En la era de la hiperconectividad, donde la información viaja a la velocidad de la luz y las opiniones se viralizan en ecos digitales, la frontera entre la verdad y la ficción se difumina peligrosamente. Las teorías de la conspiración, antes marginales, hoy encuentran un caldo de cultivo fértil en la sociedad, capaces de prender como fuego en bosque seco. Discrepar de la opinión mayoritaria se ha vuelto un ejercicio de valentía, pero también de riesgo, donde la línea entre la sana crítica y la paranoia se desdibuja. ¿Dónde está el límite entre cuestionar lo establecido y caer en el abismo de la desinformación? Si desean profundizar en estas y otras cuestiones pueden visitar el Teatro Alcázar.
“Conspiranoia” nos introduce en la vida de un grupo de amigos de toda la vida que, preocupados por el comportamiento errático de una de ellas, decide organizar una “Intervención”. La intención es manifiesta: hacer volver a su amiga al «sentido común» y alejarse de las teorías conspiranoicas terraplanistas. Sin embargo, lo que se plantea como un acto de ayuda y preocupación, pronto se convierte en un juego peligroso de engaños, desconfianza y manipulación, donde los resentimientos y los secretos del grupo salen a la luz y nadie sabe en quién confiar.
El libreto de Jordi Casanovas –“Jauría” (2019), “Immunitat” (2022), “Allà lluny hi ha una caseta” (2024)– y Marc Angelet –“#Lifespoiler” (2017), “Lapònia” (2019,), “Infanticida” (2020)– es una auténtica joya dentro de la cartelera actual. Destaca por su ingenio y originalidad, ofreciendo una narrativa que, aunque al inicio parece seguir una única línea argumental sólida y bien definida, pronto revela su verdadera naturaleza. La obra comienza con un conflicto claro y contundente. Sin embargo, a medida que avanzan los minutos, el espectador es testigo de cómo la trama se enriquece con múltiples subtramas y desencuentros, surgidos de manera orgánica, transformando la historia en un rompecabezas narrativo lleno de matices e instándole a cuestionar sus propias certezas.
A través de un libreto ingenioso y lleno de giros inesperados, Casanovas y Angelet construyen un relato tan desconcertante como fascinante. Además, lo considero inteligente porque va más allá de una mera crítica a la desinformación, profundizando en aspectos mucho más cercanos a nuestra cotidianidad. La obra no se conforma con quedarse en la superficie, rompe esa barrera para explorar cuestiones fundamentales sobre la dinámica de los grupos de amigos, nuestra relación con los demás, nuestra capacidad de escucha y el lugar que ocupan la empatía y la tolerancia en nuestras interacciones diarias. El aspecto cómico nace de la brillantez de sus diálogos. Los intercambios verbales entre los personajes son ágiles, mordaces y afilados, como si cada conversación fuera una partida de ajedrez donde cada pregunta, respuesta y argumento se juegan con una precisión casi estratégica. Es en esta danza verbal donde el humor surge de manera natural, no como un mero recurso, sino como un reflejo de las tensiones y absurdos que se generan cuando diferentes visiones del mundo chocan entre sí.
La dirección del propio Marc Angelet (Dirección y Dramaturgia en el Instituto del Teatro de Barcelona) es un auténtico tour de force y demuestra una profunda comprensión tanto de la psicología de los personajes como de la mecánica teatral. Desde el primer momento, el también escritor maneja con destreza los tempos de la representación, logrando construir la tensión de manera gradual pero implacable. Cada giro en la trama, cada revelación, es manejada con precisión quirúrgica, asegurando que la obra nunca pierda su dinamismo ni su capacidad de sorprender. Lo que hace su dirección aún más fascinante es su enfoque en la naturaleza lúdica de la situación: estamos, en esencia, ante un juego. En inglés, actuar y jugar comparten el mismo verbo, to play, y Angelet explota esta dualidad de manera brillante. La «Intervención» planteada sigue un conjunto de normas claras y un protocolo específico a respetar por todos los participantes. Estas reglas, establecidas desde el inicio, se convierten en el motor que impulsa las dinámicas entre los personajes. Angelet utiliza estas normas como un marco a partir del cual desarrollar las interacciones y, al mismo tiempo, introducir un sentido de juego tanto literal como metafórico. Este enfoque lúdico crea una tensión constante, pues los personajes, al igual que en un juego, buscan tanto cumplir con las reglas como encontrar formas de subvertirlas a su favor.
Uno de los aspectos más notables de su dirección es cómo maneja el equilibrio entre lo cómico y lo dramático. Angelet entiende que la comedia no nace de situaciones absurdas, sino de la interacción entre los personajes y de la manera en que se enfrentan a sus diferencias dentro de este marco reglamentado. Los movimientos en escena están cuidadosamente coreografiados para que los personajes se crucen, se enfrenten y, en ocasiones, se eviten, todo en función de reflejar las tensiones subyacentes del grupo, que no es sino una aplicación directa del subtexto. Esta atención al detalle en la puesta en escena contribuye a crear una atmósfera donde el espectador se siente casi como un intruso, presenciando una confrontación tan íntima como inevitable.
