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José María del Castillo: “Estoy muy agradecido por todas las oportunidades que me han brindado este año”

José María del Castillo

Después de regresar este verano del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida con la obra Medusa, protagonizada por Victoria Abril, con un éxito arrollador, uno de sus textos y direcciones, Las que gritan, se encuentra en el Teatro Bellas Artes de Madrid, donde también está funcionando bastante bien. Y lo que nos queda por ver. Del Castillo, sin duda alguna, tiene un prometedor futuro por delante del que esperamos poder seguir disfrutando.

El Teatro Bellas Artes de Madrid acoge en la actualidad uno de sus textos y direcciones. ¿Qué nos cuenta Las que gritan?

Las que gritan es una locura. Es una locura desde el punto, desde la concepción de la propia obra, del propio texto, que se escribió a cuatro manos entre mi amigo Antonio Rincón Cano y yo. Y la propia concepción del espectáculo intenta remover lo que son las estructuras fundamentales de la sociedad que tenemos de familia ahora mismo. Lo que te habla es de una familia en la que todas las piezas están unidas, pero a la vez están muy, muy inconexas. Te habla, sobre todo, de lo que es el derecho a la libertad, a ser uno mismo, a poder gritar con fuerza qué es lo que queremos ser y cómo somos como individuos y cuáles son esos paradigmas que tenemos que acatar, a los que tenemos que acogernos siempre en la sociedad. No hay que ser de esta forma para entrar en la sociedad, para gustar, hay que ser siempre la versión perfecta para la familia, para los amigos, para la pareja. Esta historia es una madre que quiere romper las reglas y enseñarle a sus hijas que ya basta, que hay que ser feliz, que la vida son dos días y que se acabaron ya las posturas, el querer estar bien para los demás. No, no. ¿Qué queremos nosotras mismas? No es una obra feminista, aunque hable de la mujer en todas sus dimensiones. Es un canto a la vida.

Intuyo, por lo que me está contando, que la relación que une a los cuatro personajes que hay en escena es una madre y sus tres hijas…

Correcto. Es una madre y tres hijas, y cada una con un perfil muy, muy concreto. Al final están los vínculos de sangre, después están los vínculos reales, ¿no? Está después la familia escogida según los intereses y las personalidades de cada uno. Y eso pasa en todas las familias. Yo tengo hermanos, primos, familia, que no tenemos nada que ver. Pero bueno, somos familia. Y en ese mundo, universo de Las que gritan, se habla de eso, de lo que es la estructura familiar, los paradigmas de familia. De cómo muchas veces tenemos que, bueno, es mi hermano, yo lo quiero, aunque no tenga nada que ver con él. Hay muchas cosas que ni entiendo, ni comparto, ni me gustan. Pero al final la esencia es nosotros como individuos quiénes somos realmente. En torno a eso gira la obra.

¿Por qué gritan estas cuatro mujeres? ¿Qué necesitan? Porque no es lo mismo gritar que chillar o levantar la voz.

Totalmente. El grito es algo que está muy relacionado con lo primordial, con lo primigenio, con lo más… básico. Un niño pequeño grita cuando necesita pedir ayuda. El grito como símbolo conectado a la esencia, a lo más visceral, nos ayudaba mucho a la hora de encontrar ese título de Las que gritan. Se puede gritar de placer, se puede gritar de alegría, se puede gritar de rabia, de llanto, por necesidad, pero al final el grito es una necesidad muy básica que tenemos como ser humano para expresarnos. Y lo que te comentaba al principio de una sociedad en la que muchas veces hay que callar lo que uno piensa, lo que uno siente, por qué no está bien visto, por qué no se puede. Esta madre y estas hijas necesitan liberarse y en ese acto de liberación, el grito es la forma más libre de poder expresarnos. Y de ahí ese título.

¿Qué las oprime?

