En septiembre de 2019 tomó posesión de su cargo como director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, perteneciente al INAEM, tras un período de selección en el que otras personas también habían participado. Y a partir de ahí no lo ha tenido nada fácil. Pero nunca perdió su característica sonrisa. Heredó una programación diseñada por la anterior directora de la CNTC, Helena Pimenta, y al poco tiempo la pandemia se apoderó de nuestras vidas.
Consiguió que la CNTC estuviera muy presente en Almagro en 2020, programando incluso en varios espacios. Pisó el Corral de Comedias ese mismo año para dar voz, junto a Adriana Ozores, a los versos de San Juan de la Cruz. Esto sólo fue un ensayo, y un calentar motores para lo que más tarde tendría que acometer. Tras su paso por la localidad manchega, tuvo la oportunidad de diseñar su propia programación.
Con la COVID-19 de por medio se sucedían la paralización de ensayos, funciones en las dos salas, la actividad normal de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Como el propio Homar indica en la entrevista, pensó en alguna ocasión que estaban gafados, pues se llegó a paralizar absolutamente todo por positivos en cada una de las producciones. Esta situación lo único que creó es la paralización y posterior reactivación de la actividad general. Por ese motivo, era normal ver a Lluís ensayar Antonio y Cleopatra, mientras representaba El príncipe constante, y a la vez dirigía algo más. En Almagro, este año, ha estrenado Antonio y Cleopatra, y con el mismo montaje se marchó a Mérida. Al mismo tiempo se representaba La comedia de maravillas, dirigida por él. A su vuelta de tierras emeritenses interpretó el protagonista de El príncipe constante. Además de continuar con la agenda propia de director de la CNTC. ¡Bravo Lluís! Verdaderamente admirable.
Nuestro protagonista, nació el 20 de abril de 1957 en la ciudad de Barcelona. Estudió la educación primaria en la escuela de su familia «Escuelas Homar» del barrio barcelonés de Horta. Fue monaguillo de la parroquia de San Juan de Horta. Estudió sin concluirla la carrera de Derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona y acudió al Institut del Teatre barcelonés.
En 1974 participó en el montaje de la obra Otelo, bajo la dirección de Ángel Carmona, y un año después ingresó en el grupo de Teatro Escorpio, participando en dos puestas en escena: Terra Baixa, dirigida por Josep Montanyes, y Quiriquibú, dirigida por Fabià Puigserver y Guillem-Jordi Graells.
En 1976, junto con otros actores, fundó la Sociedad Cooperativa del Teatre Lliure de Barcelona, en la que trabajó durante años ininterrumpidamente (siendo su director artístico entre 1992 y 1998) y participando en más de treinta espectáculos.
En la misma década Homar comenzó a intervenir en productos para televisión, debutando poco tiempo después en el cine con La plaza del Diamante (1982), una película coprotagonizada por Sílvia Munt.
En la gran pantalla Homar ha desempeñado muchos papeles, los más destacados son su participación en La mala educación (2004) y Los abrazos rotos (2009), de Pedro Almodóvar, su interpretación del Papa Alejandro VI en Los Borgia, de Antonio Hernández y el papel de Max, un robot mayordomo en la película de ciencia ficción EVA (2011), de Kike Maíllo, papel que le vale su primera nominación a los Premios Goya en la categoría de «Mejor interpretación masculina de reparto», alzándose como ganador en la XXVI edición de los premios.
También ha trabajado con algunos de los directores más destacados del panorama español: Mario Camus, Vicente Aranda, Pilar Miró, Gerardo Vera, Agustí Villaronga, Pau Freixas o Montxo Armendáriz.
También ha sobresalido su trayectoria en realizaciones televisivas, como las series Àngels i Sants o Motivos personales. También realizó papeles protagonistas en 23-F: el día más difícil del rey (2009), película sobre el intento de golpe de Estado de 1981 donde interpreta al rey Juan Carlos I de España, y en las superproducciones de Antena 3, Hispania, la leyenda e Imperium, como el romano Servio Sulpicio Galba.
En marzo de 2019, fue elegido director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) en sustitución de Helena Pimenta. Su proyecto fue elegido entre cuatro finalistas, seleccionados entre 14 candidatos por el Consejo Artístico del Teatro.