El antiguo convento rehabilitado para uso cultural acogió la segunda y última jornada del ciclo ‘Moviments Urbans’, una iniciativa desarrollada en colaboración con la Concejalía de Acción Cultural del Ayuntamiento de València que aspira a situar la danza en espacios donde no se programa habitualmente.
El claustro gótico fué el escenario para tres de las piezas breves programadas. En este espacio de severos arcos apuntados y ménsulas con animales monstruosos, figuras antropomorfas y escudos heráldicos, los valencianos CocinandoDanza enseñaron a los más pequeños las normas de circulación a través de ‘Trànsit’.
La propuesta demostró que los pasos de peatones, los semáforos y las señales de tráfico pueden conformar una danza de color. Los bailarines enseñaron a los espectadores todo lo que necesitan saber para circular con seguridad y hacerlo, además, de una manera sostenible y respetuosa con el medio patrimonial.
El claustro, construido en los siglos XIV y XV, sirvió de escenario a las 12.30 horas a la compañía emergente alicantina Marroch para representar su coreografía ‘Entre nosotros’, sobre las relaciones interpersonales, y a las 13.15 horas a Daniel Doña (Granada), que en el trío ‘Campo cerrado’ rastreó las huellas culturales y artísticas de los años cuarenta y cincuenta que dieron lugar a las vanguardias de posguerra en España.
Júlia Godino i Alexa Moya (Barcelona) bailaron a las 12.00 horas su ‘Picnic on the Moon’ junto al pozo del claustro renacentista, una galería de columnas que se proyectó en la segunda mitad del siglo XVI, aunque su conclusión se demoró hasta el primer cuarto del siglo XVII.
En la coreografía, las bailarinas jugaron con los conceptos de verdadero y falso a partir de la experiencia de un pícnic al sol en el sur de Francia.