El célebre dramaturgo, director y actor Robert Lepage presenta en el Teatro del Bosque de Móstoles su monólogo 887, en un guiño del Festival de Otoño a su propia historia, que ha recibido al creador de Quebec en ocho ocasiones anteriormente
La performer francesa Phia Ménard, el portugués Tiago Rodrigues, la brasileña Christiane Jatahy, la argentina Marina Otero, el uruguayo Gabriel Calderón y la italiana Federica Porello son otros platos fuertes de la escena internacional en esta tercera semana
Llegan dos estrenos absolutos, los de Barbados en 2022, de Pablo Remón, y de Oro Negro, de Poliana Lima, y el estreno en Madrid de Interior noche, de Serrucho
Con una duración de “tan solo” 2 horas (nada al lado de las 6 horas de La trilogía de los dragones o de las 9 horas de Lypsynch), el ritual se repite en este monólogo que escribe, dirige e interpreta el propio Lepage, haciendo de 887 la más autobiográfica de sus piezas. El carácter eminentemente caprichoso de la memoria humana es uno de sus temas principales. 887 es el número de la Avenida Murray de Quebec en el que estaba el estrecho apartamento donde vivió Lepage de niño junto a sus tres hermanos, sus padres y su abuela enferma. Una familia de clase trabajadora que revive en este montaje gracias a la sofisticada destreza escénica que despliega Ex Machina como ninguna otra compañía en el mundo.
A partir de ese recuerdo iniciático, la obra propone una incursión en la cuestión de la memoria como mecanismo de supervivencia y como recurso artístico, en la memoria personal y en la colectiva, en la selectiva y la que olvida, y por qué olvida lo que olvida. Y también en esa gigantesca memoria global que son los mecanismos de almacenamiento digital que hoy en día guardan nuestros datos. A caballo entre el teatro y la conferencia, Lepage expone al espectador las tribulaciones de un actor que, para sobrevivir, debe recordar.
Recta final con gran presencia internacional
La presencia internacional en esta última semana de festival no se queda ahí. Al contrario, presenta toda una traca final con nombres cardinales y consolidados a nivel mundial. Grandes expectativas levanta, por ejemplo, la llegada a Madrid de la performer francesa Phia Ménard con su compañía Non Nova y la presentación de una de sus piezas más conocidas y celebradas, VORTEX (Teatros del Canal, 22 y 23 de noviembre), que lleva haciendo más de 10 años por todo el mundo. Proveniente del circo y experta en el arte de los malabares, en 2008 su vida dio un giro total, en lo personal porque concluyó su transición de hombre a mujer y en lo profesional porque radicalizó una práctica que, en su aspecto más tradicional, había dejado de tener sentido para ella. Así es como empezó a experimentar con materiales más extremos y empezó haciendo malabares con bolas de hielo. De ahí pasó al viento.
VORTEX genera un pequeño huracán en una pequeña y eólica pista de circo, a partir de un vórtice ventoso que genera un dispositivo de ventiladores dispuestos en círculo. Para hacer visible la naturaleza paradójicamente indomesticable del viento, Ménard utiliza el plástico, un material que evoca -dice ella- “los cubos de basura, la gasolina, el petróleo, el consumismo, la contaminación, cosas que acaban por estropear nuestro día a día, pero el plástico está tan presente en nuestras vidas que ya ni parece artificial”.
Otro peso pesado de la escena internacional es Tiago Rodrigues. El director y dramaturgo portugués, actual director artístico del Festival de Avignon, visita el Festival de Otoño con la obra Dans la mesure de l’impossible (En la medida de lo imposible), que se podrá ver en los Teatros del Canal (26 y 27 de noviembre). Se trata de una producción de La Comédie de Ginebra y fue con sus actores y actrices con los que Rodrigues alumbró la idea de trabajar sobre la labor humanitaria de organizaciones como Cruz Roja o Médicos sin fronteras, buscando entender el impulso de acción sin contrapartida (al menos entendida en el sentido capitalista), el anhelo de querer un mundo mejor sabiendo que es muy difícil pero que comporta una gran satisfacción no exenta de contradicciones.
A partir de las conversaciones con delegados de organizaciones humanitarias diversas, director e intérpretes construyen un relato que expone los dilemas de un grupo de hombres y mujeres que se mueven entre zonas conflictivas y un hogar tranquilo y seguro, entre la inmediatez de la acción y la reflexión posterior, la capacidad de autocrítica y la búsqueda de fuerzas internas para seguir ganándole tiempo a lo que puede estar por llegar. Con furia o con poesía, o con ambas, todas las historias conmueven pero no se diluyen en un sentimentalismo forzado. Es una puesta en abismo al calor de una carpa donde las vivencias percuten como las baquetas sobre los timbales que aporrea en escena el músico portugués Gabriel Ferrandini.
