Pocas óperas en el canon operístico despiertan tanta emoción como La Traviata de Giuseppe Verdi. Esta obra maestra sigue siendo un referente del repertorio romántico y una de las piezas más representadas en todo el mundo. Todavía están a tiempo de presenciarla el próximo 7 de octubre en el Teatro EDP Gran Vía.
La Traviata cuenta la trágica historia de Violetta Valéry, una famosa cortesana de París, enamorada del joven noble Alfredo Germont. En el primer acto, durante una fiesta, Alfredo le declara su amor, y aunque ella inicialmente duda, finalmente se siente conmovida por su sinceridad y decide abandonar su vida de frivolidades para vivir con él en el campo. Mientras disfrutan de su felicidad, el padre de Alfredo, Giorgio Germont, visita a Violetta y le suplica que lo abandone, ya que su relación perjudica la reputación familiar. Desgarrada, Violetta accede y regresa a París sin dar explicaciones a Alfredo. Finalmente, Violetta cae gravemente enferma de tuberculosis y Alfredo, tras descubrir la verdad corre a su lado, pero es demasiado tarde; tras una fugaz reconciliación, la joven muere en sus brazos.
Antes de entrar a valorar la función, debo felicitar a NovAria Artists por recuperar esta joya musical y ponerla a disposición del público madrileño. Resulta un verdadero placer acudir a los clásicos y deleitarnos con las magníficas voces y su exquisita partitura. Este acontecimiento no solo es un regalo para los amantes de la ópera, sino también una oportunidad perfecta para aquellos que se acercan por primera vez al género. Gracias a la traducción en tiempo real en los dispositivos móviles, la obra puede seguirse con facilidad sin necesidad de comprender el italiano, haciendo de esta experiencia un disfrute accesible para todos.
Como sabrán, estamos ante una ópera en tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basada en la novela La dama de las camelias (1852) de Alejandro Dumas (hijo). Estrenada el 6 de marzo de 1853 en el teatro La Fenice de Venecia, forma parte de la célebre «trilogía popular» de Verdi, junto con Rigoletto y El trovador, compuestas a mediados de su carrera. La obra aborda temas universales como el amor, el sacrificio y los prejuicios sociales; y su riqueza emocional la ha consolidado como una de las óperas más queridas y representadas en todo el mundo.
En esta producción, la dirección artística de Sergi Giménez y la dirección escénica de Mar Lorca han sido clave para dar nueva vida a este clásico operístico. Giménez ha logrado crear una atmósfera visualmente impecable. En lugar de recurrir a una escenografía tradicional, se ha optado por el uso de fotografías de salones fastuosos y decorados victorianos que evocan la opulencia de la alta sociedad parisina y sitúan al espectador en los distintos escenarios donde transcurre la acción. Aunque una construcción escenográfica más elaborada y detallada podría haber intensificado la ambientación de la obra, la producción es tan compacta y precisa que esta simplicidad no desmerece en absoluto la experiencia. Además, la exquisita selección de vestuario a cargo de Mambana Martínez y la caracterización de Carmen Beloso, con una paleta de colores cuidadosamente elegida y detalles que reflejan la época, complementan la música de Verdi de manera magistral, creando una experiencia estética coherente y profundamente evocadora. Por su parte, Lorca ha sabido equilibrar la grandiosidad del montaje con la intimidad de los momentos dramáticos más importantes. Su enfoque permite que las emociones de los personajes brillen a través de interacciones bien calculadas con una puesta en escena que aprovecha los espacios de manera efectiva. Lorca muestra gran habilidad al dirigir los movimientos en los momentos más tensos, especialmente en las escenas entre Violetta y Giorgio Germont, dotando la obra de un ritmo fluido y una narrativa visual que acentúa el dramatismo de la historia. En conjunto, ambos directores consiguen una producción que respeta la tradición de La Traviata mientras aportan un aire renovado y contemporáneo.
La dirección musical de Adolf Gassol y la interpretación de la Orquesta NovAria Filharmonia destacan por una disposición escénica poco convencional pero altamente efectiva. A diferencia de las producciones tradicionales, donde la orquesta se ubica en el foso, aquí se sitúa en la grada detrás de los cantantes, integrándose visualmente en la escena y creando un entorno sonoro envolvente que amplifica la experiencia dramática. El también director artístico de la Orquesta Barroca de Barcelona dirige con una precisión exquisita, cuidando cada detalle de la partitura de Verdi. Bajo su batuta, la orquesta mantiene un control absoluto del tempo y una impecable articulación, permitiendo a los cantantes brillar sin ser opacados por el sonido instrumental. La colocación de la orquesta detrás no disminuye su impacto sonoro; al contrario, logra una proyección clara y bien balanceada, adaptándose perfectamente a los momentos de mayor tensión dramática o lirismo íntimo. Los crescendos orquestales son ejecutados con precisión milimétrica, acompañando las grandes arias sin sobrepasarlas, mientras que los pianísimos se ejecutan con una sutileza para resaltar la fragilidad emocional de los personajes.
