Nace en San Sebastián en el año 1998. Allí es donde, también, inicia su formación en danza con apenas siete años. Fue en la academia Thalía y de la mano de Mentxu Medel.
Fue su madre la que apuntó al joven Iker a numerosas actividades extraescolares. Practicó fútbol, baloncesto, hockey…, pero nuestro protagonista vio que no servía para eso. También formó parte de una comparsa de carnaval que salía bailando por las calles de San Sebastián es esa época. La persona que dirigía la comparsa vio facultades en él para el baile y le comentó a su madre que lo inscribiera en la academia de danza Thalía. Ahí empezó todo.
Pero fue Mentxu Medel quien le dijo que si quería seguir bailando se tenía que trasladar a Madrid. En 2014 hizo las pruebas de acceso al Real Conservatorio Profesional de Damza Mariemma de Madrid y lo cogieron en cuarto curso con dieciséis años. Aquí fue donde se graduó con Mención de Honor.
Después del conservatorio estuvo en un proyecto denominado Europa Danse Company, donde tuvo la oportunidad de trabajar con coreógrafos emergentes e importantes del momento. Cuando el proyecto terminó y en vistas de que no salía nada más, llegó el momento de tener que regresar a casa. En San Sebastián estuvo en la compañía Dantzaz. Es en septiembre de 2018 cuando pasa a formar parte de la Compañía Nacional de Danza.
Siempre la CND había estado en sus pensamientos. Cuando acabó el conservatorio, ese mismo noviembre, audicionó para entrar a formar parte de la compañía, pero se quedó en lista de espera. Durante el año, y a pesar de vivir en San Sebastián, bajaba a tomar clases. En julio volvieron a convocar audiciones, y es ahí cuando consigue el contrato.
Recuerda que el día que audicionó estaba muy tranquilo. De hecho no tenía intención de hacer la audición como tal porque no tenía muy claro que lo fueran a coger. Había mucha gente del conservatorio. También estaba muy tranquilo porque en ese mismo momento ya tenía un contrato en el bolsillo para marcharse a Budapest. Conforme vio que iba superando fases se dio cuenta de que la historia se estaba poniendo seria. Fue cuando empleó todas sus fuerzas para conseguir el contrato porque, verdaderamente, este contrato sí que le hacía ilusión. Fue el propio José Carlos Martínez el que le comunicó, al final de la audición, que estaba dentro de la compañía.
Dentro del repertorio de la Compañía Nacional de Danza ha trabajado para las producciones de El Cascanueces, Quijote, y la coreografía Les Noces, todas ellas como cuerpo de baile.
Desde su punto de vista, y entendiendo que cada uno tiene una situación personal diferente, cuando le preguntamos por el futuro de la compañía y del suyo propio dentro de la misma, es muy tajante al afirmar que va a dejar que pasen las cosas… Al ser algo tan burocrático no pueden decidir nada por su propia cuenta. No se pueden cambiar las cosas. Lo que tenga que pasar, pasará. Y si no le tiene que pasar nada será porque no le tiene que pasar. Está tranquilo y quiere trabajar poco a poco. Quiere ir entrando en coreografías. Y lo que pase este año será algo totalmente externo y a lo que estamos sujetos.
Iker, de momento, se ve en la compañía. Pero si la compañía no lo quiere con ella obviamente tendrá que audicionar. Ahora está muy a gusto, el repertorio le gusta mucho, hay buen ambiente con la gente y se siente muy cómodo. Tampoco pretende estar toda su vida ahí, pero recién salido del conservatorio, unos años de experiencia en la compañía cree que le vendrían muy bien a su carrera. No obstante, si se viera fuera de la compañía, su sueño sería poder entrar en el Nederlands Dans Theater. Siempre ha sido una compañía referente en su vida.
Casi todos los coreógrafos que trabajan con el Nederlands Danse Theater reconoce que le gustan bastante. Sol León, Paul Lightfoot, Crystal Pite, Marco Goecke… Todos ellos le gustan muchísimo.
Como se incorporó hace relativamente poco tiempo a la Compañía Nacional de Danza dice que no puede hablar mucho tanto en positivo como en negativo del paso de José Carlos Martínez al frente de la compañía. Pero en positivo cree que José Carlos tiene una imagen de la danza muy positiva. Entiende que no solamente te puedes centrar en un clásico o en un contemporáneo. Entre el blanco y el negro hay una enorme escala de grises en la que un bailarín puede crecer mucho más. En negativo no podría destacar nada. José Carlos entiende a los bailarines en las propuestas.
En su camerino Iker tiene su ropa, su botella de agua, las medias puntas, tiene una fotografía de Julia, que es su mejor amiga, tiene los calentadores, los patucos, un poco lo que es la ropa de un bailarín. No tiene nada especial. Un collar es lo que le acompaña siempre, pero no en su vida artística, sino en su vida personal. Siempre suele llevar consigo una foto con sus padres. “Ellos son los que siempre me han apoyado. Siempre me han entendido perfectamente”. Reconoce que su madre, a día de hoy, sigue llorando cuando se vuelve a Madrid, pero no por nada en especial, sino porque su madre es así. Todo lo que a Iker le haga feliz a ella le hace feliz: “Cuando una madre deja a un hijo tan joven siempre le da esa cierta cosilla, pero, sobre todo, la cosilla de saber que no volvería nunca a vivir en casa”.
Uno de los recuerdos más felices que asalta su memoria son los meses de verano en los que se iba al pueblo. Desconectaba mucho. Cuando estaba en el pueblo era muy feliz.
Si tuviera que invitar a alguien a cenar sería a su mejor amiga Julia. Ella ahora está fuera. Están separados y la echa mucho de menos. Durante el conservatorio y el instituto siempre estuvieron juntos. Como llevan mucho tiempo sin estar juntos iría a cenar con ella, sin lugar a dudas.
Al teatro iría, posiblemente, con mucha gente. No sabría seleccionar. Aunque ahora mismo se le viene a la mente el nombre de Ramón, un amigo del conservatorio.
A ver un espectáculo de danza iría con su amiga Andrea. Y al cine iría solo. Iker también es una persona muy independiente, aunque le gusta rodearse de la gente que le quiere y él sentirse querido por ellos.