisa en la noche de bodas, que va vestida de encajes, y Perlimplín le dice “Belisa con tantos encajes pareces una ola y me das el mismo miedo que de niño tuve al mar”. Eso me pareció precioso, porque de repente me venía a la mente el cuadro este de la ola, mítico de la pintura japonesa. La verdad es que hay muchas referencias artísticas que me vienen mientras estamos haciendo la función, no sólo por el trabajo de Lorca sino también por la puesta en escena de Triana Lorita que es muy evocadora, es muy pareja, es como para ejecutarla, es como una exquisitez, es como una delicatesen que va evolucionando como una performance y va adquiriendo cada vez más densidad y más fuerza. Y además haciéndolo en el patio del Teatro Quique San Francisco, con el viento que muchas veces mece las hojas del árbol que tenemos ahí en el centro de la escenografía, es muy mágico, es muy, muy especial.
No sé si había tenido la oportunidad de representar alguna otra función de Federico García Lorca. ¿Qué destacaría del dramaturgo y poeta?
Destacaría un poco todo lo que te he dicho. La capacidad evocadora poética que tiene y, al mismo tiempo, la modernidad, y el que es capaz de generar espacios escénicos de una fantasía y de una personalidad increíble. A mí me parece que Lorca es muy difícil de representar, pero al mismo tiempo muy, muy rico. Creo que tiene una gran identidad con lo ibérico, con lo intrínsecamente ibérico, pero al mismo tiempo es, no sé, tiene algo esencialmente humano, soñador, surrealista… Es una combinación de elementos que me parece fascinante. Había recitado poemas de Lorca pero una obra completa no había tenido ocasión de representar.
¿Qué opina el público que acude a ver la función?
La verdad es que estamos muy contentos no sólo de la crítica sino también de la opinión. Los que no conocen la obra se quedan fascinados. Se preguntan pero esto de dónde ha salido, pero cómo ha escrito esto, pero qué maravilla, qué cosa tan original. La función es una función breve, dura aproximadamente hora y cinco minutos largos. Para esta forma de representarse al aire libre en verano es perfecta, es ideal. La gente llega un poquito antes al teatro, se toma alguno de los cócteles diseñados para cada uno de los personajes. Los personajes tienen también asignados un perfume. Cuando entramos por el patio de butacas se ven envueltos también en esa experiencia olfativa. La gente disfruta muchísimo de la función. Hay algún público que capta un poco más la parte más divertida que hay al principio, porque tienen una cosa como de retablillo de títeres, de marionetas, y enseguida se sumergen en la poesía con la música de Ignacio Ysasi, y la verdad es que lo disfrutan muchísimo.
La gente que conoce la obra se sorprende mucho de encontrar primero un espacio aparentemente vacío, que está solamente acotado por unos faroles al modo de un paso de Semana Santa, con un piano desnudo, sin las tablas que rodean al piano, y sobre el cual interpreto algunas piezas, incluso percuto con baquetas directamente en las cuerdas del piano. Es una experiencia muy sorprendente para ellos y está siendo todo un disfrute, la verdad.
Las últimas críticas que han salido también han sido excelentes, así que estamos muy contentos.
Hablábamos de la evocación del perfume, de la música, de la poesía. En el terreno más personal, ¿qué recuerdo de la infancia le viene ahora mismo a la cabeza?
Los conciertos de música clásica a los que iba al Teatro Carrión con mi madre cuando era pequeño. Éramos de una asociación de música de violín y yo entonces empezaba a estudiar música, pero recuerdo eso como un momento de unión con mi madre muy fuerte, cuando íbamos a escuchar esos conciertos de música clásica. Yo veía fascinado aquellas orquestas y de repente mi imaginación se disparaba con la música.
¿Con qué se emociona Fernando Cayo?
Me emociono, primero, con la gente a la que quiero. Me emociono con los buenos sentimientos del mundo. Yo soy una persona muy implicada en las distintas labores sociales en distintas ONGS, en trabajo directo con ello, y apoyo muchas ONGS, y me siento emocionado por lo humano, por la capacidad de solidaridad que hay en España, que hay mucha. No es algo que se hable mucho de ello pero somos un país, una potencia en solidaridad, y a mí la solidaridad me emociona y me parece importante, y creo que es una de las cosas que puede salvar a los seres humanos de la debacle. Me emociona la belleza del arte, me emociona la generosidad, me emocionan muchas cosas.
