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Año VIIINúmero 379
23 NOVIEMBRE 2024

Isabel Ordaz: “Es inútil arrepentirse. No consigues nada con ello. Creo que todo es una lección de vida”

Hace unos meses Isabel Ordaz estrenaba en el Teatro de la Abadía de Madrid la producción Coraje de madre, un texto de George Tabori, dirigido por Helena Pimenta. Una gran actriz que consigue con un hechizante magnetismo atrapar al público con un tema más que delicado como es el holocausto nazi. Una mujer con la que poder hablar y conversar dejándose llevar y emocionar por la belleza de la poesía, centro vital de su existencia. Quizá la función no salga de gira, ni se deje ver por el momento, pero en la retina quedará de aquellos afortunados que pudieron contemplar a Isabel Ordaz y Pere Ponce en manos de Helena Pimenta.

 

Hace unos días, hablando con Helena Pimenta, me comentaba que la Elsa Tabori que ella estaba leyendo, era Isabel Ordaz. ¿Quién es Elsa Tabori?

Elsa Tabori es una mujer judía de sesenta y algunos años que vive en el año 44, en el centro de Europa, exactamente en la ciudad de Budapest. Es una mujer cuya vida relatada por su hijo, que es el autor, dramaturgo y uno de los personajes de la propuesta escénica, que es George Tabori, como digo el propio autor.

Se narra una peripecia vital, extraordinaria, que ella vive durante el auge del nacional socialismo, en su ciudad, en Hungría, en su país. El punto de vista que ofrece el autor, lo más interesante, y la directora y nosotros, que ella es deportada. Su marido ya ha entrado en prisión y ella es captada en la calle por unos fascistas húngaros y llevada a Auschwitz en un tren, en un vagón de ganado, como tantas y tantas imágenes tenemos de esto en este imaginario colectivo que hemos vivido con respecto a ese acontecimiento histórico.

Y entonces por suerte, por azares, ella termina siendo liberada o se le facilita la liberación de Auschwitz a través de, precisamente, un oficial alemán de las SS. Y ella termina volviendo en otro tren a Budapest y termina yendo a su destino inicial de aquella tarde que era jugar al Romi con su hermana Marta.

A todo esto, pues, digamos, Tabori despliega artilugio dramatúrgico, escénico, artístico, que da un punto de vista muy original sobre estos acontecimientos. Él escribe en los años 70, con lo cual hay un punto de vista, digamos, no tan solemne, a él no le interesa la solemnidad, en este caso le interesa casi más provocar, utiliza un humor muy especial. Por un lado, judío y por un lado muy negro, porque el contexto lo requiere, cuenta que aquello es inabarcable, que aquello es la sin razón por la sin razón, pero propone el humor como resistencia.

 

Isabel, ¿qué destacaría de Tabori como autor?

Yo creo que no conozco toda su obra, pero me interesa muchísimo, digamos que él tiene la honestidad en estos momentos que hay un debate abierto muy moderno sobre la autoficción. Él en los años 70 escribe casi su propia obra de teatro que es biográfica. Él utiliza la biografía de su familia para contar algo que no se aborda de esta manera a lo largo de toda una etapa, desde los 50 para acá, tratándose de lo que se trata que es el holocausto, el exterminio judío.

Él cuenta de una manera muy natural. Él huye del naturalismo, porque su propuesta es una propuesta muy provocadora. Utiliza el mundo del cine mudo de Chaplin, utiliza el gran guiñol, utiliza el clownismo, para continuamente proponer al espectador un clímax y un anticlímax, para dejarle sin armas acomodaticias, sentimental o moralmente hablando, para que tenga ya una idea formada de lo que es la verdad de los hechos. La verdad de los hechos no existe porque trasciende todo lo que entendemos como verdad.

 

De Helena Pimenta, ¿qué destacaría de ella?

