Con una narrativa profundamente poética y emotiva, Cano presenta una historia que mezcla drama y esperanza: “En un mundo tan fracturado como el nuestro, esta obra no pretende ofrecer soluciones, pero sí propone preguntas y, sobre todo, un espacio para que el público camine junto a los personajes, en busca de un sentido entre los escombros”. Bernués, con su maestría escénica, da vida a un montaje visualmente impactante y emocionalmente poderoso. La obra invita al público a reflexionar sobre las grietas del mundo contemporáneo y cómo, a pesar de las adversidades, el ser humano encuentra caminos para avanzar.
Un padre que no sabe cómo comunicarse con su hija le envía cada día un avión de papel desde el balcón para despedirse. A través de mensajes escritos en aviones, el padre pone misiones literarias a su hija para que las aclare con la complicidad de una bibliotecaria escrupulosa. Así, la niña conocerá la relación entre los libros y la vida. Muchos años después, su hija, que ahora es escritora, vuelve a la biblioteca para contar esa experiencia de iniciación que ha recogido en su primer libro.
Los libros como refugio y sanación
La propuesta familiar de La Abadía para disfrutar durante estas fiestas se centra en un aspecto fundamental como es la importancia de la comunicación entre padres/madres e hijos/hijas en diferentes momentos de la vida. En el caso de El mundo está roto pero se puede caminar se produce una fractura comunicativa entre un padre y su hija de diez años, ante la pérdida de la madre. Esa brecha emocional y vital entre ambos se restaurará gracias a la literatura y al poder sanador de los libros.
A través de referencias a Jutta Bauer, Sylvia Plath, Julio Cortázar o Chinua Achebe, la joven protagonista encontrará en una biblioteca infantil, construida con carretillas llenas de libros, un bosque de literaturadonde perderse o encontrarse. De esta manera, y gracias al juego de su padre, podrán reconstruir los puentes que se han roto, favoreciendo la afición a contar historias y el placer de escucharlas en un entorno comunicativo común. A través de estas pequeñas historias compartidas, los caminos se vuelven más transitables y el mundo más legible, demostrando que caminar y leer son básicamente lo mismo.