Después de un rotundo éxito de público y crítica, “The Book of Mormon” regresa por segunda temporada al Teatro Calderón, consolidándose como una de las comedias musicales más irreverentes, premiadas y aclamadas. Con su mezcla de ironía, ingenio y canciones pegajosas, los misioneros siguen evangelizando en el humor, desafiando las convenciones y conquistando corazones con cada función. Desde sus primeros minutos, esta producción de SOM Produce se erige como una sátira socarrona y provocadora que utiliza el musical como medio para cuestionar, parodiar y desnudar con mordacidad las incongruencias de la evangelización y, más ampliamente, de la religión organizada. Diseñada por Trey Parker y Matt Stone, los creadores de “South Park”, junto con Robert López, célebre por sus composiciones en “Frozen” y “Coco”, esta obra rompe con lo políticamente correcto mientras ofrece una narrativa hilarante que mantiene al público cautivo de principio a fin.
Un encuentro cultural al límite de lo absurdo con una brillante dirección
La premisa básica es aparentemente simple: dos misioneros mormones, Elder Price y Elder Cunningham, son enviados a una remota aldea en Uganda para predicar su fe. Sin embargo, pronto descubren que los habitantes locales están más preocupados por la pobreza, las enfermedades y las amenazas constantes de un señor de la guerra, que por las escrituras del Libro de Mormón. Esta disparidad cultural da lugar a una serie de situaciones absurdamente cómicas, donde la fe ingenua de los misioneros choca frontalmente con una realidad brutalmente desoladora. Pero esta simplicidad argumental es solo el envoltorio de una crítica mucho más compleja. En lugar de presentar una historia de choque cultural tradicional, el musical explora cómo las interpretaciones de las religiones pueden desvirtuarse y adaptarse de formas inesperadas, lo que lleva a una reflexión satírica sobre el poder de la creencia, la ignorancia voluntaria y el imperialismo cultural. A través de diálogos hilarantes y canciones ingeniosas, los creadores logran parodiar la naturaleza de la evangelización y del mismo concepto de fe.
El libreto, fiel al estilo de Parker y Stone, es descarado, afilado y no deja títere con cabeza. Desde referencias a la cultura pop hasta críticas al colonialismo occidental, “The Book of Mormon” navega con habilidad entre lo grotesco y lo sublime. Sin embargo, lo que eleva esta obra más allá de una simple comedia subversiva es su habilidad para entrelazar el humor escatológico con una reflexión más profunda sobre la naturaleza humana y la desesperación. Alejandro Serrano, junto con David Serrano, son los responsables de la impecable traducción y adaptación de las canciones en esta versión. Aunque pueda sonar tópico, el trabajo de esta pareja de hermanos, conocidos como «los Reyes Midas de los musicales» por su habilidad para convertir todo lo que tocan en éxito, ha sido particularmente arduo y minucioso en esta ocasión. Adaptar la compleja carga cómica del libreto, profundamente influenciada por la cultura anglosajona, a la mentalidad y humor del público español es una tarea monumental. Sin embargo, los Serrano han conseguido preservar la esencia del original, añadiendo un toque local conector con la audiencia de forma auténtica y eficaz.
David Serrano, también encargado de la dirección de la versión española, demuestra una vez más su habilidad para manejar el caos cómico en el escenario. A pesar de la aparente anarquía que reina en muchas escenas, el director de éxitos musicales como “Grease” (2021), “Matilda” (2022) o “Billy Elliot” (2017) mantiene una estructura firme y un ritmo impecable, lo que permite que el humor se desarrolle de manera orgánica sin perder el hilo conductor. Su dirección, galardonada en los Premios Teatro Musical, equilibra los momentos de pura comedia con otros más introspectivos, dotando al espectáculo de un equilibrio único.
Música electrizante, melodías pegadizas y letras ingeniosas
En cuanto a la música, las letras de las canciones son a la vez agudas y absurdamente divertidas, destacando éxitos como “Hasa Diga Eebowai”—una parodia blasfema del clásico optimismo de los musicales— y el icónico “Creo en Dios”, donde Elder Price expresa su fe mormona con un fervor cómico que raya en lo delirante o “El espeluznante sueño” donde los fantasmas del remordimiento salen a la luz. Estos números musicales, llenos de melodías pegajosas y una energía desenfrenada, son el corazón del espectáculo. La dirección musical, a cargo de Joan Miguel Pérez, realza la versatilidad de las composiciones y la fluidez de la historia. Cada canción no solo aporta a la trama, captura con precisión el tono sarcástico de la obra, contribuyendo a un espectáculo musical que es vibrante y dinámico. La música, con la exquisita ejecución de la orquesta dirigida en este pase por la teclista Isbel Noa, no es simplemente un acompañamiento; se integra profundamente en la narrativa y eleva los momentos clave de la historia.
Un reparto vibrante y enérgico para evangelizar a golpe de carcajada
El elenco, compuesto en gran parte por jóvenes actores y actrices llenos de talento, despliega una energía constante y arrolladora, reflejando tanto su compromiso como su habilidad para conservar la intensidad en cada momento de la obra. Este dinamismo es clave para mantener al público completamente absorbido en la trama; incluso cuando la tensión narrativa disminuye, siempre hay un elemento disruptivo que irrumpe en escena, provocando una catarsis cómica o emotiva.
La pareja protagonista de misioneros está formada por Elder Price, interpretado por Jan Buxaderas, y Elder Cunningham, encarnado por Alejandro Mesa. Su actuación conjunta es simplemente sensacional, alcanzando un nivel sobresaliente, con dúos vocales fabulosos y un reparto de roles en lo actoral, extremadamente divertido. Sin duda, son una de las parejas musicales más destacadas de la temporada.
