Célebres en todo el mundo son, a día de hoy, uno de los mayores exponentes de circo actual, aunando una sutil mezcla de acrobacias, poesía y teatralidad. Alejados de las prácticas del circo tradicional de pistas y números acrobáticos, los siete de Montreal prefieren trabajar alrededor de una dramaturgia más cercana a la danza contemporánea, que les permite abordar temas muy concretos y originales en cada una de sus producciones que se caracterizan por ser una combinación extraordinaria de talento, circo y danza contemporánea.
Shana Carroll, directora de escena de Passagers, nos cuenta en este viaje como una alegoría de la propia vida; una reflexión sobre los viajes físicos en tren y los viajes emocionales que emprendemos en la vida. «Siempre me han atraído los trenes porque son un recordatorio de tiempos y territorios antiguos, pero también un paso hacia el futuro, ya que nos llevan a países que aún no hemos visitado. Por eso siempre me ha interesado el símbolo del tren.»
¿De dónde has sacado la idea del universo de trenes?
En el proceso de creación intervienen un montón de mecanismos. Digamos que siempre me han atraído los trenes porque son reminiscencias de épocas y lugares antiguos, pero, también, un paso hacia el futuro, ya que nos llevan hacia tierras que aún no hemos visitado. Por eso, siempre me ha interesado el símbolo del tren. Cuando era joven, pasaba un tren a 10 km de mi casa. Siempre que pasaba, era como una llamada, algo increíblemente fuerte. No se oía nada más. Y cuando tenía unos veinte años, hacía muchos espectáculos en Europa, por lo que pasaba mucho tiempo en los trenes. En ellos he vivido momentos cruciales de mi vida. Me fascinaban las diferentes contradicciones que implicaba, la impresión de que no te movías en absoluto, de estar atrapada en una caja, a pesar de avanzar a gran velocidad, y por la yuxtaposición del paisaje y el reflejo de tu cara en la ventana. También hay un elemento de azar: hemos tomado la decisión de montar en el tren, pero, al mismo tiempo, estamos atrapados dentro, sin conocer a la gente que nos acompaña y no tenemos ningún control sobre lo que pasará a continuación. Tengo tantas historias increíbles de los trenes, de conversar durante horas con perfectos desconocidos, de todas las edades, orígenes y clases sociales.
¿Cómo has puesto estas ideas en escena para Passagers ?
Siempre hay diferentes capas de creación. Lo que yo hago es dejar que cuaje la idea, lentamente, hasta que llegue a su esencia profunda, que se puede resumir en una frase. En este caso concreto, la muerte de mi amigo y colaborador Raphael Cruz (nota de la redacción: en enero de 2018 ) fue determinante. Había comenzado a escribir algunos meses antes, con la intención de hacer un espectáculo más narrativo, tipo Asesinato en el Orient Express, con diferentes arcos narrativos para cada personaje. Entonces, murió Raphael. Yo estaba de luto, hundida. Sentía que había perdido a mi cómplice, mi brújula. Y estaba convencida de que la creación era el antídoto para superar los temas más oscuros. Solo que, esa vez, yo me decía a mí misma que nada tenía sentido: ese hombre había muerto tan joven, tan pronto. No había antídoto posible, no había ninguna solución. Posteriormente, varias semanas después de la muerte de Raphael, un día, le dije a Sébastien (nota de la redacción: Soldevila, otro de Les 7 Doigts) que quería que el mundo volviera a ser un lugar mágico, no un lugar en el que mueren personas jóvenes a las que quiero. Él me respondió con esta frase contundente: «El mundo son las dos cosas a la vez». Eso es. En mi opinión, esa es la frase que resume mi proyecto. De repente, todas las contradicciones que entraña el tren me vinieron a la memoria. Es verdad, quizás la gente muera, pero quizás también hay magia. No hay una vida necesariamente feliz o desgraciada, caminamos por dos vías paralelas e intentamos seguir ambas al mismo tiempo. Y así es cómo el tren se ha convertido en una metáfora de este concepto, una reflexión de esta dicotomía. Después he querido introducir capítulos: la salida, el trayecto y la llegada, en todas sus formas, las agradables y las desagradables. Despedidas desgarradoras, salidas felices, viajes confinados entre perfectos desconocidos, el sueño en el tren (dormir en el tren es algo mágico). Para la música, hemos añadido un fragmento que Raphael escribió hace dos años y que no habíamos utilizado nunca. Hay un pasaje en el que él toca el piano, por lo que, de una forma u otra, él forma parte del espectáculo.
¿Te has inspirado también en artistas actuales para Passagers?
