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Año VIIINúmero 388
20 ENERO 2025

Emilio Gutiérrez Caba: «El teatro, hoy en día, tiene un rumbo desconcertante»

Emilio Gutiérrez Caba durante la entrevista en un local madrileño
Emilio Gutiérrez Caba durante la entrevista en un local madrileño
Nació durante una gira teatral; toda su familia se ha dedicado siempre al teatro y al cine, por lo que su infancia y adolescencia transcurrieron en un ambiente que determinó su vocación artística. Bisnieto de Pascual Alba, nieto de Irene Alba, sobrino-nieto de Leocadia Alba, hijo menor de Emilio Gutiérrez e Irene Caba Alba y sobrino de Julia Caba Alba, sus hermanas Irene y Julia también se han dedicado a la interpretación, al igual que su sobrina-nieta Irene Escolar.

Participó en el aula de teatro organizada por el Instituto San Isidro de Madrid, y antes de dedicarse a la interpretación trabajó en un laboratorio de cine de la productora Madrid Films. En el verano de 1962 se incorporó como profesional a la compañía de Lilí Murati, con la que realizó su primera gira por España, y en 1963 interpretó el papel de Peter Pan en la obra del mismo título que se representó en el Teatro María Guerrero de Madrid. En 1968 creó su propia compañía junto a María José Goyanes y en 1970 estrenó una pieza de la escritora Ana Diosdado, titulada Olvida los tambores, con la compañía de su hermana Julia, colaboradora en algunos montajes: Olivia, de Terence Rattigan, y La profesión de la señora Warren, de Bernard Shaw, los cuales consolidaron su carrera en el teatro. Su trayectoria profesional es de las más prolíficas actualmente, sumando a la misma una gran cantidad de títulos tanto en teatro, como en cine y televisión. Actualmente compagina el mundo actoral con la presidencia de AISGE y Fundación AISGE, entidad privada que se dedica a la gestión de los derechos audiovisuales.

En su casa era un poco difícil pertenecer a otra profesión que no fuera el artesano arte de la interpretación…

Mi familia no quería que me dedicara a esto. No eran muy entusiastas en ese sentido. Tampoco lo fue mi hermana Julia. Tampoco le gustaba mucho dedicarse a la interpretación. Y yo la verdad es que vocacionalmente, al principio no lo tuve. Me explico. Cuando murió mi madre en el año 1957, se planteó en mi casa un problema económico bastante grave, porque era la que llevaba realmente el dinero a casa. Mi padre ya estaba en una edad de retiro, prácticamente, y mi hermana Julia, aunque tenía ya un cierto peso muy relativo en la compañía del Infanta Isabel, pero todavía no era la figura. Entonces no había economía. Económicamente estaba mal la cosa. Entonces, claro, se plantea la idea de qué tengo que estudiar, qué bachillerato tengo que estudiar. El superior, que contemplaba en aquella época letras o ciencias, y entonces yo digo que lo que quiero estudiar son letras. A mí me gusta la literatura, me gusta la historia, y quiero estudiar letras para luego hacer una carrera, o historia o filosofía y letras. Entonces, mi padre me dice que para letras no hay dinero, en todo caso para ciencia, para letras no. Al cual digo que no, que no paso por ese aro. Y entonces, como ya tengo 15 años, me pone a trabajar. Dice, bueno, pues mira, como tienes 16 años para cumplir, lo que podemos hacer es que en el mes de septiembre te pones a trabajar en Madrid Film, en el laboratorio de cine, porque así ganas dinero, vamos dinero, una ridiculez, pero por lo menos no estás grabando las cosas con unos gastos de estudios y todo eso. Y efectivamente ahí fui de cabeza. Estuve dos años casi en un laboratorio de cine, en Madrid Film, y después, de pronto mi hermana ya sube de categoría artística, lo cual en aquella época significaba categoría de dinero, y lo que hace es que realmente me dice, si quieres hacer letras, haz letras. Entonces, voy al Instituto de San Isidro, que es el que más cercano está de mi casa, que es un instituto público, y me encuentro allí con un personaje que es Antonio Ayora, profesor de literatura, que tiene un aula de teatro. ¿Y quién es Antonio Ayora?

