¿Cómo surge este proyecto que ahora vais a llevar a los Teatros del Canal?
Surgió de una manera muy natural, como si los astros lo hubiesen estado esperando. Con Xavi Albertí es el sexto espectáculo, si no me equivoco, que me dirige. El anterior espectáculo que llevamos al Teatro Nacional era un espectáculo de dos horas cuarenta en la sala grande del Teatro Nacional, en el que yo no salía del escenario en esas dos horas y cuarenta minutos. Fue un reto y fue maravilloso porque a los actores, o al menos a mí, me fascinan los retos. Después de ese espectáculo, que por suerte hubo una buena recepción de críticas también hacia mi trabajo, y en relación a eso Xavier me dijo: “Rubén ya tienes una edad, ya no eres un actor tan jovencito. Después de esto yo creo que ya con tu currículum te toca también un poquito ver qué hilo te apetece mover a ti. No solo estar esperando”. Porque es verdad que los actores si tenemos la suerte de estar currando, pero en verdad estamos esperando, no generamos proyectos en general. Aparte de director Xavier ha sido, es un maestro y un referente para mí. Lo primero que hice fue con Calixto Beito, y lo segundo ya fue con Xavi Albertí. Y luego con Josep María Pou. Esos tres primeros directores eran los tres súper célebres. Con Xavi Albertí he tenido la suerte que me ha ido acompañando a lo largo de los años. Cuando empiezas con 23 o 24 años que empecé con Xavier pues era un renacuajo. Y él me puso este espejo de “tú qué”. Estuvimos hablando y me acuerdo perfectamente un día en una terraza charlando que él me dice: “¿por qué no te lees un monólogo de Alberto Conejero? Y era otro monólogo, era el de Montgomery Clift que en Barcelona no se ha hecho. Nos pusimos en contacto con Alberto y cuando supo que Xavi y yo queríamos, o sea, estaba esta nube por ahí, Alberto dijo un momento, tengo algo entre manos que estoy ahí escribiendo y era este En mitad de tanto fuego y la verdad es que fue como muy fácil porque enseguida se lo comentamos a Cesc Casadesús, al que le debemos mucho, que ha sido el director del Festival Grec, y él enseguida se sumó. Tuve la suerte que él también me había visto en varias obras de teatro, y también, evidentemente, porque el recorrido de Conejero o de Albertí es incuestionable. Yo también llevo mis años, pero soy el más jovencito quizás, y contamos con que Cesc Casadesús también dijo, sí, también creo que te toca… te toca ponerte así como ejercicio actoral, a solas y en bolas, no a nivel literal, sino a nivel emocional, delante del público. Y ahí ya contamos con la coproducción del Festival Grec, luego Teatros del Canal y la Sala Beckett se sumaron. Por suerte ha ido todo como muy fácil. También, incluso antes, sin tener el espectáculo, pues desde Mérida, Cimarro también se sumó. O sea, todo ha sido… como el que va al casino y la suerte del novato que se lleva premio sin saber jugar…
He tenido la suerte de trabajar con, ahora ha fallecido hace nada, creo que hace dos o tres días, Ventura Pons. También he tenido la suerte de trabajar durante dos años con Concha Velasco, a quien admiro y quiero. Y el poder trabajar con gente más mayor que tú, esa comunicación intergeneracional, me hace ver que uno de los aspectos más bonitos del teatro es que en los proyectos hay distintas edades, distintas realidades y currículums vitales. En esto era claro que Xavier, Conejero, Cimarro, Casadesús, el juntar gente, esta cosa del equipo, me parece de lo más bonito del teatro. Entonces ha sido un proyecto, en este sentido, muy fácil.
¿Quién es el que aparece, solo, a desnudarse en el escenario?
Qué pregunta más bonita. La maravilla de trabajar con Xavi Alberti, a mí me recuerda mucho al trabajo de cámara. Y puede llevarse también al teatro, pero a veces tendemos los actores a escondernos. Y aquí lo bonito del trabajo que hace Xavier, o por ejemplo también cuando trabajas con Lluís Omar, es que ellos dos trabajan mucho una manera de ponerse en el escenario que la voluntad es casi mística, meditativa, o de quitar todo, de ponerse uno mismo, de que ese texto pase a través de uno… y que aparece la persona, ya no tanto el personaje. El personaje, a veces, está más en la mirada de quien lo observa, que no en uno mismo, porque en el fondo yo soy yo, evidentemente puedo escoger cómo reaccionan esas palabras, o cómo le afectan, en este caso a Patroclo, la palabra amor, deseo, muerte o guerra, pero en el fondo no deja de estar pasado por mi manera de entender esa humanidad o la del director. Entonces, el que se planta ahí es una persona con sus miedos, con sus deseos y con sus ilusiones.
