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Año VIIINúmero 402
28 ABRIL 2025

Buzón escénico: Amor, cuerpo y carta en escena

Imagen de una escena de 'Buzón Escénico'
Imagen de una escena de 'Buzón Escénico'
“Buzón escénico” convierte la intimidad de una carta en un acto teatral lleno de emoción, belleza y verdad, donde cada palabra encuentra su cuerpo y cada silencio, su sentido.

En el siempre inquieto y acogedor espacio de La Usina, referente del teatro independiente madrileño, se presenta una nueva edición de “Buzón escénico”, una propuesta escénica que se ha ido consolidando como un formato singular dentro del panorama alternativo. Esta entrega temática, centrada en las emociones que orbitan alrededor de amor y el desamor, mantiene viva la esencia del proyecto: acercar al público historias personales a través de una dramaturgia que nace del papel y se encarna sobre las tablas con honestidad y creatividad.

En esta ocasión, la compañía Epistolarte, con un nombre premonitorio, transforma cartas reales en piezas teatrales breves, cada una con su tono, su ritmo y su universo emocional. Desde la euforia del primer enamoramiento hasta la melancolía de las despedidas, los textos elegidos atraviesan un amplio espectro afectivo que conecta con la experiencia común del amar y del perder. Interpretadas por distintos actores y acompañadas por música en vivo, estas misivas se convierten en fragmentos de vida que dialogan con el público desde lo íntimo, ofreciendo un collage escénico donde el sentimiento se vuelve carne, palabra y presencia.

A diferencia de tantas propuestas escénicas que buscan el impacto desde lo grandilocuente, “Buzón escénico” apuesta por la sutileza, por lo mínimo, por el poder de la palabra escrita y del gesto contenido. En la era digital donde todo parece demandar urgencia, este montaje se detiene a escuchar, a leer en voz alta lo que alguien escribió desde la necesidad de entender(se). La dramaturgia, firmada a tres manos por Matías Patiño Specter, Vera Gottert y Mauro Lemaire, dibuja un tapiz emocional que encuentra su hilo conductor en el amor: ese motor imbatible que, como decía Stephen King, “es lo que mueve el mundo”. Las cartas —auténticas, muchas de ellas firmadas por personajes célebres— nos muestran no solo el vértigo del amor correspondido, sino también el contrapunto del rechazo, la nostalgia y el vacío. Hay en cada carta una razón de ser, un propósito dramático, y ese respeto por el origen emocional de cada historia es lo que hace de esta propuesta una experiencia profundamente conmovedora.

Si la dirección escénica es siempre una brújula que orienta el tono, el ritmo y la mirada de una obra, aquí su importancia se multiplica. Mauro Lemaire y Matías Patiño Specter firman una dirección que no solo respeta la esencia epistolar del proyecto, sino que potencia su teatralidad sin traicionar su origen íntimo. Lejos de caer en la sobreactuación, deciden decantarse por una puesta en escena contenida pero precisa, donde cada silencio, cada pausa y cada gesto están cuidadosamente orquestados para acompañar el viaje emocional del espectador. Su trabajo, casi de orfebres, logra equilibrar la diversidad de estilos actorales y musicales con una unidad estética y rítmica que da coherencia al conjunto, permitiendo que cada carta brille con luz propia sin perder el hilo común que las entrelaza. Es una dirección que escucha, que acompaña y que, sobre todo, confía en la fuerza del texto y en la verdad del intérprete.

Este delicado entramado emocional se ve amplificado por una puesta en escena tan medida como sugerente. La música en vivo, con la voz melancólica del violín de Elvira Iglesias Martínez y otros hilos sonoros que aparecen sutilmente en ciertos parlamentos, acompaña e introduce al espectador en la atmósfera de cada carta, subrayando su emoción sin imponerla. A ello se suma un diseño de iluminación especialmente cuidado, con cambios de tonalidad que delinean los distintos paisajes afectivos, pero que nunca rompen el tono íntimo y confesional del conjunto. La luz respira al ritmo del texto, como si escuchara antes de actuar. Los elementos escénicos, por su parte, están presentes en la justa medida: aparecen para acompañar, nunca para eclipsar. Todo en “Buzón escénico” —música, luz, escenografía— está al servicio del relato, en una armonía que delata un trabajo minucioso y profundamente respetuoso con el material de partida. Es un todo muy bien pensado, donde cada decisión técnica se convierte en una caricia al texto y a quien lo escucha.

La actuación del reparto es el corazón palpitante de la propuesta. Interpretar cartas requiere una sensibilidad especial: no se trata solo de recitar, también de habitar un estado emocional ya escrito, de darle cuerpo y voz a lo que nació en el silencio de una página. El elenco —Rocío Galíndez, Vera Gottert, Maia Grondona, Mauro Lemaire, Esther Martín Arias, Matías Patiño Specter y Palma Piedrahita Seifert— entiende a la perfección esta premisa y la lleva a escena con maestría. Con gran ingenio, algunas piezas permiten incluso conocer también la actitud del emisor, gracias a la incorporación de un segundo intérprete que aporta contexto y matices, enriqueciendo así la carga dramática del texto. El trabajo corporal y gestual es preciso y expresivo, y destaca el uso melodioso, pausado y lleno de intención en la recitación. Cada intérprete escucha, siente y comparte sin excesos, con una verdad escénica que conmueve. Resulta difícil resaltar a alguien por encima del resto, porque todas las actuaciones están a un nivel elevado, construyendo un coro emocional en el que cada voz aporta su tono único al conjunto. Podemos destacar, por diferente, el trabajo de Vera Gottert en el papel de cartera cósmica, figura que actúa como puente entre las misivas y aporta un tono distinto al conjunto. Con pasión, entrega y determinación, encarna a esta mensajera poética responsable de repartir cartas y, a la vez, emociones. Su presencia dota al espectáculo de cohesión, ritmo y una sensibilidad que envuelve cada historia con delicadeza y fuerza escénica.

“Buzón escénico” no solo emociona; reconcilia al espectador con la palabra dicha desde lo profundo, con la verdad desnuda del sentimiento humano. Es una propuesta que honra la memoria escrita y le da cuerpo, música y luz sin perder su intimidad original. En tiempos de vértigo, apuesta por la pausa, por el silencio compartido, por el arte de escuchar. Y lo hace con inteligencia, sensibilidad y un notable sentido de lo escénico. Un espectáculo que, carta a carta, nos recuerda que el amor —en todas sus formas— sigue siendo una de las grandes materias del teatro y de la vida.

Dramaturgia: Matías Patiño Specter, Mauro Lemaire y Vera Gottert

Dirección: Mauro Lemaire y Matías Patiño Specter

Reparto: Rocío Galíndez, Vera Gottert, Maia Grondona, Mauro Lemaire, Esther Martin, Matías Patiño Specter y Palma Piedrahita Seifert

Compañía: Epistolarte

Violinista: Elvira Iglesias Martínez

Diseño Cartel: Lala Augé

Técnico: Sergio Vaca

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