Boudoir, explica Cohen, “es una colección, en todos los sentidos de la palabra: un léxico, un salón, una exposición, una suma de elementos dispares que forman un todo autónomo, una empresa privada que acoge a extraños, una autobiografía también”.
En Boudoir, el artista recibe al público en su tocador. Si hasta ahora sus actuaciones han consistido en exponerse en el escenario y en espacios públicos, esta vez estará en un espacio a la vez íntimo y reservado.
El tocador es tradicionalmente una habitación, dentro de una casa burguesa, reservada para conversaciones femeninas, entre la sala de estar y el dormitorio, el reflejo invertido de la esfera predominantemente masculina de los espacios públicos y sociales.
En esta instalación cada elemento alberga fragmentos de memorias que provienen de una vida colectiva pasada (sociabilidades burguesas, artilugios y disfraces, reliquias de la religión y la guerra, trofeos que celebran el dominio del hombre sobre la naturaleza, sobre los animales o cuerpos y culturas lejanas…).
“El tocador contiene mobiliario que tiene su propia historia”, explica Cohen. En su mayor parte, antiguo, realizado a mano y que refleja su fascinación por el art nouveau. A través de estos objetos, que se convierten en híbridos al ser ensamblados con otros, “se reflejan preocupaciones éticas relacionadas con la vida contemporánea: el agotamiento de los recursos naturales y la fragilidad del equilibrio de la vida, la dominación de las especies, las cuestiones de clase y la injusticia social, la supremacía blanca y la discriminación racial, la persecución religiosa, la discriminación de género, la dominación cis y la masculinidad tóxica”.
Steven Cohen yuxtapone en Boudoir este espacio íntimo con grabaciones de vídeo de acciones realizadas en el exterior en lugares simbólicos y conmemorativos.
“Las acciones en el espacio público -señala- me ponen en una situación de vulnerabilidad cuando nadie se lo espera. La acción (y las reacciones resultantes, especialmente por parte de los guardianes del orden y de las normas) provoca así reacciones involuntarias y no planificadas. Me pongo en un estado de fragilidad y esto pone a quienes me rodean en un estado similar, causando sentimientos de rechazo o cuidado”.
Steven Cohen nació en 1962 en Sudáfrica y vive en Francia. Intérprete, coreógrafo y artista visual, ha realizado intervenciones en espacios públicos, galerías de arte y teatros. Su obra saca a la luz lo que yace en los márgenes de la sociedad, empezando por su propia identidad como gay, judío, blanco y sudafricano.
Lejos del narcisismo, cuando expone en escena su cuerpo está exponiendo su propia historia. Con un maquillaje ultra sofisticado y un excéntrico vestuario, Cohen remite al mundo del lujo y la elegancia, a rituales arcaicos, de un pasado burgués o colonial y al de lo queer. Construye sobre sí mismo un collage que lo transforma en criaturas desconcertantes, cuya identidad es incierta, múltiple y fluida.
Ha expuesto y actuado dentro y fuera de Sudáfrica. El Museo de Johannesburgo prepara actualmente una retrospectiva de su obra.