La obra nos habla de Alicia y Héctor, una expareja divorciada desde hace tiempo, que se encuentra para hablar de los desajustes emocionales de su hija. De fondo el Jueves Santo de una Semana Santa sevillana, en primer plano el relato de la vida familiar de un matrimonio repleto de altibajos, en el que la profesión de ambos ocupó la mayor parte del tiempo compartido. Los dos protagonistas disimulan su sentido de culpa en un tira y afloja de reproches que culmina con el descubrimiento de un hecho que nunca se debería haber producido.
Ignasi Vidal nos habla así de la obra: “Un día decidí escribir sobre las contradicciones del ser humano. Esas que nos llevan a decir una cosa y hacer la contraria, esa necesidad imperiosa que tenemos de aparentar justamente lo contrario de lo que somos. Eso, llevado a extremos donde la falta de empatía ocupa el lugar que en el alma (cerebro) debería ocupar la compasión, puede dar como resultado la más aberrante de las situaciones. Cuando estos caracteres se desarrollan en un ambiente liberal, artístico y aparentemente amplio de miras, adquieren tintes grotescos. Y este es el ambiente en el que desarrollo esta obra que pone sobre la mesa una lacra social universal y cómo conviven verdugo, víctima y espectador.”
Así habla Nacho Guerreros sobre la obra y el montaje.
Nacho, ¿qué nos cuenta el texto de Ignasi Vidal “Sobre el caparazón de las tortugas?
Vamos a ver un matrimonio, Héctor y Alicia, un matrimonio. Un ex matrimonio, perdón. Están divorciados hace varios años. Tienen una hija en común y se reúnen una noche de jueves santo para hablar de los problemas de su hija, que tiene varios.
Lo que parece una discusión cotidiana de este ex matrimonio lleno de reproches deriva en un, digamos, terremoto que ninguno de los dos protagonistas espera ni pensaba que iba a suceder.
El público también recibe este terremoto como lo que es, como un giro inesperado más allá de la mitad de la función.
Héctor, el personaje masculino, es un personaje bastante curioso en cuanto a carácter. Es un ser, que en casa, digamos, es una persona que se ha acomodado ciertamente a estar casado con una persona mucho más importante que él en el sentido profesional y que ha ido arrastrándose hacia la fama detrás de ella. Los problemas de esta pareja se han ido enturbiando cada vez más. En parte también por la niña que han tenido en común, que, repito, es la protagonista de la función. Marta es la protagonista de la función y nunca sale en escena. Disfrazan estos problemas como los disfraza mucha gente, con el alcohol. Entonces, se forma aquí una pareja explosiva, tóxica, aun entendiendo, además, que se han querido. Que se han querido mucho, porque es así.
La hija que no aparece, ese personaje que está en escena todo el tiempo pero que no se le ve, ¿es un personaje conciliador entre este matrimonio?
En absoluto, no es un personaje conciliador en el momento en que se desarrolla la historia. Creo que además ellos han adoptado a esta hija por aparentar una felicidad. Muchos matrimonios lo hacen, muchos matrimonios en medio de esas arenas que les envuelven, en medio de esos terremotos diarios intentan ser papás para solucionar los problemas. Generalmente se multiplican, no se solucionan. Esto es lo que le pasó a esta pareja, los problemas, las diferencias, como bien dice Héctor en un momento de la función, ahí empezaron nuestras diferencias cuando adoptamos a Marta. No, no es nada conciliadora, no se puede decir que ha sido una hija que ha venido a la familia para salvar ni para conciliar, más bien para todo lo contrario.
¿Por qué Ignasi decide titular esta función “Sobre el caparazón de las tortugas”? ¿Cuál es el símil? ¿Hacia dónde quiere ir?
Bueno, el caparazón es una coraza, es una coraza que protege. A las tortugas les protege de los depredadores. Aquí ellos se intentan proteger del mundo que les rodea, se intentan proteger de la profesión, de la profesión que ejercen, ellos son actores. Se intentan proteger de esos ojos, se intentan proteger de su propia hija en muchos aspectos y se intentan proteger, sobre todo y creo que es fundamental, de ellos mismos. Digamos que edulcoran todos sus problemas con el alcohol, y el alcohol para ellos es un caparazón. El título es muy simbólico pero realmente dice mucha verdad con respecto a esto del caparazón. Hay gente que lo lleva puesto perennemente, y otros que lo usamos más o menos cuando nos conviene, porque sí que es verdad que fuera de tu casa hay mucho depredador.