Rubén, ¿qué cuenta la función? ¿Cuál es el viaje al que nos invita?
Para mí, en esto seguramente, porque a veces lo hemos hablado, Alberto Conejero para él es una cosa, para Xavi Alberti es esa, pero un poquito distinto, para mí se va a otro sitio y cada uno, eso es lo bonito de un buen texto, aquí sí que le lanzo todas las, todos mis aplausos son para Alberto Conejero, que es el mérito de cuando un texto es muy bueno, que es muy concreto y a la vez es muy universal. A cada uno le puede apelar a sitios distintos. A mí me fascina, por el tiempo en el que estamos viviendo, que en su momento no era tanto. Por ejemplo, cuando empezó, hago un pequeño paréntesis, cuando empezó, para mí lo que más me apelaba era esta lucha a los raros, a los diferentes, a los que han sido igual puestos en un rincón de la sociedad por cualquier motivo. Por inmigración, por identidad sexual, por clase social, por religión, por físico, por lo que sea. En el fondo, ahí cabemos todos, en verdad, por un motivo o por otro. Y fíjate que luego, por esta situación que está viviendo Europa, que igual siempre ha estado ahí, pero ahora es como que parece más evidente, del tema de las guerras, pues coge puñetazo distinto este texto. Por eso, porque en verdad habla de muchas cosas a la vez.
Conejero ha cogido partes de la literatura griega, ha cogido un personaje como Patroclo, pero no sé si se lo ha traído a este 2024. ¿Cree que es un personaje que está de actualidad en este momento? ¿Habla de temas actuales?
Sí, no sólo habla de temas actuales, sino es que cómo habla. Yo hace unos años era como más buen alumno, académico, estudioso, y te tocaba hacer algo de, yo qué sé, de Valle Inclán, y me leía la biografía de Valle Inclán y todo, y cada vez soy como más tonto, como más lo que me dé, lo que quiera el director, como más jugar, más tal. Yo en este texto es que aún no lo sé, y Alberto lo ha dicho en algunos momentos en los ensayos, y Alberti también. ¿Cuándo hay fragmentos tal cual de la ideada? ¿Cuándo son de otros autores? ¿Cuándo son de Alberto? Yo aún no lo sé, ni lo tengo claro. Porque es que es espectacular cómo pasa de robar frases que fueron escritas hace tantos siglos a frases que son suyas, a momentos que digo, es que esto no sé, no sé a quién pertenece, pero me da igual porque a mí si me apela, a mí si me resuena, entonces para mí es de rabiosa actualidad porque me retumba. Y es muy bonito venir a Madrid a Teatros del Canal después de haber pasado por Barcelona y por otras ciudades y sitios y ver que a mucha gente le toca. Entonces sí, está… me atrevo a decir, con mucha facilidad y felicidad, que está de tremenda actualidad.
Podemos ver que se tratan temas como la guerra, se habla de la libertad, se habla, Rubén, del amor, se habla del deseo, son grandes temas en la historia de la literatura. Grandes temas que a veces se lanzan así, con cierta facilidad, pero que son temas con una profundidad importante. ¿Cómo aborda Conejero dentro de esta función todos estos grandes temas universales?
Pues a mí me ocurrió una vez en unos ensayos que Xavier Albertí dijo una frase así como: “Alberto ha estado tocado por unas alas que no son de este mundo”, porque es verdad que el tío escribe con una profundidad… Cuando la gente sale de ver el espectáculo muchas veces lo que me dicen es ¿cómo te has estudiado todo esto? ¿Cómo te lo has aprendido? Yo no sé cómo estudiará el que hace oposiciones a abogacía del Estado o algo así, pero es que este texto es tan bonito, que yo había días que estaba estudiando y le mandaba audios a Conejero de qué barbaridad, qué bonito. Es tan bello el texto, es tan profundo… Un místico, un religioso, que puede estudiar la Biblia y que conecta y que sienta ahí una fuente inagotable, es que este texto para mí a veces tiene partes que es un río, es un mantra, al que a mí por narices me tocaba estudiármelo, pero es que era un placer, es una suerte estudiar un texto así tan bello, porque inviertes muchas horas y ahí vas buscando y vas buscando en capas. Alberto te sirve una cosa que luego mi trabajo es hacérmelo muy mío para que cuando venga el director, Xavier, aún más inteligente que nadie y con una profundidad tremenda, y encima le mete más humanidad, más capas, más profundidad y tiene mucha oscuridad para mí, que es una de las cosas que más me gustan de Alberto. Y eso con los años me gusta. Autores que se atreven a escribir lo crudo, lo negro, las sombras, lo feo, lo desagradable, y curiosamente de ahí nace una luz, una esperanza muy bonita, sin caer en tópicos, sin caer en ideas trilladas, porque es verdad que estos temas de guerra, de deseo, amor, bueno, es que son los que nos han preocupado siempre, ¿no? Entonces siguen saliendo y quizás muchos autores pasan por ellos y lo construimos de una manera que lo podríamos tildar de más banal o más estereotípico o tópico. Pero en el caso de Conejero, yo no sé si por las noches él escribe llorando o conecta con unas meigas suyas, unas brujas… Pero es verdad que el tío conecta con partes.