Manuel Galiana ha hablado de él en otra entrevista…

Claro, porque es ahí donde nos conocimos. Formábamos parte de todo el grupo de teatro del Instituto de San Isidro. Estaba también la actriz Esperanza Alonso, estaba Manuel Collado, el que fue luego marido de María José Goyanes, estaba Pepe Carabias, había mucha gente. Este hombre era un enamorado del teatro. Él había sido del Partido Comunista. Había estado con Margarita Xirgu, pero realmente en la guerra civil él tenía un grupo de teatro que trabajaba en el frente. Con lo cual se significó mucho y cuando acabó la guerra, pues claro, lo encarcelaron en la idílica España del 41-42. Y estuvo en la cárcel un tiempo. Lo liberaron. Y entonces es cuando él entra en la compañía del Teatro Lara y conoce a mi tía Julia, que coincide en el Teatro Lara, en el año 45. Dejó el teatro y se gradúa en magisterio y se hace profesor de literatura. Y va al Instituto de San Isidro. Ahí es donde de pronto crea el aula de teatro y empieza a aglutinar gente y lleva prácticamente el mismo repertorio que llevaba en el teatro que hacía durante la guerra. Era Cervantes, Lope de vega, coincide el año 60 creo que es, que es el centenario de El villano en su rincón de Lope de Vega, y entonces lo monta. Y de pronto yo vi el teatro de otra manera. Yo lo había estado viendo en el Infanta Isabel, que era donde estaba la compañía de Isabel Garcés y donde había estado mi familia toda la vida, y aquello para mí era terrible. El empresario de aquel sitio era un verdadero delincuente. Era un delincuente. Arturo Serrano si no era un delincuente era un malvado, de pronto amenazaba a la gente. Cuando le iban a pedir sueldo, él decía «Ah, le voy a denunciar a usted porque es republicano», por ejemplo, una de las lindezas que hacía. Después de la guerra civil, ¿eh? O sea, de pronto llegaba alguien y le decía, don Arturo, que quiero cinco pesetas más. Y decía, ah, usted quiere cinco pesetas más, le voy a denunciar, por eso es un republicano. Un sujeto muy peligroso.

El actor Emilio Gutiérrez Caba
El actor Emilio Gutiérrez Caba

En aquel momento, además, con lo que se vivía en nuestro país, era suficiente con que te señalaran…

Claro, y este, además, había sido una persona que era muy adicta al régimen. El empresario era él. El empresario de paredes, no era el empresario del local. O sea, no era el propietario. Pero sí el empresario de paredes, es el que llevaba la compañía. En aquel sentido era un personaje bastante peligroso. Yo había visto el teatro desde ese punto de vista. Tuve una ventana abierta un poco al campo o al mar, o como se le quiera llamar, cuando conocí a Catalina Bárcenas. Mi familia estuvo con ella un par de años, en el año 50, 52. Y entonces ahí pues también el teatro empezó para mí a tener otro significado. Pero como mi familia regresó otra vez al Infanta Isabel, que es la época en que empiezan a hacer todo el repertorio Mihura, ¡Sublime decisión!, La canasta…, pues volví otra vez un poco a la imagen de aquel sitio, de aquel teatro, y de aquella forma empresarial, lo que era el teatro de consumo, pero mal, de una manera feroz con las actrices y actores. Me significó un rechazo, igual que supongo que le significó a mi hermana Julia también. Y el caso es que cuando llega el momento, me encuentro en el San Isidro con que aquello, un teatro que yo desconocía, se abre ante mí. Se abre Calderón, se abre Lope, y digo, pero esto es otra cosa. Y entonces empiezo a tomarle el gusto aquello.

¿Recuerda quién le da la primera oportunidad profesional?

Sí, la primera me la da Manuel Collado, el marido, el que luego fue marido de María José Goyanes. Estaba conmigo en el San Isidro y habíamos estado haciendo cosas. Y en el verano del 62 me llama y me dice, hay una sustitución en la compañía de Lilí Murati en Bilbao. ¿Te atreverías a hacerla? Yo no había hecho teatro profesional. Había hecho papeles pequeños, eso de salir y decir dos frases. Y dije, hombre, pues si mi padre me acompaña, porque yo todavía no tenía la edad, entonces sí. La primera función que yo hice, profesional, fue en el Teatro Ayala de Bilbao. Ahí fue el momento.

