La mejor hora del día para Nacho Duato es la noche. De pequeño quería ser, aunque parezca extraño, caballo. El juguete de la infancia que recuerda con más cariño son unas anillas y un trapecio, aunque le cuesta recordarlo. Su primera oportunidad se la dio la hija de Madame Rambert, en Londres, en el Marcolli Theatre, cuando fue a bailar con 18 años. La edad tope era 13 años, pero como le vio muchas condiciones como bailarín le dijo que si en tres meses progresaba como los demás niños en un año le dejaría entrar. Y así fue. Cuando se encuentra solo delante de un espejo sólo se le ocurre comerse una manzana. De las manos es del rasgo físico del que se siente más orgulloso. Ha sentido muchas veces vergüenza, pero sobre todo, cuando su padre se avergonzaba de él. Su canción preferida es la Canción a la luna de la ópera Rusalka. Tiene miedo a dormir con un pie fuera de la manta. Tiene la sensación de que se lo van a coger. Desde pequeño tiene problemas con el sueño. Ahora necesita medicación para poder dormir. De muy pequeño le aseguraba a su madre que había indios debajo de la cama. Su madre le quitaba aquellas ideas diciéndole que en Rocafort no había indios. Además, veía su caballo al lado de la piscina familiar (ríe). Le daban muchísimo miedo los indios en las películas. Reconoce que miente muchísimo. Es más, reconoce que ha mentido durante la entrevista en varias ocasiones y no nos hemos enterado. Le hace gracia y le gusta decir mentirijillas. En serio, comenta que mentiría para salvar a alguien en una guerra, como se hizo con los judíos. Delante de la gente no pierde los nervios. Al otro sexo le envidia la inteligencia, y la ternura, el saber, la empatía con los demás. Comenta que hay una canción que dice: “Me hubiese gustado ver la sonrisa de mi madre al nacer”. Pues eso. Esa sonrisa, afirma, sólo la tienen las mujeres. Y esa ternura hacia los demás, sólo las mujeres. No sé porqué las mujeres ahora quieren coger los fusiles, cuando ellas en las guerras eran más importantes que los hombres porque hacían los guantes, los vestuarios, y cuidaban de los enfermos. Eso me alucina en las mujeres. El hecho de la historia de la humanidad que le produce mayor admiración es que el Australophitecus se haya levantado y se haya convertido en Homo Erectus. Y el que le produce mayor rechazo es la iglesia. Reconoce utilizar los refranes, y el primero que se le viene a la cabeza es No hay mal que por bien no venga. Los hechos tecnológicos los comprende perfectamente. Cree que internet ha sido equivalente al descubrimiento del fuego. Es una maravilla. Bien utilizado cree que es alucinante. “Tienes todo en tu mano. Pero si se utiliza mal, no”. Su infierno particular es cuando la gente pregunta idioteces continuamente durante toda su vida, sobre todo en su vida de famoso. Esperemos que no sea nuestro caso. De la película Oliver Twist le hubiera encantado ser el protagonista. Cuando era pequeño adoraba a Oliver Twist. Pasaría una noche con dos de sus perros que murieron hace tres años. Dormían con él. Uno a la derecha y otro a la izquierda. Se le corta el habla sólo de pensar que podría ocurrir esta noche. Tajante afirma que no pasaría una noche con ninguna persona, ni loco.
Juan Ignacio Duato Barcia, más conocido como Nacho Duato (Valencia, 8 de enero de 1957), es un coreógrafo y exbailarín español. Fue director artístico de la Compañía Nacional de Danza desde 1990 hasta julio de 2010.
Se formó como bailarín en el Rambert School de Londres, y, tras ello, amplió sus estudios en el Mudra School de Maurice Béjart en Bruselas y en el American Dance Centre de Alvin Ailey en Nueva York, todas ellas instituciones de primera línea mundial en su campo.
Su carrera profesional como bailarín comenzó en 1980, en el prestigioso Cullberg Ballet de Estocolmo, pero fue un año después, cuando ingresó en el Nederlands Dans Theater, de la mano de su director Jirí Kylián, cuando de verdad Duato adquirió auténtica relevancia en el mundo del ballet. Allí compuso su primera coreografía Jardí tancat (Jardín cerrado) (1983, con música de María del Mar Bonet), con la que ganó el Primer Premio en el Concurso Internacional de Colonia (Internationaler Choreographischer Wettbewerb, Köln). En 1988 fue nombrado coreógrafo estable del NDT, junto a Hans van Manen y al propio Kylián.
Sus ballets y coreografías forman parte del repertorio de las más prestigiosas compañías internacionales, como las ya mencionadas Cullberg Ballet y Nederlands Dans Theater, pero también del American Ballet Theatre, el Ballet de la Ópera de París, el Ballet de la Ópera de Berlín, la Compañía de Ballet Australiano, Les Grands Ballets Canadiens, el Stuttgart Ballet, el Ballet Gulbenkian de Lisboa, el Ballet de la Ópera de Finlandia, el Ballet de San Francisco o el mismo Royal Ballet.
Desde junio de 1990, invitado por el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música del Ministerio de Educación y Cultura, Duato pasó a ser director artístico del «Ballet Nacional de España Clásico» con sede en Madrid, que desde 1993 se conoce como Compañía Nacional de Danza, puesto que ocupó hasta el 31 de julio de 2010.
Tras dirigir el Ballet del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo de 2010 a 2014, asumió la dirección del Staatsballet de Berlín de 2014 a 2019.
Entre los múltiples galardones que figuran en la carrera artística de Nacho Duato destacan el Primer Premio en el Concurso Internacional de Colonia por la obra Jardí Tancat, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1998), el Premio Benois de la Danse (2000), el Premio Nacional de Danza (2003), el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras 2015, el ‘Positano, Premio de la Danza Léonide Massine’ 2019 a toda su carrera y el Premio Max de Honor 2020.