Primero la sociedad y después ellas mismas. El tema es que en ese afán por ser la versión perfecta, ser la hija perfecta, la mujer perfecta, la hermana perfecta, la pareja perfecta, uno empieza a ponerse limitaciones, empieza a imponerse normas, reglas, y lo que hacen es que nos olvidemos de nosotros mismos. Entonces la obra tiene una cosa muy bonita en las relaciones personales de ellas, en el que ellas ocultan y niegan esos problemas que tienen, pero después tienen ahí un momento que nosotros llamamos las psicodelias, que se rompe la cuarta pared e interpelan directamente al público. Y en esos monólogos personales de cada una que están solas en el escenario dejan aflorar sus miedos, dejan aflorar su vulnerabilidad. Y ahí encontramos esa necesidad de encontrarse a ellas mismas, ese acto de liberación. Entonces el grito no es más que una respuesta a esas almas, a esos universos que están pidiendo ser liberados y que nunca podemos.

¿Es una función oportuna para los momentos que corren?

Totalmente. Es que ahora mismo, mira, me pasa a mí como dramaturgo, también como director, hay muchas cosas que no se pueden decir, hay muchas cosas que no se pueden hacer. Muchas veces uno también crea dentro del arte, me refiero. Crea cosas y dice, vale, yo quiero transmitir este mensaje. Yo creo que hace 10 años hay muchos mensajes que se podían dar, que ahora pueden ser confusos. Y hay cosas que se dicen ahora que hay que decirlas con mucho cuidado, con mucho tacto. El tema del feminismo, el tema de la vejez, el tema de la enfermedad. Es cierto que Las que gritan es una comedia. Entonces el sentido del humor es fundamental, porque estamos hablando de grandes dramas sociales y personales de estas familias. Son grandes tragedias lo que está contando Las que gritan. Pero el sentido del humor nos permite ir a lugares en el que la seriedad no nos permitiría, ¿no? Como es el caso de la enfermedad. La enfermedad se habla, o de la vejez se habla, incluso de la muerte se habla, pero es cierto que al hacerlo a través del humor nos permitimos esas licencias que podemos como, bueno, jugar un poco más y explayarnos. Pero sí que hay que tener mucho cuidado con la forma de expresarnos. Esa propia limitación hace que a veces no seamos totalmente libres para contar las cosas, para narrar. Entonces en esa dialéctica muchas veces nos encontramos como creadores, como forma de expresar el arte, como transmisión de mensajes, que muchas veces nos quedan ahí, que no se puede. Y Las que gritan rompe esos moldes.

Me comentaba que ha sido una función escrita a cuatro manos. ¿Cómo ha sido ese proceso de creación junto con Antonio y qué ha aportado cada uno? ¿Cómo se han puesto de acuerdo? Porque me imagino que no tiene que ser nada fácil llevar a cabo un proyecto escrito de esta forma.