Su padre le acompañó, y ¿qué pensó?

Bueno, eran poco expresivos. Poco expresivos y efusivos, las dos cosas. Para ellos era una cosa normal. Mi padre había sido actor también, un buen actor, además. Mi madre. Era una cosa habitual en la casa. No era una cosa extraordinaria, entre comillas, que el niño pintase. Porque pintaba ya la familia, bueno, eran todos pintores. Supongo que era un poco lo que le pasó a Los Madrazo. Y entonces, pues, sí, dijo que estaba bien, pero que tenía mucho que aprender. No era lo mismo que vio, por ejemplo, el padre y la madre de Carlos Hipólito, que yo me acuerdo cuando estábamos trabajando juntos, que iban a verle casi todos los días, eran entusiastas, fantásticos con él. Aquello a mí me causaba una sana envidia.

Irene, ¿también fue por los mismos derroteros?

No, la única que vocacionalmente lo tuvo muy claro desde el principio fue Irene. Esa es la que primero lo tiene claro, pero desde el principio, desde que era muy jovencita. Pero Julia tampoco. Le costó mucho salir al escenario. Incluso tuvo sus más y sus menos porque quería trabajar lo menos posible. O sea, ella, a Catalina Bárcenas le planteó un día. Catalina Bárcenas le dio un personaje de más altura, y le dijo que creía que era mucho personaje para ella. Y entonces Catalina le dijo, hija eres la primera actriz que conozco en el teatro que rechaza un papel grande. Luego ya cambió el chip.

El actor Emilio Gutiérrez Caba
El actor Emilio Gutiérrez Caba

¿Qué diferencia había entre el teatro amateur y el teatro profesional? ¿Cómo se da ese salto? Porque yo creo que, al final, la única diferencia es que se cobra.

No era la única diferencia. Yo creo que había una toma de contacto con la realidad de cada día, de hacer la función tarde y noche, de desplazarse por España, de vivir, a veces, de una manera precaria porque había que ir a casas particulares para vivir, a un hotel no podíamos ir, a una falta de comodidades, y sobre todo, el ambiente que era muy distinto a un grupo amateur que se reunía, como nos pasaba a nosotros en San Isidro, aunque era otra época, y salíamos de la función y luego ya regresábamos a nuestra casa. Allí había que rendir un trabajo porque cobrabas un dinero y estar tarde y noche. Y si te ponías enfermo en aquel momento no tenías baja, tenías que ir a hacer la función. O bueno, te sustituían, pero básicamente ya no volvías a la compañía.

¿Se acuerda del primer sueldo?

Mi primer sueldo en teatro fueron 100 pesetas diarias, me parece. En el año 62 tampoco era mucho. Me dieron un anticipo, que es lo que daban siempre, pero eran muy rigurosos pagando. La costumbre de cobrar semanalmente era muy infundiosa, muy bonita, y esa costumbre se ha perdido ahora. Ahora puedes estar hasta dos meses para cobrar alguna cosa en algún caso.

Se hacían dos funciones al día…

Claro, se hacían 14 funciones a la semana. Eran muchas, pero lo que pasa es que eso te daba, al mismo tiempo, un control y un dominio del espacio escénico muy interesante. Estabas en contacto con el público todo el día. Sabías sus reacciones. El público del martes no era el mismo que el del sábado, y eso te creaba una especie de conocimiento añadido, que en un grupo amateur no podías tener. En una función amateur, un día, iban los parientes, los amigos, y no era la gente que pagaba una entrada.

¿En qué ha cambiado la profesión desde que se inicia hasta nuestros días?

