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Año VIIINúmero 378
14 NOVIEMBRE 2024

Julio Manrique: “Un teatro es un lugar donde, incluso, antes de que pase, tienes que tener la vibración, la sensación, de que está a punto de pasar algo emocionante, vivo”

Julio Manrique, director del Teatre Lliure
Julio Manrique, director del Teatre Lliure
Julio Manrique cogía la batuta del Teatre Lliure de Barcelona el pasado mes de febrero del presente año. Manrique es actor y director, además de productor teatral. Es principalmente conocido por sus múltiples trabajos en el teatro en montajes dirigidos por destacados directores de escena como Àlex Rigola, Xavier Albertí, Josep Maria Mestres, Oriol Broggi o David Selvas.

Manrique estudió Derecho en la Universidad Pompeu Fabra hasta que en tercero de carrera coincidió con el director de teatro Josep Maria Mestres que le dio la oportunidad de participar en su obra Enemic de classe, donde debutó. Después se incorporó al Institut del Teatre para formarse como actor. En 1994 se estrenó profesionalmente como actor con ese montaje en el Teatro Lliure de Barcelona. En el teatro ha participado en multitud de montajes y ha trabajado con directores de la talla de Àlex Rigola, Lluís Pasqual y Oriol Broggi. Entre las obras de las que ha formado parte, encontramos grandes éxitos como Terra Baixa de Àngel Guimerà y Romeo y Julieta y Julio César de William Shakespeare.

En 2006 se estrenó como director teatral con la obra Els boscos en la Sala Beckett. A esta le siguió La forma de les coses de Neil LaBute, por la que consiguió el premio Butaca a la mejor dirección en 2008.

En 2011 se puso al frente de la dirección artística del Teatro Romea en sustitución de Calixto Bieito, cargo que abandonaría en 2014. Además, ese año fundó la productora La Brutal junto a David Selvas y Cristina Genebat.

Desde 2010, Manrique ha participado en diversos de los montajes más importantes que se han realizado en los teatros de la ciudad condal, y su nombre ha estado unido a las salas del Lliure.

Para introducir esta entrevista me gustaría que me explicara qué es el Teatro Lliure, y qué es lo que se encuentra al llegar a tomar posesión de la dirección…

Son preguntas de respuesta amplia, o no muy específicas. El Teatro de Lliure es un teatro. Es un lugar especial, creo yo, con mucha alma. Digo con mucha alma porque yo pisé el escenario del Lliure de Gracia, el único que existía en el momento en que yo debuté como actor con 20 años. Era ya un lugar muy carismático en Barcelona y desde el primer momento en que tuve la suerte de trabajar aquí en Gracia, en primer término, pues tuve la sensación de que ingresaba en un lugar especial, un lugar con alma. No quiero ponerme cursi o pretencioso, pero hay lugares que son más fríos, están más vacíos, y hay lugares que la historia que tienen impregna un poco sus paredes y los llenan de algo. Y el Lliure es uno de esos lugares. Supongo que tiene que ver con su fundación. El Lliure nació en el 76, Franco muere en el 75… Eso te lo contarían mucho mejor los fundadores, que unos cuantos todavía están activos y están entre nosotros, o gente muy vinculada a la compañía en sus inicios. Pero nace en un momento en que hay una necesidad, una urgencia de libertad, de inventárselo todo, de empezar algo nuevo llamado democracia. Y en el mundo del arte y de la cultura hay un montón de hechos, de iniciativas, compañías. Y entre ellas está la del Teatro Lliure, un grupo de gente, actores, actrices, algunos directores y un escenógrafo llamado Fabià Puigserver, un tío, por lo visto, muy carismático, formado en Polonia, y con ideas de renovación sobre el teatro, que ponen en práctica con mucho arrojo, con mucha valentía, desde una especie de hipismo que les daba fuerza y desparpajo en aquel momento. Y pillan una antigua cooperativa del barrio de Gracia y convencen a los vecinos de Gracia de que valdría la pena montar un teatro ahí, y se inventan el Lliure. El Lliure se llama así, eso lo recojo en el programa de temporada, en el texto introductorio, no apelando a este concepto tan bonito y también controvertido y filosóficamente complejo llamado libertad sino de una manera más simple. Lliure tenía que ver con la disposición del público. Puigserver y el resto de los fundadores querían hacer un teatro donde el público lo pudieras sentar donde quisieras, y dependiendo de las funciones cambiaras la disposición de la sala. Utilizar algo un un poco más convencional, a dos bandas, tres, cuatro, el público rodeando la escena, el espacio… Querían sorprender y cambiar la mirada del espectador a partir del uso del espacio. Y con esa voluntad nace el Lliure, con la de sorprender, con la de que la gente pueda ver las cosas desde distintos puntos de vista dependiendo del espectáculo. Todo eso a mí me parece valioso y bonito, es fundacional, eso tiene que ver con el origen del Lliure y me parece que vale la pena de algún modo, y en las coordenadas de nuestros tiempos actuales, hacerlo vigente.

