Pregunta: Estrena el próximo 26 de febrero en el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid la obra “El Grito”, escrita por Itziar Pascual y Amaranta Osorio. ¿Qué es “El grito”?
Respuesta: Es la unión de numerosas mujeres que han tenido una vida injusta, o tienen una vida injusta, que las leyes no las han puesto en igualdad con el hombre, que han sufrido tremendas discriminaciones, injusticias, y que todas ellas están con nosotros el día 26 gritando para que desaparezcan, de una vez por todas, las diferencias en trato, en libertad, y en derechos de la mujer con respecto al varón.
P: ¿Qué cuenta “El Grito”?
R: Nos cuenta la vida real de una mujer, que pasó por una experiencia muy tremenda… la cual no te voy a contar ahora porque si no, no te interesaría verla. La historia es que una mujer estuvo ocho años en un juicio en el que nadie hablaba su mismo idioma. Porque a la mujer no se le habla el mismo idioma que a los varones. Las mujeres, según el hombre, somos diferentes, y tenemos unas sensibilidades distintas. Entonces, cuando una mujer habla y dice algo, no se las suele creer, que es lo que le pasa a la protagonista. Está desesperada, sin entender por qué cuando dice la verdad, nadie la cree. Te diré que en el ensayo, cuando la actriz, que es magnífica la protagonista, estaba gritando y nadie le hacía caso, nadie la creía, yo estaba llorando como una magdalena. Pero es que es así. Hay veces que se llega a afirmar: “Si esto lo ha dicho una mujer…” Y llevamos siglos perpetuando esto. Llega un momento que por esto, o por mil cosas más, había que intentar que, yo, que estoy todo el día con el mundo del teatro, y que estoy todo el día con el mundo de la mujer, porque soy feminista de verdad, consiga aunar en un escenario ambos mundos. Y aquí da la casualidad que está toda la lucha por la libertad, toda la lucha por tener una dignidad la mujer, y que a la mujer se la escuche, y que se la crea, al mismo tiempo que está haciéndose un teatro basado en un hecho real.
P: Las mujeres, ¿necesitan, hoy en día, seguir gritando?
R: Madre mía… Te diré una cosa que te va a dejar frío. Por ejemplo. Hay doscientos millones de mujeres que tienen en este momento hecha la ablación. ¿Qué te parece a ti? ¿Son pocos doscientos millones de gritos? Las mujeres en países desarrollados están mucho menos consideradas. La autoestima que tiene la mujer nunca es tan buena como la que tiene el varón, que le han educado a tenerla y a sentirse seguro de sí mismo. La mujer ha estado en un lado, discriminada, sin saber si su padre la iba a dejar hablar en la mesa, añadido a los hermanos… No sé cómo decirte. A la mujer le faltan siglos para llegar a una dignidad, a una igualdad con el hombre.
Todo esto no es un movimiento. Es una revolución cultural, contracultural. Sobre esto he escrito bastantes artículos. Ha habido una historia en la que la mujer no tenía derechos de nada. Cuando yo tenía veinte años no podía abrirme una cuenta corriente en un banco. No podía comprar un anticonceptivo porque estaba prohibido. La mujer ha estado completamente al margen de la vida social. Ha llegado el momento en el que tanto mujeres como varones tienen que tomar conciencia de que lo bonito, lo bello, lo que podía ser poético, es la bendición de la igualdad. La igualdad de derechos. Siendo los dos diferentes, pero que haya una igualdad de derechos, y que la mujer sea considerada. Además, hay algo que no está en las leyes, hay una consideración que está en el ambiente. Por ejemplo, en una conversación: “Me dijo ayer Pepita… ¡Va! Pepita. Me lo ha dicho Paco… ¡Ah! Si te lo ha dicho Paco…”.
