Como en Teorema de Pasolini, la presencia de un extraño en el día a día de una familia desestabiliza la vida de sus miembros. No habla. Vivir le paraliza después de haber asistido a su propia resurrección no como el protagonista de un milagro sino como un cruel empeño de la naturaleza. Necesita borrar las huellas de humanidad que le imprimen las palabras y se niega a pronunciarlas. Su silencio solo quiere evocar la ausencia de los suyos pero su callada presencia desata las palabras de quienes le rodean. Torrenciales construcciones de palabras que quieren o pretenden justificar ausencias interiores, corrupciones de la propia voz: Un político cuyo discurso hace tiempo que retorció las ideas para defender el poder, una cantante de ópera que perdió la voz y con ella su medio de expresión más íntimo, una mujer que defendió la libertad en el pasado y ahora no encuentra verbos para conjugar el futuro, una joven airada porque cree que intentan acallar su voz y un chaval que pretende confinarse entre las expresiones start game y game over. La familia se arma de palabras para desentrañar el silencio de quien no quiere hablar aunque tal vez solo quieran encontrar su propio refugio...