¿Dónde se formó Miguel del Arco?
En Madrid. En la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. También he bailado con Víctor Ullate, he recibido formación con Víctor Ullate. Luego estudié en la Escuela Superior de Canto. Tengo una formación amplia como intérprete. Esa era mi línea de acción en realidad. Yo era actor. Un actor que ha hecho muchas cosas, porque ha bailado, porque ha cantado, porque ha hecho clásicos, cine, televisión…
Es muy amplia tu formación…
Si, había mucha parte de curiosidad y necesidad de formación. Siempre tuve muy claro que había que formarse mucho. Y además me gustaba mucho estudiar. Lo que pasa es que enseguida me llegó esto que sucede a veces y es que los personajes que me llegaban no me apetecían. Yo era un actor muy pudoroso. He hecho cosas que no me gustaban nada, que me costaba muchísimo trabajo.
En ese momento apareció una línea de acción, también por cierta inquietud con la escritura, que fue que yo escribía, empecé a mandar las cosas que yo escribía a las productoras, y me contestaron de varias. Empecé a compaginar mi carrera profesional como actor con la de guionista.
Como guionista hice mucho mercenariado en televisión, escribía cosas espantosas. Pero ahí no me importaba tanto porque yo no daba la cara. Al final se trataba de enviar lo que escribías, lo que me mandaban, porque era lo que me pedían. Muchas veces, caca, culo, pedo, pis, no era otra cosa. Pero aquello me permitía vivir. Vivir bien. Impedía que yo tuviera que aceptar como actor cosas que no me gustaban. Como actor me volví mucho más exquisito porque podía elegir y tenía parte de la manutención cubierta.
Aquello me dio una cosa estupenda que fue la disciplina de la escritura, a la que le estoy tremendamente agradecido. Hay unas fechas y horas que tienes que cumplir, y tienes que escribir, aunque fuera una mierda. En eso yo era muy riguroso. Tenía un volumen de trabajo que o te ponías a las ocho y te marcabas un horario o no había manera de sacarlo. Y esa disciplina de la escritura creo que me convirtió en autor de alguna manera. Aunque autor es una palabra que no utilizo mucho.
¿Dramaturgo?
Tampoco. Yo me considero director. E incluso ya digo en pasado que era actor. Es una faceta que no echo nada de menos. No echo nada de menos el escenario. Disfruto viendo a los actores como se divierten.
¿Lo pasabas mal?
No, no lo pasaba mal, en absoluto. He tenido viajes maravillosos y me lo he pasado en grande en el escenario. Lo que pasa es que mi faceta como director ha venido a cubrir absolutamente todo, entonces no echo de menos en absoluto esa parte como actor. Y como dramaturgo o autor, que he escrito mucho y sigo escribiendo, y tengo estrenados ya textos de mi autoría, me voy conformando, no tengo ninguna prisa, ninguna necesidad de reivindicarme. No necesito refrendarme como autor, es casi un accidente que pasa por mi vida y del que voy aprendiendo a disfrutar, porque hasta ahora no lo he disfrutado mucho porque me costaba ponerme.
¿Eres un autor autodidacta?
Si, absolutamente. Desgraciadamente no he tenido un periodo de formación. Hoy día la gente suele presumir de lo que ha llegado a hacer sin formación. Como ejemplo los programas de televisión en el que sale gente diciendo: “Mira cómo canto y no tengo formación”. Eso da mucha pena, y forma parte de mí no creerme como autor, ya que tengo una enorme laguna de formación.
Cuando escucho a otros autores hablar de otros autores, de lo que han leído, de lo que han experimentado, lo que han estudiado, yo siempre pienso de mi que no estoy ahí, no he hecho eso, me quedan muchos deberes por hacer. La verdad es que no tengo esa formación y la echo de menos.
Actor, dramaturgo, director de escena… ¿con qué te quedas?
