Lepage estrena en España dentro del ciclo Ventana Quebec The seven streams of the river Ōta, hito fundamental del teatro contemporáneo
Diego Garrido debuta como director con el estreno absoluto de Violencia, una obra sobre la salud mental en los jóvenes y el uso de las armas
Carmen Werner presenta Cuando quieras, una pieza de danza sobre la locura y la tenue línea que la separa de la cordura
Yarín reúne la danza flamenca de Andrés Marín y la vasca de Jon Maya en un ejercicio que parte de la tradición y se zambulle en la contemporaneidad
La percusión de Yamato en Tenmei transmite con humor y energía el pulso de la vida y el epítome del espíritu japonés
Juan Domínguez, que se denomina a sí mismo “payaso conceptual, poeta-modelo, narrador desatado y curador del placer”, muestra Dirty, un avance de su nueva performance
La búsqueda de sentido, de la serenidad en medio de un mundo de muerte y horror late en el trasfondo de la proeza escénica que constituye que The seven streams of the river Ōta, (Teatros del Canal 16, 17, 19, 20, 22 y 23 de noviembre), que el mago del teatro Robert Lepage construyó en 1994 como pieza fundacional de su compañía canadiense Ex Machina. En el festival se presenta dentro de la sección Ventana Quebec junto a otras tres relevantes producciones de la escena canadiense.
A lo largo de siete horas, que transitan por la memoria más lacerante del siglo XX, Lepage ilustra tres lacras que acecharon ese tiempo histórico: la muerte en masa en los campos nazis; la muerte nuclear, nacida en un resplandor cegador en Hiroshima una mañana de agosto de 1945; y la muerte vírica del sida que marcó el fin del milenio.
Entre la intimidad y la dimensión pública, las siete historias que ha tejido Lepage en esta obra-río discurren en una escenografía de Carl Fillion llena de cajas, abiertas frontalmente, que se transforman en diversos escenarios configurados como reminiscencias de la arquitectura japonesa, con sus puertas correderas, tabiques y bastidores. Personajes como una víctima de Hiroshima que sobrevive a sus heridas, una niña de 11 años en el campo de concentración de Theresienstadt o un joven bailarín que viaja para iniciarse al butoh, afrontan la adversidad desde la risa o la sensualidad.
La relación entre la violencia y las armas en Estados Unidos recorre Violencia (Teatros del Canal, del 12 al 15 de noviembre), el primero de los dos estrenos absolutos de esta semana en el Festival de Otoño, y debut como director escénico de Diego Garrido. Formado en cine en Los Angeles, esta vinculación de Garrido con el séptimo arte se encuentra en el origen de su adaptación teatral de la película Mass, que el director norteamericano Fran Kranz estrenó en 2019.
La obra reúne a los padres de un hijo muerto en un tiroteo en un instituto seis años atrás con los padres del autor de los disparos, un joven que se suicidó tras el suceso. Los cuatro afrontan el tramo final del duelo por la muerte de sus hijos. Crítica contra un sistema que está destrozando a los más jóvenes y su salud mental a través de discursos de odio en las redes y el fácil acceso a las armas, Violencia se expresa en esa conversación a cuatro, donde los padres sacan de sí mismos la culpa, la rabia, el dolor, el shock y el perdón final. Para Garrido lo más importante de esta obra “es cómo los personajes buscan responsables directos… pero acaban por entender que a veces el problema es estructural, y que ningún sentido tiene señalar a un individuo en concreto, sino a la estructura que los sostiene a todos”.
Con más de siete décadas de vida, Carmen Werner, una de las imprescindibles coreógrafas españolas, no parece aflojar el ritmo de creación ni de pasión por la danza. Su nuevo trabajo,Cuando quieras (Sala Cuarta Pared,15 y 16 de noviembre), lo presenta en exclusiva en el Festival de Otoño. Y en él aborda la locura y su borrosa definición, ya que la línea que separa locura de cordura es tenue. “¿Quién es el loco y el cuerdo; quién decide esto… la sociedad?”, se pregunta Werner.
Para ella, los “locos de verdad” son los que “ni se preocupan por esos límites” que marca la sociedad. A Werner la acompañan en escena Raquel Jara, Cristian López, Sebastián Calvo y Alejandro Morata, componentes de Provisional Danza, la compañía que fundó la coreógrafa en 1987.
También estreno, pero solo como la primera fase de una obra en marcha, Dirty (La Casa Encendida, 16 de noviembre) es la nueva propuesta de Juan Domínguez (Valladolid, 1964), que se define a sí mismo como “payaso conceptual, poeta-modelo, narrador desatado y curador del placer”.
Domínguez pertenece a la generación de la danza española que debutó a finales de los años 80, junto a creadoras tan destacadas como Blanca Calvo, La Ribot, Olga Mesa y Ana Buitrago. En el Festival de Otoño mostrará la número 24 de sus performances realizadas este siglo. Según el artista vallisoletano, “este proyecto trabaja la idea de cambio de paradigma, tocar con el lenguaje, escuchar con el tacto”. Y deja, por escrito, como pistas, algunas palabras que pretenden abarcarlo: “piel, epidermis y cartílago, antena parabólica, melanina, ondas, sin ondas, tímpano, membrana ovalada y flexible, martillo, yunque, estribo, folículos pilosos…”
Estrenada en la Bienal de Sevilla de 2022, Yarin(Teatros del Canal,15 y 16 de noviembre) es un espectáculo en blanco y negro, por las tonalidades lumínicas que lo envuelven. En un espacio siempre oscuro, a veces en penumbra, se citan la danza flamenca de Andrés Marín y la danza vasca de Jon Maya. De las letras finales de sus apellidos han formado el título de esta obra, lo que subraya la idea de búsqueda y encuentro conjunto que persiguen ambos creadores.
Confrontados a universos, conceptos y estéticas situados a veces en la otra orilla artística, los dos coreógrafos se han dejado permear de movimientos y nociones que han derivado en hallazgos comunes. Al ritmo de la música que interpreta en directo Julen Achiary, entablan un diálogo cara a cara, en el que uno y otro acompasan sus movimientos. Ambos se han liberado de los corsés de la tradición de la que han partido, sin abandonarla, para zambullirse en la creación contemporánea con la creencia de que las dos formas pueden convivir.
Por último, los imponentes tambores wadaiko de Japón transmitirán con su sonido rítmico “el pulso mismo de la vida y el epítome del espíritu japonés”, según Masa Ogawa, fundador y director artístico de la compañía Yamato, que ha actuado en 54 países y ha realizado 4.000 actuaciones para casi ocho millones de personas.
Su último montaje, Tenmei, podrá verse esta semana en Torrejón de Ardoz (15 de noviembre), Alcorcón (16) y en Teatros del Canal en Madrid (17). El nombre de este montaje podría traducirse como «a los cincuenta años conocí la voluntad del cielo», y significa, en un sentido amplio, destino o el destino de la vida dado por el cielo. Con su energía indomable, los percusionistas de Yamato invitan a contemplar un espectáculo tradicional, desenfrenado, con humor y una gran variedad musical.