A Helena la conocí haciendo un Lope. Nos gustábamos siempre mucho. Me parece una mujer muy sabia. Con una sabiduría como narradora escénica extraordinaria. Me he entendido con ella a las mil maravillas. He sentido que me leía, y yo he sentido que la leía a ella. Nos hemos entendido maravillosamente. Me ha dejado un espacio de libertad que yo nunca agradeceré bastante, porque yo necesito un poco de espacio para hacer mi propio proceso.

Tiene un oído para la palabra, excelente, excelso. Sabe, no solamente porque hay que decir así o hay que decir ‘asao’. Sabe cuándo la palabra dicha encierra verdad o por lo menos, vamos a dejar la verdad aparte, honestidad o desnudez. A mí me interesa la desnudez de la palabra y eso me hace admirarla muchísimo porque es la esencia de la poesía.

 

¿Quién es Isabel Ordaz?

Uy, no tengo ni idea. Llevo muchísimos años, no te voy a decir la cifra, preguntándomelo. Y no acabo de saber quién es y además no sé si me interesa mucho saber quién es. A mí me interesa mucho el relato, pero no el relato de un yo, el relato de la vida, del tiempo en el que me ha tocado vivir, de los otros, de mí misma, pero a través de la narración donde ficción y realidad se mezclan, porque no hay un yo biográfico puro. Esto es un viejo debate en literatura como bien sabes, pero bueno. Es que entonces la poesía, con Gil de Viedma, por ejemplo, y preguntaban de esto, entonces ¿él era así o era ‘asao’? ¿Escribía versos sobre esto porque él era así? Es que no existe, no existe el yo biográfico en el arte, no existe, tú creas y a partir de la creación ya has generado una realidad alternativa.

 

¿Qué quería ser Isabel Ordaz de pequeña?

Pues lo primero que quise, lo primero que me llamó a mí la atención, fue el movimiento. Me gustó, me gustaba mucho bailar de niña. Siempre estaba bailando como una cosa boba. ¡Niña baila! Y yo bailaba todo el tiempo. Me gustaba mucho, he tenido una gran capacidad para, digamos, perderme en mundos imaginarios. En este caso fue la danza, y luego empezó a interesarme ya el teatro y la literatura mucho, escribí y escribía cosas privadas, llevaba diarios y tal. Y digamos que en los últimos diez años podríamos decir que uno de mis viajes más fundamentales existencialmente hablando, y vitalmente hablando, artísticamente hablando, ha sido la poesía.

 

Isabel Ordaz 06 final 

 

¿Lo mejor que ha hecho Isabel Ordaz hasta el momento?

Para no perdernos en cosas extrañas te diré que Coraje de madre, de Tabori, con Helena Pimenta. He hecho cosas muy interesantes. Tengo una película que amo mucho. Una película alternativa, en el sentido de que no ha tenido un recorrido comercial al uso. Es de Rafael Gordo y se llama La reina Isabel en persona, que es sobre la reina primera de Castilla, la católica, que es un personaje dramático de nuestro bagaje cultural, histórico y político, políticamente y absolutamente ambigua y muy controvertida.

Dramáticamente deberíamos hacer como los ingleses, hacer una película cada año de esta señora como hacen los anglosajones, que son muy listos. Pero a esa película le tengo mucho amor porque es una película con un gran texto, muy arriesgada, es un monólogo cinematográfico, y no hay muchos en el cine español.

Y diría, pues sí, Coraje de madre, porque me ha llevado a un gran desafío donde la risa y el llanto tienen que estar juntos, reír y llorar al mismo tiempo. Y es un personaje que me emociona profundamente porque en su sencillez, porque es una mujer ama de casa, reivindica la necesidad del bien, dice que los muertos no son inútiles y el bien no es inútil.

 

A mí me dio una lección dramática con la producción He nacido para verte sonreír…

También. Es verdad. Es un gran trabajo. Además, había ahí un grupo de creadores muy hermoso. Estaba Pablo Messiez, un extraordinario director al que yo amo y admiro muchísimo. Santiago Loza, que es un gran dramaturgo argentino.