No desecho nada. No tengo por qué elegir. Que diga que no echo de menos el escenario como actor no significa que lo descarte. Si yo como actor era pudoroso, lo soy mucho más desde que soy director. No sé qué tendría que pasar para verme otra vez como actor. De repente un papel que me apeteciera mucho. Es muy difícil subir a escena con los deberes hechos para defender lo que estás haciendo. Por eso con los actores tengo mucha paciencia. Es muy difícil dar la cara y que el instrumento sea tu propia voz y tu propio cuerpo.
Con los demás no me quedo con nada en concreto. Soy muy feliz como director, me gusta mucho, yo creo que es el tiempo que más disfruto, en los ensayos, porque soy un hombre de acción, porque soy un hombre de compañía, porque me dedico al teatro que es un arte colectivo, y disfruto mucho con el trabajo en grupo. Lo que pasa que últimamente voy aprendiendo poco a poco, y es una cosa curiosa, que desde la escritura del largometraje Las furias, es cuando empecé a disfrutar verdaderamente de la escritura. Pedí tiempo, que me pagaran por ello que es una cosa que estaba bien, y dije quiero tener tiempo. De esa forma me enredé de tal forma con los personajes de la familia de los Montealegre que me fascinó. Estar en su compañía, pensarlos, ponerlos, formaban parte ya no de una invención sino de un recuerdo como si fueran parte de mi familia.
¿Qué producción destacarías de tu amplio repertorio?
Soy poco fetichista en ese sentido. La función por hacer fue un espectáculo que nos puso en el punto de mira y de repente fue una eclosión. Fue un antes y un después. Se estrenó en 2009. Ha pasado muy poco tiempo, y en ese tiempo hemos pasado de estrenar una función en el hall del teatro Lara, porque no teníamos donde caernos muertos, a poder alquilar un teatro donde poder hacer repertorio. Incluso abrir las puertas para que otros dramaturgos, autores y directores vengan a trabajar a este teatro.
Hemos corrido mucho, han pasado muchísimas cosas, ha sido todo muy veloz. Destacaría de todo la inconsciencia con la que surgió todo, pero con esa misma inconsciencia es con la que hemos alquilado el teatro. En ese sentido somos un poco “kamikazes”. La función por hacer fue el germen de todo. Ahí empezó Kamikaze productora, aunque ya existía antes para temas de cine.
¿Quién forma la productora Kamikaze?
En principio éramos Aitor Tejada y yo. Nunca estuvimos delimitados a eso. Ahora las cuatro patas del banco que conforman el Teatro Kamikaze son Jordi Buxó, Israel Elejalde, Aitor Tejada y yo. Israel además como actor, porque ha trabajado creo en todas mis producciones. Es mi hermano pequeño, amigo íntimo. Los cuatro somos socios y sin embargo amigos. Jordi se incorporó antes de Misántropo a la producción como productor ejecutivo y que desde ese primer momento son esos encuentros felices que tiene la vida y dices a este lo quiero para mi vida.
¿Todos suman en Kamikaze? ¿Os lleváis bien?
Si no sumáramos este año hubiese sido insufrible. Ha sido un año de intensidad brutal, muy feliz, muy aciago en muchas cosas porque hemos ido aprendiendo a hostias, pero tengo clarísimo que si no tuviera los tres compañeros de viaje que tengo esto hubiera sido imposible. No solamente confío en ellos como profesionales, porque son tres profesionales brutales, plenamente dedicados, tan dedicados como yo, piensan como yo que están en el mejor lugar posible, piensan como yo que es un acierto haber tomado esta decisión tan loca, y además son tres buenas personas, que para mí eso es absolutamente vital. Ellos me cuidan, me intentan preservar, en definitiva, han sido mis amigos.