¿Qué destacaría del texto de Ignasi Vidal?
Cuando lo leí no tuve duda de que yo tenía que representar esta función, que tenía que contar esta historia por lo que cuenta, por cómo lo cuenta, porque Ignasi escribe muy bien y eso me gustó mucho. Me pareció, además, y me recordó mucho aquella película Función de Noche donde Lola Herrera y Daniel Dicenta desnudaban su vida, su matrimonio. Yo la vi hace muchísimos años en televisión, era muy joven, y la volví justamente a ver un poquito antes de que Ignasi me ofreciera esta función, esta obra de teatro, y se asemeja mucho este texto. Dije que sí, primero, por cómo estaba contada y por qué está contada y lo que cuenta, porque claro, yo no te puedo contar exactamente qué problema tienen con la época, porque te haría un spoiler y quiero que el espectador se sorprenda, pero fundamentalmente por contar eso, porque el público, además, sale con la sensación de preguntarse muchas cosas y de cuestionarse y además, que es lo que me encanta, se dividen el corazón entre ella o Héctor, o Alicia o Héctor, o los dos o ninguno, y eso me parece fantástico.
Creo que contar también como actor que soy, contar lo que sucede a una pareja de actores, aunque sea todo ficticio, me generaba mucha inquietud. Además, bromeábamos durante los ensayos Raquel y yo porque hay párrafos que escribe Ignasi que son completamente ciertos de nuestros egos, de nuestro oficio, de lo que lleva intrínseco ser actor o actriz.
¿Cuál es el ego más destacable de Nacho Guerreros?
Este oficio requiere también de su parte de ego. El problema no es el ego, el problema es el superego, cuando el ego se desborda, cuando el ego empieza a hacer difícil la vida a los demás y por consiguiente a ti mismo, cuando tú no puedes soportar, por ejemplo, el éxito. O hay actores o actrices que creen que lo que estamos haciendo les da cancha suficiente para hacer o decir lo que les dé la gana, para llegar tarde a un rodaje o para tratar mal a los demás, que los hay y las hay, hay actores y actrices así. En mí, creo que aunque lo manejo bien, me ha servido, y yo no olvido mis orígenes, me ha servido para tener los pies en el suelo. Este superego del que yo, además, quiero alejarme un poco. A mí la carrera no me ha sido fácil, esta carrera es muy difícil si no tienes unos contactos, si no tienes un padrino o madrina, entre comillas. He hecho la carrera a golpe de pico y pala, a golpe de trabajo, por eso la respeto tanto. Y por eso también tengo la conciencia tranquila de que no debo nada a nadie, en el sentido de que no he hecho nada nunca de lo que me vaya a arrepentir por conseguir un trabajo y no lo haré jamás. Todo lo que he hecho, absolutamente todo lo que he hecho, ha sido porque otras personas me han visto trabajar, no porque yo haya llamado a puertas o haya pasado la manita por la espalda, que es algo que también hay actores y actrices que lo hacen por conseguir un trabajo, y me parece un acto de egoísmo puro porque quizás estás llenando de piedras el camino con respecto a otros.
Nacho, entrevistaba hace unos días a Isabel Ordaz por una función que hacía en el Teatro de la Abadía de Madrid, Coraje de Madre. Todos sabemos que es una actriz muy mediática, muy conocida, pero le pregunté si le había decepcionado la fama. A usted, ¿le ha decepcionado la fama?
