Masescena

Yayo Cáceres: “Un día me separé en dos. Una parte volvió a casa, y la otra, se escapó por el agujero de la cerradura y es el hombre que anda dando vueltas hoy”

Se muere de ganas por trabajar con Albert Boadella. Quiere trabajar, trabajar, y no quiere que se le pase el arroz. Quiere que le llame todo el mundo para hacer todo

 

¿Con qué habéis venido a la 42 edición del festival de Almagro?

Afortunadamente hemos venido con Todas hieren y una mata, que es una obra al estilo Arte Nuevo de hacer comedias, escrita por Álvaro Tato de manera magistral, bajo mi punto de vista. Es una obra que va sobre el tiempo, la magia de los viajes a través del tiempo, con estatuas de arena desechas. Una comedia de capa y espada. Con un galán, con un corregidor, y sobre todo porque plantea un final diferente para la mujer que es la protagonista de la obra.

Hemos venido al Corral de Comedias, al lugar soñado, porque es el lugar ideal. Ojalá y sea un nuevo comienzo del siglo de oro en el que los autores contemporáneos se pongan a escribir a la manera de y con los recursos de entonces.

 

¿Cuántas veces en la programación del festival?

Con Ron Lalá estuvimos con Cervantina, El Quijote, Siglo de oro Siglo de ahora, con Charo López estuve con el espectáculo Ojos de agua, un espectáculo que recuerdo con muchísimo cariño, el año pasado con Mestiza interpretado por Gloria Muñoz. Gracias a Dios un asiduo al festival…

 

Yayo Caceres 4

 

¿Cómo surge Todas hieren y una mata?

Surge porque Álvaro Tato la empezó a escribir y un buen día me dijo que quería mostrarme lo que había hecho, una obra como comentábamos antes. Me la mostró y como pasa en general con las grandes obras que desde la dirección empiezas a ver puertas que se abren, imágenes… cuando empecé a ver eso es porque yo creo que la obra ha sido escrita para ti, como venía a decir Borjes.

Lo único que hemos hecho es cambiar dos líneas de sitio para permitir que un actor llegue a otro sitio. Del resto no hemos tocado nada. Está el texto original.

Con esto cerramos la trilogía de la carretera secundaria de Ron Lalá, con Ay Teatro y Emilia Yagüe. La iniciamos con Ojos de agua, interpretada magistralmente por Charo López, sobre la Celestina. Dirigir a Charo López ha sido una de las mayores dichas de mi vida. Luego hicimos Comedia Multimedia, que anduvo dando vueltas sobre un supuesto producto en 3D que no era otra cosa que el teatro. Luego vino Mestiza con Gloria Muñoz, otra de las grandes con la que quería trabajar. Y finalmente, Todas hieren y una mata. Y estamos preparando lo próximo, por supuesto.

 

¿Habéis modificado algo para entrar en el Corral?

Hemos modificado para poner a favor el espacio. Son cinco actores. Algunos de ellos amigos, otros compañeros, alumnos… Un elenco de gente diversa y que ha conformado un equipo que es maravilloso.

El vestuario está a mitad de camino, como siempre hacemos con Tatiana de Sarabia, de cosas sugerentes, vestidos por la mitad, una manga que hace que se complete… en fin, ese tipo de cosas. La puesta en escena hemos modificado algo porque hay un momento en la obra en la que los actores se trasladas a un corral de comedias. Hemos cambiado las tornas en este lugar para poder aprovechar el espacio en toda su dimensión, porque es como el espacio soñado poderlo hacer ahí.

Hay música en directo. Hay menos música que en otros espectáculos. Diego Morales toca la guitarra y el piano. Tenemos los dos instrumentos como apoyo. La función arranca con una canción que es un soneto, un maravilloso soneto escrito por Álvaro Tato y que es la obertura de la obra. Como siempre, el uso de la música para el climax, la dramaturgia de la obra, es muy necesario en todos los montajes. Y música original, ya que me parece que es necesario. Por que si es música ya compuesta dispara la mente del espectador hacia un lugar de referencia con la música que ya ha escuchado alguna vez en su vida. Tu cabeza te puede llevar al primer lugar donde esa melodía te emocionó. Sin embargo con la música original sigues el camino de la obra, no te lleva por otro lugar. El uso de música preexistente en una obra de teatro, excepto que se una cosa muy concreta, y esté puesto con un objetivo muy determinado y preciso, lo que hace es confundir el viaje. El destino tiene que coincidir con el paisaje que vemos por el camino.

 

 

En un plano más personal, ¿qué quería ser Yayo Cáceres de pequeño?

Pues yo creo que artista. Yo creo que un artista se forma en la infancia. Siempre en la infancia de un artista hay, como en el caso de Álvaro Tato, alguien que ha crecido en una familia rodeada de libros y de bibliotecas, o en una familia, como la mía, donde yo era un hermano menor, nacido después de muchísimos años, y con una soledad espantosa, aun arropado con hermanos, abuelas y tías que me han amado… Yo recuerdo mi infancia siempre como una travesía en el desierto. Siempre ponía la misma imagen. Para mí la infancia es como atravesar en carne viva una tormenta de sal. La infancia es dolorosísima, pero no te enteras porque estás metido ahí, en esa cosa que es la ensoñación, pero que, sin embargo, es de las cosas más tremendas que existen para el ser humano. Se trata sistemáticamente de perder la inocencia, ir hacia un lugar que no sabes muy bien cuál es…

