El éxito no es una noche repleta de aplausos. Es la constancia y el trabajo diario
En un ámbito más personal, recuerda que en casa le llamaban Dani o Daniel. Es su hermano mayor quien, de vez en cuando, le llamaba “Galito”, de gallo.
La mejor hora del día de Daniel Bianco es la mañana. De pequeño tenía muy claro que se quería dedicar al teatro. De su infancia, el juego que recuerda con más cariño es disfrazarse. En una fiesta de carnaval le gustaría disfrazarse de indio, porque de pequeño también se disfrazaba mucho de ello. Cuando se encuentra de frente y a solas en un espejo se mira para confirmar si el tiempo ha pasado tan rápido. Se mira y exclama: “…los años ya se notan”. Se siente muy orgulloso de sus pies. A veces tiene mucha vergüenza de la vergüenza ajena, pero no es de sentir mucha vergüenza por algo que haya hecho. Se hace bastante responsable de sus actos. Su canción favorita son muchas, pero en este momento serían las Cuatro últimas canciones de Strauss. Pero también es verdad que Imagine de John Lennon le acompaña siempre. Tiene miedo a las enfermedades y sería capaz de mentir por hacer feliz a su gente. Es una persona muy pasional, por eso puede perder los nervios en alguna ocasión. Ahora reconoce que ha aprendido a controlarlo. No le cuesta nada pedir perdón. Al otro sexo le envidia que tienen el poder y que es su momento. Además, afirma, que ellas pueden elegir y decidir cuándo tener un hijo. Le produce rechazo las dictaduras, el acoso, el sometimiento… No es una persona que utilice los refranes. Todos los hechos tecnológicos le cuesta entenderlos. Su infierno particular es la angustia que sufre cuando algo no sale como quiere. Le hubiese gustado ser protagonista de la película Muerte en Venecia. Y reconoce que pasaría una noche con mucha gente.