Pues ha cambiado en la misma medida que cambió el país desde 1962 hasta aquí. Ha cambiado mucho. El país ha cambiado en ferrocarriles, en red de carreteras, en que la luz está constantemente funcionando en tu casa, todos los aparatos, y no se van los plomos, como decíamos en esa época, pues igualmente ha cambiado el teatro. El teatro ha tomado otro rumbo y otro tipo de organización muy distinto de aquella época. Lo que le pasa al teatro hoy en día es que tiene un rumbo desconcertante, pues como estamos todos, desconcertados de lo que puede pasar. Nosotros tenemos, digo nosotros como sociedad de gestión de derechos de imagen, como soy su presidente pues tengo datos de primera mano. Nosotros creemos que la inteligencia artificial va a beneficiar mucho al espectáculo en vivo. Lo va a beneficiar en el sentido que la gente se va a cansar realmente de imágenes manipuladas, de imágenes en pantalla, y va a desear ver a las personas en el aquí, entonces y en este momento, justo en ese momento actual. Eso significará una vuelta, si no una vuelta, una transformación del teatro en algo que realmente sea valorado como genuino, como auténtico. Lo hacen seres humanos, no lo hacen máquinas, no lo hacen virtualmente cosas que cambian, lo hacen ellos y ellas.

El actor Emilio Gutiérrez Caba durante la entrevista
El actor Emilio Gutiérrez Caba durante la entrevista

Es impactante ver a los actores y actrices de cine y televisión en vivo, trabajando para un público reducido, no masificado

Sin duda. Nosotros ya hemos pasado del término de intérprete, lo hemos un poco relegado, porque además es una mala traducción. Realmente somos creadores. No digo si somos primeros creadores o segundos creadores, pero somos creadores. Es decir, un papel hecho por Laurence Olivier no es el mismo que el hecho por cualquier actor. Ni es la misma época que se estrenó Hamlet, ni ahora. Sin embargo, sigue siendo Hamlet. Hay otra transformación. Y eso nosotros lo valoramos mucho y yo creo que el público lo valora. Porque estás trabajando para 500 personas, 300 personas y es irrepetible lo que está pasando ese día. No siempre el público reacciona de la misma manera. Lo que estás haciendo ese día es irrepetible. Y claro, eso tiene un valor apreciable, porque es apreciable, para algunas personas, y por otras no, es inapreciable, van a pasar el rato. Pero claro, cuando ves una interpretación que te gusta, dices, caramba. Hace unos días estuvimos poniendo una placa muy bonita a Saza, en el distrito de Retiro, y la familia y los vecinos de la casa donde vivió le han hecho una placa y dicen lo que vivió, de tal año a tal año, José Sazatornil, Saza. En ese acto yo me di cuenta, vamos, comenté, que yo a Saza lo había visto cuando tenía 14 o 15 años, en una película que se llamaba El Ojo de Cristal, una película hecha en Barcelona, y que yo no lo había conocido como actor. Cuando lo vi en aquella película yo me dije, Dios mío, este señor lo hace muy bien, es un tipo fantástico trabajando, y efectivamente luego el tiempo no me quitó la razón. Y dije, es de los nuestros. Y efectivamente fue de los nuestros.

¿Tiene la sensación de que se van perdiendo estas sagas de actores y actrices? No está habiendo un relevo generacional. Están saliendo caras nuevas continuamente en televisión, se hacen mediáticos cuatro días, desaparecen, no tienen una trayectoria sólida, hacen audiovisual, pero no los ves tampoco en espectáculos en vivo…

Es otra mística distinta la que está pasando ahora. El teatro hoy en día no tiene la misma mística que podía tener en la época en que yo empecé, ni tampoco tiene el mismo peso social. No lo tiene porque la gente acude menos. Yo hace poco he estado en Reus, en un recital que di allí de poemas y canciones, y me comentaba el programador, dice, bueno, habéis llenado la platea, pero va muy flojo este año. Estuvo hace unos días Flotats, y llenaba siempre el teatro, y no lo ha llenado. Porque hay como una disminución del espectáculo en vivo hoy en día. Todos los elementos electrónicos nos han robado mucho público, teléfonos móviles, las tablets, todo eso. Pero yo creo que habrá un retorno transformado del teatro. Lo que es absurdo es tratar de imitar el teatro que teníamos en los años 60, es absurdo, eso es irrepetible. Además, innecesario. Tomará otro rumbo que le corresponda a los tiempos que se viven. Tienes razón en cuanto a que la gente que hace ahora televisión, en el sentido de gran familia, efectivamente no tienen espíritu teatral. El teatro era convivir, saber los problemas de los demás, viajar con ellos, sufrir con ellos y disfrutar con ellos. Tenía un lado bueno y un lado malo, pero cuando realmente salías y hacías una cosa que gustaba al público y te gustaba a ti, era muy gratificante. Hoy en día eso no pasa.