Cruzando el charco de nuevo, el ciclo Orilla abierta vuelve sobre Marina Otero para ver la segunda de las piezas de la bailarina y coreógrafa argentina que le sirven como carta de presentación en España. Love Me (Réplika Teatro, 25 y 26 de noviembre) está escrita junto al dramaturgo, también argentino, Martín Flores Cárdenas y cierra el díptico inaugurado con Fuck Me. Después del sexo, el amor. El reverso de la fuerza. El cuidado o la violencia.
Love Me también es una despedida de Buenos Aires y un viaje hacia el origen (su bisabuelo era español, y a España se ha venido a vivir la artista recientemente). En ese doble movimiento de desarraigo y búsqueda de una vieja raíz familiar en otro continente, se revela una doble lectura o dos formas de leer la violencia. Una tiene que ver con la violencia ejercida por su propio bisabuelo, que pegaba a su mujer y, para no matarla, como dice Marina, la abandonó y volvió a España para morir aquí solo. Otra es la violencia de los movimientos migratorios, todos esos sinsabores, rencores, odios, injusticias que abonan relaciones tensas, que demuestran lo difícil que le es al ser humano convivir con el otro que es como él.
También con producción de La Comédie de Ginebra llega, por otro lado, una obra teatral basada en una película. Cine y teatro siempre conviven en la obra de Christiane Jatahy. La directora y realizadora brasileña se trae a las tablas el aroma y los conceptos que estaban en Dogville, de Lars Von Trier. Lo ha titulado Entre chien et loup (Entre perro y lobo) y estará en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional (25, 26 y 27 de noviembre).
Si la cinta del director danés jugaba al teatro dentro del cine, Jatahy no solo intenta darle la vuelta a esta premisa sino que trata de pensar un futuro más esperanzador y menos violento del que propone la película. El asunto central es la aceptación. Dogville era un relato cruento sobre una enigmática mujer -Nicole Kidman- que encuentra refugio en una pequeña comunidad. El deseo de encajar la empuja a esclavizarse progresivamente, aceptando los deseos de los demás. Aceptar para que te acepten, hasta que no se puede aceptar más. Toda la obra se sitúa en esa línea divisoria, esa frontera, esa grieta que se abre entre la luz y la sombra, entre el día y la noche, entre el perro y el lobo, como reza el título, entre la bondad y la amenaza, una dialéctica que se plasma formalmente a través de la tensión generada entre actor y personaje, entre realidad y ficción, entre pasado y presente, entre cine y teatro.
Cerrando la presencia latinoamericana en esta edición del Festival de Otoño, desde Uruguay llega Ana contra la muerte (Teatro de La Abadía, 25, 26 y 27 de noviembre), una obra escrita y dirigida por Gabriel Calderón que cuenta con un elenco femenino conformado por Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive, tres de las más grandes actrices del actual teatro uruguayo. Ellas tienen entre manos una historia devastadora, pero imprescindible.
La obra es un grito metafórico conformado por diálogos entre tres mujeres a partir del calvario que vive una de ellas, Ana, que ve cómo su hijo se apaga enfermo de cáncer. Una obra dura sobre una madre que confiesa que sería capaz de “robarle la enfermedad” a su hijo con tal de salvarle. No es un drama sentimental, aunque pueda mover al llanto, porque es también un motor de preguntas: ¿Qué hay detrás del rechazo a la muerte tan consustancial al ser humano? ¿Qué hay detrás de la manipulación de la memoria que a veces llevamos a cabo casi como mecanismo de defensa? ¿Qué hay detrás de los privilegios que algunas personas tienen ante la muerte por su posición social y económica?
Volviendo a Europa, la única presencia italiana en el festival llega esta semana de la mano de Federica Porello, que combina teatro, danza y lo que ella llama danza de objetos en NOWHEN (AhoraCuando) (Sala Cuarta Pared, 25 y 26 de noviembre). La pieza, incluida en el ciclo Cuerpo (In)finito, ha contado con la colaboración, entre otros, de Xavi Moreno, Fanny Thollot, Pep Aymerich y la compañía Malpelo, e incorpora textos de la poeta y artista visual líbano-estadounidense Etel Adnan, del antropólogo británico Tim Ingold y del terapeuta Mike Boxhall, y de los escritores Italo Calvino y Samuel Beckett, entre otros.
Asistimos a una especie de sinfonía donde palabras, movimientos, sonidos, luces, objetos e ideas suman sin descartar el silencio, la inmovilidad o la oscuridad, suman desde la disgregación, desde el caos, y dando espacio a la posibilidad de disolución y resolución. El personaje que encarna Federica atraviesa y se deja atravesar por ese entorno, sigue un camino a medida que se despliega, un camino que empieza en ningún sitio y acaba en ningún sitio, que es como decir que ni empieza ni acaba. Su único propósito en este ecosistema fluctuante es el de mantenerse en la sutil línea que separa y une gravedad y ligereza.