Muchas veces yo prefiero un poquito menos de talento y una mejor persona. Porque al final todo esto es un trabajo colectivo y todo lo que no viene a sumar, resta. Dentro del colectivo que forma la compañía he desarrollado una intuición enorme para neutralizar lo que se produce por las propias inseguridades de actores, técnicos, creadores, o si realmente es una mala persona, me lo cargo. Hay mucha gente en el mundo estupenda, gente con muchísimo talento, gente buenísima con la que da gusto trabajar, y sigo un lema de una directora neoyorquina que decía que los espacios de ensayo, y yo no me refiero a los espacios de ensayo sólo al ensayo cuando estás ensayando una función concreta, sino en el espacio de trabajo, desde que entras por la puerta, tiene que ser un espacio de seguridad para que las representaciones no sean peligrosas. Y para mí eso es básico. Me gusta cuando la gente sonríe cuando entra. Paso mucho tiempo en este teatro. Sonrío cuando me cruzo con la gente, me cruce con quien me cruce. Son gente que me gusta, me gusta tenerlos cerca. Los admiro como profesionales y eso hace que el grupo esté consolidado. Para mí eso es básico. Imprescindible.
¿Hacia dónde va Kamikaze? ¿Qué busca?
Hacer teatro, fundamentalmente. Es decir, hacer un teatro sostenible. Poder seguir siendo ambiciosos a la hora de plantear, poder seguir contando historias. Ofrecer a dramaturgos, autores, directores, actores, un espacio de creación en libertad, absolutamente en libertad. La mirada puesta en lo contemporánea. Textos de nueva escritura. Estrenos de Víctor Conde, Pascal Rambert, Gon Ramos, o mío, o de Sanzol, o de Pablo Remón, que van a estrenar todos este año aquí. Pero también estrenamos una Antígona, una función de hace 2500 años con una mirada contemporánea, para que el texto y el actor y todo el discurso que aparece, igual que en Hamlet y Misántropo, salga disparado del escenario, interpele al ciudadano del siglo XXI sin tener que hacer ningún tipo de mediación histórica. Es decir, no quiero que entiendan, no, quiero que les hablen a ellos mismos de ellos mismos. No quiero que haya cuestiones históricas que entender. Y creo que es muy fácil. Y para eso están los clásicos. Es decir, hace falta muy poco retoque para que de repente quitemos lo que es el apolillamiento del tiempo…
Yo no digo que este sea el teatro que se tiene que hacer. A mí me gusta mucho que la gente represente un Misántropo tal y como se representaba en el siglo XVII, que vete tú a saber cómo se hacía porque ninguno estábamos allí, y no hay ningún registro ni sonoro ni filmado del tema. Si los quieres poner con las caras empolvadas, con las pelucas… Las caras empolvadas, las pelucas, que ahora resulta un comentario casi bufonesco eran porque los ciudadanos del siglo XVI llevaban las caras empolvadas y llevaban pelucas. Moliere tuvo un problema grave con su sociedad porque él representaba sobre el escenario a ciudadanos de su siglo. Y decía: “Podéis pintar dioses como queráis porque nadie ha visto uno, pero si pintáis a un ciudadano y el ciudadano que lo ve cuando va al teatro, y no se siente identificado, habréis fracasado”. Y para mí esa es la mirada contemporánea. Sea de nueva escritura, de dramaturgos españoles o extranjeros, pero vivos, o en dramaturgias hechas a partir de textos clásicos.
¿Ese es el teatro que buscáis?
Absolutamente.
Clásico, contemporáneo, ¿podríamos decir que la temática es la misma hace 2500 años que actualmente?
Exactamente igual. ¿Qué se plantea Hamlet nada más empezar? Entre ser y no ser estamos todos. Hablan de la vida y de la muerte, y hablan del amor. Los griegos enseñaban la democracia a través del teatro. Nadie nace con el gen de la democracia. Sin embargo, sí que nacemos con un gen de teatro, porque nacemos con la necesidad de narrar, de contar algo. Un niño que le dice a su madre de forma instintiva “mamá mira lo que hago”. Es instintivo. Necesitamos contarnos historias, nos contamos historias. El niño que le cuenta a su madre lo que ha hecho en el colegio. Y él mismo va a elegir el relato que quiere contar para llamar la atención de su madre, para decir, en definitiva que menganito le ha pegado o que su profesora le tiene manía. Somos relato. La democracia la tenemos que aprender porque lo que tenemos escrito en los genes es la ley del más fuerte. Y los griegos que eran muy listos utilizaban el teatro para enseñar la democracia.