Hay veces que he podido oír decir que los artistas pueden estar un poco locos. Pues en el caso de los autores es que para escribir algo así, si no están locos, tienen que estar cerquita, porque una persona normal, yo creo que no es capaz de escribir eso. Normal en el sentido de que no se atreva a eso, en su soledad, a buscar. Y buscar hondo, pero eso, un cantautor o un pintor, cualquier artista, yo creo que ahí se nota, y tú vas a una exposición y yo qué sé, es que me vienen varios pintores que luego dices, qué vida tuvo ese pintor, pero es que cómo pintaba, o en actores también, yo qué sé, un Joaquín Fénix o un Philip Seymour Hoffman, que dices, joder, ha tenido una vida que igual no era el más campechano del mundo, pero es que cómo actúa. Qué arte hay ahí. Y yo creo que ahí, en ese caso, Alberto tiene la capacidad de ahondar en una profundidad que es metros y metros para abajo.
Rubén, durante la conversación ha salido varias veces la palabra belleza. ¿Qué es la belleza para Rubén?
Con los años, para mí la belleza es la naturaleza y cada vez a la que puedo me escapo de Madrid o Barcelona para ir a la naturaleza. No sé si viviría allí, en esa belleza, en medio de la naturaleza, porque soy bicho de ciudad y de teatros, cines, fiestas, eventos y tal. Pero la belleza es la naturaleza.
¿Y si hablamos de teatro?
Pues igual es parecido, no es una esencia. No lo sé. Qué bonito. Es que si la belleza sólo se queda en estética, que mal. Yo veo belleza en la estética pero también en lo que se habla. No sabría decirte.¿Qué es belleza en el teatro? Es que por suerte he hecho cosas tan distintas que pienso en un espectáculo con Flotats y la belleza es una cosa en ese espectáculo de Flotats completamente distinta a un espectáculo con Rigola. Entonces, en el teatro no sé por qué me da la sensación que el concepto belleza dependerá de cada universo ideológico-estético del director.
Rubén, quiero que me hable del juego escénico, cómo es la propuesta escénica. Hemos hablado mucho de Alberto, hemos hablado mucho de Xavier Albertí, pero quiero que me cuente cómo ha sido el trabajo con ellos. Si Alberto ha estado en los procesos de ensayos, dirección y demás. Dos preguntas, ¿cómo es la propuesta escénica que propone la obra? Valga la redundancia. Y segundo, ¿cómo ha sido el trabajo con ellos dos?