También fue un proceso de trabajo extraordinariamente rico. Era un monólogo, aunque no era un monólogo porque tenía un compañero de escenario que era el maravilloso actor, por favor, que ahora mismo no recuerdo, pero que es un actor brillantísimo, que hacía mi hijo, pero no hablaba, hablaba yo sola.

A los argentinos se les da muy bien el género de las familias disfuncionales (risas), han inventado un género. Pero en este caso es un monólogo brillante sobre un niño, un chico, un joven que se niega a hablar, y es un encuentro en la cocina en una decisión importante que ellos toman porque le van a llevar a un centro especializado. Es que era un montaje muy especial.

 

¿Con qué se emociona Isabel Ordaz?

Últimamente estoy muy boba, que decía Santa Teresa de Jesús. Estoy muy boba, estoy muy boba. Cuanto más mayor soy, más boba. El caso es que es una gran escritora. Me emociono últimamente con todo. Me emociono con ver a un perro y me extasío porque he perdido recientemente a un perrito mío. Me emociono cada tarde en la Abadía cuando tengo que atravesar determinados momentos emocionales porque de alguna manera mi personaje, Elsa Tabori, está encargado, igual que Pere Ponce hace un maravilloso trabajo con la palabra, es el encargado de la dramaturgia oral, de la oralidad, yo estoy encargada del itinerario emocional, sentimental de la propuesta. Ahora mismo me emociono cada tarde cuando me toca a mí, Isabel Ordaz, haciendo de Elsa Tabori, ponerme una estrella amarilla. Esto es muy duro porque una no sabe si tiene el derecho ético de hacerlo o no, pero también me emociona un verso, la poesía me emociona enormemente, me emociona el vino tinto, me emocionan los amigos, me emociona una conversación, me emociona una puesta de sol, me emocionan muchas cosas.

 

Isabel Ordaz 10 final 

 

Es una mujer muy mediática, muy conocida. Isabel, ¿le ha decepcionado la fama?

Si, siempre, siempre. La fama siempre es una vulgaridad. La fama es una vulgaridad, lo mires por donde lo mires. El dinero no. El dinero no es vulgar. La fama es una vulgaridad. La fama es una vulgaridad, como todo. No hombre, la fama ayuda, como todo. Pero estamos en unos tiempos donde no se sabe qué se dice cuando se dice. Entonces tenemos que volver al diccionario todo el tiempo. ¿Qué es fama? ¿La consecuencia de? ¿O es una profesión establecida por una serie de medios que han hecho de ello un negocio? Y la fama, ¿sobre qué? ¿Sobre la nada? ¿Por qué consigues la fama? ¿Es un tema de mérito? ¿Es un tema de…? Es muy complicado. No me interesa ahora mucho la fama, la verdad. Mi madre me decía: “que no te vea en los papeles”. Bueno, pues eso. Ahora escucho mucho a mi madre.

 

¿De qué se arrepiente Isabel Ordaz?

Es inútil arrepentirse. No consigues nada con ello. Creo que todo es una lección de vida. Estamos aquí porque quizá tengamos un destino o no. Porque tenemos un principio de necesidad. Porque nacemos bajo el signo del sol, las estrellas, pero tenemos una capacidad de elegir y de gestionar nuestra propia vida. Por lo menos un porcentaje depende de la suerte. ¿Sabes lo que más miedo me da? Que me secuestre la historia. La historia te puede secuestrar. Nosotros vivimos en un momento histórico absolutamente ajenos a esos secuestros de la historia que sí que tienen, por ejemplo, en Ucrania.

 

¿Quién ha sido la persona más importante en la vida de Isabel Ordaz?

Muchos, pequeños, cercanos, grandes, maestros, maestras. Bueno, no sé. No sé qué decir. Me interesa muchísimo, yo diría, como soy hecha de ficción, yo estoy hecha de ficción, en gran medida diría como la famosa y la hermosa Blanche DuBois de Tennesse Williams: “Siempre confío en la bondad de los desconocidos”.

 

Isabel Ordaz, ¿para quién es importante?

Algunos íntimos, pocos, no muchos, mi gente privada… Y en este momento para Elsa Tabori.

 

 

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