Y seguimos barajando los mismos problemas. ¿Qué plantea el Misántropo? Al final es el tema del amor, es el tema de yo soy yo pero estoy metido en la sociedad. O Arte, de Yasmina Reza, a través de una comedia, es yo soy yo porque tú eres tú, es la otredad, es el descubrimiento del otro. Al final me interesa cualquier cosa que tenga que ver con la convicción del ser humano. Cabe absolutamente todo.
¿Podrías definir tu teatro como transgresor o contemporáneo?
Contemporáneo es contemporáneo porque es ahora. Si contemporáneo te refieres a que sea moderno, eso yo no lo sé, no tengo ni idea. ¿Qué es un teatro contemporáneo? Es moderno con respecto a qué. Con respecto al teatro que se hacía hace diez años, con respecto a cuarenta. Lo comparamos con el teatro que se hace en Londres, hay tantos tipos de teatro, tal lucha que hay ahora mismo sobre el teatro de texto… Que desaparezca el teatro de texto me parece una gilipollez enorme, gigantesca. Somos pensamiento, somos palabra, cómo no va a haber un teatro de texto. Es evidente que no va a desaparecer a no ser que dentro de mil años nos quedemos mudos y nos podamos comunicar de otra forma. Aparecerá entonces el teatro de la telecomunicación… ¿Quiere decir esto que no me gusta el teatro gestual? Evidentemente que si, tiene que haber tantas miradas como creadores.
Las etiquetas respecto al teatro que hago ni me molesto en pensarlas. Es como decir, ¿te planteaste en tu función ser innovador? Vaya tontería. Innovar con respecto a qué. Para mí lo importante es pensar la historia que quiero contar, cómo la quiero contar, qué es lo que necesita, qué es lo que me emociona de esta historia, qué armas tengo para contarla, tengo o no tengo dinero para contarla, tengo que jugar con material de una clase u otra porque no tengo un pavo para la escenografía… Qué es lo que necesita la historia, y ahí me centro. Y eso es lo que va describiendo absolutamente todas las decisiones que tomo.
¿En qué te apoyas para tus producciones? Hemos leído en alguna entrevista que le das mucha importancia a la música
Yo soy muy musical. Pero también soy un iluminado (risas). Para mí la luz es absolutamente fundamental. Me gusta que el primer día de ensayos estén todos. Y cuando digo todos, digo iluminador, figurinista, músico, sonido, actores, técnicos. ¿Por qué? Porque esto es un arte colectivo. Y porque todos desarrollamos departamentos estancos. El director debe tener este recorrido por todos los departamentos, pero luego resulta que la parte de sonido tiene un oído especialmente educado para escuchar cosas que suceden, entonces yo quiero tener a Sandra cerca, encargada de montar el sonido de todos mis espectáculos, porque se acerca a mí en algunas ocasiones y me pregunta ¿a ti te gusta esta escena cómo queda? Ya sé que ella ve algo que no le gusta… Evidentemente el director no es Dios y se le pueden escapar millones de cosas. Me hace el comentario, yo estaré o no de acuerdo, pero me puntualiza, y en ese momento digo ya sé que a ti no te gusta pero a mí esta escena me encanta. De repente tomo esa decisión aunque sé que a ella no le gusta. Hagas lo que hagas siempre habrá alguien que te diga que le parece una mierda. Eso hay que aprender a aceptarlo, es duro, pero hay que aprender a aceptarlo.
