Contará con tres jornadas con mesa redonda, ponencias y conciertos, y cuatro galas alrededor de la guitarra flamenca en concierto
Esta nueva cita con el flamenco, dirigida por Antonio Benamargo, dedicará cada edición a un maestro fundamental de la guitarra, a su obra y su huella artística. En su primera edición, el Festival de la Guitarra recordará al maestro madrileño Ramón Montoya (1879 – 1949) y contará con tres jornadas de mesas redondas, ponencias y conciertos de guitarra en la Sala Negra y cuatro galas alrededor de la guitarra en concierto en la Sala Verde de los Teatros del Canal.
El festival viene a incorporarse a las imprescindibles citas monográficas que la Comunidad de Madrid dedica al arte jondeo, como Suma Flamenca —con su extensión Suma Flamenca Joven, para artistas menores de 30 años—, Miradas Flamenkas o la programación habitual de los Teatros del Canal.
Sobre el maestro Ramón Montoya
Considerado el primer gran maestro de la guitarra flamenca, a Ramón Montoya cuando era niño le gustaba observar las manos de los guitarristas, generalmente mendigos ciegos que tocaban por las calles de Madrid. Sin embargo, bastantes años pasarían antes de que tuviera en su poder una guitarra comprada en un mercadillo.
Recibió lecciones del Maestro Malagueño, y algunas de Miguel Borrull. Sus comienzos artísticos tuvieron lugar a los catorce años en un café cantante de la madrileña calle del Pez. Con ocasión de un homenaje a La Mejorana, en el Liceo Ríos de Madrid, es descubierto por el empresario del Café de La Marina, uno de los más importantes de la capital, en el cual permaneció durante varias temporadas, revelándose como la gran figura de su tiempo, pues entre los años 1896 y 1904, alterna con artistas como Juan Breva, Salud Rodríguez, Antonio de Bilbao, La Macarrona y desde 1912 a 1926 como tocaor fijo de don Antonio Chacón.
En septiembre de 1936, empezó una brillante carrera internacional, impulsada por un antiguo alumno suyo: el artista gráfico Marius de Zayas. Sus giras, entre 1936 y 1938, le llevarían ante los públicos más exigentes de la música clásica y en las salas de conciertos más prestigiosas de Europa y América.
En febrero de 1938, dio un recital privado, con La Argentinita, para la reina consorte, Isabel de Inglaterra. Esta gira, que comenzó en Biarritz y siguió en París, donde ofreció diez conciertos, el primero de los cuales se celebró en la célebre Sala Pleyel. Bruselas y Londres fueron también escenarios de sus éxitos, alternando en los programas con La Argentinita y, en otras ocasiones, con La Joselito.
Tras su debut, el crítico Juan-Pierre Leroi, publicó la siguiente crítica en Le Jour: «Aconteció, con ocasión del recital de Ramón Montoya, algo que no se da con mucha frecuencia. Este célebre guitarrista español debía dar su concierto en la Sala Chopin. Pues bien: al último momento, fue necesario abrir las puertas de la gran Sala Pleyel, tan grande fue la afluencia de público ante las taquillas. ¡El señor Montoya puede jactarse de haber innovado en la materia! Desde luego, su recital fue de un interés cautivador. Fue una evocación calurosa, llena de colores, matizada y vibrante, de fandangos, de cantes gitanos y andaluces. Todos los sortilegios y la langurosidad de aquella España dolorosa y martirizada pero tan viva y querida por los músicos».