¿En qué momento profesional se encuentra?
Ahora mismo me encuentro en un momento muy bonito y bueno de mi carrera, ya que aunque sigo siendo joven, ya tengo casi diez años de experiencia. Esto hace que me sienta muy bien, ya que mi cuerpo todavía está en buena forma y no se ha deteriorado mucho, y además puedo compaginarlo con todo lo que he aprendido estos nueve años. Mi tiempo en Dresde ha dado más frutos de los que esperaba: jamás imaginé que iba a llegar a ser bailarín principal y que el ascenso entre categorías iba a ser de una manera tan fluida.
¿Cuáles son sus próximas metas en el mundo del ballet?
Después de nueva años en Dresde, ha llegado el momento de irse y el año que viene entro a formar parte del Ballett am Rhein en Düsseldorf. En los últimos años estaba empezando a tener la sensación de que el momento de irse de Dresde iba a llegar pronto, ya que había pasado mucho tiempo aquí y era mi primera compañía. Siempre he querido explorar cosas nuevas y vivir en lugares distintos. Fue una decisión difícil, ya que no sabía si inclinarme por una compañía grande o una más pequeña en la que interesase el repertorio. La próxima temporada Raphaël Coumes-Marquet y Bridget Breiner entran en la dirección de Düsseldorf y me siento afortunado porque me invitaron a formar parte de la compañía. Estoy muy ilusionado y con muchas ganas de empezar allí.
Yendo al pasado, ¿cómo aparece la danza en su vida?
La danza apareció a través de una prima mía que iba a clases de ballet en mi pueblo, Yecla. Recuerdo que íbamos a verle bailar y eso empezó a despertar mi curiosidad. No hay ninguna tradición familiar, sólo una de mis hermanas que hacía ballet cuando era niña.
¿Cómo fue hacer su primera maleta hacia Nueva York?
Estaba muy ilusionado de irme a vivir a Nueva York. Ese verano había hecho el curso estival en el School of American Ballet y me invitaron a quedarme todo el año. Hablaba un inglés muy básico, pero qué mejor que aprenderlo allí. Adaptarme a Estados Unidos no me resultó duro. Todo era muy accesible y la gente de mi entorno era muy simpática y amable conmigo. Fue un poco más difícil adaptarme a la cultura alemana, especialmente a Alemania del Este, donde la gente no es tan abierta ni acogedora como en los Estados Unidos. Cuando vine a Dresde fue una suerte tener un grupo de amigos y conocidos en la compañía, ya que hizo que la transición fuera más fácil y amena. Y después de tanto tiempo aquí se han convertido ya en parte de mi familia.
¿Por qué se decantó por el Semperoper Ballett de Dresde?
Sinceramente, Dresde fue la única opción que tuve en aquel entonces. Cuando acabé de estudiar en el Pacific Northwest Ballet School, me ofrecieron contrato para unirme al Boston Ballet. Desafortunadamente, el gobierno americano no me dio visado de trabajo, así que no pudo ser. Era verano y sin ningún sitio al que ir la próxima temporada, por lo que me estaba planteando volver a Murcia para seguir tomando clases y audicionar por Europa más tarde, o dejar de bailar y dedicarme a otra cosa. Una tarde de julio, les envié un email a Jason Beechey, director de la Palucca Hochschule für Tanz Dresden, y a Aaron Watkin, director del Semperoper Ballett. Fui muy afortunado cuando me respondieron diciéndome que un chico había renunciado y que tenían un contrato libre para mí.
¿Cómo definiría el estilo del Semperoper Ballet?
El Semperoper Ballett es una compañía de unos 60 bailarines y con un repertorio versátil. Hacemos desde clásicos como “La Bella Durmiente” o “El lago de los cisnes”, hasta piezas de coreógrafos más modernos como Sharon Eyal, Ohad Naharin, Martha Graham, Mats Ek, etcétera. Pero lo que más resalta de la compañía es el repertorio neoclásico con coreógrafos como David Dawson o con William Forsythe, quien siempre ha tenido una relación muy estrecha con nosotros.
¿Recuerda qué bailó en su debut profesional?