A mí me gusta apoyarme en el equipo, encontrarme las miradas del equipo. Me va la vida en ello. Realmente hay días que en algunos momentos me he sentido literalmente morir. He sentido que ahora me voy a morir. Me voy a morir porque he visto tal horror, que de repente nada conecta. Esos días que pasa cuando sales del ensayo en pequeño a la sala grande porque ha llegado el momento de actuar con la escenografía… Empiezas a juntar todos los elementos del puzle y nada casa. Mi marido siempre me dice lo mismo: “parece mentira que no lo sepas, si siempre te pasa igual”. Ya, pero no lo voy a aprender nunca, y está bien que no lo aprenda. Ese puzle hay veces que no hay dios que lo pegue. Digo: “me he equivocado”. Siempre es mi frase. Me he equivocado en la elección de los actores, me he equivocado en la elección de la escenografía, me he equivocado, y esta vez va a ser la debacle. Hay una sensación química en mi cuerpo, es puramente química. Durante los ensayos yo mantengo el tipo, tengo mucha energía y lo llevo bastante bien. Pero llego a casa y no duermo, y es la pescadilla que se muerde la cola. Esa sensación química se produce con tal intensidad que tengo la sensación de caer fulminado y morir. Y tengo una seguridad rotunda de que me voy a morir. Entonces, ¿en quién me apoyo? En mi equipo.
¿Cómo es el día a día de Miguel del Arco?
Depende de lo que esté haciendo. Ahora mismo que no estoy ensayando suelo escribir por las mañanas. Yo soy muy de mañanas, de levantarme pronto y empezar pronto a escribir. Como. Tengo como diez minutos de siesta, con cerrar los ojos un momento es suficiente. Leo. Intento después de comer tener una hora de lectura y respetarla porque si no, no me da la vida para leer todo lo que tengo que leer. Por la tarde me suelo venir al teatro, porque somos de recibir al público, y como vivo relativamente cerca vengo, charlo un poco con mis compañeros, o sigo trabajando un poco en casa.
¿Cómo comenzó la aventura del Pavón Teatro Kamikaze?
Fue un ataque de inconsciencia. Un día íbamos Jordi y yo en un coche y me dijo que se quedaba libre el teatro porque se marchaba la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Me dijo: “qué te parece si preguntamos cuánto piden por el alquiler”. Me dio un ataque de risa. Pero él fue y preguntó. Pagamos una barbaridad de alquiler, una cosa imposible que nos debería haber echado para atrás, pero estamos muy locos y nos vinimos.
¿Qué os impulsó a hacer algo así?
Yo creo que el sueño de todos los teatreros es tener casa. Todos tenemos ese sueño.
Pero tal y cómo está el panorama…
Somos muy atrevidos. Está bien lo de relativizar. Es como cuando te dicen cuando te pongas muy nervioso en un auditorio piensa en todos ellos desnudos. Qué es lo peor que me puede pasar si alquilo un teatro. Que me arruine. ¿Me da miedo arruinarme? No.
El problema no es que te arruines tú, es que arrastres…
Claro. Lo que pasa es que hay que ser listo. En el video de presentación que hicimos para presentar el proyecto, que es un video muy bonito, Jordi dice: “Somos Kamikazes, no somos gilipollas”. Y eso es importante. Nos tiramos sin saber cómo se gestiona un teatro. Habiendo aprendido con la máxima de «la letra con sangre entra», porque nos hemos pegado unas hostias importantes durante este año, pero aprendemos rápido.
Tenemos un agujero grande económico, porque las cifras no nos salen, a pesar de que el cómputo general es que hemos tenido un año de éxito, pero no hemos tenido un éxito diario, pero hemos llenado a diario. Que hemos hecho mucho ruido, si. Que la gente está encantada, también. Que el público ha respondido de manera maravillosa, si. Pero que esto cuesta mucho más dinero de lo que hemos sido capaces de producir con la entrada de taquilla, sin lugar a dudas. Que el tipo de teatro que nosotros queremos hacer no lo podemos defender sólo desde la taquilla, también. Lo que pasa que para contar eso a las administraciones necesitábamos dar el paso de abrir, no contar y decir yo tengo un proyecto que es abrir un teatro que se dedique a la mirada contemporánea, textos de nueva escritura, revisar los clásicos, sino decir, esto es lo que estoy haciendo.
He hecho treinta y seis producciones en un año. He estrenado diez montajes nuevos, estrenos absolutos. Ningún teatro público puede decir eso. Diez nuevos textos, de autores mayoritariamente españoles. He puesto sobre el escenario a Shakespeare, a Moliere, a Sófocles, a Tolstoi, ha venido Pascal Rambert porque está absolutamente enamorado de este proyecto. He hecho diecisiete talleres de investigación con bailarines, dramaturgos, directores, actores, músicos. Todo esto en un año. Yo creo que la administración debería participar en algo así. Esto tiene una vocación pública que es incontestable. Estamos en conversaciones con las administraciones pertinentes.