Por ejemplo, siempre hay una seguridad y una confianza mayor en el varón para los puestos de trabajo, para los puestos políticos, y en la iglesia para qué te voy a decir, ni una sola mujer. Y los militares ahora están empezando a dar ese paso, que es un gran paso y digno de agradecer. Pero es que no hay razón para que la mujer esté postergada. Todo lo que hay es una cultura de siglos que la ha tenido marginada porque consideraban que la mujer no estaba dotada suficientemente como para poder ejercer en la vida social, cívica y política, igual que el varón.
Ahora la mujer está intentando aprender, estudiar, esforzarse, y ser una mujer segura de sí misma. Y poder, perfectamente, afrontar cualquier puesto de trabajo o cualquier responsabilidad. Y ese es el camino difícil que tiene la mujer, con una aceptación regular de los que están alrededor. Hace poco tiempo me decía un joven de unos treinta años, más o menos: “A mí no me apetece nada que me quiten el puesto que tengo. Yo prefiero estar en el puesto de preferencia al varón…”. Y mi respuesta fue contundente: “Pues me parece fenomenal. Quédate ahí. Pero que sepas que eso se te va a terminar”. O lo hacemos por las buenas, y damos a cada cual lo que necesite que tiene derecho a tener, o ¿qué hacemos?
P: ¿Hemos avanzado algo en el machismo? ¿Seguimos siendo machistas?
R: El horror de todo esto es que el hombre no sabe no ser machista. No ha aprendido a ser feminista. Aunque él lo intente no lo hace bien. Porque cree que lo que necesita la mujer son una serie de cosas que realmente no las necesitamos. Necesitamos libertad, necesitamos que nos dejen hablar, que nos respeten. Solamente con eso es suficiente. Lo malo es cuando hay una sensación de que lo que va a hacer una mujer no va a ser comparable, a nivel cualitativo, con lo que hace el hombre. Hay una “tradición” de ponerle los palos en las ruedas a las mujeres constantemente. Son pocos los casos en los que se educa de la misma forma a un hijo y a una hija, y se les prepara de la misma manera para que puedan competir en la vida de la misma forma y con el mismo número de oportunidades.
En este bendito mundo de hombres llevo 85 años. Que es la edad que tengo. Y sé muy bien lo que podía haber tenido si yo no hubiera sido mujer, si hubiera sido hombre. Lo que pasa es que a mí me encantan las mujeres, porque creo que tienen una serie de virtudes que el hombre no las ha desarrollado. El hombre manda, aparentemente, mejor porque grita más, pero la mujer tiene más sensibilidad, tiene más capacidad de renuncia, más capacidad de sacrificio por la maternidad y por la convivencia con la gente. A mí las mujeres me encantan, y no soy lesbiana. Adoro a las mujeres.
Lo digo porque tengo una oficina desde hace treinta años, en las que sólo somos mujeres y, ¿sabes lo que te digo? Que es una delicia. Aquí todo el mundo se escucha, se respeta. He tenido mucha suerte porque toda la gente que tengo a mi alrededor son maravillosas señoras, y mujeres y chicas jóvenes, que han podido desarrollarse junto al resto de compañeras.
Es una revolución contracultural de muy largo camino. Aún tiene que recorrer un camino enorme. Se ha adelantado en las leyes, indudablemente. Fíjate que los anticonceptivos ya podían ser comprados y admitidos en el año 1978. Hasta entonces no se podía. Imagínate las pobres mujeres. Tenían todos los hijos que podían y alguno más.
Te contaré una anécdota. Mi carrera profesional se ha dividido siempre en dos. Por un lado, la parte teatral y de danza, y por otro lado, la parte social unida siempre a la mujer. Cuando estaba trabajando en el Centro Dramático Nacional, cuando la dirección estaba asumida por tres personas, que eran Nuria Espert, José Luis Gómez y José Tamayo, estaba por la mañana hasta las dos menos cuarto en el Centro Dramático, y a esa hora me iba corriendo a Vallecas porque se había abierto el primer centro de planificación familiar. Era un centro oficial. Había un equipo de médicos, asistentes sociales, enfermeras, y yo era relaciones públicas. Me pasaba el día hablando con el obispo, animaba a los hombres a ir, les decía que el DIU no se come a nadie… Había mujeres con ocho o nueve hijos, y teníamos que intentar controlar aquello. Ese trabajo real, palpable, lo hacía antes de la ficción que me esperaba a las cinco de la tarde en el Centro Dramático Nacional. Aquello me encantó. Porque vivía una realidad que nadie se creía, y luego una ficción que nadie se creía, igualmente, porque era ficción. Pero esa doble visión de la vida me ayudó. Fui muy feliz en aquella época. Aunque Vallecas, por todo lo que tenía socialmente, tardó. Pero allí teníamos reuniones, con mujeres, con sus maridos, todo para que la mujer pudiera controlar su natalidad. Algo se hizo.
