Masescena

El Festival de Otoño completa su programación con el estreno en España de «Totentanz-Morgen ist die Frage» de La Veronal y el estreno absoluto de «Violencia» de Diego Garrido

Imagen promocional de Totentanz-Morgen ist die Frage, de La Veronal

El coreógrafo Marcos Morau retoma el ritual medieval de la danza de la muerte para abordar el fin de la existencia en la sociedad actual en un espectáculo que se presenta el 9 y 10 de noviembre en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Esta es una edición especial, dedicada a la que fuera primera directora del Festival de Otoño en 1984, la productora y distribuidora artística Pilar de Yzaguirre, que vuelve a dirigirlo este año. Totentanz-Morgen ist die Frage y Violencia se suman a una programación compuesta por 27 espectáculos, que forman un mapamundi heterogéneo de la escena más internacional, desde Canadá a Japón, desde Noruega a Colombia o desde Australia a Portugal, invitando al público a experimentar un viaje sin parangón por la creación artística de la más alta calidad y a vivir un encuentro entre las culturas escénicas de Oriente y Occidente.

En su regreso al Festival de Otoño, el coreógrafo español de mayor proyección internacional Marcos Morau se asoma al abismo de la muerte en Totentanz. Morgen ist die Frage, un espectáculo que se presenta en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde podrá disfrutarse el 9 y 10 de noviembre. Al frente de la compañía que fundó en 2005, el Premio Nacional de Danza en 2013 evoca bajo formas contemporáneas el ritual de la danza de la muerte que se practicaba en la Edad Media.

Para su nueva creación ha pensado en un lugar no teatral, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde tomará forma la concepción escénica de La Veronal, una aleación entre la danza, la imagen, lo literario y la música. En los tres espacios que propone Totentanz-Morgen ist die Frage: uno para la proyección de un vídeo, otro para una instalación y el tercero para una performance, se involucrará desde el principio a los espectadores en una especie de sesión de espiritismo, “inquietante pero ridícula”, como la define Roberto Fratini, autor de la dramaturgia de la obra.

Durante esa sesión, los cuerpos “parecen hablarnos desde los últimos umbrales del mundo”. A partir de ahí empieza un viaje que pone en conflicto el eterno dilema que separa la vida de la muerte. Esta se manifiesta encarnada alegóricamente por dos cuerpos inertes y huesudos. “Parece -explica Marcos Morau- que tienen más pistas sobre el más allá, como si lo visitaran a menudo. O quizá solo sean dos títeres, dos figuras congeladas bajo el invierno sin fin de Madre Muerte”. Como en las medievales danzas, estas nuevas reviven bajo formas similares a aquellas, la agitación de los cuerpos, que sucumben en el trance de la música y el baile que conduce a una catarsis.

Más de cinco siglos después, la danza de la muerte vuelve, por tanto, a convocar a los seres humanos. “Nuestra Totentanz”, señala Morau, “no es más que una invitación a celebrar la fragilidad de la vida y meditar sobre su pérdida de valor. El actual desprecio a los valores de la vida es directamente proporcional a la incapacidad generalizada de interpretar, danzar, oficiar la muerte como misterio”.

Violencia Diego Garrido
Imagen promocional de Violencia, de Diego Garrido

El hijo muerto

Para Diego Garrido, Violencia (Teatros del Canal, 12 al 15 de noviembre) es su debut teatral. Estudiante de cine en Los Ángeles durante 2018 y 2019, y formado en derechos humanos y estudios de raza y género en Nueva York, ha escogido una película en torno al suicidio y la salud mental para estrenarse como director escénico: Mass, que el norteamericano Fran Krans escribió y dirigió en 2019.

“Cuando fui a verla al cine no pude parar de pensar que era una película muy necesaria”, señala el joven Garrido, quien se puso en contacto con Krans para pedirle los derechos de adaptación del filme al teatro.

La obra presenta a los padres de un hijo muerto en un tiroteo en un instituto, que se reúnen seis años después de la tragedia con los padres del autor de los disparos, un joven que se suicidó tras el suceso. En este encuentro, los cuatro progenitores afrontan el tramo final del duelo por la muerte de sus hijos.

El meollo de Violencia es una crítica a un sistema que está destrozando a los más jóvenes y su salud mental a través de discursos de odio en las redes y el fácil acceso a las armas. Todo se expresa en esa conversación a cuatro, donde los padres sacan de sí mismos la culpa, la rabia, el dolor, el shock y el perdón final.

Para Garrido lo más importante de esta obra “es cómo los personajes buscan responsables directos… pero acaban por entender que a veces el problema es estructural, y que ningún sentido tiene señalar a un individuo en concreto, sino a la estructura que los sostiene a todos”.

Tenmei, por su parte, refleja la tradición japonesa del grupo Yamato, basada en la percusión de 40 tambores taiko, de carácter sagrado. Con ella, busca lograr una estrecha conexión con el público. “Con nuestra percusión -afirman sus componentes- queremos transmitir el ritmo del latido del corazón, la sonora esencia de todos los seres vivos”.

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