Por su legado en las Artes Escénicas y su capacidad como gestora y empresaria teatral Fundación SGAE entrega el galardón en representación de sus compañeros de profesión
La actriz, Premio Nacional de Teatro en 1985 y Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2016, completa un prolífico palmarés con este reconocimiento que, reconoce en una entrevista a la Fundación SGAE en la sede de la Sociedad General de Autores y Editores, le hace especial ilusión: “Parecía extraño no tenerlo…, pero lo que distingue a este galardón es que ha sido otorgado por mis compañeros y quiero decirles que me hacía falta, que lo quiero, que lo amo, que me pone contentísima y que deseo que lo compartan conmigo todos los actores y actrices.”
Espert recibirá el Premio Max de honor el próximo 1 de julio de 2024 en el Auditorio Adán Martín de Tenerife durante la ceremonia de entrega de los 27º Premios Max – Tenerife. Organizados por la Sociedad General de Autores y Editores, a través de la Fundación SGAE, estos galardones cuentan con el patrocinio del Cabildo de Tenerife, la colaboración del Ministerio de Cultura y Deportes a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (INAEM) y el apoyo de Grupo Eulen. La gala se retransmitirá por La 2 de RTVE, a través del Canal Internacional de RTVE y de RTVE Play.
Mujer de teatro
Nuria Espert nació en Hospitalet de Llobregat en 1935 y a la edad de 13 años ya formaba parte de la Compañía Titular Infantil del Teatro Romea de Barcelona. Desde entonces, tan solo ha bajado de los escenarios en una ocasión para tomar aire, convirtiéndose en una de las figuras más relevantes de la escena dramática de España y Catalunya: “El teatro es mi vida directamente. He tenido más cosas, sí, pero después de mis hijas, mis nietas y Armando, si tengo que poner algo definitivo en mi vida aparece el teatro con muchísima fuerza”, destaca. “El teatro es muy poderoso y cuando nos tiene agarrados no nos suelta. A mí me dijo ‘tú no te vas a librar de mí’ y así fue”.
A lo largo de su carrera ha colgado el cartel de entradas agotadas en infinidad de producciones y, aunque humildemente diga “no creo que deje un legado, solo mi trabajo”, su figura hoy es incontestable. “El teatro me ha servido para navegar, flotar y respirar. Pero tranquilidad la verdad es que no da, más bien al contrario. Te espabila, te dice ‘¡venga, ya!’. ¡Ay, cuánto dinero darías cuando estás enferma sobre el escenario y no quieres salir! Encima yo, con todas las inseguridades que he tenido a lo largo de mi vida… El teatro para eso es implacable”, reconoce.
Pero lo tuvo siempre claro. A la edad de 16 años ya sabía a lo que quería dedicar su vida: ser primera actriz. Pero no imaginaría que, tras una trayectoria de más de siete décadas, acabaría convertida en referente, que se atrevería a dirigir ópera y que su nombre sonaría en coliseos de todo el mundo.
Una compañía con nombre propio
Espert fue una pionera dedicada a su propia compañía. En 1959 fundó junto con su marido Armando Moreno la compañía Nuria Espert. Comenzó con Gigí de Colette y Las criadas de Jean Genet. Y en su memoria destacan textos de Lorca y Valle-Inclán que le abrieron las puertas de los grandes teatros de todo el mundo. Emprendió entonces una gira internacional que perduró casi una década: Yerma (con la que se consagró e hizo más de 2000 representaciones en el Teatro de la Comedia de Madrid), Doña Rosita la soltera o Divinas palabras. Comenzaba aquí una carrera fulgurante que sería aplaudida en escenarios de todo el mundo y que le abrió las puertas a la dirección: “Todas esas obras resultaron en una gira mundial, con toda la fuerza que eso da”, explica.
Un palmarés que da la vuelta al mundo
La protagonista de ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1999) ha tenido la suerte, como ella misma reconoce, de haber sido tocada por la magia del escenario. Su nombre es sinónimo de calidad, su voz es una de las más aplaudidas en la escena, y es poseedora de un carácter y un hambre voraz que la permitió subirse a tablas de todo el mundo, consagrándola hoy como uno de los máximos exponentes de nuestro teatro.
Desde 1986 sumó a su trabajo como actriz el de la dirección de escena, tanto en producciones de teatro como en ópera; Madama Buterfly, Elektra, Rigoletto, La Traviata, Carmen o Turandot han recorrido los más importantes foros operísticos del mundo: Liceu de Barcelona, Covent Garden, Lyric Hammersmith de Londres, Royal Theatre de Glasgow, Los Angeles Opera, La Monnaine de Bruselas, Maestranza de Sevilla, entre otros, compartiendo responsabilidad con directores musicales como Plácido Domingo o Zubin Metha. El último trabajo como directora de escena fue Tosca para el Teatro Real de Madrid y el Tokyo Opera House.
“Dirigí ópera en Convent Garden, en Estados Unidos… En esos momentos me acerqué por primera vez a cosas que estaban llenas de peligros y recuerdo que salieron bien. Me habían propuesto dirigir alguna vez, pero yo no me atrevía. Armando había estado trabajando conmigo para que aceptara y me dio la fuerza para hacerlo, confiaba en mí. Me lancé y tuve colaboradores extraordinarios. Las óperas que hice circularon por todo el mundo”, recuerda.
En teatro ha dirigido a actores de la talla de Glenda Jackson, Joan Plowright (La casa de Bernarda Alba) en Londres, Irene Papas (Medea) en Barcelona o Tamasaburo Bando (Contradanza) en Tokyo.
El teatro, también por dentro
Por último, Espert también conoció el teatro por dentro, desde la perspectiva de la gestión. Entre los años 1979 y 1981 fue codirectora del Centro Dramático Nacional, asumiendo la programación del Teatro María Guerrero de Madrid. Sin embargo, si hay algo de lo que no se olvida es de su público, “al que le debo todo”, asegura.
Ahora, a la edad de 89 años, la gran dama del teatro no renuncia a las tablas: “La cosa sigue. Yo pensaba que había hecho de todo, pero entonces me llegó el texto de La isla del aire, con Mario Gas. Una obra que me da la oportunidad de ser divertida, de ser malvada y de reírme de mi sombra. Y todo esto coincide con el Premio Max y me hace una ilusión extraordinaria”, se despide.