En su trayectoria destaca su perfil de bailaora y, sobre todo, el de coreógrafa. Desde sus comienzos ha querido repensar, investigar y personalizar el flamenco. Aventurarse. Su objetivo profesional ha sido crear una visión propia de la danza: cálida, elaborada, conceptual, y concebida para un cuerpo de baile en un espacio escénico.
Si tuviera que destacar un actor se quedaría con Carmelo Gómez. En el terreno femenino destacaría a Blanca Portillo, quien pone la voz en off a su espectáculo Nacida sombra.
En su parcela, admira a mucha gente que se dedica a la danza. Mario Maya ha sido un absoluto maestro para ella. Lamenta no haber podido conocer a Antonio Gades. Se queda con todo aquel que le pueda aportar algo. Se aburre mucho de sí misma y necesita alimentarse de otros artistas. Admira a Rocío Molina, Eva La Yerbabuena, Belén Maya, Isabel Bayón. Me aportan cosas muy diferentes. Nos alimentamos todos de todos. Nadie inventa nada.
Aunque le sorprende la pregunta, se iría de cena con gente que no fuera intelectual. Le da mucho miedo acercarse a ella. Se considera muy ignorante en esa parte. Es más de estudio, más básica, quizá. Pero a la vez, le gusta sentarse y escuchar. Con la gente que le aporta le gusta estar, sentarse, cenar, y escucharle.
Al cine va mucho, pero para ver películas de niños, con su hijo. Al teatro le gusta ir con gente que le pueda ofrecer conocimiento para leer lo que está pasando. Cuando alguien te abre un mundo y te descubren cosas es como mágico.
Su mejor y su peor crítico es ella misma. Hay una parte que le da palmaditas en el hombro, y otra machacadora. Intenta tener esas dos partes equilibradas. No le influye lo de fuera a no ser que le aporte algo.
Su hijo está muy orgulloso de Rafaela Carrasco artista. Ha nacido en esto. Su padre es músico, pianista. De pequeño se emocionaba mucho cuando la veía bailar, y lloraba. Sabe manejarse muy bien en el teatro, cómo ubicarse, y conoce los códigos. Habla mucho de ella a sus compañeros y amigos.