Hay algo que es mágico, que está en el ambiente, y que no se ve, que es el que coloca a la mujer en una postura más débil y menos relevante que el hombre. Y eso es lo que todavía no ha desparecido. Y eso que hablamos de un primer mundo. Si hablamos de tercer mundo las historias son todavía más denigrantes. Pero aunque las mujeres intentan sacar la cabeza, aún nos siguen poniendo los palos en las ruedas. Además de discutirle en todo momento si tiene inteligencia emocional o intelectual. ¡Dejen que se desarrolle la mujer y que tenga libertad suficiente, y que pueda hablar al hombre con el mismo amor que si hablara con un hermano!
P: ¿Por qué y cuándo decide dedicarse a producir teatro? Y más, sabiendo que no es un mundo donde las mujeres abundan.
R: Es una historia preciosa. Yo estaba en el mundo de la mujer. En las asociaciones que teníamos para reivindicar todos los problemas que en aquel momento existían. En estas reuniones, el Ministro Pío Cabanillas me llamó para que fuera Subdirectora General de la Condición Femenina. Hoy día me sigue pareciendo el título un tanto extraño. Como vieron que no tenía mala pinta, y que no era una revolucionaria, sino que era una persona más o menos sensata, pensaron que yo podía ayudar. Y me nombraron. Estaba a las órdenes de José Manuel García-Margallo. Al cual, tres meses después, presenté mi dimisión. Porque me di cuenta que yo estaba luchando por la libertad de la mujer, pero a mí allí me tenían cuadrada. No podía ni dar entrevistas. Sólo cuando él me dijera. Me vi metida cerca del poder, en una situación que, para mí, era tremendamente constreñida. Tremendamente impotente porque tenía unos señores que me decían lo que tenía que hacer. Y me quedé en el paro.
Estando en el paro hubo una reunión en Zaragoza sobre el control de la natalidad. Se juntaron muchas mujeres de toda España. Se hizo una serie de votaciones para ver quién podía organizar todo, y como estaba recién dimitida, pues era famosísima. Me nombraron secretaria general de todo aquello. Me subió la autoestima. Pero realmente seguía en el paro.
José Luis Gómez dio la casualidad que coincidió con una íntima amiga mía, que posteriormente dirigiría el Museo Reina Sofía. Gómez acababa de llegar de Alemania con la intención de hacer una Fundación Internacional Teatral, de investigación, y le comentó, a María Corral, que necesitaba una persona con unas características y un perfil determinado. Le comentó que necesitaba personas que conocieran la piel social de ese momento en Madrid, además de que el teatro fuera importante para esta persona. María Corral le dijo: “pues sí, la tengo, y está en el paro en este momento”. A partir de ahí tuve una maravillosa y entrañable entrevista con José Luis Gómez. Fue en el café Lion, que ya no existe y que estaba al lado de la Puerta de Alcalá. Yo no sabía quién era José Luis Gómez, porque plenamente no había entrado en el mundo del teatro. Estaba en el hall de ese terreno. Supuse que si José Luis me había citado allí es porque frecuentaba el café. Le pregunté al camarero: “¿Usted conoce a José Luis Gómez?” Me respondió: “Por favor, cómo no lo voy a conocer… Es un actor maravilloso y una persona estupenda”. Le dije: “Si, si, es que yo no lo conozco y me he citado con él”. A los cinco minutos llegó y me presenté. Él me contó todo lo que estaba haciendo. No paraba de trabajar y de crear nuevas cosas. Llegó a España y fue un revolucionario teatral porque traía las técnicas alemanas, y la cantidad de teatro extraordinario que se hacía allí. Hora y media estuvo hablando sin parar, y al terminar, me dijo: “Quedas elegida”. Y yo no había abierto la boca en todo el tiempo. ¿Por qué? Porque es lo mejor. Cuando una mujer no dice nada se le supone que es perfecta. Porque cuando hablamos, también molestamos.
