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Leonor Leal, bailaora: “No se puede copiar en el flamenco. A mi me dijeron: búscate, y eso es lo que hice”

Nacida en Jerez de la Frontera, actuó en sus inicios junto a Antonio el Pipa, Andrés Marín, Javier Barón y en el Ballet Flamenco de Andalucía

Leonor Leal nació en Jerez en 1980, se ha formado tanto en danza clásica y danza española además de flamenco. Tras su formación, actuó junto a artistas como Antonio “El Pipa”, Andrés Marín, Javier Barón y fue bailarina del el Ballet Flamenco de Andalucía dirigido por Cristina Hoyos.

Pero su inquietud le llevó a abandonar esta compañía institucional y a partir de 2008 se acercó al mundo de la creación coreográfica presentando ya sus propios espectáculos, entre ellos, “Leoleolé” (2008), “eLe eLe” (2011), “Mosaicos” (2012), “Naranja amarga” (2013) y “Frágil” (2015)… hasta el último titulado En talleres junto al percusionista Antonio Moreno, pareja artística y personal de la bailaora, donde están buscando nuevos patrones y códigos en los que ambos se encuentran. y donde lo mismo hay fragmentos de John Cage mezclados con una bulería, o un cante de trilla unido a un fragmento de música japonesa… y todo ello en un espectáculo que cada vez que lo hacen introducen cosas nuevas.

A pesar de tener una formación académica dentro de la más pura ortodoxia, sus primeras presentaciones en solitario, revelaban por su estética una rebeldía, una mujer con el pelo corto, bailando de otra forma…

De eso hace veinte años y yo creo que entonces no era consciente de lo que aquello suponía en realidad. Sí tenía la necesidad de tomar las riendas de lo que quería hacer. Había estado con muchos buenos artistas, y de repente pensé que me tenía que disfrazar, cuando yo había entendido el flamenco como una liberación. Y un día me dije: se acabó el disfraz. Quiero reconocerme en el espejo como soy. Pero no, no fui consciente de lo que aquello supuso. Fue un cambio vital. Después, cuando empecé a recibir la respuesta del flamenco fue cuando me dí cuenta. Empezaron a decirme: que poco flamenca, cómo te vamos a vender…, y entonces sí, entonces me dí cuenta de que aquel gesto mío significaba tanto.

¿Ese cambio estético le obligó a demostrar más su baile?

Sí, pero a mi misma. Yo me dije, muy bien, y si quitamos esto y lo otro, ¿dónde está el baile?. Sin la apariencia del traje, la flor, ¿cómo baila Leo sin el empaquetamiento?. Lo ví como un ejercicio para mi misma. No me pegaba la ropa de volantes y tuve que encontrar un vestuario nuevo que me fuera bien, y fue un momento incómodo porque me sentí en tierra de nadie, la verdad. Tenía 25 años cuando hice el cambio… En el tablao donde estaba me exigieron un moño postizo y me fuí de ese tablao, y la manager que me llevaba no sabía cómo venderme. y dejé esa oficina.

 

Leonor Leal 4 

 

¿Valió la pena el cambio, el esfuerzo, esa tierra de nadie?

Si, por supuesto que sí. Nunca me he arrepentido. Yo continué y nunca me puse un moño postizo. Descubrí que la estética exterior condicionó la técnica dancística, en realidad fue una ayuda para autoafirmarme en lo que yo era. Yo bailaba de una forma más standar y me adaptaba a esos moldes, pero cuando me salgo de ahí, cambio de estética, y tengo que encontrar mi lenguaje. Lo estético me llevó a encontrar otros lenguajes en mi cuerpo.

¿Y qué descubrió?

Que no me había cuestionado lo que tenía enfrente. Yo tenía una forma de bailar con técnicas de danza española, tenía otros códigos más marcados. Pero a partir de este momento descubrí que las cosas que me gustaban de la danza contemporánea no las podía asumir de forma gestual, sino que tenía que tener otra profundidad, y que mi lenguaje corporal no era una cuestión de poses ni de gestos, sino algo mucho más interior.

¿Por dónde va el flamenco de hoy día?

Pues no lo sé, muchas veces pienso que va con las mismas discusiones de siempre, eso se mantiene y sigue habiendo la tensión de lo que es y lo que no es, lo que la gente quiere ver, lo que le sobra o le falta…, eso parece que se mantiene. Pero no sabría decir por dónde va, aunque creo que hay mucha gente cada vez más preparada y que sabe de muchas cosas. Hay muchas inquietudes, cada vez más amplias, y también veo un poquito de ansiedad de mercado, de trabajar y de éxito. Esa es la sensación. Me cansa ver que la gente lo quiere todo tanto y tan rápido. Yo soy hormiguita trabajadora y lenta, y cuando veo a gente joven con tanto impulso…

¿Le da miedo la velocidad en el arte?

Yo creo que va como todo en esta sociedad, deprisa. porque todo nos empuja a producir, y eso sí va muy deprisa. El sistema está hecho para que si no produces, no existes, y si no tienes espectáculo, ¿dónde estás?. Antes llamaban a los bailaores y bailaoras y bailaban lo mismo durante años, ahora eso no funciona.

 

 

 

¿Cuántos bolos tiene que hacer un artista para poder rentabilizar un espectáculo?

Un buen montón. Primero. porque las ayudas te llegan dos años después de haberlas pedido, y tu ya has invertido tu dinero con anterioridad, así que en esos dos años si el espectáculo va bien, genial, porque así recuperas un dinero que tu ya has invertido sin saber que la ayuda te llegará al final. Pero si no funciona, que puede pasar por muchas razones, por no tener un buen distribuidor, por no haberse dado a conocer tu trabajo, o porque hay una pandemia…, tu inversión privada no la recuperas. Además, por ejemplo, pasa la pandemia, o has sido madre, como en mi caso, tu espectáculo ya se considera caducado cara al mercado. Te dicen, ¿esto no lo habías estrenado?, si, pero ¿tú lo has visto?, si estabas interesado hace tres años, ¿por qué ahora ya no? Es algo que a mi me preocupa mucho. Tenemos que producir para existir.

