Pero a Masescena no sólo le interesa su meteórica carrera. También queremos que abra su corazón y nos cuente algo más personal. Las emociones de las que se alimenta un artista.
De pequeño le llamaban Quino. Podría vivir sin los focos, sin el aplauso del público, sin el éxito, sin salir a escena… No entiende el amor sin pasión, y la pasión sin amor. Van unidos. Su mejor hora del día es la siesta. De pequeño quería ser actor, y su juguete de la infancia que recuerda con más cariño es una bicicleta con los manillares altos. Su primera oportunidad se la dio su madre. En una fiesta de carnaval se disfrazaría de astronauta (risas). Cuando le preguntamos qué hace cuando se encuentra solo delante de un espejo es tajante en decir que “está en ello”… La sonrisa es el rasgo físico del que se siente más orgulloso. En ningún momento de su vida ha sentido vergüenza, y Mediterráneo de Joan Manuel Serrat es su canción favorita. Tiene miedo al vacío, a no sentirse lleno. Pero también a la mediocridad. Sería capaz de mentir para salvar a alguien, pierde los nervios por la injusticia, y al otro sexo le envidia absolutamente todo. El hecho de la historia que le causa más admiración es todo lo que pasó con Mandela. El que le produce más rechazo es el Holocausto. Utiliza los refranes, pero a su manera. El hecho tecnológico que le cuesta más comprender es que alguien se crea que sabe cantar por imitar a alguien en youtube o sacar un video en youtube. Cree que la tecnología nos está haciendo perder “macerar” las cosas. Está haciendo perder el respeto al maestro, los valores que son importantes para el desarrollo y hacerte una persona con valores. Es usuario de redes sociales y confiesa que su infierno particular es la impaciencia. Sin duda pasaría una noche con la persona que ama. Si le preguntas por un recuerdo de su infancia llega a su cabeza Oropesa del Mar. Estaba de vacaciones con su familia, y se iba a tirar a la piscina. Su madre le soltó el flotador… el resto es historia.