Pero no sólo quisimos centrarnos en su última dirección escénica. También nos interesaba su trayectoria profesional que recogemos en una entrevista personal en formato video.
Su mejor hora del día son las once de la noche, pero no sabe muy bien porqué. Cree que es porque ya está en casa, está con su pareja, pueden ver algo juntos o pueden hablar de lo que van a hacer mañana. O simplemente, poderse ir a dormir y estar un rato juntos. Quizás sea porque pueden estar juntos en casa. De pequeño quiso ser muchas cosas. Desde payaso, pasando por futbolista, veterinario durante mucho tiempo. El juguete de su infancia que recuerda con más cariño es un peluche que le regalaron al nacer. No fue consciente de ese regalo, pero siempre le dijeron que se lo regalaron al nacer y estuvo con él muchos años. Fue descartando otros juguetes, pero este tenía como un sabor especial y lo tuvo con él más de veinte años. Su primera oportunidad profesional se la dio Ernesto Caballero. No le gusta nada disfrazarse, aunque reconoce que la última vez se disfrazó de muerte en Halloween. La primera vez que se disfrazó recuerda que fue de pirata. No fue por convicción, sino porque era bastante fácil de hacer esos disfraces. Con cuatro cositas lo pudo “apañar”. Cuando se encuentra solo frente a un espejo se cepilla los dientes (risas). El rasgo físico del que se siente más orgulloso son sus ojos. Cada estreno siente una especie de pánico que le lleva a pensar que no hace las cosas bien. Piensa que al público no le está gustando nada y no sabe dónde meterse. Tiene miedo al rechazo. Quiere que lo traten bien para que su ego se pueda expandir.
Su canción preferida es The river, de Bruce Springsteen. Tiene miedo a ofender a otra gente y no tratarla bien. Y a ser rechazado por ello. Tiene miedo a que la gente lo rechace y que se quiera apartar de él. Miente muy poco porque le sale muy mal y necesita mucho esfuerzo para acordarse de todo. Podría mentir por salvaguardar a alguien. Los nervios los puede perder por momentos en los que le puede la pasión y le sucede con las personas a las que más quiere, entre ellos su pareja y sus padres. Al otro sexo le envidia la capacidad de trabajo y de esfuerzo. Reconoce que vivimos en una sociedad en la que la mujer carga con mucho más, y lo llevan con mucha naturalidad: “Conviven con una serie de condicionantes mucho más complejos que los nuestros y además con mucha menos queja que cuando a nosotros nos pasa algo”. Cree que tiene que venir una revolución tecnológica a corto plazo, pero no tiene claro cuál (células madre, sentir lo mismo que siente alguien en tiempo real…). Aunque siempre y cuando no hayamos desaparecido por cargarnos el entorno en el que vivimos.
Le produce mucho rechazo el fanatismo, la convicción ciega. Las religiones monoteístas de los últimos años en occidente le producen miedo. Se sabe muchos refranes pero el primero que le viene a la cabeza es “A buen hambre no hay pan duro”. Su abuelo le repetía en muchas ocasiones un refrán: “Grano no hace granero, pero ayuda al compañero”. Le fascina el avance tecnológico, aunque le preocupa en qué se pueda llegar a usar. Le gusta la compañía y la gente, y le hubiese gustado ser el protagonista de El club de los poetas muertos, y le habría maravillado poder participar en Un lugar en el mundo de Adolfo Aristarain. Al preguntarle con quién pasaría una noche, su respuesta es sencilla, la pasaría con su pareja.