Estamos trabajando también con el tema de entidades privadas. Pero el problema es que no hay una ley de mecenazgo. Hay un desprecio endémico a la cultura. Con lo cual yo no puedo decirle a nadie ven aquí porque esto culturalmente te va a aportar mucho… No. Tengo que decirle a la empresa: “ven aquí que esto es súper cool para tu empresa y para tus empleados o para la gente con la que tú trabajas, pero además te va a suponer un 25% de desgravación en tu declaración fiscal”. No tengo las herramientas. Somos pioneros en alisar, allanar ese terreno para que eso se produzca. Y ese es el día a día en el que estamos. La creación e intentar tener un 33% de ingresos por taquilla, que lo hemos superado este año ya, 33% de aportación de administraciones públicas y 33% de empresas privadas.
¿Planteáis giras?
Las giras las hacemos como siempre las hemos hecho.
¿Eso no genera un beneficio?
Sí. Con eso hemos vivido nosotros. Porque nosotros, los cuatro, llevamos un año sin cobrar un pavo. Que no cobramos nada. ¿De qué vivo?, de las giras de los espectáculos.
¿Os gustaría que se convirtiera el Pavón Teatro Kamikaze en un referente cultural o lo es ya?
Eso es una cosa que tampoco tengo que decidir yo. Por el movimiento creo que se ha colocado en muy poco tiempo en un sitio en el que no está ningún otro teatro. Es un referente de la profesión. Aquí hay rigor profesional. Yo soy consciente que nunca aquí se hará una mierda, porque una mierda se hace sin reflexionar al respecto. A ti te puede parecer que una función que yo he hecho o dirigido que no está bien, pero nunca podrás decir que es una mierda, porque no lo es. Porque hay mucho trabajo, porque hay disciplina, porque hay rigor. Hay siempre una búsqueda permanente por la excelencia. Y eso forma parte de nuestro tejido. Yo he visto a un técnico salir llorando porque ha hecho mal una función. Y para mí eso es tan importante. Porque el actor se le entiende porque tiene un compromiso como artístico, pero ese compromiso artístico también tiene que estar por parte del técnico.
Cuando ves eso como director, ¿cómo reaccionas?
No quepo en mí de gozo. Ser parte y cabeza de un sitio donde la gente quiere trabajar. Donde nos llegan cientos de proyectos de compañeros que quieren estrenar aquí, porque saben que estrenar aquí es especial no es estrenar en cualquier teatro.
Se está fabricando un público de una manera específica. Es un teatro de riesgo, es un teatro de grandes textos, no se estrena aquí igual que en otro teatro. ¿Eso lo convierte en un referente? Sin lugar a dudas.
He leído en prensa que eres una persona muy influyente, ¿te ha servido para algo en este proyecto?
Eso es porque salgo en la lista de los cincuenta gays más influyentes. Eso es una tontería. Lo hizo un periodista que está vinculado con el teatro. La influencia es mentira. Lo peor de esa lista es que no aparezco como director de teatro, sino como homosexual. El sentido de la lista es por la homosexualidad. Es terrible. Y habla de que necesitemos hacer una lista porque la visibilidad sigue siendo importante. Porque no está todo tan asumido como pensamos que está. Si esto sirve para que un chaval en Ciudad Real, León o Soria, lea y vea que hay una cierta normalidad que gente puede salir y decir. “Sí, soy homosexual, y llego a ser director de teatro, o juez como Marlasca, bienvenido sea. Lo único que espero es que dentro de poco tiempo no haga falta una lista semejante. Porqué no hay una lista con los cincuenta heterosexuales más influyentes de la tierra. Porqué la hay de los homosexuales. Porque sigue habiendo una discriminación. Me parece una soplapollez y no, no soy influyente ni en mi casa.