No es fácil, pero fue un proceso súper bonito. Antonio y yo nos conocemos desde que éramos niños, hace muchísimos, muchísimos años. Nos conocemos muy, muy bien. Es verdad que cada uno ha tirado por un estilo muy concreto a la hora de escribir. Yo tengo mi universo, él tiene el suyo. Nosotros hemos trabajado muchas veces juntos, tenemos formas de ver el mundo parecidas, las formas de entender el sentido del humor, cómo entendemos a la mujer. Nos gusta mucho profundizar en el mundo, en el universo femenino, porque aunque no es una obra que pueda tildarse completamente feminista, sí habla del feminismo, habla de la mujer. Conectamos mucho. La obra es un homenaje a la vida, es un cántico a la vida. Mi abuela falleció en el COVID y era una mujer muy vitalista que luchaba por la vida, una señora que se tiró con 87 años en paracaídas. Era como una revolucionaria que ella siempre decía que se equivocó de época, que ella tenía que haber nacido ahora y no en la época que le tocó. Cuando falleció yo quería hacer un homenaje a ella y hacer una comedia que fuera un cántico a la vida, un canto a la vida y a las ganas de vivir y luchar. Y entonces le planteé a Antonio, él conocía también a mi abuela, y entonces yo le mandé un mail. El título era ¿Jugamos? En ese jugamos sentábamos como una serie de bases, de reglas, en el que yo le mandaba unas escenas, él me las mandaba a mí. Y entonces íbamos modificándonos. La función empezó a avanzar, pero no podíamos salirnos de esas reglas. Yo realmente algunas veces me las saltaba, él también, pero empezamos a encontrar una dinámica de escritura que fue muy fluida, muy divertida y siempre partía del juego. Del juego y de sorprendernos a nosotros mismos. Nos poníamos trabas, hay cosas que después las desechábamos. Y al final es una función que lo que es la escritura fue muy placentera y no fue nada complicada, más allá de que la función es una obra compleja, con una dramaturgia compleja, pero que al final nos ha funcionado muy bien. Y parte siempre de ese universo que queremos contar, de ese canto a la vida, de ese homenaje a las grandes mujeres de nuestra vida. La función habla de esas mujeres que sostienen las familias, esas mujeres que están siempre en un segundo lugar, madres, abuelas, que muchas veces no han tenido el lugar que les correspondía. Yo oía decir a mi abuela muchas veces, me hubiese gustado tener una vida mucho más interesante de la que he tenido. Y yo le decía, pero si tú eres la matriarca, si gracias a ti la familia se sostiene y se une. Muchas mujeres de muchísimas épocas no han sido conscientes de la labor tan importante que tenían sosteniendo familias enteras. Y para ellas también nace este homenaje de Las que gritan.

Imagen de escena de la obra 'Las que gritan'
Imagen de escena de la obra ‘Las que gritan’

Hay muchos dramaturgos que han escrito textos dramáticos solo con personajes femeninos, salvando las distancias. ¿Cree que conocen lo suficiente el mundo de la mujer para atreverse a retratar a estas cuatro mujeres?

El atrevernos sí, porque ya está hecho. O sea, que atrevernos sí nos hemos atrevido. Es verdad que lo hacemos desde un lugar muy honesto, muy sincero y con muchísimo amor. Como nace como un homenaje en todas estas mujeres están reflejadas las mujeres de nuestra vida. O sea, no estamos contando nada que no sepamos de primera mano, no nos inventamos nada. Es verdad que en esa familia, en esas mujeres, parte como un homenaje a las mujeres y conocemos bastante bien. Venimos los dos de familias de matriarcas, de mujeres que controlan, apoyan y sostienen, como decía antes. Pero después es verdad que los personajes, las hijas, por ejemplo, da igual que sean hombres o mujeres. Tienen conflictos humanos de esa liberación, de esa necesidad. Es verdad que yo en mis otras obras también indago mucho el universo femenino. Por ejemplo, Medusa con Victoria Abril, o Clitemnestra con Cristina Castaño y Natalia Millán. A mí me interesa mucho el universo femenino. Y Antonio Rincón también escribe mucho para mujeres, es un lugar en el que nos sentimos cómodos, pero al final lo que es el conflicto, lo que son las miserias humanas, lo que son las ganas de alegría, las ganas de reírnos, las ganas de llorar, al final es común a hombres y mujeres. Es cierto, aquí se retrata una realidad de cuatro mujeres, pero que al final lo que son la esencia misma no dista tanto de entre un hombre y una mujer. Es cierto que se habla, por ejemplo, del trabajo, ¿no? Hay un personaje que es Norma Ruiz que plantea, bueno, yo ya superando los 40 como mujer, si dejo mi trabajo ahora, ¿quién me va a contratar? Se plantea cosas como es la mujer, ¿no? O la soledad en la viudedad de la madre. Pero yo creo que el atrevernos, atrevernos, estamos contando nuestra realidad desde una experiencia que conocemos muy bien. No queremos ir de feministas, no queremos ir de nada, todo lo contrario. Queremos simplemente hacer como un pequeño retrato en este homenaje, en el que casi todo lo que se cuenta lo conocemos de primera mano.