Mi debut profesional ocurrió pocos días después de llegar a Dresde. La compañía estaba preparando “Romeo y Julieta”. En aquel momento estaba en la categoría de aprendiz y se suponía que no participábamos en la producción. Un día recibí la llamada del director diciéndome que un bailarín se había lesionado y que necesitaba que me aprendiera su papel como Montesco para reemplazarlo. Todo fue muy apresurado y estaba bastante nervioso, ya que no me sabía los pasos muy bien, la mayoría de la gente de la compañía era desconocida para mí y el escenario del Semperoper impone mucho. Es muy especial este recuerdo, porque “Romeo y Julieta” va a ser el último ballet que voy a bailar aquí. Después de haber interpretado a un Montesco, a Benvolio, a Mercutio, estoy preparando mi debut como Romeo el 28 de junio.
¿Cómo ha vivido su ascenso por la escala de rangos hasta convertirse en bailarín principal?
El ascenso en la compañía ha sido bastante orgánico para mí, ya que fui ascendido cada dos años, más o menos. Haber llegado hasta aquí ha sido un camino bonito y me alegro de tener la experiencia de llegar al top de la compañía, con todo lo que también implica en cuanto a que hay mucha más presión y responsabilidad en el trabajo y manera de desarrollar los roles. Lo que más me gusta es la manera en que lo he hecho: la danza es mucho más una forma y estilo de vida que un trabajo, por lo que es fácil obsesionarse y dedicar todo el tiempo a la profesión. Lo que más me gusta de mi trayectoria es que he podido seguir avanzando, compaginando mi profesión con mi vida fuera del estudio, teniendo otros intereses y aficiones fuera de la danza. Eso me da energía y me mantiene inspirado para seguir bailando.
¿Cómo se define como bailarín y qué tipo de roles se adecúan más a sus características?
Me definiría como un bailarín curioso, aunque no me gusta definirme ni encasillarme en cierta estética o modo de bailar. Me gusta bailar de todo y aunque es muy divertido bailar piezas en las que me siento cómodo, el proceso puede ser tan o más interesante en piezas que me gustan menos o me resultan más incómodas de bailar.
¿Hay algún rol que le haya marcado especialmente?
Mis papeles favoritos son el príncipe de “La Bella Durmiente”, Mercutio en “Romeo y Julieta”, Puck en “The Dream” de sir Frederick Ashton, Kallisto en “A Swan Lake” de Johan Inger, pero quizás el ballet que más me gusta bailar en “Faun(e)”, de David Dawson. Es una pieza que la he bailado muchas veces en diferentes escenarios y la conozco tan bien que ya no tengo que pensar en la coreografía o en el espacio en el que estoy, y puedo dejarme llevar, tomar riesgos y literalmente cerrar los ojos.
¿Qué tiene de especial que un coreógrafo cree una obra para uno?
Me encanta crear papeles y dar vida por primera vez a diferentes papeles con los coreógrafos. En 2022, tuvimos la première de “Romeo y Julieta” de David Dawson, obra en la que el papel de Benvolio fue creado para mí y fue muy especial. Cada coreógrafo trabaja de una manera diferente y en el caso de David Dawson, sentí que mi opinión, voz y punto de vista eran escuchados y respetados. Esto hace que el proceso sea muy colaborativo y que el bailarín se sienta parte de la creación del rol, en lugar de hacer simplemente los pasos que dicta el coreógrafo.
Por último, ¿qué es la danza para usted?
Mi profesor José Antonio Robles siempre dice que ser bailarín es la profesión más bonita del mundo, y yo no sé si lo es o no, pero dedicarme a esta profesión me llena de miles de maneras diferentes. En el aspecto físico, hay que entrenar todos los días. No hay ningún día igual, ya que siempre estás haciendo piezas diferentes y aprendiendo cosas nuevas. También es una profesión social, ya que requiere mucha comunicación con tus compañeros y directores de ensayos. Artísticamente, la danza te hace contar historias, ponerte en la piel de diferentes personajes que te exigen usar la imaginación y redescubrir facetas de ti mismo que nunca habías cuestionado. Para mí, la danza es un todo que engloba tantas cosas, algo que nunca me cansa ni me aburre. Es como un vasto patio de recreo de un colegio con columpios y árboles: cada día te puedes subir a un columpio diferente, explorar otro lugar y dejar volar tu imaginación.