¿Qué proyectos tienes encima de la mesa?
Este año voy a pisar el freno porque esta temporada pasada ha sido muy tremenda. Yo venía haciendo dos montajes al año y este año he hecho tres montajes nuevos, cinco reposiciones y he estrenado mi película, y he abierto un teatro. Ha sido un año demoledor. De muchísima exposición, que yo creo que fue por lo que peté. Me ves suelto pero no soy suelto. La exposición de mi trabajo la llevo como puedo, pero me cuesta mucho. Necesito tiempo para escribir. Estoy escribiendo teatro, estoy escribiendo cine. Voy a seguir, evidentemente, con la gestión. Si aparece un texto, que tengo los derechos pedidos de un autor ruso que me ha gustado mucho, y se consolida, puede que sea el montaje que haga este año. Si no sucede eso, a lo mejor no dirijo este año, y no pasará nada. Seguramente prepare la temporada que viene donde trabajaré mucho.
¿Cuál es el resorte de Miguel? ¿En quién se apoya?
Yo siempre digo de mí que soy un tentempié. Me deprimo y mis depresiones vienen durando un cuarto de hora. Esta vez ha sido más complicado y me ha pasado factura toda esta acción. Pero aún así hay un punto vital en mí que siempre dice: “tira para adelante”. Me apoyo en mi gente, para mí es muy importante la familia. Mi marido.
¿Pertenece a la profesión?
Pertenece a la profesión, si, además es actor. Lo tengo aquí, que eso no lo llevo tan bien.
¿No?
No, porque trabajar con él es complicado. No es complicado porque es un actor magnífico. En un momento dado recuerdo que le dije que cuando trabajásemos juntos al actor lo tenía que dejar fuera. No me puedes llegar a casa y contarme cosas del ensayo porque además eso hace cambiar mi percepción y no quiero.
Ahora este año tengo una casa en el campo y he descubierto el campo. Yo muy, muy urbanita, soy muy de ciudad, nunca había ido al campo. Me sigo admirando de un limón creciendo. He descubierto dos actividades que hacen que mi cerebro se quede en encefalograma plano que son el buceo, que me fascina, y el cultivar, porque tengo olivos, manzanos, huerto, lo que es el trabajo manual del campo hace que mi cabeza se sosiegue.
¿Te da tiempo a pensar?
Si, si. Porque además es un pensamiento mucho más tranquilo, más suave. Es trabajo físico y el pensamiento no es tan importante y queda en un segundo plano y está muy bien.
Para terminar, hemos entrevistado a bastantes compañeros actores, figurinistas, etc., a los cuales les preguntábamos qué querían hacer en un futuro, y algunos de ellos coincidían en trabajar con Miguel del Arco, ¿por qué?
¿En serio? Yo llevo a gala que la gente sea feliz trabajando conmigo. Traspasa porque cuando el actor es feliz trabajando siempre lleva a buenas conclusiones. Yo si tengo algún talento es el de elegir bien a los actores. Pero también porque dejo ese rango de acción de que la gente trabaje en libertad y con tranquilidad. Porque me arriesgo. Yo creo que todo eso hace que la gente de lo mejor de sí. Mis ensayos son divertidos siempre, en el mejor sentido de la palabra. O terroríficamente duros como fueron Hamlet o Antígona. Pero nos reíamos mucho haciendo un espectáculo tan absolutamente negro como Antígona. Eso crea que la gente se atreva a hacer las cosas. Cuando la gente se atreve a hacer las cosas porque tiene los medios para hacerlo todo confluye en que la gente va en la misma dirección. Yo al principio tiro del carro, y tiro, y tiro, y no paro de hablar, y hablo, y hablo, y hablo, y los aburro a base de palabra, porque creo necesario crear una clave común. Esa clave común se va posando, calando en todos ellos, y al final todos reman en la misma dirección. Esa barca remando en la misma dirección es la que coge una velocidad de crucero que es la que te emociona. Y como espectador yo sé que mis espectáculos funcionan porque la gente sale arrebatada de la emoción.