¿Cómo llega el teatro a la vida de Fernando Cayo?
Yo empiezo a hacer teatro en el colegio con 8 ó 9 años, en las típicas representaciones de navidad que se hacían en el colegio. Tenía, además, un profesor que nos incentivó todas las actividades culturales, el folclore castellano. Yo soy de Valladolid y tuvimos, además, una época de efervescencia del folclore de Joaquín Díaz, un gran recuperador del folclore castellano, y cantábamos, tocábamos instrumentos y teníamos estas representaciones de teatro. Ahí empecé a hacer mis primeras performances uniendo varios monólogos de La vida es sueño, mis primeros poemas recitados delante de los espectadores. Y ahí nació mi amor por el teatro. Ese es mi primer contacto, como manera de expresarme artísticamente y de combinar distintos elementos que me interesaban, la música, la magia de las palabras, y al mismo tiempo el darle un significado distinto al que tiene. Huir de la literalidad del teatro. Es una cosa que empecé a hacer muy temprano. Y así me encontré con el teatro.
Viéndolo, pues con mi madre asistiendo a las representaciones del Teatro Calderón. Viendo maravillas como el veneno del teatro con Rodero y Galiana, y esas cosas se me quedaron ahí impactadas. Más adelante, durante mucho tiempo, Valladolid tuvo un festival internacional de teatro muy importante, y allí, mientras estaba ya estudiando en la escuela de arte dramático, tuve ocasión de ver algunos de los más grandes intérpretes y piezas de directores maravillosos. La Taranca de Moscú, el teatro experimental de Pontedera, de Italia, tuve contacto con la danza butoh de Kazuo Ōno… Vi cosas realmente maravillosas que me han marcado de por vida. El otro día hablaba con un periodista. Esta función que estamos haciendo tiene mucho que ver con la danza butoh. Hay algunas partes que tienen que ver con ese movimiento de cámara lenta, envolvente, poético, sugerente, que tiene la danza butoh. Esos son mis primeros contactos teatrales.
¿Quién es la persona más importante en la vida de Fernando Cayo?
Bueno pues sin duda te diría que mi hija Candela es la más importante. Y, por supuesto, mi pareja. Mis hermanos… no sé, hay mucha gente importante en mi vida, mis amigos.
Y usted, ¿para quién cree que es la persona más importante?
Espero ser también la persona más importante para mi hija. Yo creo que tenemos ahí un nexo muy importante. Los grandes nexos han de ser de ida y vuelta. Ese nexo que tengo con mis hermanos o mi pareja o con mis amigos es un nexo de ida y vuelta. Las personas importantes de nuestras vidas son las que queremos también, pero las que nos hacen sentir queridos.
Haciendo un repaso a su trayectoria profesional, ¿cuál cree que ha sido el mejor trabajo que ha hecho? El trabajo más satisfactorio…
Siempre intento que sea el último. Yo no me podría quedar en eso de “aquello que hice en el año 2003 qué bonito”. No. Yo intento que el último trabajo que haga sea lo que más me reporte, el más interesante, el más chispeante. Ha habido, afortunadamente, muchas cosas importantes en mi carrera teatral. Hubo un primer espectáculo que hice con Antonio Fava, “El mollazo”. Es un espectáculo de comedia dell’arte que hicimos con nuestra propia compañía en su momento y del que tengo un recuerdo muy grato. O La vida es sueño de Juan Carlos Pérez de la Fuente, con el que hicimos una gira por toda Europa. De ratones y hombres, con Miguel del Arco, o El príncipe de Maquiavelo con Juan Carlos Rubio. O el último espectáculo que he hecho de producción propia, Por todos los dioses, un texto que he escrito sobre mitología griega, mi familia y el mundo contemporáneo, con el que llevamos de gira, alternándolo con otras cosas, desde el 2020. Es un espectáculo muy potente, muy importante para mí porque es una creación escrita, pensada, dirigida, con un creativo por supuesto, porque nunca trabajo solo, pero es un espectáculo con el que estuvimos hace poco en el Festival de Mérida y que tiene mucho éxito, y es un trabajo muy especial. No sé. Hay muchas cosas. Y luego pues, en el audiovisual, qué te puedo decir, series como Crónica de sucesos o Amar es para siempre que estuve un año ahí trabajando. La casa de papel, y en cine pues Shacky Carmine, de Chema de la Peña, por la que me dieron el premio en el festival de cine de Toulouse del año 99. Eso fue muy importante para mí porque era un premio internacional por el primer trabajo que hacía protagonista en cine. El orfanato de J.A. Ballona.
