Además de director del Festival, Jesús Cimarro es un gran anfitrión. Apoyado en su gran equipo, del que continuamente habla, y afirma que es el pilar de todo proyecto, consigue hacer sentir como en casa a todas las compañías que pasan por Mérida. La humanidad y el buen hacer rodean la muestra.
Pero sin duda, el gran peso recae sobre los hombros de Cimarro, que reconoce, que tan solo duerme cinco horas al día y procura vivir la noche y el día. Le gusta la noche bastante, pero no tiene una hora espacial al día. Sí que funciona mejor por la noche que por el día porque tiene más tiempo y le molestan menos con el teléfono. Por lo tanto le cunde más.
Tiene claro que quería ser productor desde los quince años, aunque si no hubiera sido productor le hubiera gustado ser profesor de historia. El juguete de la infancia que recuerda con más cariño es un caballito de cartón, y el Monopoly, que le ganaba todas las partidas a toda la gente que jugaba con él.
Ha tenido gente con la que empezó en el teatro, como Antonio Malonda y Paco Obregón, en una compañía vasca, la compañía Geroa, y que le llamaron para ser el productor y distribuidor de la compañía. Más tarde la legalizó, hicieron una cooperativa, y se convertió en el presidente con apenas diecinueve años. Siempre ha estado metido en esto. Todo lo que recuerda es que siempre ha estado gestionando. Nunca ha sido actor, ni director, ni autor, siempre ha sido productor.
No se ha disfrazado desde hace muchísimos años. Le divierte ver cómo se disfraza la gente. Además, está siempre rodeado de gente disfrazada en el teatro. En su vida privada esto lo obvia y no se disfraza, pero en su pueblo se disfrazaba en todos los carnavales. En alguna ocasión se ha disfrazado de director de una charanga.
Se mira poco en los espejos, y cuando se encuentra solo reflexiona mucho. Procura ponerse siempre en el lugar de la otra parte cuando está planteando proyectos o situaciones y piensa. Continuamente piensa. Reflexiona y piensa, y le da muchas vueltas a las cosas en su trabajo para ver qué le puede interesar al público de hoy para que vaya al teatro.
Del rasgo físico del que se siente más orgulloso es de sus ojos. O al menos eso dice la gente. Son cambiantes. Verdes, azules, grises… depende de la luz. Y otros dicen que de su sonrisa. Le gusta sonreír porque cree que la vida es mucho más placentera sonriendo.
Si ha sentido en alguna ocasión mucha vergüenza prefiere reservárselo. Al igual que los fracasos. Ha sabido disimular muy bien los fracasos, porque como él mismo dice, se dedica a lo bueno del mundo del espectáculo. Y procura que la gente vea lo bueno del mundo del espectáculo.
No tiene una canción favorita. Asocia momentos, lugares, y circunstancias con algunas canciones. Pero la música que últimamente le ha cautivado ha sido la compuesta por Luis Miguel Cobo para la producción de Metamorfosis en esta edición del Festival de Mérida.
Reconoce tener miedo a la enfermedad por el hecho de que le impediría continuar. Todo lo demás se supera, pero una enfermedad… No tiene miedo a morir, pero le fastidia la muerte de gente joven, sobre todo a su alrededor este último año. La gente joven tiene que vivir la vida, de la mejor manera posible, pero vivir la vida.
Puede decir una mentira piadosa a una actriz o a un actor, pero procura no mentir, es muy claro. Es mucho más sano.
Puede llegar a perder los nervios cuando se hace mal el trabajo. Se cabrea. Y eso le provoca situaciones nada buenas. Pero hay veces que también piensa que la gente que trabaja para él no tiene porqué dar más, y sobre esas reflexiones aprende a controlarse.
No envidia nada del otro sexo. Pero sí aprende. Aprende porque vienen con mucha fuerza y cuando tiene enfrente a una persona más inteligente que él se esfuerza para alcanzar ese grado de éxito.
Si tuviera que destacar un hecho de la historia de la humanidad que realmente admira este sería las nuevas tecnologías, que, utilizadas bien, han hecho que todos estemos mucho más conectados. Hay que seguir conectados y no aprender lo malo que tienen las nuevas tecnologías.
La intolerancia le produce mucho rechazo. Matar por una opción religiosa, o por una opción sexual. La intolerancia y la violencia le produce un rechazo total y un gran malestar. Vive y deja vivir. Asegura que en estos tiempos se están produciendo muchas situaciones de intolerancia. Cree que juzgar la historia con los ojos de ahora de hace quince o vente años no tiene sentido. O juzgar las letras de unas canciones de hace veinte años con el concepto de ahora. Hay que relajarse un poco y no obligar, sino convencer a los que no están por el buen camino a que vayan por él.
Suele utilizar los refranes. Inmediatamente se acuerda de uno. “No hay mal que por bien no venga”.
El hecho tecnológico que más le cuesta comprender es el del teléfono y la televisión. Cómo la imagen y la voz pueden navegar por los cables.
No tiene un infierno particular. Huye de la gente tóxica, de las situaciones tóxicas. Quiere vivir lo más tranquilo posible y que su entorno también viva lo más tranquilo posible. Y que haya situaciones tranquilas. Cree en el buen ambiente de trabajo.
Jesús Cimarro se siente muy identificado con Cinema Paradiso. También es de un pueblo, no tan pequeño como el de Cinema Paradiso, y le recuerda mucho a lo que él es. Es una película que ve cada cierto tiempo. Le gusta, es emotiva, y le hace recordar muchas cosas.
Por último, y al preguntarle con quién pasaría una noche, deja muy claro que depende del momento, pero con gente, siempre con gente.