¿Qué es lo que se encuentra cuando asume la dirección del teatro?

Yo no me encuentro el Lliure que deja Lluís porque entre Lluís Pasqual y la nueva dirección, la mía, está el periodo de Juan Carlos Martel como director del teatro, que es una etapa de cinco años. Me encuentro un Lliure que ha dado pasos valientes en el teatro. El Lliure de Luis Pasqual convocó a muchísimo público, hubo cosas de muchísima calidad a nivel artístico dentro del teatro. Se creó una compañía joven, por ejemplo, durante los años que él estuvo al frente del teatro. Se hicieron muchas cosas muy útiles y muy estimulantes. Con la dirección de Juan Carlos, se da un vuelco hacia otros territorios. El Lliure se abre un poco más decididamente a nuevas dramaturgias, o formas de teatro más periféricas, lenguajes contemporáneos más radicales, se hacen una serie de residencias… se ponen en práctica un montón de cosas que antes no se habían hecho. Sigue desarrollándose el programa educativo, que a mí me parece muy interesante y desde el Lliure creo que se ha hecho muy buen trabajo en eso. Hay cosas de las que se han hecho que a mí me interesan mucho y que quiero coger el relevo, incluso hacerlas crecer, y otras que me interesan menos, o quizás prefiero tomar otras opciones. Y luego me encuentro un Lliure quizá un poco necesitado a nivel interno, un poco necesitado de refrescarse. Es verdad que el Lliure es una fundación privada, pero con una clara vocación de servicio público porque es un teatro integrado por las cuatro administraciones, Ministerio de Cultura a través del INAEM, Diputación, Ayuntamiento y Generalitat, sobre todo en cuanto a dotación, a tamaño de dotación, estas dos últimas, Ayuntamiento y Generalitat. Eso tiene sus pros y sus contras, digamos, pero sí que me encuentro un teatro que a nivel interno, pues quizá que corra un poco el aire. Siento que quizá es un momento en que es importante, además de trabajar bien la programación, tomar buenas decisiones en lo artístico, en la actividad del teatro, también hacer algo respecto al estado de ánimo de la gente que trabaja en esta casa, algunos de ellos y ellas llevan bastantes años en esta casa y tengo la sensación de que es necesario ilusionar a la gente, comprometerla con el proyecto, hacer equipo, hacer equipo e instalar fuertemente y además de verdad esta idea de trabajar en equipo, transmitir confianza y un poco eso es lo que intento dedicarme a hacer.

Julio Manrique, director del Teatre Lliure
Julio Manrique, director del Teatre Lliure

Esta programación que se ha presentado del teatro, ¿hacia dónde se dirige?