Casi cincuenta años después, estoy haciendo con José Luis Gómez Mío Cid. En la gira que está haciendo le estoy ayudando. Y me siento no orgullosa, me siento súper feliz. Estando con él le nombraron director del Centro Dramático Nacional, que había creado un año antes Adolfo Marsillach, y que se fue harto por la pasión que ponía en las artes. Además de José Luis, con el cual entro en el Centro Dramático Nacional, también entran a dirigir la institución Nuria Espert y José Tamayo. Allí conocí a Nuria Espert, con la cual aún a día de hoy sigo trabajando. Ha sido un camino precioso y maravilloso para mí.
Y ahora el estreno de El Grito, en el cual uno por primera vez mis inquietudes más importantes, o mis pasiones, juntas en un mismo sitio, en un escenario.
P: A mitad del camino la Comunidad de Madrid le reclama para comenzar a dirigir y poner en pie el Festival de Otoño, pionero en mostrar lo mejor de Europa y del Mundo. La primera mujer que lo dirige. ¿Cómo fueron los inicios del Festival madrileño?
R: Para ser honestos te diré que en primer lugar se llamó a José Luis Ocejo, lo que pasa es que yo estaba trabajando en Santander con él. Cuando le hace esta oferta Joaquín Leguina, Ocejo decidió hacer una dirección bipartita, él desde Santander y yo desde Madrid. Es el encargo más bello, más bonito, y más de suerte que jamás he tenido. Porque era una España virgen, tal cual. No conocía nada, no conocía a Peter Brook, no conocía a Pina Bausch que vino por primera vez a España en aquel momento. No sabes el esfuerzo que supuso eso.
Al principio la gente no conocía los nombres de los artistas extranjeros. No conocían directores, ni actores, ni compañías… Pero fue como un rayo. Abríamos las taquillas de un teatro y se llenaba. Tuvimos muy buen olfato. Era lo que le faltaba a España, y esta gente pudo enseñar sus grandes obras y sus grandes trabajos. Fui felicísima en el Festival de Otoño. Le agradezco a la Comunidad de Madrid que en aquel momento pensara en mí. Hicimos un trabajo maravilloso gracias a Joaquín Leguina.
P: ¿Cuál es la producción de la que guarda mejor recuerdo?
R: Mahabharata de Peter Brook. Eso que duraba once horas y media, y a las once horas nadie se levantaba. Y no sabíamos qué hacer para que se fueran. Y aplaudían y no se iban. ¡Once horas! Era el trabajo más perfecto que yo había visto jamás. Tú imagínate que en la escenografía, de la batalla de los cinco continentes con los cinco hermanos, tuvieron que poner una alambrada cubierta con arena para que cuando tiraban las espadas se quedaran allí de pie. Aprendí tanto de aquello. Le doy gracias al cielo de haberme dado esa responsabilidad que me hizo tan feliz y que me hizo aprender muy rápido.
P: He visto en alguna entrevista que le han hecho que usted habla a menudo de belleza. ¿Qué busca Pilar de Yzaguirre en el teatro y en la danza?
R: Pues fundamentalmente la belleza. Soy una maniática de la belleza. La belleza me da paz, me crea un bienestar… Y me gusta muchísimo. Porque la belleza es armónica, es armonía, tanto en la belleza física como la belleza en la naturaleza. Todo aquello que no es bello no puedo amarlo. Necesito la belleza para poder amar. Y la belleza está llena de todas las virtudes que tú te puedas imaginar. Porque la bondad es bella. La generosidad es bella. La inteligencia es bella. Todo lo que lleva consigo la belleza cada vez que vas a un teatro y te encuentras maravillas allí.