Como decía Marilyn Monroe: “¿Y esto es todo?” Creo que lo dijo Marilyn Monroe cuando estaba en la cúspide de su fama, de su carrera, se preguntaba a sí misma, bueno, y esto es todo, y esto es la fama. Creo que la fama hay que tenerla en cuenta y hay que respetarla, no hay que subestimarla. A mí no me ha decepcionado por el hecho de que yo no vivo por ser famoso, yo no vivo de la fama, yo vivo de mi trabajo, como te he dicho antes. Yo no soy de los que se quedan en casa viendo la tele o paseándome por esas alfombras rojas infinitas en entregas de premios que me interesan cero. A mí lo que me interesa de mi oficio de actor es trabajar, me interesa que mi empresa salga adelante, como productor que soy. Me interesa mi trabajo como actor y me interesa prepararme siempre para ser mejor. La fama se queda como anécdota, y como un beneficio a corto y a largo plazo, en el sentido de que si haces teatro esta gente que te reconoce por otro trabajo, por la televisión y por ser conocido, vaya a verte, pero creo que más allá de eso y más allá de cosas que me han podido suceder personales y profesionales, no hay que dejarse llevar por esos cantos de sirena que tiene la fama. Yo cuando veo chavales y chavales que lo único que quieren es ser famosos me dan cierta lástima, porque esto es una carrera de fondo en la que hay que trabajar muchísimo y en la que siempre tienes la sensación de estar esperando y de estar empezando.
Ahora sí, le puedo decir que Isabel decía: “me interesa poco la fama”.
Es que a un actor o a una actriz le puede interesar poco la fama en el sentido de que somos trabajadores del teatro, trabajadores del cine y la tele, y que si no trabajas esa fama no va a existir, con lo cual es la pescadilla que se muerde la cola. A mí de esta profesión no me interesa la fama, me interesa trabajar, me interesan los proyectos que vienen, me interesa conocer gente profesional con la que pueda rodar por ejemplo en México, con la que me pueda ir de gira con ellos, que también lo he hecho en México, y ahora nos vamos con Juguetes Rotos a Colombia. Eso es lo que me gusta de mi profesión. No me gusta ir a un restaurante y que me inviten por el hecho de ser famoso, me da cierto pudor, aunque evidentemente lo agradezco. Lo agradezco mucho y agradezco las muestras de cariño, pero repito que esto puede ser muy peligroso para la gente que desconoce la profesión que quiere ser actor o actriz por el hecho de esa fama, de esa supuesta fama que va a tener, porque no es así.
Nacho, está rodeado de dos mujeres, una en escena y otra que ha dirigido la producción. Raquel Pérez y Susana Hornos. ¿Cómo ha sido el trabajo con ellas?
Fíjate que curioso. Mis trabajos más destacados los han dirigido mujeres. Tanto en teatro como en televisión. Y no por nada, es una anécdota. Profesionalmente me llevo muy bien con las mujeres trabajando. La verdad es que hemos formado un equipo de trabajo fantástico porque solo éramos tres. Hay que saber unir el camino. ¿Cuál es el objetivo de esta pareja que cuenta esta historia? ¿Qué es lo que nos va a ocurrir en el proceso actoral, artístico? Creo que con Susana y con Raquel lo he conseguido. Hemos empezado con unas improvisaciones que me ayudaron mucho a la hora de construir este matrimonio cuando era matrimonio. Susana, que ha trabajado en Argentina muchísimos años, lo sabe hacer muy bien. A mí la escuela argentina me encanta. Yo me he preparado con Gina Pichirilli, argentina, y me encanta. Carolina Román que me dirigió en Juguetes Rotos he pasado cinco años de mi vida. Me encanta la escuela argentina. Susana trabajaba buscando eso, más que nada el pre. ¿Qué ha sido? ¿Cuáles habrán sido los motivos para que este matrimonio esté aquí ahora? Vamos a recrear lo que pasó anteriormente. Y así empezamos a construir lo que ocurre en el Caparazón de las Tortugas.
Hemos estado muy bien. Y es un viaje fantástico. Ha sido un viaje fantástico. Y lo que quede. En cuanto a Raquel, yo la conocía desde hace muchísimos años. Pero nunca habíamos trabajado juntos hasta ahora. Y nos entendemos muy bien en escena. Muy bien, muy bien.
¿Qué momento de la función destacaría, un momento cumbre que haya en la función?
Hay varios. Pero… hay un encuentro sexual. Dentro de la función. Un encuentro sexual bastante peculiar. En donde todo pasa. Es un encuentro bastante sórdido. Es una obra muy violenta. Muy violenta. Tanto de representar como de ver. Como de observar. Porque estos dos personajes son violentos entre sí. Esta relación sexual que existe en la mitad de la obra es violenta. Y es la desencadenante de lo que va a ocurrir después. Me quedo con este momento.