Tenemos 24 espectáculos, siete de ellos son producciones propias del teatro, ocho son coproducciones, con lo cual la primera cosa que quiero decir es que me parece importante que el Lliure va a dar herramientas a los artistas produciendo, mojándose y aportando dotaciones económicas para que los artistas puedan llevar a cabo sus creaciones. Creo que es importante que lo hagamos desde el Lliure, dar oportunidades. Es una programación de una personalidad, creo, fuertemente contemporánea. Pero que a la vez entiende esto de la contemporaneidad. Contemporaneidad quiere decir algo que conecte con nuestro ahora y aquí, porque a mí me cuesta entender el teatro desde otro lado. Siempre hay ejercicios arqueológicos, pero sí la contemporaneidad puede incluir, por ejemplo, miradas nuevas a textos del repertorio universal, a clásicos, a textos de los que a menudo han despertado nuestras vocaciones, a textos que vale la pena volver a visitar, porque son muy buenos. Hay algunos de estos textos, sobre todo en la sala Fabià Puiserver, son obras grandes que han atravesado el tiempo y que yo creo que es un ejercicio saludable, creo que es un ejercicio necesario también dentro del teatro público volver a visitar. A la vez me parece importante, un poco en el proyecto que presenté cuando se abrió el concurso para la nueva dirección, hablaba de Shakespeare, nuestro contemporáneo, ese ensayo con un título sobre una obra de Shakespeare con un título muy elocuente en el sentido de asumir la responsabilidad de cada época de montar los clásicos, haciendo que sean elocuentes hoy en relación al mundo que compartimos todos. Y eso va a pasar con La gaviota de Chejov, con El público de Lorca, con El Misántropo de Moliere, o con Electra. Al lado de eso, más formas de esto que llamamos teatro contemporáneo, la creación, terrenos híbridos, van a estar La Veronal, Les Impuxibles, Marina Otero… Me parecía también importante dar oportunidades a autores locales, autores de ámbito estatal y también catalán. Y vamos a tener desde Pablo Macho a otros autores como Anna Agulló, algunos más conocidos, otros menos, pero apostando por sus textos. Vamos a tener bastante teatro internacional. Va a estar Tiago Rodríguez, por ejemplo, dirigiendo. Es una línea que me interesa, invitar directores o directoras con una trayectoria internacional potente a dirigir a actores de aquí. En este caso, Joan Carreras y Marta Marco, en un texto de Tiago Rodrigues que se llama Coro de los amantes. El primer texto que él escribió y vendrán a dirigirlo, que es un regalo de esta temporada. Es decir, apuesta por lo contemporáneo, incluyendo textos clásicos, creación, territorios híbridos. Teatro internacional, en el sentido de invitar cosas interesantes, incluso directores a dirigir compañías locales, también espectáculos internacionales. Algunos nombres potentes que yo creo que el Lliure se espera un poco y creo que es bueno que sea así, que sea un referente. Que pasen cosas por este teatro que inspiren. Que inspiren a la profesión, que inspiren fuera. Una programación que espero que tenga mucho corazón y mucha alma también en lo temático de los contenidos. Quiero que contemos cosas que le importen a la gente, utilizando lenguajes muy distintos. Espero que conecte con el público, es una parte muy importante de este proyecto mío. Es así de sencillo. Que nos dirijamos a alguien, y a ese alguien le importe lo que le contamos.

¿El Lliure tiene un público consolidado?

Sí, lo tiene. No sé si todo, pero buena parte. Dependiendo de las direcciones, en cada etapa quizás pierde un poco de un lado y gana por el otro. En esta última etapa se ha intentado atraer al público joven. Tiene un público consolidado y la muestra es el número de abonados que tiene el Lliure. La temporada pasada se cerró con 2.900 abonados, y esta temporada, a primeros del mes de junio, vamos ya por los 2.300 abonados, lo cual es una cifra magnífica y espero que superemos la anterior. Y eso da una muestra de la confianza. Hicimos un juego este año que se lanzó como los festivales de música, lanzamos un Abono a Ciegas, tipo, todavía no sabes lo que vamos a hacer, pero pedimos tu confianza, fíate de nosotros porque te va a molar, y se vendieron como 1.500 Abonos a Ciegas y eso me dio la info, la sensación de que la gente confiaba en el proyecto artístico de este nuevo Lliure. Sí, el Lliure tiene un público consolidado, sí. Y es un público que espera calidad, yo creo, espera riesgo, espera contemporaneidad, espera todas esas cosas. Y luego, como siempre, esto del público es muy heterodoxo el paisaje. Hay gente con gustos quizá más convencionales, hay gente que quiere ver cosas más rompedoras y más nuevas. Esos debates dentro del mundo del arte siempre presentes. Montamos La gavina para abrir la temporada, La gaviota, de Chejov, para hablar justamente, entre otras cosas, de esto.