P: ¿Cuál es el próximo montaje que tiene Pilar en mente?
R: Lo primero que anduve en este camino, después del Festival de Otoño, fue conocer a Robert Lepage, el verdadero teatro, el sueño de mi vida, hasta que también me encontré con Wajdi Mouawad. Con él me encontré un día que fui a Canadá. Ese día tenía una reunión media hora después de llegar al aeropuerto. Me encuentro un mensaje de la directora de producción de Robert Lepage, en el que me decía que no asistiera a la reunión. Que me fuera al Teatro Nuevo Mundo porque allí estaba la mejor obra de teatro que jamás se hizo. Iba con mi hija y allá que nos fuimos. Lleno, no nos dejaban pasar, y puse la excusa que habíamos ido sólo para ver la función. Me llegaron a decir hasta que era inaguantable. Después de varias protestas nos pusieron dos sillas de tijera, incomodísimas, con una duración de tres horas y media el espectáculo, y al cuarto de hora vi un texto de poesía, de luz, de grandiosidad, que es Incendios que todos conocéis. Esto es lo que hice entonces, que lo he tenido dos años de gira y que ha venido a Madrid más de tres veces con gran éxito de público. Todo el mundo en pie, gracias a ese gran elenco donde estaba Nuria Espert, entre otros, que aguantó este envite con Mario Gas en la dirección.
Ahora voy a hacer una cosa, también de Wajdi Mouawad que trata de la gran tragedia de los judíos y palestinos. Será después de que se estrene El Grito y ande correteando por toda la geografía.
Con El Grito tengo un problema, y es que yo creo que la gente se está enterando de que es de mujeres y no me la están vendiendo. No sé si al final esta maravillosa ciudad de Madrid entenderá que tiene que ayudar a la mujer a salir adelante, a que sea cada vez menos diferente.
P: Nuria Espert, Mario Gas, José Luis Gómez. ¿Cómo ha sido trabajar con tres de los más grandes en nuestro país?
R: Nuria Espert es una delicia trabajar con ella. Aparte de aprender con ella, porque es sabia, y se lo digo muy a menudo, es una mujer muy inteligente, que da gloria oírla, que da gloria estar con ella, y que es sabia. Ver cómo ella va cambiando con los ensayos, cómo se enamoró de los textos de Wajdi… Tenemos las dos la misma edad, y estamos más viejas que yo que sé. Pero ella tiene la curiosidad, igual que yo, hacia todo lo que es bueno y diferente, porque así abrimos más nuestra cabeza, nuestros oídos…
Mario Gas es un gran director, y como todos los grandes directores no son fáciles. Pero son muy buenos. Ha sido muy bonito poder trabajar con él.
Y de José Luis Gómez qué te puedo decir. Yo empecé con él. Y ahora mismo estoy viendo el trabajo que está haciendo de Mío Cid, que es una cosa que no te lo crees, que está inmóvil y parece que va cabalgando por Castilla. Es uno de los grandes intérpretes que tenemos, si no el mejor.
Los tres nombres que has dicho son un amor para mí. Lo de Nuria, además, es que la quiero muchísimo, porque me da siempre paz. Siempre que estoy con ella acabo tranquila porque yo soy más apasionada que ella y me tranquiliza. Y Mario y José Luis, un honor.
P: Para finalizar, ¿cómo se definiría a sí misma?
R: Una luchadora. Una persona que ve que todos los obstáculos se pueden quitar, sobre todo para mis pasiones, que son la mujer y las artes escénicas. Nunca creo que haya un obstáculo que no se pueda derribar. Me acuerdo un día que a Alberto Corazón le preguntaban por mí en una entrevista y dijo: “Pues es una mujer que no considera el no”. El no, no puede ser. Siempre tiene que haber alguna fórmula para llegar al sí. Soy una luchadora por los derechos de la mujer y por las artes escénicas.