¿Qué producción ha marcado más su vida?

Bueno, la más potente fue La mujer de negro. Era muy potente porque la hice tres veces a lo largo de una década. Y esa marcó mucho mi vida, no actoral, pero sí que nosotros jugábamos en esa obra a una serie de trucos muy interesantes de cara al público. Jugábamos mucho con el público. Y aquello era muy apasionante, pero han marcado muchas obras. Olvida los tambores, que fue la primera obra de Ana Diosdado, hasta El sí de las niñas que dirigió Miguel Narros. Hay muchas. Hay unas cuantas. Hasta esta última que he hecho con María José Goyanes, Galdós enamorado. Cuando empiezas en esta carrera siempre te inclinas por una o por otra. Llega un momento en que no, en que ya piensas que es injusto que sea solo una. Hay varios ejemplos. Tengo muchos hijos.

Hace unos días entrevistaba a Juan Carlos Rubio y me decía “a un padre no se le preguntan por sus hijos”

Claro, efectivamente. De Juan Carlos Rubio tuve una oferta que no he podido hacer para una obra suya estupenda, excelente, que ha escrito. Y me sabe muy mal. Es un excelente autor y, sobre todo, un gran trabajador del teatro. A mí lo que más me gusta es, realmente, lo bien que trabaja. Él es un hombre de teatro y eso es lo que nos falta hoy en día. Hay gente de audiovisual, gente que se dedica a los repartos en televisión a través de ser influencers, y bueno todo esto también está marcando mucho la vida artística, que no teatral, sino artística, creativa del audiovisual.

El actor Emilio Gutiérrez Caba
El actor Emilio Gutiérrez Caba

¿A qué tiene miedo hoy en día?

Yo diría que a nada en concreto y a todo. No sé a lo que tengo miedo. A la muerte no le tengo miedo. Porque es una cosa que no puedo evitar. O sea que me da igual. Ahí se acaba la historia y no hay nada que hacer. No, tengo miedo, sobre todo, a la incapacidad, a la dependencia enorme de los otros. 

¿Qué le gustaría hacer ahora?

Sigo haciendo cosas. Ahora lo de la presencia en AISGE es muy gratificante, por toda la labor que estamos haciendo en social, la protección relativa, que tienen todo el derecho a la protección de los socios que están en problemas económicos. Por ejemplo, ahora en Valencia, pues hemos atendido a mucha gente.

¿Se refiere al asistencial de Fundación AISGE?

Sí. Ahí hemos atendido a mucha gente. Hay 42 personas solo en Valencia. Y estamos asistiendo a mucha gente. Para mí eso es una labor muy hermosa. Yo me acuerdo siempre, cuando hago eso, me acuerdo de las giras de los años 50, de las compañías de atrás, del Infanta Isabel, de aquellas gentes que no tenían ni pensión de jubilación, no tenían nada. Nosotros si tenemos un fondo económico que podemos destinar a complementar pensiones, ayudar a la gente, pues es una de las cosas más bonitas que podemos hacer. Y luego, pues bueno, yo sigo haciendo recitales en menor medida y claro, ahora me han ofrecido una cosa de teatro, que no sé si haré, pero no porque no pueda hacerla, sino porque yo también estoy cansado. Estoy cansado de salir al escenario. Antes de que tuviera esta insuficiencia respiratoria, motivada por el COVID y todo lo demás, tenía ya el problema de decir esto del teatro es un poco pesado. Sobre todo, porque ahora haces una función, sí, haces una función al mes, con lo cual, cada vez que haces una función, tienes que ensayar dos días antes. Y es como una especie de estreno. Y es muy cansado de hacer, ¿por qué voy a estar todo el día memorizando y todo el día moviéndome? Llega a ser un poco pesado. Me lo había planteado antes de todo esto. Dependerá un poco de cómo vayan las cosas.

¿Quién es la persona más importante en la vida de Emilio Gutiérrez Caba?