Las que gritan es un autobús urbano de pasajeras. Suben y bajan distintas actrices que están pasando por el reparto de la función. ¿Cómo ha sido el trabajo, por ejemplo, con Beatriz Carvajal, que ya no está en la obra, pero la sustituye Rosario Pardo, que también es otra magnífica actriz? Eva Isanta, Norma Ruiz, Pepa Rus… ¿Cómo ha sido el trabajo con todas ellas?

He tenido mucha suerte. Como director, las actrices de Las que gritan son actrices creativas, son actrices creadoras, y también han dado su personalidad y su vida y su alma a todos estos personajes que encarnan. Y es verdad que, claro, trabajar con Beatriz Carvajal, que es una gran dama de la escena, con Rosario Pardo ahora que la sustituye. Eva Isanta, Pepa Rus, Norma Ruiz, son grandes actrices que es muy fácil trabajar con ellas porque ellas conocen muy bien lo que es la profesión. Claro, yo no tengo que explicarle a Pepa Rus el tempo de la comedia, es que ella ya lleva la comedia en sangre, en vena. Lo bonito de esta función es que estos personajes en esta montaña rusa, aunque sea comedia, tienen unos conflictos muy, muy grandes. Yo creo que el público no está acostumbrado a ver a estas actrices, que las reconocemos de la pantalla, tan cómicas, entrar en conflictos muy duros. Hay una escena, por ejemplo, que Eva Isanta y Norma Ruiz se miran y no paran de llorar con una situación que pasa muy grave. Es comedia, pero ver a esas actrices que las tenemos tan vistas en la televisión ahondar y profundizar en otros personajes ha sido muy bonito en mi caso como director. Ellas lo ponen muy fácil porque todas, Beatriz Carvajal, Eva Isanta, Pepa Rus, Norma, Rosario, se dejan la piel, se lanzan de cabeza al proyecto y por eso la función funciona, porque están tan implicadas en lo que está pasando que, claro, ya sea en la risa, ya sea en el diálogo con el público, ya sea en la tragedia o en el propio drama, ellas entran y no preguntan, se tiran de cabeza.

¿Dónde se desarrolla toda la trama?

Tenemos diferentes espacios. Comenzamos en la casa de Madrid de la madre. La madre al final se reúne con las hijas, hay una reunión en la casa de Madrid. La familia, la madre viene de un pueblo y por el tema del marido se tienen que ir a Madrid. Y las hijas, aunque nacen en el pueblo, están en Madrid todas asentadas. Pero en esta necesidad de la madre de abrirles el mundo y gritarles que tienen que vivir, se las lleva un fin de semana catártico a la casa del pueblo, en el que estén desconectadas de trabajo, pareja, de todo lo externo. Todo sucede en estos dos espacios. En la casa de Madrid de la madre y en la casa del campo. Lo que pasa es que en mitad de la función hay pequeños apartes en los que nos vamos al mundo de las psicodelias, que son el mundo interno de cada una. Y ahí se rompe la cuarta pared y pasa de todo. Van a tirarse en paracaídas las actrices, pasan una serie de cosas que van a otros espacios, pero siempre relacionados o bien con la casa de Madrid de la madre o bien con la casa de campo. Y después tiene aparte unas amigas excepcionales que son como unas sorpresas que no te quiero desvelar, que no se puede decir, pero tenemos como unas colaboraciones especiales muy interesantes que aparecen en la función también.

Una escena de «Medusa», con Victoria Abril (centro), dirigida por José María del Castillo

¿En qué momento se encuentra José María del Castillo?