Recuerdo encerrarme en el baño con el palo de la fregona a cantar. Grabé muchos discos (risas) en ese momento, mientras todos dormían la siesta. Y luego tengo escrito un breve cuento…, porque nosotros vivíamos en un pueblo muy pequeño, en Corrientes, un pueblo que se llama Curuzú Cuatiá, que es un nombre guaraní, y vivíamos a la vuelta de un quiosco. Mi padre me mandaba a comprar, revistas, caramelos, y qué se yo. A la noche. Cuando volvía, enfrente había un cine que se había cerrado hacía muchísimos años, al que yo iba al matiné. Por el agujero de la cerradura se veía luz. Miré por el agujero de aquella puerta gigante, que todavía existe, y estaban ensayando teatro. No me podía ir del agujero de la cerradura. …Yo escribí en el cuento este que ese día, digamos (se emociona), me separé en dos. Hubo una parte de mí que volvió a mi casa, y la otra parte, se escapó por el agujero de la cerradura y que es el hombre que anda dando vueltas hoy.

 

¿Necesitaba volar?

No sé si es volar. Yo creo que es escapar. Escapar de algo, que tampoco es que haya sido una cosa terrible. Creo que en la infancia, cuando no te ven como niño, que es lo que estás pidiendo todo el tiempo, que te vean como niño, creo que pasa esta necesidad de escapar a algún sitio que en general tiene que ver con lo creativo, y en mi caso, es con lo creativo a través de la música, del teatro, de la lectura, cuando entonces leía siendo criatura mucho más de lo que leo ahora, y de entrar en ese mundo que sólo me lo daba el arte y el tenis, que era la otra isla donde te podías aislar y estar contigo y en tu mundo.

Ahora estoy trabajando en una cosa que se llama Deporteatro, uniendo el tenis con el teatro porque creo que son dos lugares en donde uno puede transitar un camino interior profundísimo. Cuando juegas al tenis, cuando has competido, sientes un estado de soledad altísimo que te transforma, a la vez, en una persona prácticamente indestructible. ¿Cómo haces para derrotar vitalmente a una persona que es capaz de jugar cinco horas en una final de Wimbledon?

 

¿Cuándo llegas a Madrid? ¿Cómo inicias en la capital tu andadura artística?

Yo llego la primera vez a Madrid de la mano de una actriz que ya murió, de una persona a la que yo amé, que se llamaba Mabel Manzotti. Fue una de las grandes actrices argentinas, de la generación de Federico Luppi, y de toda esta gente. Ella me llamó para hacer un espectáculo de dos personajes cuando estaba recién salido de la escuela de teatro. Como cantaba, tocaba, y podía hacer teatro también, hicimos una obra con la que estuvimos cinco años de gira por Argentina, y de la mano de ella llego a España, al festival de Aguimes en Canarias. En el festival conozco a Santiago Sánchez, director de Imprebís, que me propone venir a hacer el espectáculo Imprebís a Madrid. Todo quedó en la nada.

Al año siguiente, volvimos a venir al festival de Aguimes con otra obra de teatro, con otra compañía de teatro que ya no era Mabel, y me volví a encontrar con Santiago. Formalizamos y me fui a hacer Imprebís. Estuve trabajando con Santiago y con Ron Lalá casi siete u ocho años. Luego me quedé con Ron Lalá.

 

 

¿Eres fundador de Ron Lalá?

Tiene dos fundaciones. La primera, que es la fallida… El creador de todo esto es Álvaro Tato, sin duda. Álvaro empieza a escribir poemas y rodeado de Juan Cañas, Miguel Magdalena y Rodrigo Díaz, que ya no está, pero Juan Cañas y Miguel siguen con nosotros, son los originales de esto.

Yo conocí a Rodrigo en la casa de Juan Margallo. Me comentó que tenían un grupo. En Buenos Aires, antes de venir a España, estuve intentando armar un grupo donde todos fuésemos actores que tocaban, para poder hacer Bécquer, Chéjov…, y fui a ver un ensayo, que eran poemas de Álvaro con música en directo, aguantando digamos el clima de los poemas, y vi luz, vi oro. Nos planteamos la posibilidad de hacer teatro con eso, ellos buscaban con quién trabajar, y empezamos a trabajar juntos.

Posteriormente llegó Íñigo, y dando clases en una escuela de teatro descubrí a Daniel Rovalher. Fue el quinto ronlalero. Esta fue la segunda fundación, la buena. Y así seguimos hasta ahora. El Ron Lalá original va a cumplir 25 años en el año 2023, y con el equipo de la buena fundación llevamos prácticamente veinte.

 

¿Alguna anécdota que destacarías de la compañía?

Siempre hay un montón. Lo que pasa es que todas las que me llegan a la memoria son como de humor negro, que son las que me gustan a mí. No sé si contártelas o no (nota de color). Lo más reseñable es que cuando empezamos a trabajar “estos llegaban cuarenta minutos tarde, llegaban a ensayar con tres litronas de cerveza”, y yo era como una especie de sargento de caballería. Por aquello de la cosa del tenis. Puntualísimo. Y me empecé a ir de los primeros ensayos. Ahora saco cuentas y Álvaro tenía 22 años cuando empezamos a trabajar. Y yo tenía treinta y cinco… Nos hemos peleado muchísimo. Ahora son peores que yo en lo que a disciplina se refiere. La disciplina es lo que ha permitido que seamos lo que hemos terminado siendo.

 

 

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