Pero producir es estar en activo.

Desde luego, pero en la dinámica en la que estamos ahora eso se acerca más al consumo, puro mercado. Lo nuevo cada año, y eso no puede ser.

La decisión de ser madre tuvo que ser muy pensada porque sabía que la iba a parar.

Por supuesto que lo sabía, pero quería ser madre. Mi hija tiene dos años, pero con sinceridad confieso que cuando había etapas de mucho movimiento, de mucho viaje, quería que hubiera algo que me parara, y cuando estás en una dinámica en la que es difícil decir que no porque una cosa buena te lleva a otra mejor, ahí es complicado parar, y piensas: estoy en una ola y si no hay algo vital que me pare no lo voy a hacer. Me paró la pandemia y aquella parada fue como un regalo. Pensé, tengo cuarenta años y hasta ahora toda mi vida personal está entorno al trabajo, y si éste se va al garete no hay vida. Y entonces el trabajo se fue al garente. Me quedé embarazada en mayo del 2020, en la pandemia.

Hasta ahora ha sido un ‘ave solitaria’, ha hecho sus espectáculos sola, ¿Eso podría cambiar?

Yo creo que han sido tantos años de búsqueda personal que no me siento ahora capaz de volcar mi tiempo y mi atención en otra persona, quizás sí con un artista con fuerte personalidad y muy hecho, pero no dirigiendo un cuerpo de baile. A mi me gusta que cada uno haga lo que tiene que hacer, así que verme montando a los demás, me parece casi absurdo.

Hay un momento fundamental en su carrera de los últimos años y es su encuentro con los músicos del Proyecto Lorca, una agrupación en la que está Antonio Moreno.

Ocurrió cuando hice el espectáculo sobre Julio Romero de Torres con Úrsula y Tamara López y allí decidimos contar con Pedro G. Romero para el asesoramiento de materiales, y fue Pedro quien nos presentó a los músicos de Proyecto Lorca. Esto fue en 2015.

Ahora forma con Antonio Moreno pareja personal y artística, ¿qué ha surgido en el escenario de todo esto?

Hemos compartido y aún seguimos. en proceso de entendernos más en el escenario. Antonio es un percusionista muy atípico. El tiene un don natural para la escena a nivel presencia, es de esas personas a las que tienes que mirar, tiene presencia escénica y eso me llamó la atención. Los músicos suelen ser más tímidos, suelen estar atrás…, y Antonio no, quiere estar y participar. A nivel musical tiene un universo tremendo. Conoce el flamenco muy bien y curiosamente con el que más trabaja es con Israel Galván, a pesar de venir del mundo del clásico. porque es catedrático de percusión del Conservatorio Superior de Música de Sevilla. Lo nuestro es una mezcla muy interesante y produce no sólo patrones inesperados, sino también tensiones. El percusionista de flamenco está siempre volcado hacia el baile, pero Antonio no, él hace cosas que no me apoyan tanto, pero a los dos días lo miro y me gusta más. Es otro plano. Proyecto Lorca siempre tiene otros arreglos que te llevan a otro lugar, ven más la sonoridad y el contraste, y aunque me lo ponen más difícil como solista bailaora, reconozco que eso me dura un día, y cuando veo el ensayo me gusta más.

 

¿Cómo le recibe el público, sabe lo que va a ver?

No soy consciente de cómo me ve la gente desde fuera. No se si me critican mucho o no, yo creo que no, pero no lo sé.

¿Le protege haber nacido en Jerez?

Cuando llegué a Sevilla que estaba empezando, me preguntaban, de dónde eres, decía de Jerez…, ahhh, vale. Y yo pensaba, estos no saben que lo que yo he bailado en Jerez ha sido ballet, y si, si hay condicionantes a nivel geográfico que han sido positivos.

Hay ahora muchos artistas que están haciendo flamenco fuera de los códigos habituales, ¿se están perdiendo o ganando cosas?

Yo creo que es una necesidad real de cada uno y esto es bueno, si no, sería pedir a todos que hiciéramos algo que no sentimos. Yo me siento con el deber de ser éticamente justa con lo que soy. He entendido el flamenco así, no como algo que tengo que copiar. A mi me dijeron desde el principio: búscate. Desde mi inicio sé que el flamenco tiene personalidad propia. Entrar en el mundo del flamenco y ver que hay gente que piensa que todo va a ser igual… Angelita Gómez, la gran maestra de Jerez me dijo; no vas a tener problema ni de pies ni de nada…, pero búscate. Yo no quiero hacer ejercicios arqueológicos y bailar como otros cuerpos, de quienes hemos aprendido, yo quiero hacer mi baile, ése es mi filtro. El flamenco es un gran valor hoy día, llena teatros y crea públicos. En el flamenco ahora mismo hay un grandísimo nivel.

Una curiosidad, ¿los problemas del escenario se llevan a casa?

Jajaja, sí, eso es verdad. Nosotros nos llevamos bien, y aunque eso ocurre, lo que sí es verdad es que los problema de casa nunca se llevan al escenario, porque ahí olvidas todo, y al revés, si el espectáculo ha salido mal se discute en la cocina. Si echo de menos viajar sola, porque ahora tenemos la niña y viajamos con ella siempre que podemos, y esos viajes tienen menos espacio para mí que antes, para pensar, mirar, esa calma… Ahora esas escapadas no las tengo, eso sí lo noto.

 

 

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