Gassol demuestra un control absoluto sobre las dinámicas, modulando la intensidad sonora para enriquecer cada escena. La cuerda, especialmente en los momentos más líricos, aporta un matiz cálido y profundo, mientras que los metales y la percusión se integran perfectamente en los pasajes más dramáticos, aportando tensión sin nunca desbordarse. En conjunto, la ejecución técnica de la orquesta, sumada a la visión escénica de su director, consigue una perfecta simbiosis entre la música y la dramaturgia, ofreciendo una interpretación rica, delicada y profundamente conmovedora.
La dirección del coro AMAO (Asociación Manchega de Amigos de la Ópera) a cargo de Javier Benito es un pilar fundamental en esta producción. Bajo su liderazgo, el coro ofrece una interpretación precisa y equilibrada, contribuyendo eficazmente a la atmósfera dramática de cada escena. Benito logra una cohesión impecable entre las diferentes secciones, tanto en los momentos de gran dinamismo social como en los pasajes más delicados, donde los matices de las voces crean un telón de fondo emocional. En escenas como la fiesta en el primer acto, la vivacidad y energía del coro refuerzan el carácter festivo, mientras que, en los actos posteriores, su intervención adquiere una mayor densidad dramática, complementando perfectamente la trama y las emociones de los protagonistas. Algo similar ocurre con las coreografías de Núria Serra al enriquecer la narrativa visual con movimientos escénicos elegantes y llenos de significado y logar que cada gesto y desplazamiento de los personajes en escena complemente la acción dramática, integrando la danza de manera sutil pero efectiva.
El trabajo conjunto del elenco es, sin duda, uno de los mayores aciertos de la representación. La perfecta sintonía entre los solistas, el coro AMAO y la orquesta, consigue crear una atmósfera escénica y musical de gran cohesión. Todas las miradas se centran en Maylin Cruz, como Violetta Valéry, quien ofrece una interpretación arrolladora. Su dominio vocal es indiscutible, con una agilidad técnica que le permite moverse con facilidad por los pasajes más ornamentados de la partitura, mientras que en los momentos dramáticos transmite una profundidad emocional desgarradora. Desde el brillo ligero y coqueto de su «Sempre libera» hasta la desesperanza y fragilidad de su «Addio del passato», esta soprano de origen cubano encarna a Violetta con una autenticidad que atrapa al público, como pudo observarse con los aplausos y vítores finales.
Andrés Sánchez Joglar en el papel de Alfredo Germont logra una interpretación sublime, con una voz clara y brillante que resalta en los momentos más apasionados. Su «De’ miei bollenti spiriti» refleja con intensidad el fervor juvenil de su personaje, y su progresión dramática a lo largo de la ópera es fluida, mostrando tanto la pasión como la desesperación de Alfredo de manera convincente hasta el último suspiro de su amada. Por su parte, Antonio Torres, como Giorgio Germont, padre del anterior, aporta una presencia vocal imponente, con un barítono lleno de autoridad y calidez. Su interpretación de «Di Provenza il mar» es uno de los momentos más destacados de la noche, donde combina un control vocal extraordinario con una interpretación genuina. El también director artístico consigue mostrar el conflicto interno de Germont, logrando que su personaje no se perciba únicamente como severo, sino como profundamente humano.
En resumen, esta producción de La Traviata se presenta como un éxito rotundo en todos los aspectos. La dirección musical, el excelente trabajo vocal y escénico del elenco, la impecable labor del coro y la elegante coreografía se combinan para ofrecer una representación equilibrada y emotiva. La integración perfecta entre los elementos visuales y sonoros, así como la armonía entre los cantantes, la orquesta y la puesta en escena, hacen de esta versión una interpretación vibrante y apasionante. En definitiva, esta producción logra revitalizar el clásico de Verdi, ofreciendo una experiencia operística que deja una huella profunda en el espectador.
Orquesta NovAria Filharmonia
Dirección musical: Adolf Gassol
Dirección coro: Javier Benito
Dirección artística: Sergi Giménez
Dirección escénica: Mar Lorca
Reparto: Maylin Cruz, Andrés Sanchez Joglar, Antonio Torres, Amanda Gonzalez, Jose Palacios, Guillermo Gonzalez, Alejandro Sanchez, Tomás Castro, Anna Guasch, Pedro Nicolau, Jorge Casas,
Vestuario: Mambana Martinez
Coreografía: Núria Serra
Diseño de vestuario: Rafató teatre
Caracterización: Carmen Beloso
Traducción de subtítulos: Laura Barbieri
Producción de subtítulos: Laura Planas
Producción: Judea Vivancos
Asistente de producción: Sariah Miño
Comunicación: Ben Aisit
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