El elenco funciona como una maquinaria bien engrasada, donde cada actor aporta su energía y talento para construir un retrato vívido y matizado de un grupo de amigos enfrentado a una crisis de confianza. La química entre los actores es palpable; logran interacciones auténticas con un ritmo dinámico oscilante entre momentos de tensión, humor y vulnerabilidad. Natalia Millán brilla en el papel de Clara, la interiorista de éxito que ha comenzado a cuestionar el mundo que la rodea a través del prisma de las teorías conspirativas. Esta archiconocida actriz curtida en musicales, cine y exitosas series televisivas interpreta a Clara con una mezcla de calidez, sutileza y determinación contenida, capturando la esencia de una mujer que, aunque aparentemente segura de sus nuevas creencias, lucha internamente con las dudas y los secretos ocultos. Millán permite al público empatizar con Clara, incluso cuando sus ideas se vuelven difíciles de aceptar, mostrando a alguien en búsqueda de comprensión y conexión, más allá de sus creencias.
Por su parte, Luis Merlo da vida a Roberto, el presentador de un conocido programa radiofónico matinal, un hombre meticuloso y controlador profundamente preocupado por la deriva de su esposa. Este reputado actor de series televisivas y gran conocedor de este teatro por sus papeles en “Deseo” (2013), “El test” (2017) y “El método Grönholm” (2020), es quien lleva el peso de la acción en la “Intervención”, demostrando una impresionante capacidad para transmitir la tensión y la ansiedad de su personaje. Su interpretación revela a un hombre que, aunque inicialmente parece ser el maestro de ceremonias de este complejo «juego», también está al borde del colapso emocional. Merlo maneja con maestría la dualidad de su rol, mostrando la seriedad y compromiso de la performance organizada y, al mismo tiempo, el riesgo de perder los nervios si las cosas no salen como lo planeado. Su actuación aporta una dimensión de vulnerabilidad a un personaje que, a pesar de su fachada racional, podría acabar enfrentándose a una extrema unción tanto en su vida profesional como personal.
Juanan Lumbreras se destaca en el papel de Álex, conocido por su habilidad para escribir autoficción y por renovar sus parejas sexoafectivas con frecuencia. Inicialmente incrédulo y desconcertado, Lumbreras logra transmitir con gran habilidad el escepticismo de Álex, mientras su personaje evoluciona para convertirse en el más ferviente participante de la intervención. Este incombustible actor, como pudimos ver en “Berlín, Berlín” (2023), es el pívot de los gags y con su interpretación vibrante y dinámica infunde al personaje una energía contagiosa y una capacidad cómica que aligera el tono de la obra en momentos cruciales. Por último, Clara Sanchis ofrece una actuación contundente en el papel de Sonia, una geóloga profundamente dedicada a su profesión. Su personaje es áspero y distante, reflejando una personalidad que se ve claramente afectada por una reciente separación de su pareja de toda la vida. Esta actriz, con más de una treintena de papeles a su espalda, logra capturar perfectamente la indignación y la incomodidad que siente su personaje por la deriva negacionista de su amiga. Su actuación es intensa y poderosa, mostrando cómo el desafío a sus creencias fundamentales y el dolor personal no resuelto confluyen en una respuesta visceral y cargada de emociones.
La construcción escenográfica diseñada por José Novoa es tanto ingeniosa como inquietante, pues a pesar de su sencillez presidida por un arco de medio punto, crea un ambiente que refuerza la sensación de claustrofobia y tensión subyacentes en el clima de la obra. El espacio escénico se configura como un lugar casi cerrado, un escenario que recuerda a un experimento social donde las personas están reunidas en un entorno opresivo y confinado, recurso, por otra parte, recurrente de esta productora. Por último, Sylvia Kuchinow aporta una iluminación estática y acusadora, asemejándose a un interrogatorio. La luz se utiliza de manera estratégica para acentuar el ambiente de tensión y confrontación. En lugar de variar o suavizarse, se mantiene casi constante y directa, creando un efecto que destaca cada expresión y movimiento de los personajes con una claridad incisiva. Este enfoque ilumina no solo a los actores, sino también las dinámicas de poder y conflicto en juego, haciendo de cada interacción entre los personajes un juicio o una confrontación donde las verdades y los secretos deben ser revelados bajo una luz implacable.
Dramaturgia: Jordi Casanovas y Marc Angelet
Dirección: Marc Angelet
Ayudante de Dirección: Beatriz Bonet
Reparto: Reparto: Luis Merlo, Natalia Millán, Juanan Lumbreras y Clara Sanchis.
Diseño escenografía: Jose Novoa
Diseño iluminación: Sylvia Kuchinow
Diseño vestuario: Mario Pinillla
Diseño sonido: Ángel Puertas
Producción: Carlos Larrañaga
Ayudante de Producción: Beatriz Díaz
Dirección técnica: David González
Construcción escenografía: Jorba-Miró
Prensa: La Cultura a Escena – Ángel Galán
Diseño gráfico: Hawork Studio – Alberto Valle y Raquel Lobo
Fotografía de cartel: Juan Carlos Arévalo
Vídeo y fotografía de escena: Nacho Peña
Gerencia y regiduría: Sabela Alvarado