Por un lado, Jan Buxaderas da vida a un joven ambicioso, decidido y ávido de reconocimiento. Habiendo ya demostrado su talento en musicales como “MAMMA MIA!”, su interpretación en esta producción marca un auténtico hito en su carrera. Su capacidad para destacar en el escenario, capturando la determinación y las aspiraciones de Elder Price, refleja no solo su versatilidad como actor, sino también su madurez interpretativa. Logra sumergirse profundamente en el personaje, aportando tanto carisma como vulnerabilidad, lo que hace que su actuación resuene fuertemente con el público. Por otro lado, Alejandro Mesa ofrece una interpretación magistral como Elder Cunningham, un personaje imaginativo pero falto de cariño y comprensión. Mesa se adentra en el personaje con una actitud sumisa que provoca carcajadas desde el primer acto, manejando la comedia física y verbal con una destreza impresionante. Su capacidad para generar humor a partir de su servilismo genuinamente cómico establece una conexión inmediata con la audiencia. A medida que la historia avanza, Mesa –Mejor Actor Principal y Mejor Actor de Teatro Musical en los Premios Teatro Musical y Talía, respectivamente– equilibra con maestría la evolución del personaje, manteniéndose auténtico mientras Cunningham va ganando confianza y adopta, sin proponérselo, un rol de liderazgo. Su actuación, formada por su versatilidad artística y su naturalidad escénica, es uno de los grandes aciertos del musical.
Entre el grupo de misioneros, destaca también Nil Carbonell en el papel de Elder McKinley, cuya entrega, pasión y vis cómica son innegables, especialmente en el número «Apágalo». Su interpretación, llena de energía y humor, añade una capa adicional de hilaridad a la obra y ha sido reconocido como Mejor Actor de Reparto en los Premios Teatro Musical. El resto del grupo de soldados de Cristo acompaña con interpretaciones corales brillantes, logrando una cohesión que enriquece las escenas grupales y refuerza el espíritu irreverente. En el lado autóctono, el personaje de Nabulungi, interpretado de manera sublime por Aisha Fay, es un punto clave en la trama. La fuerza y determinación que Fay aporta al personaje son profundamente conmovedoras, destacando por su expresividad y la profundidad emocional con la que conecta con el público. A su lado, Jimmy Roca, como Mafala Hatimbi, su padre, ofrece una actuación igualmente poderosa. Roca captura con gran acierto las penurias y el miedo de su personaje, frente a la constante amenaza de grupos paramilitares en Uganda. Ambas interpretaciones añaden una capa emocional que equilibra el tono satírico del musical, aportando humanidad y sensibilidad al relato.
Elaboradas y enérgicas coreografías con un vestuario genuino y caracterización bajo una escenografía sorprendente
El diseño escenográfico de Ricardo Sánchez Cuerda es un festín visual que transporta al público desde las calles de Salt Lake City hasta la calurosa Uganda. La transición entre los escenarios es fluida, utilizando estructuras móviles que permiten cambios rápidos y efectivos, todo dentro de un marco colorido y vibrante. Más allá de su funcionalidad escénica, el diseño captura de forma sutil la disparidad económica global, reflejando la idea de que los países desarrollados envían a los subdesarrollados lo que les sobra. Esta metáfora visual refuerza el mensaje crítico de la obra, subrayando la ironía y el desequilibrio en la relación entre ambas realidades, aportando una capa de reflexión que enriquece el trasfondo del relato.
Las coreografías, dirigidas por Iker Karrera, son otro de los elementos que brillan en la puesta en escena. Cada número musical está lleno de energía y humor, con movimientos precisos y complejos que amplifican la naturaleza lúdica del espectáculo. Karrera ha sabido capturar el espíritu burbujeante y optimista de los misioneros mormones, en contraste con la realidad de los habitantes de Uganda, logrando que las coreografías no solo acompañen a la música, sino que se conviertan en parte integral del espectáculo. El vestuario, a cargo de Ana Llena, es igualmente impresionante. Desde los impolutos uniformes de los mormones hasta los atuendos tradicionales de los ugandeses, el vestuario ayuda a contar la historia de una forma visualmente rica y detallada. La caracterización de Esther Redondo, que mezcla elementos caricaturescos con detalles auténticos, añade una capa extra de disfrute al espectador.
Producción: Som Produce
Adaptación y dirección: David Serrano
Director musical: Joan Miquel Pérez
Reparto: Jan Buxaderas, Alejandro Mesa, Aisha Fay, Nil Carbonell, Jimmy Roca, Óscar Bustos, Andoni García, Tony Iniesta, Juno Kotto King, Leo Parlay, Pablo Raya, Rone Reinoso, Jessie Santos, Álvaro Siankope, Nyeleti Tomas, Kevin Tuku, Vanelyss Ventura, Nacho Porcar, Jorge Enrique Caballero, Alex Chavarri, David Albiol, Jhorman Jiménez, Habana Castro, Zuhaitz San Buenaventura, Beatriz Santana y Javier Aguilera
Coreografías: Iker Karrera
Diseño de iluminación: Carlos Torrijos
Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez-Cuerda
Diseño de vestuario: Ana Llena (Aapee)
Diseño de caracterización: Esther Redondo
Diseño de sonido: Gastón Briski
Producción técnica: Guillermo Cuenca
Producción artística: Carmen Márquez
Ayudante de dirección: Maite Pérez Astorga
Dirección de casting: Carmen Márquez, Carmelo Lorenzo y Blanca Azorín
Director técnico: Javier Ortiz
Traducción y adaptación de las canciones: Alejandro Serrano / David Serrano
Producción Ejecutiva: Marcos Cámara / Juanjo Rivero
Productores: Pilar Gutiérrez, Marcos Cámara y Juanjo Rivero