Artísticamente o personalmente, hay muchas personas que son importantes en mi vida. Ha habido hombres y mujeres, tanto profesional como personal. Profesionalmente yo he tenido la suerte de codearme con los mejores, con Fernando Fernán Gómez, con Rodero, con Bódalo, con Picazo, con Alberto Closas, que para nosotros eran reyes. He tenido la suerte de empezar en televisión en una época en que arrancaba la televisión, realmente, y además muy asociada al hecho del dramático, del teatro y de las telenovelas, una serie de textos muy importantes, con lo cual teníamos una formación teatral casi paralela en televisión y también casi literaria. Había de todo ahí. Y eso te llevaba a conocer a gente que era interesante. No, yo no puedo quedarme en una sola figura. Ha habido personas claves en mi vida, tanto sentimentalmente como profesionalmente, pero no una sola. Entonces, vuelve uno a ser injusto. Pero si se te olvidan, o la omites, entonces eres injusto.

El actor Emilio Gutiérrez Caba
El actor Emilio Gutiérrez Caba

¿Le ha decepcionado la fama?

¿La fama? Uno vive la fama en cada momento, ¿no? Cuando la fama significa ir al supermercado, ahí a Sánchez Romero, a comprar jamón de york, pues la fama te la embolsas. Yo creo que la fama está en otros estadios. Yo no he llegado a esos estadios nunca, ¿no? Y seguramente no estaba capacitado mentalmente para haber llegado a ese estadio de fama lujuriosa. Pero tampoco creo que haga falta, porque lo que pierdes por arriba, lo estás perdiendo también por abajo. Es decir, pierdes la perspectiva de cuando no eres nada, cuando eres algo, pierdes la perspectiva de cuando eres algo y cuando eres nada. Ya no tienes perspectiva. Eso no me gustaría. Yo creo que en ese sentido he tenido mucha suerte. Hemos llegado a un nivel. Yo siempre me comparo al nivel anterior, a mi padre y a mi madre. Y yo digo, si mi padre y mi madre se pudieran poner ahora en pie, me darían de bofetadas a mí y a mi hermana, a mi hermana y luego a mí. Habéis vivido una vida estupenda, ¿no? Habéis gozado de cosas que nosotros no hemos podido gozar nunca. Mi madre nunca recibió un premio, de nada. Ni en cine, ni en teatro, ni en televisión. Mi hermana Julia y yo acumulamos muchos premios. Y yo cada premio que me dan, también se lo dedico un poco a ellos. A esos que no lo tuvieron. Realmente, si no fuera por ellos, nosotros no estaríamos aquí.

Ahora buscamos otra cosa. Ahora lo que buscamos es el triunfo y el reconocimiento inmediato

Si yo te dejo el estudio socio-laboral que hemos hecho este año en AISGE de la situación de las actrices y actores es demoledor. El 72% no viven de la profesión y el 40% están en el umbral de la pobreza. 

¿Podría definirse a sí mismo?

No. No tengo ni idea. Yo soy un cúmulo de contradicciones. Un cúmulo de contradicciones. ¿Cómo me voy a definir? A veces soy feliz, a veces soy desgraciado. A veces voy y vengo. O sea, una contradicción constante.

Para cerrar, ¿qué le pide a la profesión, al antiguo oficio de la interpretación?

La creatividad la tienen. Pediría serenidad en alguna medida. Porque ahora vamos muy rápido, y yo creo que eso es algo muy malo para la creación. Les pediría, sobre todo, paciencia. Y los resultados no van a ser nunca la adoración que pueden tener por un jugador de fútbol, por el golfista, o por el tenista, no, va a ser otra cosa. Si les gusta realmente comunicar con los otros van a poder hacerlo a través del teatro. A través de la televisión y el cine es más difícil, pero a través del teatro sí. Y cuando se crea ese hermoso momento, pues yo creo que es una justificación de vida. Es como cuando haces un buen reportaje, o haces una buena fotografía, y dices, bueno, mira, eso está muy bien, ya puedo estar tranquilo al menos. No es que me pueda ir tranquilo, pero puedo estar tranquilo. Lo puedo hacer mejor, pero bueno, por lo menos ya, puedo estar en un nivel tolerable, medio alto.

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