Cada inicio de año, el Concierto de Año Nuevo se erige como un faro de tradición, belleza y esperanza. Inspirado en la icónica gala vienesa celebrada en el Musikverein, esta celebración musical no solo honra el legado cultural europeo, también une a generaciones en torno a la música clásica más festiva y sublime. Este año, el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío, antiguo testigo de viajes en la Estación del Norte, se convirtió en un majestuoso templo sonoro que rindió homenaje a la Sala Dorada de Viena, ofreciendo una experiencia inolvidable para los asistentes.
La selección de piezas fue un ejemplo brillante de equilibrio entre lo clásico y lo popular, logrando capturar tanto la tradición vienesa como el alma universal de la música clásica. La velada comenzó con el conmovedor “Gabriel’s Oboe” de Ennio Morricone, una obra cargada de lirismo que ofreció un preludio sereno y majestuoso. A partir de ahí, la programación dio un giro hacia la vivacidad con la “Banditen-Galopp, op. 378” de Johann Strauss hijo, que inyectó energía y alegría desde los primeros compases. “La Annen-Polka, op. 117”, también de Johann Strauss, aportó un encanto ligero y festivo, mientras que la “Pavane, op. 50” de Gabriel Fauré introdujo un momento de introspección melódica, destacando por su serenidad y refinamiento. A continuación, las piezas de Bizet trajeron la pasión y el dramatismo de “Carmen” al escenario, con un “Prélude” lleno de tensión contenida y la vibrante “Canción del toreador”, que arrancó sonrisas cómplices y ovaciones del público.
En el corazón del programa, “Salut d’Amour, op. 12” de Edward Elgar añadió un toque romántico y cálido, perfectamente contrastado con el lujo sonoro del “Vals del Emperador”. “La Tritsch-Tratsch-Polka” y la “Pizzicato-Polka”, obras maestras de la familia Strauss, mostraron el virtuosismo técnico de la orquesta y su habilidad para capturar el espíritu juguetón y desenfadado de estas piezas. El clímax de la velada llegó con la combinación de la “Danza Húngara Nº 5” de Johannes Brahms, una explosión de ritmo y color, y los imprescindibles de Johann Strauss hijo: “A orillas del Danubio Azul” y la inconfundible “Marcha Radetzky”. Estas piezas, pilares del repertorio de Año Nuevo, unieron a los asistentes en una celebración colectiva que culminó con el característico aplauso rítmico que acompaña a la marcha final con un detalle muy emotivo.
La Orquesta Sinfónica de La Estación by SingUs, bajo la dirección del talentoso Rubén Jordán, demostró una vez más ser una formación versátil y excepcionalmente profesional. Jordán, cuyo impresionante currículum combina composición, dirección, investigación, docencia y gestión musical, se presentó no solo como un director, sino como un visionario capaz de transformar cada interpretación en una experiencia única. En este Concierto de Año Nuevo, el también saxofonista mostró un control absoluto sobre la dinámica y los matices del repertorio, logrando un equilibrio perfecto entre la frescura interpretativa y el respeto por la tradición. Su dirección, clara y expresiva, permitió a la orquesta brillar en cada pieza, realzando tanto los momentos más íntimos como los de mayor exuberancia sonora.
La orquesta, que ya ha dejado huella en espectáculos aclamados como “CINEMAN SHOW”, junto al carismático Daniel Diges, y “María Callas el Holograma”, donde la legendaria diva «regresó» al escenario para interpretar arias inmortales, reafirmó su capacidad para adaptarse a una amplia variedad de estilos. En estas producciones, han demostrado no solo un dominio técnico sobresaliente, sino también una sensibilidad artística que les permite conectar profundamente con el público. En esta ocasión, su ejecución fue un reflejo de esa misma excelencia, evidenciando un entendimiento profundo del repertorio clásico vienés. Cada sección de la orquesta tuvo su momento para destacar: las cuerdas, con una calidez y precisión que parecían abrazar al público; los metales, firmes y vibrantes; y las maderas, que aportaron un colorido especial a las piezas más melódicas. La complicidad entre Jordán y los músicos fue palpable, elevando la calidad de la interpretación y logrando que cada pieza resonara con autenticidad y emoción.
El Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío ha consolidado esta tradición como un evento imprescindible en el calendario cultural de Madrid. Más allá de su excelente música, este Concierto de Año Nuevo nos recuerda que el arte tiene la capacidad de conectarnos con nuestras raíces y, al mismo tiempo, proyectarnos hacia el futuro con renovada esperanza. Una velada irrepetible, donde la magia de la música clásica marcó el inicio de un nuevo año con elegancia y esplendor.
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