Poliana Lima, Pablo Remón y Serrucho
La presencia nacional en esta edición número 40 del Festival de Otoño culmina con tres nombres muy consolidados en sus respectivas disciplinas. Podemos decir que Poliana Lima, para empezar, es ya medio española (lleva 12 años afincada en nuestro país), aunque su origen brasileño está muy presente en esta nueva pieza que vivirá su estreno absoluto en el Teatro de La Abadía (22 y 23 de noviembre) bajo el título Oro negro (también dentro del ciclo Cuerpo (In)finito). Cuando leemos esas dos palabras juntas pensamos inmediatamente en el petróleo, un material poético al que la bailarina y coreógrafa llega haciendo un viaje hacia su cuerpo y su ser, que amalgama un rosario de procedencias, linajes y registros genéticos diversos.
Rodeada de un equipo sobresaliente, con Chumo Mata bailando con ella, Javier Cuevas en la dramaturgia, Lucas Condró como asistente coreográfico, Carlos Marqueríe en las luces y Óscar Villegas en el sonido, Poliana Lima vuelve sobre una de las grandes preguntas que la ha acompañado siempre y que todo ser humano, en algún momento de su vida, se hace en momentos críticos del proceso vital y creativo: ¿Quién soy?
Preguntarse es perforarse, es excavar hacia el interior de uno mismo, y así es como en un proceso de investigación en Viena, en 2019, Poliana llega a la palabra ‘petróleo’, en una especie de mapa conceptual que contenía palabras como el verbo ‘escarbar’ y como el sustantivo ‘recurso’. En el petróleo confluyen no solo esa idea de ir al centro, de perforarse, sino también la idea de combustible, de recurso, de algo escondido y de la violencia que se ejerce contra la tierra para extraerlo, una enorme energía para extraer otra fuente de energía.
Un derroche estrechamente vinculado al consumismo, algo que tiene también mucho que ver con la pieza que presenta el colectivo Serrucho, Interior noche (Sala Mirador, 25 y 26 de noviembre). Después de Archivo, la magnífica pieza inmersiva que presentó en el Festival de Otoño de 2019, Serrucho vuelve con una obra de teatro de objetos que utiliza el tiempo como material de trabajo y juega con la superposición de fragmentos espacio-temporales imposibles.
“Desde nuestra desconexión del tiempo astronómico -nos cuentan ellos- los días pasan más rápidos y nuestras horas se miden en dinero. Las convenciones temporales basadas en los ciclos de la naturaleza se han visto sustituidas por una híper acelerada visión mercantil. ¿Qué supone eso para nuestras vidas? ¿Y para el mismo tejido espacio-temporal?” Preguntas sobre el tiempo en su concepción social, en su concepción material y hasta en su concepción teatral, porque el tiempo escénico no es el tiempo de la vida y para comprobarlo nada mejor que entrar en este Interior noche y relacionarse con los objetos que el espectador, armado con una luz frontal, encontrará en el escenario.
Y si de tiempo hablamos, podemos hablar de los cinco años que han pasado desde que Pablo Remón escribió, dirigió y estrenó Barbados, etcétera. Entonces se propuso volver sobre esta obra pasado un lustro y reescribirla y reinterpretarla, con la misma pareja de actores, Emilio Tomé y Fernanda Orazi. Y así que pasen cinco años, aquí está la primera de las revisiones, Barbados en 2022 (Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, del 23 al 27 de noviembre), un estreno absoluto que acoge el Festival de Otoño con la curiosidad de saber qué habrá pasado en este tiempo.
La razón de esta apuesta utópica, la de reescribir la obra cada cinco años hasta que ya no se pueda hacer, es “hacerla permanecer siempre viva”, según Remón. Volvemos a ese vacío sobre el que percuten las palabras de dos actores que tienen la isla de Barbados como punto de fuga, como espacio imaginario. Igual que en un poema, la cosa va más de sentir que de entender. Las palabras construyen imágenes, personajes, historias, situaciones, “construyen un mundo”, dice su autor. En este caso, el mundo de una pareja. “¿Qué es una pareja, más allá del pasado que les une?”, sostiene el director. Los actores narran la historia de una pareja, con humor, con extrañeza, con gozo, con diversión, con mentiras, con inventos, con oscuros, con aventura, con amor. Cada vez que se cuenta, el relato varía, y varía según lo cuente uno u otro. Los recuerdos son caprichosos. ¿Cómo comunicarse en pareja si la memoria nos juega estas malas pasadas? La respuesta está en Barbados.
Para finalizar, la última semana de festival se vivirá también en los municipios de la Comunidad de Madrid. Como se indicaba más arriba, Robert Lepage comparecerá en Móstoles, y por su parte, Teatro Percutor lo hará en La Cabrera (Centro Comarcal de Humanidades Sierra Norte, 25 de noviembre) con su acercamiento a Moby Dick de Melville para títeres y objetos en AHAB, viaje al infierno; Los Torreznos visitan Coslada con su conferencia performática La Cultura (Teatro Municipal, 26 de noviembre); y la compañía La Promesa estará en con Un animal en mi almohada, una historia sobre violencia machista escrita y dirigida por Vanessa Espín, en San Sebastián de los Reyes (Auditorio Adolfo Marsillach, 25 de noviembre) y en San Lorenzo de El Escorial (Real Coliseo Carlos III, 26 de noviembre).