¿La mayor dificultad que ha surgido a la hora de poner en escena esta producción?
A mí me ha costado mucho memorizarla, por ejemplo. Memorizar e incluso te digo que a pesar de haber hecho ya la función varias veces, de haberla ensayado, de haberla representado, de haberla estrenado en La Rioja, de haber hecho bolos en Granada y en otras ciudades, a día de hoy todavía Raquel y yo tenemos que repasar el texto. De hecho, mañana hemos quedado para darle un último repaso al texto porque son dos personas que se van de una cosa a otra. Que de repente se quieren, se odian, se aman, viene la niña, hablan del colegio, después se vuelven a amar, se vuelven a odiar. Pasan a hablar de la profesión, del médico. Y eso me costó mucho. No por el volumen que tenga de texto, porque Raquel me triplica en texto, ella habla mucho más que yo, sino por el sentido de escuchar, por el sentido también de qué le voy a responder, porque hay innumerables respuestas, innumerables monosílabos que están metidos con todo el sentido del mundo, es decir, no puedes dejarlos pasar. Y eso es lo que más me ha costado, retener la función, comprender a este personaje a través del texto. Que eso cuesta, ¿no?
Me comentaba al principio de la entrevista que además de ser actor produce sus propias funciones. Cuando un actor se convierte en productor, le puede llevar, no sé si estoy en lo cierto, diferentes motivos a ello. Uno, porque no le ofrecen lo que quiere hacer en ese momento, o porque no le ofrecen nada de teatro que hacer. Entonces, tú mismo te lanzas a la aventura. ¿En qué lugar estaría Nacho Guerreros en este caso?
No puedo decir que sea porque no me ofrecían nada, que no es así, me ofrecían. No me ofrecían lo que a mí me gustaba. Es verdad que desde siempre, desde que empecé en esta profesión, yo tenía el sueño de tener mi propia compañía teatral. Cuando conocí a Fabián y estábamos en la preproducción de Juguetes Rotos, yo le dije que a mí me gustaría profesionalizarnos. Es decir, me gustaría no sólo producir obras en las que yo participase como actor, sino también otros proyectos.
Así formamos en 2017 nuestra productora, Rocambolescas Producciones. Empezamos con Juguete Rotos, que es nuestro hijo mayor. Él es nuestra joya de la corona porque continuamos todavía girando con ella. Ahora nos vamos, como te he dicho antes, a Colombia y a otros países. Es el más longevo.
Hemos participado junto con Barco Pirata o con October Producciones, o con Eva Paniagua. Hemos coproducido otro teatro y creo que la coproducción también es un intercambio de ideas, de paredes. Se crea un grupo de gente que le interesa cierto tipo de teatro que también tiene un mensaje más allá del entretenimiento. A mí, por lo menos, y además no critico el teatro comercial, para nada. Me parece que el teatro además tiene que ser comercial, es necesario que la gente venga a vernos. Pero yo quiero, además, contar una historia que al espectador le conmueva de alguna forma. Y creo que de momento, y voy a tocar madera, lo estamos consiguiendo.
A mí ahora me da cierto relax, cierto reposo tener mi propia empresa y crear trabajo tanto para mí como para los demás.
Para finalizar, y no le quiero robar más tiempo, aunque siempre es un verdadero placer poder conversar con usted. En estas 11 funciones que me ha dicho que ya han hecho antes de llegar al Centro Cultural de la Villa, al Teatro Fernán Gómez, ¿cuál ha sido la reacción del público?
Te hablo de las últimas funciones que hicimos en diciembre en Granada. Vienen chavales muy jóvenes a verme. Digo, chavalitos que todavía no son ni adolescentes, porque piensan que quizá van a ver una función, una obra de teatro donde pueden ver algo de ese personaje que interpreto en televisión, de Coque, en La que se avecina. Y entonces, una madre me decía, qué bien que he venido con mi hija, que tiene, me parece que me dijo que tenía 13 años, porque es muy necesario que cuentes esta historia.
Qué bien que he venido con ella, a pesar de que es una obra violenta, sórdida, fuerte en algunos aspectos, pero sí que hay que contarlo, porque la vida no es color de rosa. Hay que contar otros aspectos de la vida que no sean rosas también.