Últimamente, y que me gusta mucho, he hecho una película que se llama El instinto de Juan Albarracín, un director joven que se estrenará el año que viene. Es una película mano a mano con Javier Pereira. Ha sido un rodaje maravilloso, muy duro, muy intenso, pero muy potente.
Pero hay muchas otras funciones que han sido importantes para mí. Inconsolable, de Javier Gomá, dirigida por Ernesto Caballero, fue un viaje sensacional que me llevó una preparación de muchos meses para hacer este monólogo en la sala grande del María Guerrero. Eso fue un hito muy importante en mi vida, con un texto de uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo. El rinoceronte de Ernesto Caballero, con una escena prácticamente de 20 minutos con Pepe Viyuela en la que sufrí una transformación en rinoceronte que me llevó, también, un año de trabajo… Hay muchas cosas, la verdad, de las que me siento muy orgulloso. Pero, sobre todo, cuando elijo las cosas en las que trabajo no son elecciones baladís. Incluso este mismo Amor de don Perlimplín, hacía tiempo que trabajando para otros no tenía ocasión de hacer un trabajo experimental al estilo del que hacíamos con Tomás Pandur en La caída de los dioses, por ejemplo, y Triana Lorite y Lope, de la productora Seda, me dieron la ocasión de hacer este trabajo experimental y de ponerme de nuevo en contacto con la vanguardia de una forma muy patente, y de utilizar mis herramientas actorales, vocales, musicales, de cantar, utilizar conceptos de teatro oriental que me encantan, como te decía antes, y fue una ocasión que me brindaron maravillosa y la estoy disfrutando muchísimo. Y las cosas que vengan pues también serán cosas que realmente me marquen o me interesen profundamente
Fernando Cayo es un actor que pasea por televisión, por cine, por teatro… ¿Qué le ofrece el teatro que no le ofrezcan el cine o la televisión? ¿Qué le ofrece ese contacto directo con el público?
Es que es una experiencia distinta. Primero, tiene una profundidad artística que no siempre consigues en el audiovisual. En el audiovisual, muchas veces, he trabajado en productos que tienen que ver más con lo comercial, y en el teatro también he trabajado en cosas comerciales, pero siempre hay un sello de calidad artística en lo que hago. Aparte que en el teatro muchas veces produzco yo, como fue en el caso de Páncreas, por ejemplo, esta función que dirigió Juan Carlos Rubio. Hicimos más de 225 funciones por toda España y que coproduje junto
con Concha Busto, Tartean Teatro y el Centro Dramático Nacional. Muchas veces coproducir pues te da un peso específico y una autoría en lo que estás haciendo muy importante. Cuando produzco yo solamente mis espectáculos como fue Salvaje o La terapia definitiva, o este último, Por todos los dioses, pues realmente tengo un control creativo sobre lo que estoy haciendo y me permitió introducirme en retos y en territorios que son muy enriquecedores. Eso es lo que más me aporta. Territorios creativos enriquecedores.
Para finalizar, ¿qué le pide al mundo del teatro?
Le pido que siga siendo tan creativo como es ahora. Vivimos un momento creativo muy importante y yo creo que hay un movimiento de teatro muy amplio de creadores jóvenes, estupendos, que están haciendo cosas muy interesantes. Yo creo que el teatro debe ser siempre un espacio de actividad y de libertad. Eso es lo que le pido al teatro. Quizá a las instituciones le pido que sigan apoyando ese tipo de teatro que más allá de ciertas intenciones de censura que se ven últimamente, que el espacio teatral siga siendo un espacio de libertad porque todos lo necesitamos y la cultura teatral de este país es una marca España muy importante. Ahora mismo los teatros en muchos lugares están llenos, y después de la pandemia se vio como la gente volvía a los teatros con necesidad de cultura y necesidad de espectáculos en directo, y creo que la frescura y la inmediatez del teatro nos ofrece un punto de vista muy importante frente a la robótica y a la inteligencia artificial. El teatro siempre permanecerá porque nos ofrece eso intrínsecamente humano, inmediato, y hay que seguir conservándolo y conservándolo en libertad.