¿Qué ha significado para una compañía teatral vivir, sobrevivir y disfrutar de estos primeros veinte años de trayectoria? ¿Qué define a su generación de artistas? ¿Está abierta a colaborar entre distintas disciplinas? ¿Qué ha sido del público en estas dos décadas? ¿Qué ha sido de las instituciones y de los escenarios más alejados de ellas? ¿Cómo han crecido, decrecido y mutado los componentes de La tristura en este tiempo, no solo sus núcleo duro sino también las artistas que han colaborado en su órbita? Y sobre todo: y ahora, ¿qué? El próximo 2 de octubre, a las 19 hs, os invitamos a reunirnos con parte de La tristura y algunas de sus colaboradoras habituales en torno a todo estas ideas, para plantear preguntas, comentarios, silencios cómodos e incómodos y, quizá, salir de allí con alguna conclusión nueva.
Sobre antes de que tiréis mis cosas
Cómo hablar del mundo sin renunciar a hablar de nosotros mismos, de todas las cosas que han conformado nuestro cerebro y nuestra intimidad. ¿Por qué soy así, por qué pienso así, qué puedo hacer para darle la vuelta a mi vida, y por qué no, a la tuya? ¿Es su ciente pensar desde el yo? ¿me entiendes? ¿te entiendo? ¿tiene sentido que te hable, que te escriba unos versos, que te cuente la historia de mi familia, que me invente cosas que nunca me pasaron, que me invente otra forma de contarte lo que sí me pasó?
Antes de que tiréis mis cosas nació lejos de Madrid, en un momento en el que necesitaba un poema muy largo que hablara de amor sin ser cursi, de mi vida sin ser confesional, de la necesidad de ti sin que supieras que eres tú de quien llevo toda mi vida hablando.
Antes de que tiréis mis cosas sigue en Madrid fuera del papel, cuando las palabras se mezclan con la música, con Violeta Gil en escena y la colaboración musical de Abraham Boba.
Sobre Las chicas están bien
Un grupo de chicas se junta en una casa de campo durante una semana de verano para ensayar una obra de teatro. Durante la convivencia, intercambian sus saberes sobre la amistad, la actuación, el amor, la orfandad y la muerte; con la secreta esperanza de que compartir les hará mejores. Las chicas están bien es un cuento de verano con princesas, caballos, sapos, un fuego, una fiesta, un río, muchas cartas y hasta un príncipe despistado.
Sobre Renacimiento
Ese ingrediente -omnipresente entonces- de la pandemia, se ha ido desdibujando a medida que la obra se ha mostrado por España y por Europa. Es por su título y por el hecho de ser un montaje con el que muchos teatros europeos reiniciaron su actividad tras el azote de la Covid-19, que la pieza cobró una transcendencia especial, uno de esos trabajos que colocan a sus creadores un peldaño más por encima. Pero pasado este tiempo, cobra fuerza la idea central de la pieza en un mundo entregado al presente radical que olvida rápidamente lo que supuso aquel seísmo y cuánto necesitamos los cuidados más básicos, los verdaderamente importantes. Porque Renacimiento pone en el centro el microcosmos de los montajes técnicos y de sus trabajadores. “Queremos pararnos a observar el tipo de diálogo y de intercambio que ahí se genera. Un tipo de cooperación aún concreta y tangible, donde se hace evidente que sin el colectivo, sin la comunidad, será imposible tener todo listo para cuando se alce el telón”.
Además de eso, Renacimiento se dibuja a partir de momentos icónicos de nuestra democracia, un periodo de menos de 50 años que lejos de cimentarse, parece sufrir un deterioro en línea con otras democracias occidentales. No se trata de juzgar nada, sino de observar desde otro lugar y tal vez tomar conciencia de que estamos simplemente en la infancia de nuestra historia democrática, y que todo está de nuevo por construir.