Para mí la propuesta es salvaje. Es lo más salvaje que he hecho. Hay funciones en las que yo tengo colegas actores que me dicen, ¿cómo puedes estar tan relajado? O, por ejemplo, un espectáculo que antes de salir me echaba una siesta o estudiaba otras cosas porque al día siguiente tenía que ir a grabar, no sé qué, no sé cuántos. Pero hay algunos que el director te pone en un sitio que no te permite, que no te da tregua, y esta es una de ellas. Xavier me ha llevado a un sitio que me fascina, que ya lo intuía, por eso, porque es la sexta vez que me dirige. Y cada director tiene un poquito su manera de quererte, ser y estar en el escenario. Pere Arquillué, que ha trabajado mucho con Xavier Albertí, me decía una vez, y le voy a citar aquí porque lo resume muy bien, dice: “para los actores, que vamos cambiando de directores y tal, hacer un espectáculo con Xavier Albertí es como para un coche pasar la ITV. Cada equis tiempo pasas con Xavi y es una ITV porque te quita todo y en verdad tiene que estar todo, porque cuanto más te quitan más tienes que estar. Entonces el juego escénico es que te podría decir que es muy simple, porque es un actor, una silla, las luces y el texto y el público, pero al mismo tiempo a mí me parece una complejidad porque la partitura que hay emocional y métrica de las palabras, del fraseo y de la carga ideológica que hay en cada momento puesta por Xavier y tal, es muy compleja. O sea, yo ahora estaba estudiando aquí el texto y yo es que tengo mil notas de los ensayos que eran con Xavier, evidentemente. Alberto venía de vez en cuando porque Alberto es de las personas más prudentes que he conocido nunca. Desde esa prudencia yo creo que él venía, dejaba hacer, no quería estar ahí. Él venía, daba sus aportaciones, sobre todo al texto. Estuvo en los primeros días de lecturas, para dudas que teníamos y tal. Pero Xavi ha estado ahí dirigiendo al milímetro. Es que Xavi es un director que, vamos… No te corrige los pelos de la ceja porque igual no los ve nadie, pero que es milimétrica la dirección de Albertí y es un gustazo, porque curiosamente en esa dirección es donde encuentras más libertad.
¿Qué espera del público de Madrid, del público de los Teatros del Canal y de la acogida de la obra en la capital?
Te podría decir muchas cosas bonitas, pero te voy a ser sincero. Yo como actor, yo creo que en general muchos actores somos, bueno, igual como toda especie, como todos los humanos, seres muy inseguros, pero claro, nos exponemos a un aplauso o un rechazo. Pues en verdad, a mí me gusta atreverme a decir, quiero gustar, quiero que guste la historia, quiero gustar yo, quiero… Es que no sé, igual suena muy tonto decirlo así. Pero en verdad… es muy sencillo, lo que hacemos es para que guste, para que llegue, para que a alguien le apele. Lo más bonito que te puede pasar como actor es cuando pasan unos años, te cruzas a alguien por la calle y te dice, yo te vi hace cuatro años en el espectáculo tal… Gracias. El gracias, el me llevé algo, ya está, es eso, que guste, que llegue. Evidentemente que gusten todos los departamentos, las luces, el texto, la interpretación, la dirección, todo, es lo ideal, pero en el fondo es que llegue, que llegue y que apele, que apele a la gente.
¿En mitad de qué fuego está Rubén de Guía?
Pues no te diré nada distinto. Las posibles crisis de mi edad, las posibles ilusiones de mi edad, de estar a punto de hacer 40 y decir qué afortunado soy de llevar 20 años ganándome la vida de esto. Siento mucha fortuna. Me siento muy afortunado por familia, amigos, trabajo. Es que no creo que pueda decir nada. Cada vez siento cómo que me cuesta hablar más de mí en entrevistas porque pienso, si es que yo no soy experto en eso, yo solo soy experto como actor y mi personaje. Entonces me pongo a hablar de mí o si alguien me pregunta de política u otros terrenos que salen de ser actor y tal, y digo, si soy un niño, soy muy novato en eso. Me gusta el sentir. La sensación de no tener que decir ninguna respuesta brillante. Pues como cualquier chaval o señor de 40, porque hoy en día tienes 40 y a la vez que te sientes un chaval ya te sientes un viejo, ¿no? Ni eres muy niño ni eres muy mayor.
¿Y cuáles son las ilusiones de un actor de 40 años?
Para mí la ilusión es ser capaz cada vez más de disfrutar el presente, que esto es una de las cosas que es muy bonito de este trabajo como actor, que te permite, como trabajamos con nosotros mismos, igual una persona que tiene un trabajo externo a sus emociones o a su imaginario, puede tener una crisis y trabajar ajeno a esa crisis, ¿no? Pero como actor a veces es más difícil porque de algún modo trabajas con quién eres tú en ese momento y más si tu objetivo es trabajar con el máximo de sinceridad para que la gente pueda verte al máximo. Para que puedan empatizar contigo, desnudarte al máximo. Ahí hay como un diálogo entre quién eres tú, quién es el personaje y cuánto hay de mí, cuánto hay del personaje de este momento vital, porque yo soy este ahora y no soy hace cinco años. Las ilusiones son seguir por ahí, seguir trabajando de esta manera, de no esperar, de no ir, porque es muy tentador en ciudades como Barcelona o Madrid, si vas trabajando, ir a buscar el aplauso, las luces de neón, los estrenos… Sí, eso está ahí, pero saber que yo he escogido ser artista por algo y es por eso, por trabajarme a mí de tal manera que poder ser un vehículo que a la gente le lleguen las historias y los personajes. Y eso me ilusiona, porque a veces en el camino yo he sentido ese demonio travieso que te dice pero cómo mola este estreno y los eventos y que te aplaudan y ganar dinero y bueno, un momento, relájate que a veces te aplauden, a veces no, no eres mejor actor por estrenar más cosas. Eso me ilusiona, el verlo así como un oficio de artesanía me ilusiona mucho
¿Se escucha a sí mismo?