Mi idea original constituye la mitad del espectáculo. La otra mitad, son los artistas que lo componen. Estoy convencida de que para extraer lo mejor de cada uno de ellos, es necesario poner a trabajar su esencia. Es necesario que hagan suyo el espectáculo. Son mucho mejores cuando se entregan a un proyecto con el que se sienten profundamente conectados. A partir de mi idea inicial, añadimos sus sugerencias y así es como, juntos, damos a luz a nuestro bebé. La improvisación desempeña un papel primordial en este proceso. Comenzamos con un tema, una idea general, una motivación o un contexto teatral y ellos improvisan partiendo de esa base. Por lo general, hay un momento de «ahhh», cuando la improvisación toca la fibra correcta y, en ese instante, surge esa esencia de la que hablaba. A partir de ahí, podemos crear cualquier cosa. Los artistas aprenden los unos de los otros, y eso nos permite utilizar un vocabulario común, instintivo.
¿Cómo eliges los artistas que deseas ver en tu espectáculo?
Elijo a los artistas que conozco y con los cuales quiero realmente trabajar. Algunos los conocí en la Escuela Nacional de Circo de Montreal. Con otros tenía contacto porque ya había trabajado con ellos. Valoro en particular que un artista tenga múltiples talentos, que sepa moverse bien y actuar. También quiero que sea una buena persona, con un buen corazón. Me encanta trabajar con estos artistas por lo que son, como personas y como artistas. Además, lo que es interesante en este espectáculo es que tenemos artistas con disciplinas desconocidas hasta ahora en Les 7 Doigts: el cuadro ruso, el cable de acero, etc.
Ahora que has visto el espectáculo entero, ¿cómo te sientes?
Nerviosa. Pero siempre pasa con los espectáculos en directo. Lo que más feliz me hace es esa esencia de la que hablaba antes, la siento cuando veo el espectáculo. Hemos conseguido realmente lo que yo quería conseguir. Hay un momento, cuando se está creando, en el que tenemos que ser nuestro propio público y disfrutar de lo que hemos creado. A mí me encanta ver a mis artistas en el escenario. El punto más importante, y también el más inquietante, es el de conseguir ser fiel a lo que queríamos hacer. Mantener el rumbo a medida que avanza el espectáculo, conservar la versión original. Porque podemos crear imágenes realmente bonitas, pero, si al final, no contamos nada, no sirve de mucho. Por eso, tenemos también que saber sacrificar ciertas cosas por el bien de la obra en su conjunto.
En tu opinión, ¿en qué se diferencia el circo quebequés del circo del resto del mundo?
El circo quebequés es un precursor en el dominio del circo moderno. En las demás partes del mundo, el circo moderno puede verse como un contramovimiento del circo tradicional. Hay dos movimientos muy diferenciados, irreconciliables, como si se tratara de Demócratas y Republicanos. En Quebec, la gente hace lo que quiere con el circo, sea tradicional o no. Es muy fluido, una fusión. Quebec es una tierra muy fértil y creativa, con una comunidad muy solidaria. Para mí, una de las razones por las que Quebec desempeña un papel tan importante en el mundo del circo es el fuerte deseo que hay de un arte no hablado. La cuestión del idioma en esta provincia es un tema muy sensible, un motivo de división. El circo, por el contrario, une a la gente de todos los horizontes. El Gobierno reconoce el circo como una forma de arte y eso le otorga legitimidad y poder. Eso no ocurre en ciertas regiones de Estados Unidos, donde el circo está más estigmatizado.
¿Se te han dado más oportunidades de conseguir tus objetivos en Quebec?
Precisamente esa es la razón por la que tenemos nuestra sede en Montreal. Gypsy y yo somos americanos, Seb es francés… Hay pocos lugares en el mundo en el que una compañía de circo reciba la oportunidad de representar su espectáculo durante dos meses, como hemos hecho nosotros en repetidas ocasiones en La Tohu. Es una combinación de ayuda y de apertura de espíritu. Los quebequeses son un pueblo entusiasta. Ciertos ambientes están dominados por la crítica y la competencia. Aquí es todo lo contrario, es liberador.
¿Qué le deseas a La Tohu por su 15º aniversario?
¡Larga vida a La Tohu! Desde que se creó, hace quince años, hemos estado presentes año tras año, y el crecimiento de nuestra compañía ha ido ligado al de La Tohu. Una institución increíble que me ha dejado recuerdos imborrables. Es un caso único en América del Norte: un teatro construido específicamente para los artistas de circo. Yo espero, sinceramente, que continúen con este impulso mucho tiempo más. Es una oportunidad increíble para nosotros. Antes hablaba del circo quebequés y no sé cómo habría evolucionado sin La Tohu. Si aquí el público tiene tanta cultura de circo es también porque tienen acceso a este género de plataforma.