Julio, ¿sería capaz de definirme el teatro actual que se hace en Barcelona?

En Cataluña pasa lo que pasa, yo creo, también en Madrid, en determinados centros de creación y teatros, lo que pasa en muchos lugares en Europa y sobre todo en muchos festivales, que abundan los lenguajes performativos. En los últimos años ha habido muchas propuestas dentro del ámbito de la autoficción, el teatro documental, con fuertes cargas ideológicas, con contenidos políticos también contundentes. Ese tipo de teatro, ¿no? Que va más hacia lo contemporáneo, quizá no se sale un poco del territorio de la ficción. Hay cosas magníficas en ese tipo de teatro. Pienso en Milo Rao, pienso en Lola Arias, pienso en magníficos creadores, que ahora aciertan más o menos como todos y todas, con lo que hacemos. Pero hay gente muy interesante en este ámbito. Y luego también hay espectáculos que funcionan con estas coordenadas, que igual son menos interesantes. Pero ha habido una parte del teatro contemporáneo que ha querido ir hacia ahí, romper un poco los límites de la ficción, de la obra que te cuenta una historia. Esas cosas que jamás pasarán de moda, yo creo, porque son indestructibles. Lo de sentarse y contarle una historia, o no sentarse, contarle una historia a alguien. Decía Peter Brook que el teatro es básicamente un grupo de gente que se reúne para contarle una historia a un grupo de gente que se ha reunido para venir a escucharla. Y esto puede sonar un poco caduco, yo creo que es bastante indestructible, porque incluso en los lenguajes más rompedores y performáticos, siempre se cuenta una historia. Creo que todo el mundo, aunque no lo quiera, acaba contando la historia desde el momento que se sube a un escenario, o se planta en medio de algún sitio, sea cual sea la disposición, y cómo se dirige a la gente, para lanzar algo, siempre acaba contando una historia. Pero sí, ha habido por ahí una búsqueda, digamos, una exploración de los límites del teatro, de la interlocución con la gente, de la forma de relacionarse con el público, de la forma de hacerlo participar también, ha habido también propuestas que buscan lo interactivo. Está todo inventado y a la vez no, ¿no? Es decir, en muchas formas que se quieren rabiosamente rompedoras, en el fondo reconoces el eco de algo que ya pasó no sé cuándo, en los 70, en los 80, quizá antes incluso, quizá cuando se inventó el teatro y lo hacían los griegos para purificar las heridas de su sociedad, no lo sé. Está bien que no cese nunca este movimiento de búsqueda y también está bien mirar hacia atrás y ver que lo que hacemos ahora estaba ya y mirarlo con gratitud. Si hay calidad todo está bien.

Julio Manrique, director del Teatre Lliure
Julio Manrique, director del Teatre Lliure

¿El Teatre Lliure está abierto a todas las disciplinas artísticas, es decir, danza, circo, teatro gestual, teatro físico…?

Si. Tenemos varias propuestas esta temporada que pasan por este cruce de, por ejemplo, el teatro y la danza, como te decía antes, Les Impuxibles, con dirección de Clara Peya, y música, o Marcos Morao con La Veronal, y otras disciplinas. Tenemos un espectáculo internacional The Employees, de Lukasz Twarkowski, que es un director letón, que creo ha pasado por Madrid. Interesantísimo, con un espectáculo muy potente, es una adaptación de una novela que habla de la inteligencia artificial y de robots humanoides, y que hace una especie de mezcla entre instalación, cine y teatro también muy interesante. Tenemos eso que se llaman territorios híbridos, tenemos unas cuantas propuestas que mezclan. Y circo, no. Aparte de una exposición de Payasos sin fronteras, la ONG fundada por José Luis Poltrona, que vamos a tener en Gracia, no esta temporada, pero también me gustaría que pasaran cosas, con el teatro siempre en el centro, que el Lliure se abriera a diferentes disciplinas artísticas. De hecho me gustaría que fuera un teatro abierto en muchos sentidos, por lo que respecta a las relaciones internacionales en el ámbito estatal, a las giras, a diferentes disciplinas artísticas, lo cual no quiere decir que entre todo. Siempre hay que escoger.