Sí, aunque a veces intento no escucharme tanto, porque de eso pecamos mucho los actores, porque una cosa es escucharte a ti para saber cómo estás y la otra igual es regocijarte. Ahí la línea es muy delgadita. Lo justito… Pero sí, sí, me escucho.
Rubén, ¿y cuando acabe esto, qué?
Soy muy afortunado. Este año me ha pasado que tuve que decir que no a un proyecto que me hacía una ilusión tremenda y se me solapaba con gira de En mitad de tanto fuego, de octubre y noviembre. Es muy bonito para un actor tener… poder decir, me puedo organizar Semana Santa porque sé que tengo trabajo hasta dentro de un año. Entonces esto es muy bonito porque si no los actores cuando llega el verano o un parón, dices, ¿me voy de vacaciones? No, no estoy trabajando. Entonces es muy bonito la sensación de poder programarte unas vacaciones sabiendo que aún un año después tienes cositas. Pues tengo… una obra de teatro que no puedo decir, pero luego surgió otra que también me parece muy bonita y si la puedo encajar, también hay una cosa de audiovisual, no es fácil a veces ir encajando cositas, pero mira, que las musas me vayan acompañando y los astros se vayan alineando para ir pudiendo combinar cositas, que es un gustazo, la verdad, este trabajo cuando lo puedes hacer somos muy afortunados porque es muy bonito.
Rubén, para terminar y yo creo que lo podemos dejar aquí. Hemos hablado de ese recorrido que llevas, sobre todo en el mundo de las artes escénicas, en el teatro, con quién has trabajado. Si volvieras, si echaras la vista atrás, ¿cómo ha cambiado aquél Rubén niño que podía tener sueños, y soñar con el teatro con una visión, seguramente, distorsionada de lo que luego ha descubierto? Si volviera la vista atrás, ¿cómo ha sido esa evolución? ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Cómo ha sido ese camino?
Como actor para mí ha sido fácil porque por suerte he ido trabajando sin tener que trabajar en otra cosa. Eso sí que ha sido fácil. Lo que no ha sido fácil es lidiar con expectativas, con prejuicios que me había hecho a mí mismo, de a los 30 tienes que conseguir tal, a los 35 tal. Bueno, lo que decíamos un poquito al principio de por qué es tan bonito trabajar con Lluís Homar, Xavier de Albertí y muchos otros. Porque lo bonito es volver al presente. A lo que tienes, salir al escenario y defender esa noche, transmitir esa noche. Eso por un lado. Y por otro, pues es que no ha cambiado tanto ese niño, yo creo. Me sigue… Cuando por este proyecto que me llamaron, que lastimosamente no lo puedo hacer, yo empecé a saltar por casa de la ilusión. Y también me pasaba eso con 26 años. Y ahora con 40, pues también salto por casa cuando tengo una llamada de algo que me hace mucha ilusiónTengo un buen amigo que me llama así, en plan de coña, Mari Fascinación. Y la verdad es que me gusta. Yo sé que a veces los artistas, porque yo creo que entre mis amigos de actores y actrices, pues no me considero que me fascine más que otros. Yo creo que somos igual un colectivo, en general, un poco más intenso, pero es que si no lo fuéramos yo creo que no aguantaríamos ni los aplausos ni cuando no los hay. Hay que vivir con ilusión, con pasión, con intensidad y fascinarse por las cosas. Y eso es ligado a ese niño, ¿no? Al niño que se fascina. Por un atardecer, por un chapuzón en la piscina, y aún me hace una ilusión que llegue el invierno e ir a Cantabria o algún sitio de playa y ese chapuzón que te da adrenalina, pues como al niño, ¿no? No perder a ese niño. Yo creo que un actor no se lo puede permitir, perder al niño. Porque entonces lo tiene difícil cada noche salir al escenario a morirse o a enamorarse, ¿no? Si no tiene al niño, creo que lo lleva un poco difícil.