Ha sido un año bastante dinámico. Porque he estrenado seis obras este año. Yo soy director y autor, pero también trabajo como actor. Es verdad que estrenamos Las que gritan en abril, después me metí con Medusa, que fue un proceso muy, muy, muy complejo porque tenía 40 personas en el escenario, Festival de Mérida, eso fue todo el verano. He estrenado otra cosa en Málaga antes. He estado ahora todo el mes de octubre y noviembre con un Don Juan Tenorio, con la Compañía de Teatro Clásico de Sevilla, como Don Juan. Y ahora en diciembre estreno otra cosa en Madrid. Estreno un cabaret. O sea que de repente ha sido como un año muy, muy, muy fructífero. Es verdad que tengo mucha energía, soy una persona que me encanta meterme cada dos por tres en un proyecto nuevo y lo que estoy es muy agradecido este año con todas estas oportunidades. Oportunidades porque han confiado en mí, por un lado, Jesús Cimarro, Victoria Abril que vino de París, el Teatro Clásico que me llama para protagonizar el Don Juan, Las que gritan todas las actrices… Estoy muy agradecido por la confianza que han puesto en mí. Lo habré podido hacer mejor o peor, pero me he dejado el alma en todos estos proyectos.

Hago el balance, la semana pasada estuve pensando en ello, y digo, madre mía, llevo un año que no estoy parando y me siguen como surgiendo cosas. Sobre todo, estoy agradecido, esa es la palabra que más repito ahora mismo por este año. Que me lo he currado mucho, también es cierto, que no estoy parando, también, y que me estoy encontrando gente muy, muy buena a mi lado que me está ayudando y que está confiando, también. Estoy en esa parte muy agradecido. Personalmente, como yo cambio entre director y actor… Por ejemplo, cuando he hecho el Tenorio he estado muy relajado. Hay una parte de dirección que está como en 40.000 cosas, que cuando de repente sólo he hecho el mes y medio del Don Juan Tenorio me he relajado. Sólo me preocupaba el yo en el personaje, en el texto. Al cambiar de proyectos y al cambiar de posición dentro del espectáculo, me he relajado un poquitín. Ha sido como un poco válvula de escape. Llego a Madrid, Las que gritan está funcionando muy bien, voy a ver a las chicas. Es como otra visión. No es en el mismo espectáculo estar todo el tiempo metido, que igual eso desgastaría un poco más, sino que he ido cambiando. Es cierto que un mesecito de vacaciones me vendría bien. Pero, claro, te llegan oportunidades tan buenas de repente… Voy a estrenar un cabaret en Madrid en diciembre. Pues surgió la oportunidad y me apetecía mucho. Es con gente que quiero mucho, que me lo han propuesto y digo, pues sí, ahora mismo estoy más o menos tranquilo y me apetece. Es verdad que termino una cosa y empiezo otra. Y para el año que viene tengo también un montón de jaleo. Son cosas que me interesan, que me están llenando mucho y que se me están abriendo puertas muy interesantes. Ese agradecimiento va por ahí, porque es verdad que uno puede tener suerte una vez y que te llamen para una cosa, pero si de repente de una cosa se te abre otra puerta y te llaman para otra cosa más y siguen confiando en ti, pues entonces igual algo bien estoy haciendo cuando siguen confiando. Dentro de todos los errores, que voy aprendiendo día a día, obviamente. Por eso digo que estoy muy agradecido por toda la gente que me está apoyando.

¿Qué le pide al mundo del teatro?

Yo lo que le pediría, ya no es solo para mí, yo creo que hace mucha falta tomar conciencia. Conciencia porque hay mucha gente que está empezando que no tiene ayudas, no tiene opciones de poder demostrar todo lo que tiene. A mí me han ido bien las cosas porque ha habido gente que ha confiado en mí, pero tengo muchos compañeros, muchas compañías pequeñitas que están empezando, que no tienen ni subvención, no tienen ayuda, no tienen espacio donde representar. Yo soy profesor de la Escuela de Arte Dramático de Málaga y tengo muchísimos alumnos y alumnas que están empezando y me dicen: ‘José María es que es muy difícil’. Y digo yo ‘sí que es difícil pero tienes que encontrar el hueco, porque hueco hay’. Es verdad que somos muchísima profesión pero tienes que estar ahí intentándolo. Creo que hace falta un poco más de visibilidad, hace falta más espacio, hace falta más ayuda, hace falta un tejido un poquitín más amplio. En Madrid hay mucho. Yo soy de Sevilla, en Sevilla falta, en Andalucía falta mucho, hay mucha red y mucho tejido que todavía falta por crear. Y no solo para las grandes compañías, es muy fácil que la gente vea Medusa con Victoria Abril, pero es muy difícil que alguien en una compañía pequeña que está empezando tenga visibilidad. Pondría un poquitín ahí la vista, en crear, porque todo el tejido necesario de las obras off, las obras pequeñitas, creo que todo es muy necesario para nutrir todo lo que está también arriba. Hace falta tomar conciencia, porque muchas veces uno tiene más ayuda o visibilidad cuando hace cosas grandes. Y dices, si ahora mismo no me hace falta, me hacía falta hace tres años que estaba hipotecando mi casa para poder sacar una obra adelante. Ahí es donde yo quería esa mano. Ahora mismo agradecido, pero creo que mucha gente está en esa situación. Es decir, tiro la toalla o sigo luchando por esto que muchas veces es tan complicado. Yo al mundo del teatro le pediría eso, que no nos olvidemos de todo el tejido que sostiene, que está debajo, que le está costando mucho, por lo menos, estar ahí.

