De madre francesa y sobrina de quien fue director de la prestigiosa Comédie Française, Jean-Pierre Miquel, Menéndez ha dirigido montajes de autores del país galo como Molière, Topor, Marguerite Duras o Yasmina Reza
“Siento un agradecimiento profundo y es un honor para el que una tiene que estar a la altura”, explica Natalia Menéndez, a quien la noticia de la concesión le llegó durante la pandemia. Este reconocimiento es muy especial para ella, porque es francoespañola (su madre es francesa) y tiene la doble nacionalidad. De modo que a esta alegría personal al concedérsele tal distinción se le suma la que ha despertado entre su propia familia francesa. “Pensé en mi madre cuando me lo comunicaron, en la ilusión que le iba a hacer a mis familiares de allá”.
Francia ha sido un continuo en la vida de Natalia Menéndez. Una figura importante en su vida fue su tío Jean-Pierre Miquel, quien ejerció como administrador de la Comédie Française, donde tiene una sala con su nombre, y fue director artístico del Teatro del Odéon y del Conservatorio Nacional Superior de Arte Dramático de Francia. “Yo trabajé con él como ayudante de dirección y como actriz”.
“Admiro la cultura francesa, su riqueza, su variedad, su lengua tan bella”, afirma la directora y actriz, que a lo largo de su carrera ha llevado a la escena, como directora, a autores franceses dentro y fuera de España. Recuerda un montaje de Molière en Uruguay, otro en catalán de Alfred de Musset (Con el amor no se juega), de Topor en Madrid (El invierno bajo la mesa), de Marguerite Duras ( La amante inglesa), y de Yasmina Reza (Tres versiones de la vida).
Y no olvida su faceta de actriz, ya que la última obra que representó antes de volcarse en la dirección fue Don Juan de Molière. Este fuerte vínculo francés lo ha extendido a tareas como coach en cine para actores franceses que han trabajado en España o la escritura de versiones teatrales de autores franceses.
Regreso a la interpretación
La concesión del reconocimiento del Gobierno francés se suma a otros destacados en la carrera de Natalia Menéndez, como los premios El Ojo Crítico y Ágora del Festival de Almagro por La discreta enamorada, ambos en 1996; la medalla Celcit en 2013 y el ingreso en 2017 en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en la categoría de Encomienda.
Su prestigiosa carrera en España la ha prolongado internacionalmente con esa dimensión francesa y en América Latina, un continente donde ha trabajado a lo largo de los años. “Me motiva y me enriquece muchísimo salir de España, trabajar fuera. Me aporta una energía diferente a la que hay en Europa”, afirma. Allí, en Colombia, México, Chile, Argentina o Uruguay su bagaje escénico ha crecido en contacto con sus “culturas ancestrales y actuales, con los diferentes españoles que se hablan allí, y con los muchos amigos que he hecho”.
Tras terminar una etapa como directora del Teatro Español, su futuro se le presenta esperanzado. “Estoy intentando poner en marcha mis sueños”, afirma. Y entre ellos se encuentra volver a la interpretación, “volver a ser actriz en teatro, en cine, en televisión”, y continuar con proyectos en la dirección escénica y en la dramaturgia.
“Iré allá donde me lleve lo que me pueda apetecer”, señala. “No quiero cortapisas. Tengo mucha ilusión. Soy una persona que vivo la vida con cierto riesgo o atrevimiento, o eso me dicen, aunque yo no lo siento tanto. Pero sí que siento el mismo impulso que me ayuda a creer, a proyectar a proponer proyectos que me motiven”.