Todo el teatro textual, ¿será en lengua catalana?

Hay espectáculos invitados, por ejemplo, va a estar Casting Lear de Andrea Jiménez, otro espectáculo que está en el territorio performático, si quieres. Una propuesta súper valiente y maravillosa de Andrea, en castellano. Va a estar 14.4 de Peris Mencheta. Va a haber algunos espectáculos en castellano. Los espectáculos producidos por el Lliure van a ser espectáculos en catalán. Van a contar con subtítulos una vez por semana, en inglés, pero van a ser espectáculos en catalán, sí. Creo que tenemos también un poco la responsabilidad de, por un lado, ser abiertos e invitar, como te decía antes, teatro y propuestas españolas, de ámbito estatal y también internacionales, y a la vez trabajar un poco por la lengua catalana. Incluso de exportarla. A mí lo que me gustaría es llevar teatro de texto. Es verdad que a menudo salen.

Comentarte, también, que Cesc Casadesús, el actual director del Festival Grec en Barcelona, lo ha sido los últimos ocho años, va a entrar a trabajar como adjunto a la dirección artística a partir de septiembre. Ha colaborado ya en esta primera temporada de este nuevo proyecto.

Como te decía, es cierto que hay compañías españolas y catalanas, como el Conde de Torrefiel, la propia Veronal, que se mueven en el lenguaje como la danza, o en lenguajes más físico y visual. A mí me gustaría en el futuro pensar que es igual que, como vamos a traer, por ejemplo, The Employees, de Lukasz Twarkowski, que es un espectáculo muy potente visualmente, pero también textualmente, y con un relato muy poderoso, me gustaría que propuestas en catalán viajasen fuera de nuestras fronteras. Creo que es un servicio por la cultura catalana y la lengua catalana.

A menudo cuando llevamos espectáculos que han sido estrenados en catalán a Madrid, por ejemplo, en mi caso como director, casi siempre los traducimos, o sea, hacemos una versión castellana. Podemos hacerla perfectamente, hablamos las dos lenguas, además usamos las dos en nuestra vida ordinaria, en nuestro día a día, y entonces, bueno, es más directo. Pero de vez en cuando igual sería bonito también llevar un espectáculo en catalán y subtitularlo. Es rica la experiencia. Las funciones en catalán aquí, claro, pensar en hacer una función con subtítulos en castellano algún día. Claro, uno se dirige al público potencial, a la gran parte del público que vas a tener aquí en Barcelona, y partes de la base de que usen más o menos el catalán en su día a día, lo entienden sin problemas, ¿no? En todo caso, a lo de mover espectáculos en catalán fuera es una asignatura pendiente. Es algo que pasaba más, pasó más en algunos momentos en el pasado, dejó de pasar, y creo que es importante que vuelva a pasar.

¿Qué espera de esta temporada 24-25 que acaba de arrancar?

Que venga mucha gente, que haya calidad, que pasen cosas. Un teatro es un lugar donde tienen que pasar cosas. Un teatro es un lugar donde, incluso, antes de que pasen, tienes que tener la vibración, la sensación de que está a punto de pasar algo emocionante, vivo. Vivo, sobre todo. Espero que venga gente y que pasen cosas. Y que la gente salga de aquí pensando por qué no voy más al teatro. Ofreciéndoles una programación de un teatro que tiene una vocación de servicio público y esto quiere decir que asume riesgos, que hace cosas que en el circuito comercial respetabilísimo quizá no se asumirían. Riesgos artísticos digo, en cuanto a contenido, en cuanto a formas… Y que todo eso que asume riesgos, les haga vibrar, les hable y les invite a volver al teatro. Y que la gente que trabaja en el teatro, haciéndolo, sirviendo su trabajo, entregándolo, sean lo más felices posibles.

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