¿Se le pasa por la cabeza el audiovisual?

Sí, porque he hecho mucho audiovisual. Yo también estudié, aparte de estudiar arte dramático, estudié comunicación audiovisual. He hecho cine, he hecho mucha tele. Como actor. He dirigido una cosa audiovisual que fue muy bien, Sentidas Condolencias, un mediometraje muy chulo, que estoy muy, muy contento. Yo como director no descarto nada. Como actor he hecho muchas cosas audiovisuales y es un mundo que conozco y me gusta. Pero es verdad que ahora mismo, este año, y con todo lo que tengo de teatro, no puedo dividirme más. Pero sí es verdad que es una cosa que no descarto y que me llama. Pero también creo que tengo que ir como paso a paso. Estoy como asentándome en un lugar ahora mismo con producciones un poco más grandes que demandan mucha atención. Y voy como intentando eso, como consolidar todo este engranaje del teatro. Tengo también mi compañía, Coribante Producciones, donde también tengo mis producciones y lucho por mantenerlas. Entramos siempre en coproducción o bien con Pentación, con el Festival de Mérida…. Pero creo que consolidar también lo que ya tengo es importante, y poco a poco ir dando más pasos, si es que surge la ocasión.

¿Qué es lo mejor que ha hecho hasta el momento? El más yo a nivel de profesional.

El más yo es el momento en el que me encuentro en cada situación. Es decir, cuando yo de repente creo una obra, yo estoy ahí y soy ese 100%. ¿Qué pasa? Que si yo veo una obra que monté el año pasado, realmente duran dos, tres años, cuatro años, digo ¡Ay, yo esto no lo haría así! Pero en ese momento era yo. Yo, por ejemplo, veo Las que gritan en el Bellas Artes, que lo estrené en abril, y hay cosas que digo, yo esto lo haría ahora de otra forma. Pero también digo, es que yo en ese momento era ese. Y creé eso y luché. El más yo es que José María tiene las cosas bastante claras cuando lo está haciendo y pelea con garra y dientes por lo que cree en ese momento, equivocándome y acertando. Pero es que ese era yo con mis aciertos y mis errores en ese momento. Entonces, mi yo, por ejemplo, ahora mismo, ¿qué haría? Ahora mismo estoy escribiendo dos textos nuevos que me gustan mucho y son los que más me gustan. Veo Las que gritan y digo, qué bonito, me gusta. Veo Medusa y digo, a mí me gusta mucho, era yo en esos momentos. Entonces, cada momento en el que estoy es mi yo más auténtico porque no sé concebir el arte de otra forma. Estoy como muy conectado al arte que estoy haciendo en ese momento. Me dejo la vida, sueño, vivo, 24-7 con el proyecto actual. Ahora mismo estoy en el proceso del cabaret y con Las que gritan, 100%. También las cosas te van surgiendo en el momento vital en el que están surgiendo. Y salen porque estás vibrando en ese lugar.

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