El Teatro de la Zarzuela ha marcado gran parte de su carrera. Su cabeza vuelve constantemente a recordar aquellos días en los que compartía bocadillo y camerino con su familia
Algo más hemos podido conocer de un actor que desde hace una década consagra su vida profesional a los clásicos, poniéndole voz a los personajes ideados por Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina,… a las órdenes de Helena Pimenta, pues en este tiempo se ha convertido en un actor asíduo a los montajes de la salmantina.
Un recuerdo de la niñez que le asalta rápidamente la memoria es su paso por la Zarzuela. Continuamente le asalta porque es donde sus padres hicieron toda su carrera. Una de las noches del festival de Almagro lo hablaba con Alfredo Sanzol gracias a que le había gustado mucho la canción de La tarántula, que se canta en la función de El Banquete. Y recuerda que cuando estuvo trabajando, de los ocho a los doce años, en el Teatro de la Zarzuela, Adolfo Marsillach iba a montar La Tempranica, zarzuela a la que pertenece la canción de La tarántula. Entonces, le llamaron para que hiciera ese número y lo cantara. Pero a Rafa Castejón no le gustaba sólo cantar, le daba mucha vergüenza. Quería hablar y cantar (risas). Fue capaz de decirle al mismísimo Marsillach que no, que no lo hacía. Cuarenta y tantos años después, en el Patio de Fúcares de Almagro, ha cantado La tarántula. Las vueltas que da la vida. Todas las noches se la ha dedicado a Adolfo, con el que trabajó en el Teatro de la Zarzuela haciendo El chaleco blanco. Se acuerda mucho de él, además de por trabajar en el teatro que lleva su nombre con la compañía, porque la compañía la creó él, porque ha trabajado con él, y por esta anécdota de La tarántula.
Shakespeare es su autor favorito, pero se considera muy chejoviano. Le gusta mucho Chéjov, Ibsen. Pero cree que el top, para él, es Shakespeare.
Su actor favorito es Javier Bardem, y su actriz preferida Manuela Velasco. Uno de sus directores favoritos es Haneke, mientras que en teatro su atención es brutalmente captada por Peter Brook. Todo lo que ve de él le encanta. Dice que Juan Carlos Coraza es un director maravilloso, aparte de ser su maestro y gran amigo, y siempre que trabaja con él aprende y se divierte mucho. Uno de los directores con el que le gustaría repetir es con Calixto Bieito. Se lo pasa muy bien con él. Ha hecho dos cosas, Los Persas de Esquilo y Don Carlos de Schiller, en el Centro Dramático Nacional, hace ya algunos años.
Siempre recuerda a sus padres en pareja. Estuvieron juntos como sesenta y tantos años. Recuerda, también, que entre función y función se llevaban el bocadillo al camerino y pasaban un rato muy agradable donde compartían impresiones y cómo había ido la función, o cómo iba a ir la que venía… Siempre se acuerda de esos momentos en el camerino con ellos.
Cuando Rafa Castejón se va a la cama y se encuentra inmerso en períodos de ensayos, le cuesta bastante dormir, porque está continuamente dándole vueltas a la cabeza. Como él mismo dice, «rumba rumba» con los personajes, los conflictos de la obra, cómo ha ido el ensayo… Le cuesta bastante conciliar el sueño en esos procesos. Pero cuando todo está terminado se pone una serie que no tenga nada que ver con el asunto, y si puede ser lo más “chorra” posible, mejor, para desengrasar un poco y olvidarse y poder dormir bien.
Poderosamente le quita el sueño, y le enfada mucho, la política. Las injusticias sociales que vemos. Eso le toca bastante. Algunas sentencias judiciales que no logra entender, y, sobre todo, que no se mire tanto el bien común. Esto que decía Lorca en Comedia sin título: se necesitan verdades consoladoras, verdades que construyan. Se necesita no pensar en uno, sino pensar en los demás. Si la clase política se pusiera ahí yo creo que a todos nos iría mejor. Estas son algunas de las cosas que por la noche le revuelven.